Una novela que nos llama a no apartar la mirada del horror que viven quienes se ven obligados a emigrar.
Mientras su mundo se cae a pedazos, la narradora de Atrás queda la tierra conecta una serie de memorias, palabras e imágenes, para escribir una conmovedora novela de no ficción sobre el dolor que provocan el despojo y la violencia.
Esta es la historia de millones de venezolanos, pero también de todo quien haya tenido que sufrir el exilio. Atrás queda la tierra es el testimonio de la catástrofe de una nación que una madre le intenta contar a su hijo, un pequeño niño que no se siente parte de ningún país, sino de todos al mismo tiempo.
Arianna de Sousa-García, premiada periodista de medios venezolana, nos entrega una primera obra deslumbrante sobre la búsqueda de la belleza hasta en los mundos posibles más hostiles.
En Atrás queda la tierra, la autora recapitula, a través de una carta para su hijo, su propio exilio y la historia reciente de Venezuela. Esta novela es importante. Aparece en un momento en que la opinión pública - en círculos progresistas y conservadores, elitistas y populares - ha aceptado el odio por el pueblo venezolano. Lo permite en chistes y sobremesas. Lo permitimos, en cualquier caso; no pretendo lavarme las manos. Atrás..., mediante una propuesta que entreteje la experiencia de su autora con la de sus compatriotas, le devuelve a estos relatos la emoción arrebatada por la prensa y la política. Sousa-García escribe una carta sensible y honesta, sin vergüenza de mostrar el dolor padecido por ella y sus pares. La autora indaga en su historia familiar, revelando las contradicciones y los quiebres entre dos generaciones que enfrentaron al chavismo desde dos sentimientos opuestos: la esperanza y la decepción. Estos eventos, que por su universalidad componen la épica de su pueblo, los narra con tal simpleza que es su crudeza la que afecta al lector. Este gesto, a mi parecer, es una debilidad en esta novela: a ratos toma un tono demasiado periodístico que, por su frialdad, parece desconectado de la potencia que atraviesa la narración.
Presentar una situación tan complicada y dolorosa de una forma que no te hace huir para evadirte, y sin que por ello se minimice o reste importancia a lo que ocurre, es difícil, y Arianna lo logra de forma perfecta en este libro.
"Atrás queda la tierra" recapitula y reflexiona sobre cómo fue que Venezuela llegó a tener 7 millones de personas huyendo del país, siendo fiel a la historia y mostrando algunos de los pasajes más duros de las ultimas decadas. De Sousa narra el contexto en el que se dio este cambio de régimen, el por qué tantos se aferraron a apoyarlo aun cuando se notaron las grietas —y luego los boquetes—, las contradicciones del sistema y los seres humanos que lo formaron y, finalmente, el desastre: el resultado de 26 años del chavismo en el poder.
Es una historia difícil, porque leemos a alguien que ama su país pero desearía poder despegarse de él para quitarse el estigma que hoy dia conlleva ser venezolano, quitarse el dolor que eso conlleva, pero aun con la esperanza de ver que las cosas algún día mejoren. Es una perspectiva desgarradora, sincera, y cruda, pero que mantiene el deseo de mostrar la vida tal cual es, por lo que muestra testimonios no solo patra recapitular, sino también para mostrar el presente y especular sobre el futuro, dentro y fuera de Venezuela: el Estado fallido al interior, la xenofobia al exterior; la desesperación adentro, el cansancio afuera.
Este es un libro que merece la pena leer, porque cuando el sufrimiento de un país deja de importarnos, es momento de recordar nuestra humanidad.
Gracias a Arianna por este libro que intenta narrar este dolor colectivo, el horror de la injusticia sistemática e institucionalizada hacia los migrantes, la culpa por «respirar el aire que al otro le faltó». Es la memoria colectiva de quienes hemos pasado por tránsitos similares, la mayoría de los casos los conocía, pero leerlos juntos, re-conocerlos, bajo la pluma de Ari, fue una experiencia [horrible] necesaria y hermosa.
A pesar de todo el horror, intento quedarme con la luz del final, ese «nos movemos para continuar la historia, para no pagarnos, para que nuestra familia subsista sin importar bajo qué bandera».
Reconozco la migración como un derecho humano, independiente de las causas, considero que todos y todas deberían poder buscar mejores condiciones de vida en cualquier país. Sin embargo, me costaba entender que el pueblo venezolano estuviera huyendo de una dictadura. Con este libro no queda duda alguna.
Me cuesta todavía hablar de lo que leí, de sobrevivir de cara a tanta violencia que implica la salida forzada de tu país y emigrar en condiciones tan precarias. Leo una carta a un hijo que seguro se seguirá haciendo preguntas y creciendo mirando al mundo con ojos, manos y corazón crítico… con la capacidad de construir un mejor futuro, en el amor y la libertad que siempre querría que tuvieran nuestros hijos.
Ufffff. En una carta a su hijo, la narradora hila distintas historias y memorias sobre su viaje, migración y exilio. Me gustó que tratara los temas desde una perspectiva más cotidiana, algo que también se menciona en el texto que se aborda generalmente en general cuando en realidad tiene que ver con las experiencias concretas de las personas. Fuertísimo además leerlo con cómo está ahora la situación en Chile con la xenofobia y racismo.
Arianna se merece 5 estrellas por ser una autora valiente, porque para escribir un libro lleno de momentos angustiantes y que el resultado sea luminoso, se requiere de arrojo. Todxs deberían leer este libro.
"No dejamos de intentarlo pese a toda la incertidumbre, el rechazo, el frío. Para poder ser capaces de amar todas las cosas hermosas que jamás habíamos visto... para que todo tenga sentido".
Hay partes que me gustaron bastante, otras que no tanto. Como dijo Caro, quizás es porque no soy el público objetivo de este libro, ser parte de la comunidad migrante venezolana en otro país, principalmente en Chile.
Mi cabeza rígida cosas no me permitió disfrutar tanto el cambio de estilos entre crónicas, narración, novela y no-ficción. El vínculo emocional que iba generando con la historia personal de la autora con los personajes, la familia, las contradicciones; el palpar ese día a día desde su ser, me hizo no conectar con las redacciones tipo prensa que daban datos de una forma en la que no comparto.
Tengo resquemores con el sesgo de los testimonios escogidos. Tanto en cantidad como situacional. La intención política y narrativa detrás me hace entenderla, pero carece de fuerza. Además, cuando se plantea explícitamente el objetivo de hacer memoria, genera una contridicción histórica no despreciable.
Algo que no comparto para nada es el mensaje respecto a la supuesta ética periodística y la identificación de las capas (y realidad?) detrás de los mensajes de la prensa u otro medio de comunicación, para luego buscar la supuesta libertad en medios de prensa o inclusive libros publicados por editoriales.
Dicho esto, es un libro valiosísimo que habla de vivencias incomodísimas para nuestras sociedades del siglo XXI como son los estados fallidos y la migración forzada. El racismo y los neofacismos.
Con intencionada rigurosidad periodística, la autora profundiza en la crisis política, social y humanitaria de Venezuela desde los inicios de Chávez hasta el momento presente. Ella, migrante como otros siete millones dispersados por el mundo, es parte de la diáspora venezolana y tuvo la desgracia de caer en el Chile xenófobo, alimentado por los medios para generar odio y resentimiento. Un Chile que se antoja ignorante y vengativo.
Entiendo a Arianna: la leo y aterrizo en la misma tierra que compartimos y a mí no me maltratan por mi sonsonete, no me profieren insultos ni atenciones denigrantes. Lo que le podría discutir es que los casos infantiles que ella ocupa como soporte para ejemplificar cuánto odio hay hacia su pueblo, son extremistas y lateralmente victimizantes. Porque un chofer de Transantiago haya atropellado a dos niñas venezolanas en el centro de Santiago no significa una retrahíla en contra de su pueblo: nos pasa tan a menudo, sin miramientos de nacionalidad. El sistema de salud discrimina por igual, perjudica sin intenciones explícitas. Las garantías legales para el pueblo no son suficientes. Transversalmente.
Me duele su Venezuela, me duele este Chile. Ojalá esta carta a su hijo pueda ser leída con ojos de un viajero que ya identifica a dónde quiere pertenecer.
Directo, crudo y muy necesario en estos días. Una mezcla de reflexiones propias, testimonios y hechos concretos. Debería leerlo cualquiera que se atreva a relativizar el hecho de que migrar es un derecho humano. Le doy 4 de 5.
Una lectura dolorosa pero necesaria. Algo de lo q evito hablar, por fin, alguien me ayudó a poner en palabras muchas de las cosas que yo no sabía cómo explicar. Recomiendo este libro con el corazón, especialmente a quienes han tenido que irse, crecer lejos, y buscar su lugar en otro idioma, en otro acento. A los que no conocen mucho de nuestra historia y estén abiertos a empatizar.
Una frase muy bonita que me recordó tanto a mi ciudad: “Pero seas quien seas, vivas donde vivas, a todas nuestras playas es posible llegar caminando, en buses o autos, en peñeros, lanchas o embarcaciones más lujosas, cada experiencia de traslado es diferente, pero al final todos tenemos frente a nosotros la misma vista, nos hermana el asombro de su despliegue.”
Este archivo me abrió los ojos y de quienes compartimos esta lectura, como chilenas, como habitantes del mismo territorio. El dolor es un relato a veces escondido al que debe echarse luz para hacerlo parte de nuestra historia sin el silencio que lo envuelve. La autora hace esto, un entramado de su historia, de manera precisa y con datos que estremecen. Muy necesario.
Este libro es testimonio luminoso de nuestra diáspora. Leer lo que atravesé con el cuerpo entumecido de pánico y sentir la chispa de purgar todo ese sentimiento negado.
“Atrás queda la tierra” es un libro de no ficción, crónica y ensayo de la periodista venezolana Arianna de Sousa-García, publicado en el año 2024. En sus páginas, a modo de “carta para su hijo”, narra parte de su historia, el decaimiento de Venezuela a manos de los gobiernos de Chaves y Maduro, la transformación del país, el éxodo, las rupturas familiares, los padecimientos de los migrantes forzados a desplazarse por las condiciones inhumanas que padecen en Venezuela. El libro es muy emotivo, su narración es concisa, a ratos poética en términos líricos y a ratos en prosa, en él vierte su visión de las cosas y el dolor que conlleva todo lo que ha presenciado, visto, oído, reporteado y vivido. Es, como varias reseñas señalan, un libro necesario.
Poco más se puede decir de un libro tan personal, de un libro que narra dolores y angustias que son tan íntimas pese a lo visibles para el mundo, ante esto sólo se puede guardar respeto por esa visión del mundo, aun cuando no se comparta totalmente en lo que nos toca a sus lectores, especialmente respecto del “origen del odio” hacia los venezolanos que dice ignorar, porque en mi país Chile lamentablemente existen varias explicaciones para ello, casos en los que no vale mucho la pena ahondar, porque no aportan al libro. En ese sentido, considero que el enfoque en algunos ejemplos de xenofobia vertidos aquí es erróneo y puede llevar a reforzar una mirada muy parcial de las cosas, principalmente el caso del Transantiago y los casos del sistema de salud pública, pues lamentablemente son circunstancias que en Chile toda la gente humilde o pobre padece por igual, producto a veces del azar, producto muchas veces por la absurda desigualdad que existe en nuestro país, la cual ahora también están padeciendo.
Empecé a leer este libro hace tiempo y no lo había terminado. Estaba en un momento en que leer se me hacía imposible, luego vinieron momentos más duros y menos que menos pude continuar leyendo. La rapidez con la que va la vida y las responsabilidades que uno “debe” cumplir, hicieron que tampoco haya podido tocar un libro. Ante ayer volví a agarrarlo porque necesitaba y pedía a gritos volver a tocar un libro y desconectarme de lo que me desconecta, lo rápido, lo fugaz. Este libro es increíblemente duro, la forma en la que narra Arianna lo que vivió Venezuela en esos años de dictadura y lo que siguen viviendo te hace entender muchas cosas, como funciona el mundo, y como, sin esperanzas, creo que va a seguir funcionando. Porque hay cosas que no cambian nunca. Admiro mucho a esta mujer, por dejar en escrito la historia de muchas personas, que queden vivas para siempre con el recuerdo, con sus nombres, en el papel. Ser madre en ese contexto es casi imposible de imaginar, sin embargo ella te lo cuenta, te relata sus miedos, sus dudas. Mis respetos a ella y a todas las personas que fueron víctimas de uno y muchos estados ausentes.
Me quedé con ganas de leer más. Un libro que logra llegar a lo profundo y te hace empatizar con el exilio y las múltiples vivencias asociadas a esa experiencia. Me gustó la forma de contar las historias de las personas: primero el suceso y luego la caracterización de quien lo vive. Muy recomendado si buscas una lectura significativa.
Un libro doloroso y necesario. La escritura es precisa. Es la revelación de que siempre de una u otra manera, todos hemos vivido lo mismo.
Aunque todo lo que cuenta es real creo que se queda con solo una parte de la historia o una cara de la moneda. Por momentos eso me parece injusto aunque entiendo que es algo muy personal y la realidad de todos no es la misma.
Una recopilación de testimonios y visiones, acerca de lo que ha sido toda la situación política y social de Venezuela, que lo toca a través de una carta que busca responder a futuro las preguntas de su hijo. A fin de cuentas, este es un relato necesario.
Con mucha sensibilidad y cercanía, la autora y periodista, nos habla del dolor de migrar, el sentimiento de exilio, el deterioro y caída de su propio país. Una combinación de voces internas y externas que entretejen una historia, y la de generaciones, que han transitado hasta el día de hoy la historia y el dolor de su pueblo.
Este libro es duro, difícil de leer, me deja con una sensación de malestar y pesar, que intentaré guardar para futuras situaciones difíciles, en las que es importante tener una opinión más neutral e informada respecto a la migración. Recomiendo su lectura. En ocasiones la narración es un tanto desordenada, pero entendible, y comprendo que por el formato que buscó la autora, en ocasiones parece que está queriendo incluir una narrativa "normal" en tercera persona, pero habla principalmente hacia su hijo. Mi reconocimiento y admiración al trabajo de la autora, y espero que siga compartiendo más historias con todos nosotros.
de Sousa-García escribe con crudeza y convicción, incorporando el rigor periodístico y la narrativa intima con una maestría que me llena y me inspira.
Este libro ha tocado un lugar muy muy profundo en mi corazón. Los venezolanos cargamos mucho dolor por dentro, y no nos dejamos sentirlo ni comunicarlo lo suficiente.
Que libro más necesario. Lo sentí, lo lloré, y estoy segura que lo volveré a leer.
Me tomó tiempo decidirme a leer este libro. Sabía que dolería y cuando uno está adentro de ese país del que la autora habla, no es más dolor lo que uno deliberadamente busca. O no, al menos, ese dolor tan conocido y palpado a diario. Pero un día me asomé a sus páginas, dejando que fuese su propio discurso, pero sobre todo su propio ritmo, el que decidiera si seguía adentrándome en sus páginas o lo seguía postergando.
Era una serena mañana de domingo. Tras las primeras líneas, ya no pude parar.
Yo suponía lo que me iba a encontrar, y no me equivoqué. Pero lo que no me esperaba era que quedaría atrapado en una prosa que logró de forma impecable lo que suele hacer el arte: ofrecer una mirada que, aún siendo la realidad que veo a diario, está tan arropada por el misterioso velo de la belleza, tan ajena al ruido que no nos deja mirarnos con serenidad, que me hizo quedarme con Arianna, con su camino, sus reflexiones, sus dudas, hasta la última página.
Escrito como una carta para su hijo, con el rigor de la periodista, pero también con la sensibilidad de la madre, la hija, la mujer, la joven que debió atravesar el periodo más oscuro de nuestra historia y decidió asentarlo, Atrás queda la tierra es también una carta para todos los venezolanos del futuro, para que sepan o no olviden todo lo vivido. Para que jamás vuelva a repetirse. Es una carta para su hijo, pero también para los que se aferran a propagandas o a dogmas, olvidando que, ante todo, estamos hablando de seres humanos y sus vidas. Es una carta también para los que quieren saber por qué 8 millones de personas han huido de un país rico en recursos naturales. Para los que dudan y para los que necesitan que alguien le preste las palabras para explicarse.
Son muchos los testimonios que se han escrito sobre la Venezuela actual. Voces urgentes que desean contarle al mundo lo que no se puede atrapar en unos pocos párrafos noticiosos ni en unos análisis teóricos. Voces que se empeñan en que no se olvide lo vivido. Todas aportan algo a ese gran cuadro del horror. Atrás queda la tierra se suma a esas voces, ofreciendo el testimonio desnudo, no de los hechos (aunque se sustente en ellos, como buena periodista), sino de algo más humano, valioso e inasible: de los recuerdos, reflexiones y búsquedas de la autora por darle forma al dolor, al desasosiego, a la incertidumbre de saber que irse del país no basta para recuperar la calma arrebatada ni sentirte a salvo del horror. Es un largo monólogo para ese hijo que crece haciéndose preguntas sobre su propia vida. En este testimonio la autora trata de ordenar el relato de esa vida y lo comparte con los lectores.
Es un libro breve, contundente, honesto y hermoso que no pretende otra cosa que preservar su propia memoria. Léalo y regálelo a los amigos que ha hecho en su nuevo destino, ese que parecía algo momentáneo pero que, en tanto pasó el tiempo, como dice la autora, terminó siendo la vida. De hecho, si decide acercarse a una comprensión de esta larga, compleja y dolorosa historia de la Venezuela contemporánea, Atrás queda la tierra es un extraordinario punto de partida.
Gracias, Arianna de Sousa por compartir tu camino, tu soledad, tus temores y tu amor por tu hijo con los lectores.
Es un libro duro pero escrito desde ese lugar seguro que es la belleza. Y ella siempre amortiguará un poco ese inevitable dolor de estar vivos.
Quizá considere “Atrás queda la tierra” como el libro más necesario que he leído en 2024 porque soy venezolana, no voy a negar dicha posibilidad; pero quizá sea porque es un libro demasiado humano que le permite al espectador, al que no lo vivió, entender un poquito de lo que vivimos los venezolanos antes y después de migrar (y el por qué migramos, tan difícil de explicar, pero tan evidente que duele).
Arianna de Sousa-García escribe estas páginas para explicarle a su hijo por qué se fueron de Venezuela y por qué ahora viven en Chile, un país del cual él no se siente parte.
En ese intento de explicación, la periodista venezolana hace un recuento de la historia política de nuestro país desde el primer intento de golpe de Estado de Chávez en el ‘92 hasta los días de “presidencia” de Nicolás Maduro, el “heredero”, en 2022.
Arianna recapitula la “esperanza” nacida en las elecciones del ‘98, la gran victoria del “intergaláctico”, la militancia ciega (que acabó con miles de familias venezolanos), el trabajo comunitario nunca remunerado, el aprovechamiento y la corrupción enmascarada, los datos de desnutrición en el país, especialmente la infantil, los fallos eléctricos que causaron la muerte de recién nacidos en distintos hospitales, los asesinados, torturados y apresados durante protestas, la escasez, el que una pera (sí, la fruta) se haya convertido en un lujo… y entonces, el inevitable éxodo, millones de venezolanos huyendo de lo insostenible, en busca de algo (aunque desconocido) mejor, o menos malo. Primero en aviones, luego en lanchas y buses, para terminar caminando.
Las olas migratorias fueron ocurriendo por clase social, y en el último tramo vimos irse a quienes durante años apoyaron al gobierno y que ya se colocaban en el escalafón más bajo de la economía venezolana, sin recibir siquiera la ayuda alimentaria que por años los mantuvo del lado rojo de la historia.
Desde otras latitudes, el país sigue doliendo, y la herida no se cierra nunca, porque cuando nos fuimos todos tuvimos la seguridad de que volveríamos.
Pero el tiempo pasó, el país sigue en manos de los mismos delincuentes, nos acostumbramos al país donde estamos, nos integramos (unos más que otros), hicimos amistades, sufrimos actos de discriminación y xenofobia, los superamos, nos reconstruimos. Y dejamos la tierra, nuestra patria, expulsados por quienes prefirieron la guerra, quienes se inventaron peleas internacionales para excusar el desastre y la ignorancia con la que han destruido nuestro país.
Nuestros familiares murieron mientras nosotros estamos lejos. La ayuda económica que podíamos enviar dejo de ser ayuda, porque no alcanzó para nada. Los que jamás se iban a ir se fueron. Y desde lejos nos preguntamos qué será hoy vivir en Venezuela, porque ya no lo entendemos, ni a la moneda, ni las dinámicas, ni la sobrevivencia.
De todo eso da cuenta en estas páginas Arianna, leídas con mucho pesar y lágrimas, porque todo venezolano reconocerá algo que le pasó a él mismo o a alguien que conocía.
Sí, creo que este es el libro más necesario que he leído este 2024.