Ante la angustia y el desconcierto por el rumbo de un mundo que cambia a toda prisa, este texto sitúa, aclara y plantea escenarios de futuro.
El mundo se precipita en una nueva, turbulenta época marcada por pulsos entre potencias y entre clases. Los resentimientos acumulados y el cambio de las relaciones de fuerza espolean el desafío de regímenes autoritarios como Rusia y China a la hegemonía occidental; mientras, en las democracias, el descontento de las clases más desfavorecidas da alas a los populistas. La era de la revancha es un retrato de la génesis, la interacción y el devenir de estas corrientes que confluyen en un peligroso remolino.
Desde muy pronto, al comienzo del libro, te das cuenta de que estás ante un análisis exhaustivo de un momento muy puntual de la historia, que puede tener gran interés para ser leído ahora mismo, en el primer trimestre de 2025, pero que probablemente para 2026 ya esté absolutamente obsoleto.
O no. En cualquier caso es un buen repaso de historia reciente. Un genial análisis de porque estamos donde estamos. Abarcando los años 2001 a 2021-25, y analiza las inquietudes, aspiraciones, errores y aciertos, de los diferentes bloques geopolíticos.
Tiene su interés, aunque sea limitado.
A continuación vienen recordatorios personales. Cosas, datos, reflexiones, o ideas a las que querría volver en el futuro, o que querría llevarme del libro, y que son exclusivamente para mi.
Analizando Estados Unidos, explica dónde fallaron las políticas de Bush para desencadenar toda la crisis financiera que vendría, y la pérdida de prestigio global de Estados Unidos como referente, como consecuencia de las dos guerras, Irak y Afganistán. Pero sobre todo, explica donde no ayudaron en nada las políticas de Obama. A su vez, analiza cómo la tendencia global permeó incluso las políticas de Biden que, -aun cuando en aspectos sociales han sido las más importantes en casi 100 años, en otros aspectos- fueron una ratificación, o incluso una profundización, de políticas de Trump. No perder de vista las sombras de los gobiernos de Obama/Biden ayuda a entender que no todo el mal actual responde a unos individuos o políticas concretos. Además, el libro analiza bien cuáles han sido los desafíos que EEUU no ha abordado bien, y cómo eso ha llevado a que su posición como la potencia ejemplar por excelencia, se resquebraje, a nivel externo; y a nivel interno, a que el descontento generalizado de determinadas mayorías permitieran el regreso de Trump en 2025. Ademas, resumiendo mucho, pone sobre la mesa que modelos están confrontando. Así como en la Guerra Fría era Capitalismo contra Comunismo (y EEUU ganó a Rusia), explica porque el nuevo escenario no es tanto el de una guerra (por la interrelación que hay entre China y EEUU; y por el desinterés de China en exportar su modelo ideológico; algo que no hacía la URSS), pero sí el de confrontación de modelos: en política (régimen autoritario vs. democracia liberal), en la económica (capitalismo de Estado vs. capitalismo de mercado) o en la de las relaciones internacionales (progreso vs. libertad; soberanía nacional vs. derechos individuales).
El análisis de la UE tampoco está mal. Un repaso sobre cómo parece que la historia de la Unión siempre ha tenido más luces que sombras (muchas de las cuales no conocía). Algo así como que estamos donde estamos pese a todo. Que podríamos estar mucho peor. El libro resume como desde la creación del euro, en 2001, la UE ha saltado de crisis en crisis, desde 2002, cuando el Frente Nacional, de Le Pen padre, llegó a la 2ª vuelta de las presidenciales francesas, pasando por 2005, que en Francia y en Países Bajos, en referéndum, se dijo que no a una constitución europea; en 2008, que la crisis económica resquebrajó la fe inquebrantable que se tenía, en que las generaciones futuras vivirían siempre mejor que las anteriores; por no contar que también en 2008, Putin invadió Georgia, y en 2014 parte de Ucrania. Pero la cosa sigue. En 2015, la ola de refugiados sirios, que no supimos gestionar mejor; en 2016, el Brexit, en 2020, la pandemia, y en 2022, la invasión a gran escala de Ucrania. A la vista de todas estas crisis, -que no hemos sabido atender, a la altura de los estandartes que se supone representa Europa- parece un milagro que siga existiendo un proyecto comunitario. Y desde luego se entiende mejor la existencia de corrientes que en 2024 y 2025 intentan socavarlo. Ya digo, más luces que sombras.
Por otra parte, es muy ilustrativo el análisis de China. El libro habla de cómo durante décadas mantuvo su crecimiento controlado para evitar despertar recelos, hasta que la llegada de Xi en 2014, llevó al país a quitarse la máscara. Es sin duda el actor global que disputa la egomanía de EEUU, y aunque eso ya lo sabía, el libro pone encima de la mesa algunas de las estrategias de China: desde la conformación de los BRICs (el contrapeso del G7) , pasando por la Organización de la Cooperación de Shanghai (organización asiática de lucha contra el terrorismo), pasando por por la iniciativa de la Franja y la Ruta (un proyecto de inversión en infraestructura descomunal, con el que China desarrolla infraestructura de Países en desarrollo: con lo que gana influencia en esos países, y en muchos casos, acceso a sus materias en pago de las infraestructuras, pero también crecimiento nacional, al otorgar el desarrollo de esas infraestructuras a empresas chinas, y disposición de un cierto grado de control sobre infraestructuras neurálgicas en el exterior, que compense la falta de proyección militar formal con alianzas y bases, que si tiene EEUU). El libro cuenta los éxitos que está cosechando China (la victoria ante la ONU en la parálisis de la investigación sobre el genocidio de los Uigures) y también los retos, pues el descontento global que erosiona las democracias occidentales, existe también en China, donde el contrato social de Progreso a cambio de Libertad se resquebraja, porque el desarrollo del país es cada vez más bajo, y con una burbuja inmobiliaria pinchada. China parece aquejar un problema de paro y de vivienda que incrementa cada año unas protestas, que al igual que el problema que las impulsa, son tremendamente opacas. Concluye con una reflexión terrorífica, y es la tentación de unificar al país, frente al/ para frenar el, descontento con una aventura bélica. Taiwán o Filipinas como escenarios más probables.
Del análisis de Rusia me ha gustado como desgrana que la Rusia de hoy, ya estaba ahí hace 30 años. Me gusta saber que Putin dio un discurso en la Conferencia de Múnich de 2007 en el que impugnó por primera vez el orden actual, y señaló como líneas rojas la incorporación de Ucrania o de Georgia a la OTAN. En abril de 2008 se anunció que se invitaba a estos países a unirse, -pero sin fechas ni garantía- y en agosto Rusia invadió Georgia. También me gusta ver ejemplos concretos de lo que es Rusia, y de lo que busca Putin que seamos todos: la ley de agentes extranjeros de 2012, permitió a Putin prohibir cualquier tipo de asociación civil que pudiera canalizar una oposición no política sino social; o la filtración del Documento 9 de la PCCh en la que se habla de cuáles son los enemigos de China (pero cuyo diagnóstico es compartido/ extensible por/a Rusia), y se habla abiertamente de Democracia Constitucional, Sociedad Civil, o Prensa Libre, entre otros ejemplos; y cómo son algo a batir dentro y fuera de sus fronteras. Además, asustan algunos datos que pone de manifiesto el libro. Cuando Rusia invade Ucrania a gran escala, 141 países en la ONU condenan, 4 no; 30 se abstienen. Pero luego, a la hora de la verdad, - a la hora de poner sanciones- , casi 100 no lo hace. Parece innegable que esa mayoría no es anti occidental en la medida en la que lo es Rusia, pero sus necesidades son contradictorias a las “occidente” en general. El libro traza muy bien el tablero y los nuevos bloques. A un lado el orden establecido por EEUU, con Europa y las democracias oceánicas detrás (debilitado ahora con el cambio de rumbo marcado por Trump); y al otro lado, el “eje del Mal” del que hablaba Bush. Rusia, China, Corea del Norte e Irán (paraguas del Chiismo que apoyaba a Alasad, a las nuevas fuerzas de Irak, a Hamas en Palestina, a Hezbola en Líbano o a los Huties en Yemen). Este tablero, y como lo plantea, me lleva a la reflexión de que, si bien creo que hay buenos y malos en términos generales, los buenos ostentan una posición de privilegio sobre la mayoría; y aunque eso no justifica acciones como la de Putin, si las explica. Cualquiera que crea en la universalidad de los DDHH, no puede no ver, que si bien occidente es hipócrita, porque a menudo pisotea valores que en teoría defiende, Oriente, tiene directamente como objetivo sepultarlos. Todo sin perder de vista que “bueno” es una entelequia. Nadie es “bueno”. Pero el libro expone que con perspectiva- obviando el imperialismo estadounidense, los pasados coloniales europeos, o el genocidio que perpetra una democracia como es Israel (en definitiva, la hipocresía de la que hablaba)- el debate es estar a favor o en contra de: los DDHH universales, la democracia, y los ppios. de soberanía e integridad. Puede ser inocente reducirlo a eso, pero podría ser peligroso obviarlo.
Para terminar, el libro hace un repaso de lo que llama el Sur Global, analizando las posiciones de India, África y Sudamérica, que es mucho menos interesante por poco profundo, salvo por contar el contexto de India, que me era desconocido, y me ha gustado pasar a conocer. No conocía la figura de Narendra Modi, como tampoco estaba al tanto de su populismo Nacional Religioso entorno al concepto de lo Hindú, o de la intención de convertir la India en un “tercer polo” alternativo a China y EEUU. Ademas, a propósito de este “grupo”, me ha gustado, una vez más, que ponga sobre la mesa problemas concretos que alimentan el conflicto, la polarización, la revancha. Por ejemplo, la falta de representatividad en las organizaciones mundiales. Por una parte, el Consejo de Seguridad de la ONU tiene 5 miembros permanentes con derecho de veto, entre los cuales están Francia o Reino Unido, pero no la India, cuando este último tiene más población, y una mayor economía, que estos dos países europeos juntos (por no hablar de que no hay representación alguna del sur Global como son Sudamérica, o África). Por otra parte, en el FMI, China tiene un 6% de los derechos de voto, pero Alemania - que tiene un PIB cinco veces inferior, tiene un 5%. O la India, que tiene un 2% mientras que Japón, con prácticamente el mismo PIB, tiene un 6%. En suma. El libro pone encima de la mesa como ciertos países y actores socioeconómicos, se benefician desproporcionadamente, mientras otros sufren consecuencias inasumibles. Y el mundo sigue.
El epilogo del libro termina con un análisis, acerca de donde deben situarse los cambios a nivel internacional, nacional e individual. Defiende como la solución más urgente, un cambio de conducta individual, y la argumenta. Habla de una “rebelión” de las personas frente a Instituciones o Colectivos, que aunque son necesarios en toda sociedad democrática, están contaminados. No estoy particularmente de acuerdo, pero hace reflexiones interesantes sobre porque y como se tiene que acabar con el cinismo, que tacha de buenísimo ingenuo, lo que son apuestas dificilísimas, pero racionales. También como más específicamente hay que acabar con el nihilismo, porque la inferencia no salva. No diría que propone soluciones, ni tampoco que sea especialmente pesimista. Pero si opina acerca de cual sería la mejor ruta a seguir, y lo hace analizando los obstáculos que hay en esa ruta.
A continuación algunos pasajes que me han gustado mucho:
Hace un par de reflexiones muy interesantes, acerca de las razones de porque triunfa en particular aquí - en Europa- el nacional populismo.
“Una es que niveles elevados de protección social como los que son habituales en la UE no desactivan un descontento que elige opciones de cambio radical. Eso es asi porque el malestar de las clases populares que se traduce en voto ultra no brota de la miseria, sino de la precarización, de la ansiedad por la pérdida de estatus, de la incertidumbre ante el futuro. Además de las condiciones objetivas importan las expectativas -quebradas- y las comparaciones -odiosas-. Hay un componente emocional repleto de matices que no se captan en las tablas del PIB o del paro. Otra es la dimensión geográfica del malestar, (…) la división entre perdedores y vencedores. Hay que elaborar un nuevo concepto de “de periferias” que no solo abarca las zonas marginales de las grandes ciudades, sino todos los territorios que no están animados por la economía global. En ese lote entran tanto la España vaciada como una bantieue de París. Hay un segmento de la población occidental que se siente marginado del rutilante mundo globalizado, y no es solo el que vive cerca de una zona industrial venida a menos”
Otra reflexión genial, ahora sobre el papel de la social democracia Europa, y su fracaso:
“Por otra parte, es significativo notar que, aunque temor al futuro, deseo de protección y de justicia social podrían en teoría justificar un mayor apoyo ala socialdemocracia y su modelo de estado de bienestar, la realidad es que no ha sido así. Los partidos social demócratas occidentales fueron abandonando desde los noventa su perfil de fuerza de contención del capitalismo, que los identificó como representantes principales de las clases populares, limitándose a apostar por una modesta redistribución. Por ello, han sido ampliamente percibidos como corresponsables de un sistema que indigna, de los excesos del capitalismo, tanto en términos de desigualdad como de su colonización del poder democrático. Los socialdemócratas intentaron en esa fase convertirse en aglutinadores de una coalición de distintos intereses de grupos en riesgo de discriminación -mujeres, homosexuales, personas trans, inmigrantes, etc.-, pero esta plataforma no ha tenido una fuerza de cohesión suficiente. La socialdemocracia ha transitado de ser referente de las clases trabajadoras en el siglo pasado, a ser la representante de las clases urbanas más formadas. Los insatisfechos -que en gran medida son varones de clase trabajadora que viven en periferias-han preferido propuestas extremas, sobre todo de derechas, que plantean una respuesta, no solo nacionalista y proteccionista, sino tradicionalista y nostálgica de un mundo en el que esos hombres vivían en una posición de -abusiva- comodidad”
Una reflexión de los factores esenciales que nos diferencian a occidente de China:
“Un elemento crucial en ese marco es la priorización del concepto de los derechos de los Estados frente a los derechos inalienables de los individuos. Por otra parte, en su configurarse como alternativa a Washington, Pekín trata de poner el acento en los derechos sociales y económicos frente a los civiles, y en la idea de progreso frente a la de libertad, algo con un potencial atractivo para países en vías de desarrollo. (…) La China del PCCh esgrime su historia de país con mayor contención bélica con respecto a otros grandes países e insiste en su voluntad de ejercer como fuerza estabilizadora de las relaciones internacionales. Pero solo ingenuidad, miopía o cálculos interesados pueden aceptar esa narrativa desvinculándola de las evidencias de un poder orwelliano, vertebrado con la supresión de la libertad política, el pisoteo de los derechos humanos, de dictámenes de la justicia internacional. Es un régimen que se fundamenta sobre la aniquilación de una parte sustancial del yo”.
Una reflexión escalofriante, y pesimista; pero creo que se ajusta a la realidad:
“En la dimensión internacional vemos el rediseño de estrategias, alianzas, relaciones, como con la ampliación de la OTAN y de los BRICS, un acercamiento entre regímenes orientales o entre democracias del Atlántico y del Pacífico. (…). Asistimos al resurgir de fronteras, vallas, barreras arancelarias, y a un repunte del gasto militar. Contemplamos cómo algunas organizaciones internacionales se atrofian, y algunos tratados de control de armas colapsan. (…). Mientras, el centro de gravedad económico se desplaza desde el Atlántico Norte hacia el Indopacífico; el centro de gravedad político, desde un liberalismo globalizado hacia el nacional-populismo; el centro de gravedad del poder, desde instituciones públicas a gigantescas empresas tecnológicas privadas. A la vez, asistimos a una democracia que parece seguir debilitándose, (…). Un informe del Instituto Internacional para la Democracia y la Asistencia Electoral, señala que entre mayo de 2020 y abril de 2024 una de cada cinco elecciones fue discutida con impugnaciones, boicots o violencia, cuando hace cuatro décadas el dato era de menos del 4%. En paralelo, la tasa de participación media bajo del 65% al 55% en los últimos quince años. (…). En el plano individual, destaca el sufrimiento de los civiles afectados por una creciente espiral de violencia. Alrededor de 600.000 personas fallecieron en 2021, 2022 y 2023, en conflictos en los que estaban involucrados estados, siendo esos los 3 años más mortíferos desde el fin de la Guerra Fría. Más de 17 millones de personas fueron contabilizadas por la ONU en 2023, como desplazados forzosos en el mundo, la cifra más alta en el registro comparable”.
La rebelión que defiende:
“Debemos priorizar los valores universales de la dignidad humana a los identitarios, los intereses colectivos fundamentales a los de la parte a la que se pertenece; la racionalidad-anclada en la duda cartesiana como método, sin excepción- a la emotividad; la acción a la resignación. Una acción que es una rebelión. Una rebelión de memoria camusiana, que opone resistencia, busca poner límites al abuso, a los delirios de parte, ideológicos o identitarios. Una rebelión que es el rechazo de tres grandes tentaciones: el ventajismo, por el que, en medio de situaciones muy graves, se opta por abandonar valores clave, por saltarse las reglas, en aras de conseguir victorias; el partidismo, y el nihilismo. Una rebelión que no es un revanchismo, porque no hay nacionalismo ni voluntad de conquista; y no es una revolución, porque no hay dogmatismo ni sectarismo. Es una reacción al bellum que otros libran, al abuso de la autoridad y del poder. No es un intento de conquistar, sino de construir: puentes en el abismo. De hacer retroceder el infierno que quiere avanzar: achicarlo”.
Creo que a nadie se le escapa que vivimos en una época convulsa.
Ante ello, uno podría hacer un análisis materialista y tratar de entender las causas socioeconómicas de esto. Sin embargo, nunca faltará quien se calce el gorro de "analista geopolítico", y trate de ofrecernos las claves del asunto. Es sólo casualidad que esas claves vengan a reforzar la posición del analista en cuestión. Este ejercicio de propaganda es lo que nos regala el autor de este panfleto.
En el texto, Andrea Rizzi (corresponsal de asuntos globales de El País) viene a analizar la actualidad geopolítica desde tres grandes ejes (occidente, oriente y el sur global, ¿quién teme a la brocha gorda?) y analiza el origen de nuestra situación como una supuesta "revancha" por parte de los países perdedores de la globalización frente a occidente.
Hay párrafos que hablan por si solos:
«No obstante, cualquiera que crea en la universalidad de los derechos humanos y la democracia no puede no ver que si bien Occidente es hipócrita porque a menudo pisotea valores que en teoría defiende, Oriente tiene directamente como objetivo sepultarlos. Por ello, la única opción para defender esos valores es que Occidente sea coherente con ellos y logre la adhesión de otros a un orden que los abandere por la vía de hacerlo más justo, representativo, inclusivo.»
Es decir, que el resto del mundo vendría a ser una suerte de barbarie incivilizada que haría bien en ponerse bajo la bota de los EEUU y la UE, para que cambiándolo todo, todo siga manteniéndose igual.
Andrea ademas tiene la gentileza de dejarnos claro que la vía de conseguir esto pasa por el rearme y la preparación para una guerra generalizada, y que por supuesto esa guerra la va a pagar la clase trabajadora de cada país (atención al "pero"):
«A nadie en su sano juicio le apetece desviar dinero público de escuelas y hospitales a la compra de armamento. Pero en el mundo real la paz no está garantizada ni por instituciones internacionales ni por buenas intenciones. (…) Ante sujetos dispuestos a recurrir a la violencia, la única garantía efectiva para no ser atacados es ser suficientemente fuertes como para disuadir, ya sea por sí mismos o a través de alianzas.»
En definitiva, Andrea nos está tratando de vender la idea de que, al igual que hicieron los partidos de la II internacional en 1914, tenemos que cerrar filas detrás de nuestros estados, no vaya a ser que las potencias rivales perjudiquen nuestra privilegiada posición en el mundo. Y cuando digo "privilegiada posición", por supuesto que no me refiero a la de cualquier hijo de vecina, sino de las empresas e intereses económicos nacionales.
También resulta revelador que el único eje de análisis que se le escapa a Andrea es justo el de la clase. A tenor de lo que sugiere, haríamos bien en alinearnos con nuestro bloque imperialista, coger un rifle, e irnos al frente a matarnos contra otro pobre desgraciado que está igual que nosotros, pero que ha tenido la desgracia de nacer en Rusia o China.
Uno podría intentar buscar una organización colectiva en torno a la clase que defienda los intereses de los trabajadores en todo el mundo y se oponga a la guerra, pero desde luego que queda descartado:
«He aquí la misión, la rebelión y su sueño. Vemos que su raíz es inexorablemente personal, porque arraiga en la individualidad del libre albedrío y porque, como hemos visto, vivimos en un tiempo en el que las organizaciones colectivas tienden a ser parte del problema.»
En resumen, aquí tenemos un progre vocero del régimen, que con palabras muy bonitas (que bien cita a Dante, oiga) nos viene a defender la guerra entre potencias imperialistas, porque los EEUU y la UE serán unos canallas, pero son nuestros canallas.
«Pero hay un Norte que nos indica dónde se halla la malla rota a través de la cual huir. Huir no para desentenderse, sino para encontrar el lugar en el cual dudar, pensar por sí mismos, hallar la plenitud vital que nos indican Dante y Camus, y desde el cual actuar en consecuencia, rebelarse, para dar espacio a lo que no es infierno, para superar dinámicas de abuso y revancha, de partidismos y nacionalismos, de indiferencia y nihilismo, ensanchando, con esa rebelión individual, la primera persona del plural»
“El multilateralismo no está muerto, pero su contenido es nulo o mínimo. Mientras, el centro de gravedad económico se desplaza desde el Atlántico Norte hacia el Indopacífico; el centro de gravedad político, desde un liberalismo globalizado hacia el nacionalpopulismo; el centro de gravedad del poder, desde instituciones públicas a gigantescas empresas tecnológicas privadas.”
“No late la vida donde hay indiferencia o sumisión. La rebelión individual es la fecundidad que tiene el poder de ir cambiando el ADN de nuestra época: el poder de desactivar el remolino.”
La “Era de la Revancha”, de Andrea Rizzi, es un ensayo esencial para aquel que quiera comprender el momento geopolítico histórico en el que nos encontramos. Es capaz, en muy pocas páginas, de describir a la perfección y hacer un análisis muy interesante y novedoso (y, subjetivamente, añadiré que acertado) de cómo se ha llegado a esta situación. Logra con contundencia capturar la complejidad del presente interregno gramsciano en el que las certezas se tambalean y los nuevos equilibrios todavía no se han asentado, sin perderse en el ruido y con una sencillez y un lenguaje muy claro que permite la reflexión de todo lector que se adentre en él, huyendo de lo farragoso y pretencioso de otros ensayos, apoyándose en una estructura que facilita mucho el seguimiento de la obra. Y lo hace sin caer en dogmatismos ni trincheras ideológicas. En un momento de saturación informativa, este libro se agradece como un mapa.
+: Lenguaje claro y directo. Una estructura muy pedagógica que facilita mucho la comprensión. Capacidad de síntesis sin simplificación. Y un equilibrio ideológico muy bien llevado.
–: Quizás se echa de menos una mirada más profunda sobre el papel de los actores no estatales o las dinámicas culturales que también influyen en este reordenamiento global. Me falta cultura literaria para entender alguna referencia que usa como hilo conductor de alguna parte o conclusión.
Magistral. Del millor que he llegit en assaig de geopolítica darrerament. Àgil, narratiu i accessible. Una bona descripció del món en què vivim i dels reptes als quals ens enfrontem. Especialment útil la seua proposta de plantar-se i dir NO i de qüestionar-ho tot, especialment en un moment en què l’aurocrítica fereix i fa mal.
La verdad que muy clarificador. Ayuda mucho a comprender la situación geopolítica actual, las razones y las implicaciones que esto tiene. Es muy ameno y sencillo además
Ensayo geopolítico sobre la situación mundial actual (la de principio de 2025) analizada desde tres ámbitos: occidente (USA y Europa), oriente (China) y sur del mundo (India, África y Sudamérica).
El autor ofrece explicaciones sobre el origen y la expansión de las crisis geopolíticas que se han ido sucediendo en este primer cuarto de siglo del nuevo milenio y que han llevado el mundo a la convulsa situación actual en la que se encuentra a día.
El ensayo tiene una clara visión subjetiva europeísta/occidental pero me parece que incluye reflexiones muy interesantes y que el análisis va bastante en profundidad explicando bastante claramente cuáles son las razones de las otras zonas del mundo que están llevando a un cambio de rumbo en el orden mundial.
Creo que el estilo de escritura del autor le añade un plus al ensayo y, personalmente, he disfrutado de las citaciones literarias (en especial de las de Dante y de Calvino) que incluye a lo largo del libro
He de decir que a medida que se desarrollaba el libro me iba convenciendo cada vez menos. El autor hace especial hincapié en desacreditar la creciente importancia del bloque China - Rusia y es poco vehemente con EEUU y su cuestionable “exportación de la democracia” a países que no le bailan el agua. Discrepo en muchos puntos de la forma de abordar los distintos ejes que propone el autor y creo que muchas veces tinta de sed de venganza el comportamiento de algunos países que han sido saqueados a lo largo de su historia por potencias mundiales.
Ha sido al final de la lectura del libro que me han venido dos cosas a la cabeza:
La primera, la letra de la canción “La belleza” de Luis Eduardo Aute.
La segunda, una minúscula reflexión: la lucha por la civilización es de muy largo aliento, y el proceso está plagado de avances, retrocesos y estancamientos.
Sobre el libro: creo que vale la pena leerlo. Está muy bien trabajado y, más o menos, compila, reproduce y reelabora los análisis dispersos en otros libros y artículos sobre el proceso de polarización que viven nuestras sociedades y el mundo en general. Que yo me dedique en este comentario a reproducirlos, carece de sentido … leed el libro.
No obstante, si me gustaría hacer dos comentarios:
El primero es que el autor es demasiado indulgente con las responsabilidades de las democracias liberales occidentales, tanto en lo que se refiere al análisis de sus propias sociedades, como al de la conformación del actual sistema mundo. Y esto es algo que le fuerza a entrar en contradicción consigo mismo a lo largo del texto. Algo así como “somos el faro de la civilización pero de vez en cuando hacemos algunas cosas mal” … ¿algunas cosas sólo?. En mi opinión hace falta un análisis profundo de los errores de Occidente para entender más y mejor las crisis de hoy.
Sin ir más lejos, la descripción y análisis que hace de la Rusia de hoy y su inaceptable agresión a Ucrania, está falta, a su vez, de una descripción de la responsabilidad de Occidente en su voluntad de humillar y colonizar Rusia desde la caída de la URSS: se denegó explícitamente un Plan Marshall y por ende, se imposibilitó el establecimiento de una democracia liberal queriendo hacer negocio con las privatizaciones, lo cual, a su vez, puso a todo el país en manos de una oligarquía, lo convirtió en una cleptocracia. Y todo ello aderezado con la miserable actitud de propiciar en Ucrania un golpe de estado disfrazado de la “revolución del Maidán”.
El segundo comentario sobre el libro es más sencillo: el autor pasa de puntillas sobre una realidad subyacente a todo lo descrito en el mismo, y que es el papel de las constantes crisis y contradicciones de un sistema capitalista extendido ya de forma universal y que para mantener su proceso de reproducción y acumulación necesita externalizar sus costes y disfunciones, y en el que en este momento histórico, los distintos bloques de interés han decidido resolver sus enfrentamientos por conseguir la hegemonía por medio de la confrontación, dejando atrás la época de colaboración nacida tras la II Guerra Mundial. Y este detalle es muy importante para llegar a entender el origen de tanta crispación.
Por lo demás, hacer reposar la responsabilidad de la salida de la crisis de polarización en las microresistencias individuales es bonito y cierto, pero insuficiente. Como italiano que es, no debería olvidar el papel de la lucha y resistencia partisana en la liberación de su patria del yugo del fascismo. Y eso requiere organización colectiva. Es decir, un paso más. … cuando nos resulta difícil ver con claridad el futuro hay que pensar qué podemos aprender del pasado.
Es por esto que al final de la lectura me han venido a la cabeza los dos pensamientos que he puesto al principio de este texto.
La era de la revancha” de Andrea Rizzi… Un libro esclarecedor y al mismo tiempo inspirador.
Un ensayo lúcido y necesario para comprender el auge actual de populismos y nacionalismos. Andrea Rizzi explora cómo la historia reciente, marcada por desigualdades, frustraciones y crisis de representación, ha dado lugar a una política de revancha: naciones y pueblos que reclaman un lugar perdido, ciudadanos que exigen voz frente a élites globalizadas las que han sido recogidas, precisamente por los representantes de los opresores en la mayoría de casos. Por políticos que quieren sociedades dominadas por blancos, las mujeres en la casa y se proscriban a minorías.
Lo más poderoso del libro no es solo su análisis político, sino la manera en que lo entrelaza con referencias culturales y literarias —Camus, Calvino, Dante— para convertirlo en un llamado al despertar. No basta con diagnosticar la opresión: hay que resistir, rebelarse, imaginar futuros distintos.
Rizzi nos invita a mirar la política internacional no como un juego de poder abstracto, sino como una batalla por el sentido. Nos reta así mismo a rebelarnos y luchar por la dignidad humana y por la capacidad de soñar con un mundo menos oscuro.
Un ensayo imprescindible para entender nuestra época. El origen y realimentación entre las crisis internas de las democracias y los conflictos geopolíticos. La revancha, uno de los más bajos de los instintos humanos, como raíz de nuestros males. El libro se hace corto, y un mayor desarrollo de algunos aspectos, como el impacto de las transformaciones digital y verde en los deseos de revancha de clase y estados o de nuestras perspectivas de salida de la crisis bipolar tan bien diagnosticada, hubiera completado el relato. Aún así, es muy recomendable su lectura.
Analisis de la situación geopolítica, desde tres ámbitos: Oriente (China), Occidente (EE.UU. y EU), Sur (India, Africa, Latinoamerica). El escenario planteado es que nos movemos en un entorno de revancha de recuperar lo que alguna vez se tuvo (sobresimplifico). El análisis es bastante amplio, en ocasiones rayando el pesimismo, con luces de optimismo por momentos. Es una lectura casi indispensable para entender el momento actual, como siempre, con el criterio propio de cada lector.
Me ha venido bastante bien para el estudio de la opo porque es muy transversal y actual (además de que da bastantes datos aunque sean un poco aleatorios). La pega es sobretodo que la conclusión a la que llega me parece bastante floja (una exaltación del espíritu crítico en un sentido individual no sé cuán útil es en un momento en que cualquiera puede venderse como el último iluminado la verdad) y que a veces daba ciertas cosas por sentado, o se contentaba con "antes lo malo conocido que lo bueno por conocer" in a way. punto extra por chikito.
La tesis es sencilla: la mayoría de las convulsiones geopolíticas de los últimos años (Rusia, China, Trump pero también las clases trabajadoras contra los privilegiados) están provocados por la ira y la venganza. El ensayito está escrito en un lenguaje exquisito, con múltiples referencias literarias. Una delicia.
Fácil de leer y muy interesante. Tiene una clara subjetividad europea, pero lo avisa antes de empezar. Busca sacar del fatalismo al lector, aunque para mí todo el que lee este libro ya no tiene salida
Imprescindible. Excelente explicación geopolítica de la época en la que nos adentramos. Gracias a sus referencias literarias hace la lectura muchas más amena.
Un análisis puntual del estado del mundo, trastornado por el nacionalpopulismo y el quebrantamiento del status quo, como un péndulo donde los extremos se unen y las revanchas se suceden una a otra.