«No es casual que esta historia llegue a sus vidas. Significa que están preparados para entender que ningún copo de nieve cae en el lugar equivocado», nos dice el narrador, que ha empezado a trabajar como plomero. De camino a la casa de un cliente que asegura oír ruido de agua en una pared —una fuga fantasma, porque no hay rastro de humedad—, se detiene ante la cristalera de un centro cultural en el que hay una exposición. En la sala vacía, la artista descuelga uno de sus cuadros y hace algo inaudito. La artista se llama Clara, y el narrador queda atrapado por esa acción, que será el inicio de una historia de amor y dependencia con límites torturantes. Al mismo tiempo, el protagonista descubre los turbios tejemanejes de la cúpula del gremio de plomeros, en el que acaba de ser admitido.
Al frente del gremio, que se reúne en el bar Platón, está el poderoso Ventura. Y entre el amor no correspondido y las corruptelas destapadas, se precipitan una sucesión de acontecimientos tal vez inauditos en los que intervienen un mentor moribundo llamado Ovidio, un Porsche, una maquiavélica crítica de arte llamada Renata Walas, un ataúd alquilado, un hijo con ganas de venganza, un serrucho telescópico y la fiesta popular del pastelito.
Liviana y profunda, esquiva y sólida, hilarante y seria, esta novela singularísima, que despliega un escurridizo y delicioso sentido del humor, nos lanza algunas preguntas trascendentales: ¿qué es el arte? ¿Cuál es su misión? ¿Cómo podemos darle sentido a la vida? ¿Qué es el amor? ¿Lo que nos sucede es fruto del destino o de la casualidad? ¿Hay una lógica en el azar?
La autora, fascinante rara avis literaria, nos plantea un juego nada inocente que se pone en marcha desde el paradójico título.
Cynhia Rimsky nació en Santiago de Chile, en 1962. Ha publicado Poste restante, La novela de otro, Los Perplejos, Ramal, Fui, El futuro es un lugar extraño, En obra, La revolución a dedo. Escribe crónicas y columnas para diversas revistas y da clases en la UNA. Vive en Argentina desde 2012.
Durante los últimos años, he cachado que a muchos escritores se les hace difícil balancear humor y empatía. Onda, me topo con historias en que la ironía es tan fuerte que pareciera que el autor odia a todos sus personajes, lo que termina siendo agotador. Por otro lado, la empatía en exceso suele llevar a historias que tratan muy delicadamente a sus personajes. No diré que esto se le da fácil a Rimsky, puede que haya pasado noches enteras perfeccionando los momentos simpáticos de Clara y Confusa, cocinando tallas y nombres hasta que queden en el punto preciso. Si esto fue así, elogio su dedicación a la obra. Sin embargo, si en realidad se le da fácil, me alegra que sea así y ojalá tenga un muy lindo día.
Original, extravagante, adictivo. Esta novela es, como su título, a veces clara y a veces muy confusa, te mantiene todo el tiempo sin saber qué esperar, sin saber bien lo que estás leyendo. No sé si esto es bueno o malo pero creo que me ha encantado.
En el principio fue el caos, más confuso que claro; y si le agregamos el tema de la valoración del arte abstracto (no figurativo, o sea sin figuras), se le suma un elemento del caos universal. Personalmente no estoy en condiciones de valorarlo; podría ser capaz de ver la belleza de la combinación de colores de Kandinsky, o encontrarme con alguna obra que me produce una sensación determinada (en general ominosa). Si le agregamos que el mingitorio que instaló Duchamp en el Louvre, fue elegida como la mejor obra del siglo, siento que no entiendo nada. En mi visión personal creo que hay que diferenciar el acto artístico, que es capaz de sorprender pero tiende a ser efímero (como los obeliscos de pandulce de Marta Minujín), de la obra de arte, cuya valoración es capaz de resistir al tiempo.
Pero dejemos de lado las disquisiciones artísticas. Salvador, el narrador, heredó sin haberla elegido la profesión de plomero que le fue enseñando su maestro, y comienza a formar parte de la logia, que se congrega en torno a la Asociación de Plomeros.
Y por otro inicia un romance con Clara, la confusa (¿O tal vez la más lúcida?), que también heredo; pero en su caso fue el mobiliario, así como algunas colecciones desparejadas de cubiertos y platos muy refinados de su ex. Su obsesión es el arte, y para poder ser libre para crear, le va imponiendo cada vez más restricciones a Salvador, que termina acorralado y también confuso.
Mientras, Salvador, en las reuniones con los otros plomeros en el café, escucha las permanentes quejas de corrupción que se esgrimen contra la Asociación; y Salvador que parece más chileno que argentino, decide esclarecer los rumores.
Todo esto ocurre en un pueblo de provincias, más probablemente en la Argentina; los chilenos no suelen disfrutar tanto de la ambigüedad como los argentinos.
A medida que avanza la historia, se comienza a ver más claro, aunque a veces esto tampoco es muy satisfactorio.
Una novela bastante loca, aunque sumamente atractiva y muy bien escrita.
Cynthia Rimsky (1962) es una escritora chilena, con una gran producción, aunque radicada en Argentina desde hace muchos años. Las alusiones hechas a las diferencias entre países están vinculadas a la tradicional corrupción que impera en las instituciones de Argentina, frente a una mayor honestidad y claridad de las de Chile.
PD: Las disquisiciones sobre el arte podrían revelar mi gran ignorancia, pero en última instancia no dejo de ser argentino, y consideramos que sabemos y podemos hablar de cualquier tema.
In apparenza leggero, perché a tratti surreale, quasi onirico, strampalato, non criptico come altri romanzi della Rimsky, capace di strappare più di un sorriso, diventa una lettura anche feroce sul mondo dell’arte, sulle possibilità e impossibilità dell’amore con le sue aperture e le sue restrizioni, e c’è spazio anche per la critica sociale sulla corruzione e l’opportunismo. Mi viene spontaneo associare il clima della storia e lo stile ad alcuni titoli di Cristò Chiapparino.
Al final, triunfa la confusión. Y aunque le pongo tres estrellas, es más un 5,5 que un 6 sobre 10. Pero solo por las cien primeras páginas, en las que la novela es ágil, desenfadada, juguetona y con la que he disfrutado, prefiero ser generoso.
¿Está bueno el queso? Sí, ¿verdad? Pues añádele mermelada, que también está buena. Súmale chocolate, riquísimo. Un poco de crema de cacahuetes, jamón serrano, salmón, ¿por qué no?, mayonesa y jalapeños. Todo sobre una base de pan brioche untada con aceite de oliva. ¿Cuál es el resultado? Pues un empacho, que aunque no sirva para ganar una Estrella Michelín, sí que sirve para el Herralde.
Ahora, traduzcamos los ingredientes dentro de la novela: un plomero (fontanero en la variedad peninsular del español) sumado a un gremio de plomeros; ahora, añádele una relación con una artista (llamada Clara) con restricciones autoimpuestas del todo extrañas (Confusa) y que está frustrada por un cierto antagonismo con una crítica de arte de la zona; extrañas rutinas que se establecen entre ellos; a esto, sumémosle una investigación sobre la corrupción endémica al gremio anteriormente mencionado; no olvides añadirle un regusto alegórico, kafkiano, que oscurezca y sugiera por medio de frases extrañas, y que consiga que la historia se desborde (en el mal sentido) por todos los costados. Igualmente, no pueden faltar referencias explícitas o, de nuevo, alegóricas a la situación política en Argentina, con la corrupción, los libertarios, la motosierra del desnortado Milei, reflexiones sobre la naturaleza y el estado del arte, etc. Todo ello comprimido en algo más de 160 páginas y, de alguna forma, relacionado entre sí. Efectivamente, gana la confusión.
Creo que la autora se deja llevar por una pulsión demasiado fuerte: la de que no quede ningún cabo sin atar. También la de comprimir seguramente más del triple o cuádruple de páginas en notas y manuscritos anteriores.
Pues eso, 100 páginas de Clara, de una novela fresca y por la que se avanza con gusto y algo más de 50 de ruido y mil historias. Los primeros bocados buenísimos, hasta pasada la mitad, pero ahora estoy empachado.
Comedia laboral y romántica con un estilo de misterio y absurdo en la línea de las ficciones de Arlt, Gombrowicz, Levrero, Aira, donde lo que está en juego para el narrador es algo confuso, donde sus pesquisas lo enredan y engañan y, como él, el lector está un poco a la deriva.
Un enamoramiento y la herencia de una profesión no planeada introducen al narrador en una vida adulta en la que acechan las inseguridades, las sospechas de que lo estafan y de que no lo quieren. De fondo un panorama de lugares y tradiciones pamperas, que parece que vienen de la experiencia de la autora que vive allí desde hace unos años y de sus propias lecturas argentinas.
Un libro de Cynthia siempre es un misterio. A pesar de su trayectoria, las decisiones autorales no permiten que su estilo se encasille en un solo concepto. Cada novela trae sus propios temas y estilos. En el caso de Clara y Confusa nos encontramos frente a una obra literaria que utiliza un modelo narrativo certero, es decir, una separación de tres partes: cinco años, cinco días y cinco horas, en la que se nos presenta una historia de amor entre un plomero y una artista visual llamada Clara.
El narrador es un hombre que se convierte en plomero tras la muerte de Ovidio, su maestro en el oficio. El hilo principal de la novela se desarrolla a través de la voz y los ojos de este personaje. Con el pasar de los capítulos, la narración se bifurca: por una parte, corre la historia de amor y por otra, corre la trama de corrupción que se vive en el gremio de los plomeros al que este aprendiz recientemente ha ingresado.
La línea narrativa con Clara tiene momentos estéticos bastante significativos, como cuando la artista plástica, apesadumbrada porque nadie había asistido a su exposición, descuelga su obra, contempla el espacio vacío, sube a una escalerilla y se cuelga a ella misma del tornillo en que estaba colgado su cuadro. El plomero contempla la escena con un profundo sentimiento de piedad, pero finalmente continúa su camino y sigue para adelante. El destino hará que ambos vuelvan a cruzarse, ya que el pueblo en el que viven corresponde a una zona semirrural de las afueras de Buenos Aires donde parece que la mayoría de las personas se conocen.
Como en la escena anterior, el narrador observa y vive diversas situaciones por el estilo, con una gran carga estética y visual que vuelven muy amena a la lectura. Además, es muy acertada la decisión de construir un narrador que no es para nada docto ni erudito, sino más bien impaciente, entrometido y hasta un poco vulgar, aunque con una gran capacidad reflexiva, algo así como los héroes de las novelas de Roberto Arlt o Manuel Rojas, pero insertos en el mundo del capitalismo tardío.
El romance entre el plomero y Clara plantea una situación que es hermosa, pero que es terrible a la vez y que cruza a todos los tipos de relación. Me refiero a la sensación de no saber si el otro me quiere o no me quiere tanto como yo. Esta sensación de inseguridad, de indecisión y de torpeza que todos alguna vez hemos vivido, es también vinculada con otras formas de relación social: el gremio de plomeros y el mundo de los artistas.
En el caso del gremio de plomeros, el narrador se encuentra con que los trabajadores se quejan mucho de la corrupción, pero no hacen nada para combatirla. Hay una capacidad de chisme impresionante. Todo se sabe a través de verdades a medias o mal contadas. Los personajes viven cada uno con su propia motivación y perspectiva, incluso los personajes secundarios, que son numerosos y carismáticos.
En el caso de los artistas es peor, porque todo depende de personalidades, contactos y administraciones mal enfocadas que lo único que hacen es centrarse en el consumo más que en la cultura. Otra medianía.
El narrador cuenta, a través de una anécdota bastante significativa, cómo le discutió a un conferencista que fue al pueblo de Parera a dar una charla sobre Naturaleza y Progreso.
El conferencista enaltecía a los eventos folclóricos que se dan en algunos pueblos de provincia, como la fiesta del mondongo, de la galleta de campo, de la sopaipilla pasada, mientras que el narrador le plantea una propuesta irónica que reflejaría mejor el “espíritu” de los pueblos de provincia:
“Tres de la tarde, ni un alma en las calles, los vecinos en sus camas, en el sofá, en las mecedoras. Llegan los visitantes y, en vez de los comerciantes y sus chucherías, los bailes folklóricos, las chacareras, los sándwiches de bondiola, el olor a papa frita, encuentran reposares, cientos de reposeras dispuestas a la sombra para tomar una larga siesta.”
El conferencista no le hace caso y el narrador dice que hubo un silencio en la sala y que sintió que estaba haciendo el ridículo, pero lo que cuenta en esa anécdota encierra una crítica bastante importante hacia la noción de “identidad territorial” que se maneja dentro de los poderes fácticos, que siempre está tratando de disolver a la cultura en el mercado y viceversa.
Esta y otras discusiones sobre la noción de arte, cultura, territorio y mercado podrían estudiarse dentro de la novela, pero la historia no otorga ningún espacio a las certezas, sino que prefiere mantenerse dentro del espacio liminal de las preguntas y las dudas.
En general, el título que escogió la autora es perfecto, no porque la novela sea Clara y confusa o sea mitad fácil de leer, mitad difícil de leer, como he leído por ahí, sino porque la novela es un conjunto de representaciones de la antítesis; un par de ideas que se enfrentan, pero que, en cuyo enfrentamiento, muestran una idea nueva.
La idea planteada, en este caso, me pareció que era construir una representación cómica, a través de una narración central con algunos hilos adyacentes, que hiciera visibles las luces y las sombras que surgen dentro de un contexto burocrático.
Dichos contextos pueden ir desde las “restricciones” que pone Clara al aprendiz de plomero que busca acercarse amorosamente a ella, es decir, una especie de “burocracia relacional”. También es posible observar el laberíntico camino de los fondos estatales que se filtran a través de gremios que existen más por “tradición” que por eficacia. Además de los conflictos planteados dentro del siempre complejo mundo del arte, la crítica, la recepción y los fondos de cultura en la trama de Clara y su némesis, la crítica de arte, Renata Walas. Todo esto envuelto en una historia de amor que avanza un paso a la vez que retrocede dos, manteniendo al narrador personaje en un perpetuo estado de inmovilidad, tal como a veces nos encontramos todos.
En fin, Clara y confusa es una novela formidable, tal vez lo mejor que he leído de la autora hasta el momento. Ahora concuerdo con otros lectores que han insistido en el reconocimiento de la autora como una de las grandes exponentes de la narrativa de nuestro país. Aunque no sé bien dónde encasillarla, si en Chile o en Argentina, tal como ocurría con Roberto Bolaño y México y España. Sin embargo, al final de cuentas esto no importa para nada, y la obra de Cynthia Rimsky es, finalmente, un triunfo para las letras hispanoamericanas. Vaticino futuros reconocimientos para la trayectoria de esta gran autora, tales como el Manuel Rojas y, ¿por qué no? El Nacional de Literatura, al menos. De todas formas, creo que esto a ella la tiene sin cuidado, quien, durante sus entrevistas siempre ha demostrado una gran humildad respecto a su obra y a su oficio como escritora.
Me tocó leer este libro para el club de lectura, siendo mi primer acercamiento a Rimsky y si bien me gustó, hubo cosas que me hicieron ruido.
Primero, creo que hay cosas que hacen que este libro sea raro al tomarlo como artefacto. Tiene la publicidad del premio Herralde, Anagrama como una editorial con cierta linea. Pero a mitad de la lectura, el libro me dio la sensación de tener ecos de obras como las de Beckett, lo que me hizo pensar que, dentro de la creación de la novela, no era necesario tomársela tan en serio.
Creo que toma muchas aristas, sin buscar ni descubrir la panacea ni mostrar erudición en tópicos como la política, el amor, el arte contemporáneo, la tradición, etc. Creo que eso tiene un objetivo en la novela, pero a la lectura se hace poco llevadera (no por lectura lenta, pero medio desinteresada).
Sin embargo, la última parte, donde la novela se desdibuja en un espectáculo de realidad inestable, me gustó bastante. Muchos retazos de la noche de Walpurgis en Fausto, una situación claramente carnavalezca que haría que Bakhtin llorara de la emoción.
Un final extraño, inconcluso, que como buscaba Clara, no debe entenderse. El arte se experimenta, no se entiende, no es equivalente a la comunicación diaria. Pero si pareciera que la cotidianidad se está pareciendo, peligrosamente, más de lo que debería al arte contemporáneo, donde nadie se entiende y experimentamos por seguir la corriente.
“Clara y confusa” es una novela de la escritora chilena Cynthia Rimsky, publicada el año 2024 y ganadora del Premio Herralde de Novela de ese año. La novela trata de un plomero con una especial sensibilidad por el arte. Este plomero se enamora de una artista contemporánea de la localidad, quien pone “restricciones” a su relación, una suerte de limitaciones que hieden a desprecio disfrazado de proceso creativo; todo mientras el gremio de los plomeros se encuentra cuestionado por graves rumores y acusaciones de corrupción.
Creo que lo primero que hay que decir de la novela es que es bastante entretenida, gira entorno a una trama sencilla y a partir de ella lanza reflexiones sobre los tiempos modernos, el proceso creativo, el amor y el espacio, las necesidades y las limitaciones, todo relatado con un lenguaje agradable y con un humor sutil y efectivo, en pocas páginas plantea una historia agradable y reflexiva, a la par de entretenida y relajada.
Ahora bien, he escuchado de todo sobre este libro, desde que es tan simple que carece de merito para la repercusión que ha tenido; y otros que dicen que es la obra más relevante en años. Ninguna de las dos refleja la realidad, es una novela entretenida con una trama sencilla y que permite la reflexión sobre varios temas, muy lejos de las críticas especializadas que colocan esta novela como una obra absurdamente pretenciosa sobre el mundo contemporáneo. No se deje guiar por ellas y solo disfrute su lectura, en caso contrario, déjala a un lado y lea algo más, que el tiempo en este mundo es limitado.
leyéndolo constantemente con una sensación entre la perplejidad y la sorpresa, llevo pensando, desde que lo acabé, que debería volver a leerlo (y creo que eso es una buena señal, aunque la extrañeza que me ha causado aún sigue ahí)
Brutalísima. Tuve la oportunidad de escucharla y todo lo que habló resonó mucho conmigo. Una de sus reflexiones fue, parafraseándola un poco,:"la literatura no tiene por qué explicar cosas"
Ehmmm, está bien, se deja leer, fundamentalmente porque es cortísimo y algo entretenido. Igual debo decir que no entendí del todo el divague de la trama, se torna incómoda la lectura por momentos y no por "polémico" sino porque literalmente es incómoda. Le doy la mano en que es original, qué se yo. Andá a saber si lo entendí.
Cynthia Rimsky (1962), escritora chilena, está radicada hace más de una década en Argentina, país donde ha encontrado un espacio más estimulante para su creación literaria, según lo que ella cuenta en una de sus últimas entrevistas.
Esta es su última novela y recibió el Premio Herralde el año pasado, junto a una novela de Xita Rubert.
Rimsky escribió sus primeras narraciones combinando de manera muy efectiva los temas del viaje y de la identidad. Sus primeras narraciones tienen mucho de crónica y de ensayo, tensionado las fronteras de realidad y de ficción.
Esta novela se escapa un poco de la tendencia de sus primeras publicaciones. El narrador protagonista es el plomero novato de un pueblo que investiga hechos de corrupción de su gremio y, al mismo tiempo, comienza una relación amorosa con una artista que no logra el reconocimiento que ella cree merecer.
Amabas problemáticas van paulatinamente vinculándose, lo que genera tensiones en el protagonista y el entorno donde se mueve.
Es una novela que logra desplegar con soltura, humor y un cierto carácter alegórico una mirada crítica sobre el teje maneje del poder y de la condición del arte en la sociedad contemporánea.
Personalmente, las primeras publicaciones de Rimsky me parecen más densas literariamente hablando, pero celebro este nuevo enfoque o exploración en su arte narrativo. Quedo motivado para ponerme al día con otras de sus novelas que aún no leo y que esperan pacientemente su turno.
Sorprende por su agilidad y por la destreza con la que Cynthia Rimsky fusiona arte y plomería en una misma trama. No es una historia convencional, y justamente ahí radica su mayor virtud: abre un portal de dudas que interpela, en especial con su lúcida descripción de la vida de un artista frente a la de alguien ajeno a este mundo, y la confusión que surge al intentar amar desde esas diferencias. Aunque no me generó grandes emociones, debo reconocer que está muy bien narrada. Le doy 3 estrellas por su originalidad y por la manera en que juega con los límites de lo que esperamos en una novela.
Para mí es un 3,5. Me gustó mucho la narración del libro, me pareció genuinamente interesante y creo que es bastante bueno. Mi problema: me siento totalmente incompetente, me perdí totalmente con el rollo del arte, hay un nivel de confusión que me frustra un poco y que quiero entender pero no puedo (como el protagonista probablemente) y no soporto los libros que no entiendo. Estaba metidísima y genuinamente quería que el final esclareciera ciertas cosas, pero definitivamente no. Una novela a ratos clara, pero bastante confusa. De todas maneras feliz por haber leído a esta gran autora, ya era hora.
No creo que el libro le haga justicia al título, tampoco me parece algo malo, pero entre tanta reseña que dice que es "por momentos claro y por momentos confuso", vale decir que al menos a este lector le resultó un texto bastante transparente. Los personajes son un poco superficiales, pero eso funciona especialmente bien en el caso del protagonista, el mejor logrado. La trama de los plomeros es sin duda mucho más interesante que las reflexiones sobre el arte. Esas últimas, me parece que quedan en un lugar extraño entre la irrelevancia para quien es ajeno al mundo del arte y la obviedad para quien está metido en ese juego.
"Confieso que una parte de mí quiso salir corriendo. La otra quedó maravillada. No había una gota de lógica en su razonamiento. Clara había cambiado de cuerpo, de vida, tenía dos hijas, había estudiado arte, había despedido a su padre, y aquel resto de la infancia seguía vivo. Podía oler los árboles a los que trepaba, las hojas húmedas, las plantas de sus pies descalzas, las ramas, los rasguños."
Si bien reconozco que Rimsky juega muy bien con la historia a veces clara, a veces confusa, y que hace preguntas necesarias para la coyuntura contemporánea, hay algo del tema y de la narración del protagonista que no me convencen. Logra construir muy bien la mente desordenada del protagonista, con una lógica normal pero ideas confusas que lo separan de los acuerdos y las opiniones populares. Pero no termino de entender hacia dónde quiere ir. Nos deja preguntas sobre el valor del arte, la queja constante y la inactividad ante el cambio (o la corrupcion), pero nada que me despierte el interés de algo que no había leído aún. Me pregunto si hay algo que no estoy identificando y que la merece el Premio Herralde de Novela.
El argumento busca una clara simbiosis entre la confusión del protagonista con la claridad que ansía. Sin embargo, la autora no consigue llegar a conceptos claros, quizás porque esa era su intención, pero personalmente no ahonda en la temática más interesante que te expone en la sinopsis: los claroscuros de la gestión cultural.