Nacido en 1876, Jack London desempeñó en su juventud los más duros y variados oficios. En sus relatos de aventuras —ambientados buena parte de ellos en el helado Norte o en los fabulosos Mares del Sur— el impulso de supervivencia compensa la fragilidad del hombre abocado a situaciones de extrema dificultad y violencia. Entre sus obras destacan Colmillo blanco y La llamada de la naturaleza.
John Griffith Chaney, better known as Jack London, was an American novelist, journalist and activist. A pioneer of commercial fiction and American magazines, he was one of the first American authors to become an international celebrity and earn a large fortune from writing. He was also an innovator in the genre that would later become known as science fiction.
London was part of the radical literary group "The Crowd" in San Francisco and a passionate advocate of animal rights, workers’ rights and socialism. London wrote several works dealing with these topics, such as his dystopian novel The Iron Heel, his non-fiction exposé The People of the Abyss, War of the Classes, and Before Adam.
His most famous works include The Call of the Wild and White Fang, both set in Alaska and the Yukon during the Klondike Gold Rush, as well as the short stories "To Build a Fire", "An Odyssey of the North", and "Love of Life". He also wrote about the South Pacific in stories such as "The Pearls of Parlay" and "The Heathen".
Esta edición de Alianza Cien contiene dos relatos del afamado escritor y aventurero norteamericano Jack London: “Por un Bistec” y el “Chinago”. He leído, además, en versión digital el texto “La invasión sin precedentes”. En conjunto constituyen una muestra de los diversos estilos y temas acogidos por London, con el hilo en común de una naturaleza salvaje de vencedores y caídos. “Por un Bistec” es uno de los mejores cuentos que he leído. London se adentra en la mente de Tom King, boxeador veterano, para llevarnos a su último combate. Una narración crepuscular que se convierte en un pretexto para reflexionar sobre los cauces y las leyes de la existencia: no se puede escapar del tiempo que taciturno, nos envuelve con su manto de arrugas, achaques y resignaciones. Tom King no entrenó, no descansó, ni siquiera se alimentó; mataba por un Bistec, se presentó al cuadrilátero con la convicción firme de contar con estratagemas dignas de un viejo zorro de batalla. Cansado, desfigurado, con sus nudillos destrozados se adentró Tom King entre esquineros para enfrentar al joven contrincante. Sandel buscaba la fama, esa caprichosa que de prisa llega y se va, King buscaba el premio: 30 libras para las cuentas y la comida de unos días. Tom King recordaba sus antiguas querellas en los cordeles en cada asalto, tras cada campanada, en cada golpe y cada revés. El tiempo mermó su habilidad y su talento, pero aumentó su experiencia, sin desperdiciar ni un instante ni una gota de sudor, adaptó su estrategia de paciencia y autosugestión. El relato es absoluto, soberbio, profundo, en la literatura como en la vida: juventud y experiencia no van a la par. ¿Quién triunfará?
“El chinago” es un relato sobre la injusta condena de un esclavo asiático en una empresa británica-francesa colonial. En contraste a varios relatos de London que exaltan la supremacía del hombre blanco, acá se sugiere el punto de vista del “salvaje”, que se debate en vínculos sociales jerárquicos y asimétricos. Varias confusiones llevan al prisionero a pagar culpas ajenas, en ciertos momentos, el condenado acaricia la libertad: un concepto de libertad idealizada enlazada a un estado mental, sin verificar las condiciones materiales de su realización. “La libertad de un campo de concentración”. “La libertad de viajar inmóviles confinados en nuestros hogares”. No pude advertir si London ensalza o critica esta concepción, lo cierto es que El Chinago fue decapitado y al último segundo contempló su propio paraíso terrenal, ese con el que soñó y por el que trabajó antes de la que la infausta ceguera de la justicia lo mirase impasible. “La invasión sin precedentes” es una sorprendente crónica de ciencia ficción. Descrita desde la perspectiva de un periodista o un historiador que divulga a las jóvenes generaciones las guerras de antaño, la crónica nos atrapa, nos asombra, nos inunda por su cercanía. El Imperio Chino se expandió sin miramientos, con nuevas estrategias militares basadas en el crecimiento de su contingente humano, acrecentó su hegemonía económica y política. Las potencias occidentales armaron la inhumana contraofensiva, atacaron con tifus, cólera, viruela, sarampión, bubónica, tifoidea, gripes y demás. La guerra de los virus fue mortífera y devastadora. London visionario acá estamos, contemplándote actual mientras asistimos a la extinción.
Una genuina edición de bolsillo debe ligera, vital y poderosa. Esencial. Necesaria. Extraer el néctar del escritor en cuestión, sintetizarlo para ofrecerse al lector. En este caso, se logra con creces. En sesenta y tres páginas se hayan dos pequeños cuentos que justifican su brevedad con su honda intensidad. "Él ya era viejo y al mundo no le gustan los viejos." Un boxeador en horas bajas contempla la miseria que sigue al frenesí, el hambre que sucede al festín. "La juventud era Némesis, la diosa de la venganza. Destruía a los viejos sin darse cuenta de que al hacerlo se destruía a sí mismo." Pelea ya no por fama o gloria, sino por el instinto más básico: la supervivencia. Contra la nueva generación. "Le faltaba experiencia, y la única forma de adquirirla era pagándola con su juventud; pero cuando tuviera esa experiencia ya sería viejo." La paradoja de la vida de ser muy joven para entender y muy viejo para hacer. Cerca del triunfo, cae derrotado y llora por esa juventud ida y la vergüenza de saberse viejo en un mundo eternamente despiadado. En el segundo se asiste a un problema inherentemente humano como el de la imposibilidad de comunicación entre individuos, o sea, entre culturas; en el cruento marco de la colonización. Los demonios blancos y su beligerante irracionalidad. Un esclavo chino que se sabe esclavo a mediano plazo con la esperanza de dejar de serlo, se ve envuelto en un incidente desafortunado que, como siempre, la maquinaria de la "justicia" castiga a los más desprotegidos. Ningún Tratado de la serenidad puede apaciguar el duro golpe de realidad en la mente del hombre vapuleado. Partirse la espalda contra el inclemente sol para, al final, morir por la incompetencia de alguien más, trabajar para ninguna razón. Así es la vida del trabajador promedio, del obrero moderno. En sesenta páginas sentimos el crujir de la carne del alienado y las lágrimas contenidas, el desesperanzador retrato de dos hombres muy distintos, en dos partes distintas, cuyo trágico desenlace enlaza al de la mayoría de hombres: perecer lentamente o sucumbir en un arrebato inhóspito y fugaz, ambos, dejando sus anhelos al lado del camino.
Tan solo 2 cuentos pero, qué maravillosos son. Me recordó bastante al panorama desolador que usualmente se ve en autores como Steinbeck y que aquí te hace amar la escritura del señor Jack London. Totalmente recomendados.