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Páginas escogidas

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Una selección de los textos más representativos de la extensa obra de Carmen Martín Gaite
Despertar la curiosidad de nuevos lectores y renovar el interés de los incondicionales de la escritora es el primer propósito de estas Páginas escogidas. Por encima de géneros (poemas, cuentos, novelas, ensayos y cuadernos personales), esta esencial y variada antología propiciará una lectura unitaria y continuada en torno a las grandes preocupaciones de Martín la búsqueda de la comunicación literaria, lo oral como génesis de la escritura, el poder de la palabra femenina para explorar nuevos ámbitos, la relación entre la narración, el amor y la mentira, los conflictos intergeneracionales, y la esencia fundamentalmente narrativa de nuestro proyecto vital.

248 pages, Kindle Edition

Published November 27, 2024

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About the author

Carmen Martín Gaite

126 books434 followers
Carmen Martín Gaite (Salamanca 1925-Madrid 2000) se licenció en Filosofía y Letras en la Universidad de Salamanca, donde conoció a Ignacio Aldecoa y a Agustín García Calvo. En esa universidad tuvo además su primer contacto con el teatro participando como actriz en varias obras.
Se trasladó a Madrid en 1950 y se doctoró en la Universidad de Madrid con la tesis Usos amorosos del XVIII en España. Ignacio Aldecoa, cuya obra estudiaría posteriormente, la introdujo en su círculo literario, donde conoció a Josefina Aldecoa, Alfonso Sastre, Juan Benet, Medardo Fraile, Jesús Fernández Santos y Rafael Sánchez Ferlosio, con quien se casó en 1954. De esta manera se incluyó en la que sería conocida como la Generación del 55 o Generación de la Posguerra.
Escribió su primer cuento, Un día de libertad, en 1953, aunque confiesa escribir desde los 8 años. Comienza su carrera literaria con El balneario obteniendo en 1955 uno de los premios literarios de mayor prestigio en España, el Café Gijón.
Tres años después obtiene el Premio Nadal por su obra Entre visillos. Escribe dos obras de teatro, el monólogo A palo seco en 1957, que fue representado en 1987, y La hermana pequeña en 1959, rescatada en 1998 por el director de teatro Ángel García Moreno y estrenada el 19 de enero de 1999 en Madrid.
Durante la década de los sesenta continúa cultivando la narrativa, con obras como Las ataduras (1960) o Ritmo lento (1963), pero es en los setenta cuando vemos la versatilidad de Martín Gaite. Publica sus dos ensayos sobre el proceso contra Macanaz además de su tesis, recopila su poesía en A rachas (1976), y la novela Retahílas, sale a la luz en 1974. También a esta década debemos su primera recopilación de relatos, Cuentos completos. Su faceta periodística se caracteriza por su etapa de redactora en los comienzos de Diario 16.
Su matrimonio con Rafael Sánchez Ferlosio duró unos años antes de acabar en separación, en los cuales tuvieron una hija, Marta, a quien dedicó el cuento La reina de las nieves. Falleció antes que ella. Entre otros logros, Martín Gaite destaca por haber sido la primera mujer a la que se le concede el Premio Nacional de Literatura con El cuarto de atrás en 1978, y por haber ganado en 1994 el Premio Nacional de las Letras por el conjunto de su obra.
Fue una de las personas más y mejor premiadas del mundo de la literatura; obtuvo el Príncipe de Asturias en 1988 compartido con el poeta gallego José Ángel Valente [1929-2000], el Premio Acebo de Honor en 1988 como reconocimiento a toda su obra, el Premio Castilla y León de las Letras en 1992, Medalla de Oro del Círculo de Bellas Artes en 1997, Pluma de Plata del Círculo de la Escritura otorgada en junio de 1999 y cuya ceremonia fue retransmitida por videoconferencia a través de Internet, algo sin precedentes, hasta aquel momento, en el mundo literario. Con su ensayo Usos amorosos de la posguerra española recibió en 1987 el Premio Anagrama de Ensayo y el Libro de Oro de los libreros españoles. Esta obra dispara sus ventas, y desde entonces las obras de Carmen Martín Gaite están siempre entre las más vendidas en España, siendo espectacular su éxito en la Feria del libro de Madrid, donde solía ser su obra de cada temporada la más vendida de la feria.
Cultivó también la crítica literaria y la traducción destacando en autores como Gustave Flaubert [1821-1880], Rainer Maria Rilke [1875-1926] y Emily Brönte [1818-1848]; colaboró, asimismo, en los guiones de series para Televisión Española como Santa Teresa de Jesús (1982) y Celia (1989), serie basada en los famosos cuentos de la escritora madrileña Elena Fortún (1886-1952).
Publica dos enormes éxitos de crítica y público, Lo raro es vivir en 1997 e Irse de casa en 1998, y en 1999 se publica

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Profile Image for Lorena Porto.
66 reviews22 followers
August 15, 2025
Toda antología es el resultado de lanzar los dados, y ciertamente José Teruel era el maestro de ceremonias propicio, pues la sucesión de los textos, aparentemente inconexos, si no fuera por el hilo del genio de la autora, va arrojando un tapiz que corresponde a la lectora descifrar para proclamar el oráculo. La tarea sagrada de la interlocutora era interpretar estas páginas desordenadas siguiendo las miguitas de pan del cuento, igual que Carmen Martín Gaite descifró a Macanaz.

Carmen Martín Gaite frecuentemente necesitó incidir en la justificación en el acto de la escritura. Se da una urgencia ante el papel en blanco, una necesidad de registrar las revelaciones. Existimos como argumento, toda narración del yo se da como jeroglífico, por eso la vida se recrea en las imágenes de la fábula. En esta sucesión de textos asistimos al progresivo desvelamiento de la imagen como punto de partida de la escritura. Hablamos por ejemplo de ese campo de flores malva que descubre a través de la ventanilla del tren.

Ese mundo exterior nos invade, y continuamente percibe Martín Gaite la confusión de esta opresión. La escritura se convierte en una herramienta para razonar la propia diferencia, esa manera en que nos desprendemos del torbellino de la vida para iluminar un pensamiento, algo que propiamente nos salve. Este acto de escribir es un acto de separarnos del mundo, un ejercicio de liberación.

Pero lo principal es que la palabra es para Carmen Martín Gaite, como el poder de la narración y el lenguaje, sinónimo de vida, y toda literatura ha de estar tocada por el brillo del espíritu, en oposición a los discursos resabiados, a los estereotipos, a las frases huecas y a las teorías sin contacto alguno con la autenticidad de la existencia.

Una imagen del campo (las vacas, las moras, las nubes) durante un paseo con su hija en El Boalo el 31 de julio de 1964, cuando la niña tenía ocho años, y que está incluido en El cuento de nunca acabar, resulta en la urgencia de poner esa imagen por escrito. Hay algo en la relación entre madre e hija, en la manera en que ambas responden al paisaje, que proporciona a Carmen la clave de su estética. No se trata tanto de lo que ella quiera escribir, sino de los sacrificios que ha de acometer –vivencias suprimidas, esperanzas ahogadas– para llegar a ser quien es. El viejo dilema entre la escritura o la vida, al fin. La génesis del cuento está, pues, nuevamente en una imagen que cristaliza no solo un estadio de la conciencia, sino también un manojo de emociones. El pecado está en narrarlo para no vivirlo, en ese gesto de apartar la vida para volverse al interior.

Esa imagen que es preciso rescatar como motivo de la escritura la persigue a lo largo de su carrera y se plasma plásticamente en el “cuento roto” de su poema a Nueva York. Esta imagen que antes era quizás un paisaje en El Boalo ahora se convierte en un cuadro de Edward Hopper en el museo Whitney. Se trata de la representación pictórica de una mujer sentada en la cama de una pensión mirando hacia la ventana, la misma ventana que conduce al país de los sueños, la intersección entre dos mundos que da origen a todos los cuentos.

En aquel paseo del verano de 1964, su hija había concebido el deseo de pintar un cuadro que pareciese de verdad, que fuera incluso más allá, representando lo invisible. Ésta es la misma verosimilitud del cuadro de Edward Hopper en el museo Whitney en el poema “Todo es un cuento roto en Nueva York”. Es ése el espejismo que hemos buscado constantemente entre las páginas de los libros, como esa mujer de Hopper con “la mirada estática / clavada eternamente de cara a una ventana / que de tan bien pintada parece de verdad”. Pintar la verdad, el sueño de Marta.

Hemos descubierto a través de estos textos la búsqueda de una imagen, un fragmento de realidad que justificase el viaje estético. La realidad, al fin, irrumpió brutalmente con la enfermedad y después la muerte de Marta Sánchez Martín el 8 de abril de 1985: “Pero esta vez no era literatura”, escribió Carmen Martín Gaite sobre el fatal rapto de la Reina de las Nieves en el poema “La última vez que entró Andersen en casa”.
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