«Lo que creemos nos protege. Lo que sabemos nos deja a la deriva.» Esta es una novela de derivas, incertidumbres y tránsitos. Una niña, la narradora, está dejando de serlo. Ricardo, su padre, cada vez se comporta menos como un padre y más como un caimán. Key Biscayne, la isla a la que han llegado junto a Nico, el hermano de la narradora, es una microsociedad habitada por niñas que no parecen serlo, lagartos, magnates, celebridades, mafiosos y familias muy poco convencionales. ¿Qué es lo que sucede allí exactamente? Nada demasiado grave, al parecer. Lo peligroso, en Key Biscayne, es siempre otra cosa.
La trama de desastres naturales y personales se precipita a partir de extrañas amistades, un revólver Colt, tensiones domésticas, juegos arriesgados y unas fotografías que nunca deberían haberse tomado.
Xita Rubert ha escrito a la vez una novela de misterio y un libro sobre las ambivalencias del afecto y la memoria. Una narración tierna, descacharrante y perturbadora a partes iguales que confirma la potencia de una autora inclasificable.
Xita Rubert Castro es hija de la poeta Luisa Castro y del filósofo Xavier Rubert de Ventós. Nació en Barcelona y se crio en Galicia.
Es investigadora doctoral de Literatura Comparada en la Universidad de Princeton, donde también imparte clases. Su primera novela, Mis días con los Kopp (Anagrama, 2022), fue finalista del Prix du Premier Roman de Chambéry y fue traducida al portugués y al alemán.
Ha obtenido otros premios tales como el Ánxel Casal 2010, en la modalidad de teatro, o el finalista del Premio Ana María Matute de Relato. Escribe una columna en La Vanguardia titulada 'Nadar de espalda', y sus cuentos han aparecido en medios como El País o El Cultural.
En 2024 ganó el Premio Herralde -en ex aequo junto a la escritora chilena Cynthia Rimsky- con la novela Los hechos de Key Biscayne, publicada a finales de ese mismo año.
“Quizás la pregunta no es si los hijos llegan a conocer, algún día, a sus padres, sino si los padres llegan, algún día, a imaginarse lo que perciben y guardan para siempre sus hijos.”
Creo que estoy un poco saturada de historia de infancias “marcianas” contadas en primera persona por las niñas protagonistas. Lo que empezó hace unos años por ser un recurso más o menos original, la voz infantil narrando hechos autobiográficos en entornos de lo más dispares, se ha convertido en una costumbre que llega a cansar. Esta es una historia corta sobre una ruptura familiar y las consecuencias para los hijos preadolescentes, en un entorno tan socialmente extremo y extraño como una isla en Florida. Habla del tránsito de la infancia a la vida adulta, con un padre demasiado mayor y demasiado egocéntrico que, a su vez, está transitando hacia una mal llevada vejez. El entorno de semi/sueño semi/pesadilla, el calor, la playa, los personajes casi irreales que transitan por el relato van dejando a una protagonista que, al final, parecerá capaz de separarse de ese padre/cocodrilo, aunque no tenga muy claro lo que le ha pasado en esos meses. Atmósfera irreal, como los personajes, y quizá demasiado intento de trascendencia filosófica. Tal vez en unos años la autora pueda contar las cosas desde el punto de vista adulto, aunque lo mismo pierde la gracia. Veremos
Es un libro maravilloso. Un viaje a otra vida y a otro mundo y a otra forma de sentir. Bellísimamente escrito.
Un profesor de universidad al final de su vida aprovecha que tiene la custodia temporal de sus hijos para trasladarse/fugarse desde el frío y ordenado Boston a la isla de Key Bizcayne, un lugar dorado, húmedo e irreal amenazado por los huracanes y lleno de personajes dispares que parece que caminan en un aparte de la civilización.
La vida en la isla gira en torno al padre y está gobernada por el instante, por el mestizaje de personas inclasificables, episodios tiernos con sus dos hijos que son a la vez surrealistas, fantásticos, tristes… una vida en un paréntesis que parece eterno y en la que el caos y la melancolía y la luz díscola parecen deslizarse sin llegar a romper los moldes.
Me metí en esta novela sin saber nada de ella. Me apareció sugerida en una plataforma de libros, leí las primeras páginas y vi un par de destellos literarios que me parecieron muy buenos así q seguí leyendo pensando que seguramente me aburriría por la temática, pero ocurrió lo contrario: ha sido un viaje emocional muy fuerte a caballo de las sensaciones de una niña que vive en un mundo de luz y lagartijas y vaivenes y extrañezas, un mundo casi distópico gobernado por su padre, un señor ya mayor, un filósofo culto, anárquico, imprevisible y entrañable que desea vivir de verdad con sus hijos y sobre el que giran todos los sentimientos de la familia.
Me he emocionado en varios puntos, seguramente nos pase a los que tenemos a un familiar al que adoramos y que es exótico y completamente original y al que la vejez no ha quitado los galones y se empeña en vivir en los vértices del mundo para no morirse del asco pese al caos que organiza y al miedo al derrumbe que despierta su modo de vida.
No sabía q la novela había sido ganadora del premio Anagrama, pero no me extraña.
Mucha vuelta. Poca tensión. Mucho aviso de lo que iba a venir y luego algo llega pero no tambalea a nadie. Una introducción que busca enganchar pero no tiene fuerza para agarrarse a la piel. Una novela que juega a las escondidas tantas horas que nos aburrimos de buscar su cuerpo. Por supuesto, hay buenas frases. Pero hasta mi mamá cuando se enoja conmigo me lanza frases para el bronce sin necesidad de decir: voy a escribir una novela. Ojalá, Xita Rubert, para la otra, forme un tornado de palabras porque este vientecito no me movió ni el bisoñé.
Bien de escritura, mal de historia. Mal fatal, porque quiere ser tan enigmática q al final no entiendes mucho y tienes q inventarlo o jugar a Sherlock… No me ha convencido para nada.
Xita Rubert nos muestra lo que una niña (que ya casi no es niña) recuerda, reconstruye y, probablemente, reinventa de unos meses extraños en la todavía más extraña Key Biscayne, siguiendo a un padre quijotesco y manipulador, mentiroso y encantador.
Qué talento y qué sutileza para tensar así la superficie del agua y la narración, para ocultar y revelar entre silencios y disparos de flash (y de balas también).
"Quizás la pregunta no es si los hijos llegan a conocer, algún día, a sus padres, sino si los padres llegan, algún día, a imaginarse lo que perciben y guardan para siempre sus hijos".
En 1977 se estrenó la primera película de Star Wars, luego conocida como Una Nueva Esperanza. De manera similar, en 2022 se publicó la primera novela de Xita Rubert Mis días con los Kopp, que trajo una nueva esperanza para la literatura contemporánea. Ahora, con su segunda novela Los hechos de Key Biscayne, Xita ofrece una segunda oportunidad, como lo hizo Star Wars en 1980 con El Imperio Contraataca. En este caso, podríamos decir que es Xita Contraataca.
La historia nos presenta a Ricardo y a sus dos hijos, Nico y la narradora. Lo que al principio parece ser un relato de coming of age desde la perspectiva de una niña, después se convierte en una trama mucho más compleja. Esto se debe, en gran parte, a la personalidad peculiar del padre, Ricardo, quien nos habilita como lectores a asumir de algún modo u otro el papel de jueces, cuestionándonos si realmente está haciendo lo correcto. Ricardo puede ser un oportunista, alguien que sabe cómo escapar de los episodios que más lo pueden exponer, un hombre que aprovecha las circunstancias para salir bien parado ante los demás, sin importar las consecuencias. En contraste, su exesposa encarna la voz de la razón, una figura con los pies en la tierra que aparece y lucha por la tenencia de sus hijos en un lugar como Key Biscayne, un entorno artificial donde todo parece posible, una burbuja social aislada de la realidad.
Sin embargo, la novela es mucho más que eso.
Es una obra sobre la complicidad dentro de una familia y, a la vez, una exploración de la discriminación y el racismo entre clases y estatus sociales. Es una novela que no solo plantea preguntas, sino que también interpela directamente a nosotros los lectores. Nos invita a reflexionar sobre cómo el entorno moldea nuestra identidad con el tiempo, sobre las máscaras que usamos según el lugar, la compañía o los objetivos que perseguimos. Además, profundiza en los límites éticos del ser humano, cuestionando qué es aceptable y qué no lo es. Y quizás una de las lecciones que más me gustaron: la novela también evidencia que la riqueza no garantiza ni cultura ni valores.
En resumen, es otra muy buena novela de Xita Rubert.
Unas curiosidades: -Esta fue mi lectura número 60 (¡sí, 60!) en 2024 y, sin duda, uno de los mejores autorregalos de cumpleaños que me hice este año. -Qué prólogo tan desconcertante, pero agradezco que no haya sido más perturbador de lo que fue. -Omegle cerró en noviembre de 2023, aunque surgieron otras páginas web que intentaron replicar su formato. -No pude contener mi emoción (en el buen sentido) al leer En bicho, bicho yo me convertí... ¡un cocodrilo soy! en un Premio Herralde de Novela.
Fresco, diferente, sorprendente. No sabía qué esperar realmente de esta novela y en un primer momento dudé porque la están metiendo con calzador en todos los suplementos culturales, y eso me hizo desconfiar.
Pero Xita Rubert ha sido todo un descubrimiento y seguiré muy pendiente de sus próximos pasos. Es una novela muy bien escrita de una historia algo bizarra, con dobles sentidos que creo que busca la propia autora para sorprender y desconcertar por momentos al lector. Retrato íntimo en parte y social por otra.
Lectura amena, rápida, que te traslada al estado de Florida: una maravilla (a pesar de sus gentes). Merece una oportunidad.
Segunda tentativa com Xita Rubert e segunda desilusão para aquilo que se dizia desta narrativa. Continuo a achar que a autora escreve muito bem mas não tem grande coisa para contar. Neste livro, toda a (pouca) acção se passa como se estivesse imersa numa névoa - consegue perceber-se a forma geral mas a especificidade não existe. Não se consegue perceber para onde caminha para se concluir, no final, que não caminha para lado nenhum. Cada vez estou mais convencido que alguns autores são “fabricados” por uma crítica não isenta ou então com um grau de erudição tal que o comum leitor (eu) fica completamente perdido ao tentar perceber o que se passa. Seguramente não voltarei a Xita Rubert.
Qué libro tan chuli😭 sólo echo en falta haberlo leído por primera vez en verano. Las islas son lugares extraños de paso, fragmentos de tierra aislados a los que vamos sin un propósito y que albergan un pedazo de nuestra memoria. Interesantísima la figura del padre, me ha recordado a Aftersun por momentos🤧
Hace unos días publiqué un reel hablando de esta novela y de la conexión casi instantánea q sentí. La culpa de esa atracción la tuvo el prólogo q me dejó aturdida. Una confesión real o imaginaria, pero arriesgada y provocadora, q me arrastró hacia este paraíso siniestro, sin remedio.
Con una portada muy sugerente, y q he descubierto q es una foto real de los años 20 tomada en Miami, ya nos anuncia lo magnética y turbia q puede ser la novela. Una imagen, q como la trama, nos narra una historia entre la inocencia y el peligro, entre la aparente alegría de la infancia y la atrocidad del monstruo.
La ambientación de la novela tb nos transmite la misma sensación ambigua y surrealista y es q la escritora nos coloca en Key Biscayne en los 2010. No es una elección hecha a la ligera, ya que ella vivió allí, y no puede ser más acertada la ambientación pq más q un lugar real, parece un decorado de cine, con unos personajes rozando lo estrambótico.
Os confieso q lo más atractivo ha sido ese juego q libra entre lo autobiográfico y la ficción, entre lo real y lo imaginario, y entre lo q insinúa y lo q realmente nos muestra. La escritora juega mucho con el recuerdo real y ficticio, y te perturba, puesto q muestra situaciones excéntricas, donde el choque de clases y culturas provoca momentos inquietantes por los temas q aborda.
Y, sin embargo, a pesar de lo enganchada q me ha mantenido, a pesar de esa conexión inmediata, tengo q confesaros q me ha dejado un sabor agridulce y es por eso q no ha sido de mis favoritos. La razón es precisamente esa ambigüedad q deja en el aire temas sin resolver, siendo precisamente el aliciente de la novela la aclaración de lo q se plantea desde el principio. La recomiendo pq es una buena novela, pq es adictiva y pq tal vez con lo q cuenta para vosotros sea perfecta y no necesitéis nada más. Y si la leéis, estaré deseando comentarla con vosotros y llegar a alguna conclusión😉
El espejismo del amor no es suficiente (Comentario, 2025)
Leí esta novela en una finca, mientras el año 2024 declinaba y poco a poco brotaba en el horizonte el año nuevo. Es ágil, de lenguaje y estructuras simples, lo que consigue que pueda leerse a buena velocidad. También es consciente de su artificio, y hace bien en explorarlo, a saber: narrar la infancia desde la adultez, ir al pasado desde el después, y saber cuando detenerse para no revelar lo que se intuye, para no subestimar a quien te lee, para esquivar la revelación porque dejarla sin revelar es más poderoso.
Me gustó la creación del personaje del padre, porque su incapacidad para cuidar está bien representada, no tanto en los errores evidentes (compartir calmantes con la hija preadolescente o nadar en terrenos prohibidos) sino en las omisiones de las que es probable no fuera consciente, y en la justificación tras esa inconsciencia: que el amor es más que suficiente para cuidar, para crear vínculos, para excusar la destrucción propia y ajena.
Viví ese dolor al leerlo. El del héroe que nos ofrece el espejismo de su amor que deseamos sea cierto, y que luego, ante la realidad de sus carencias, y de las carencias que en nosotras deja, hiere con toda su violencia. El papá de esta novela es doloroso de tener. Su Quijote, a diferencia del de Cervantes, hace daño.
Ahí hay un paralelo que valdría la pena revisar. ¿Habrá sufrido, de verdad sufrido, la sobrina de Alonso cuando este decidió lanzarse a los caminos y volverse caballero andante?, ¿y la familia de Sancho? El idealismo puede ser un veneno terrible cuando no encuentra una dosis de realidad que lo compense: cuando lo que fuerza es el encaje en un molde fingido, cuando no es un idealismo de verdad.
La locura, en ese caso, es un cocodrilo agazapado en agua espesa y opaca. Que Dios nos salve si nos toca nadar para atravesarla, que nos protege de su mordisco.
una chica adolescente y nico, su hermano mayor, pasan un año viviendo en estado unidos con su padre, un profesor universitario. para desesperación de la madre, quien reside en españa, el padre decide sin previo aviso mudarse de boston a florida con sus hijos. en este nuevo entorno, nuestra protagonista conocerá no solo desconocidas facetas de su familia sino los entresijos de key biscaine, donde caimanes, cónsules, revólveres y adolescentes pálidas campan a sus anchas.
he tenido sentimientos muy encontrados leyendo lo nuevo de xita rubert tras "mis días con los kopp", con la que guarda más de un parecido, al menos al inicio: una adolescente con una única figura adulta masculina cercana como referente, descubriendo un entorno nuevo. por momentos he pensado que sofía coppola podría hacer una gran adaptación cinematográfica de la novela: hay en "los hechos de key biscaine" —título quijotesco a drede— esa atmósfera lánguida pero evocadora de la (post)adolescencia de clase alta que tan bien ha sabido retratar en su filmografía. sin embargo, más allá de la figura de los padres —dos personajes excelentemente construídos— y de su dinámica relacional, la novela se desinfla rápidamente. los ganchos de la trama que aparecen en la contraportada, lejos de ser un motor de avance, quedan en meras anécdotas que aún estando bien escritas y siendo muy importantes para la narradora, no me pueden haber dejado más indiferente como lector. hay una delgada línea entre la elipsis y sabotear el cierre de la novela. hay una delgada línea, también, entre querer contar algo de forma sutil y terminar no contando mucho.
Justo ayer hablaba con Gaby de la necesidad urgente de todo escritor latinoamericano de hacer de sus escritura una trinchera híper politizada, en la que todos los textos "buenos" de esta última década tienen que simular una solicitud de beca socioeconómica donde relatar una vida con acceso al agua ya es visto muy privilegiado. El mercado editorial nos exige a los latinoamericanos hablar de la miseria, del dolor, de los desaparecidos, del gobierno, de la violencia, de lo terrorífico que es vivir aquí mientras que los europeos y demás gringos pueden hablar de lo extremadamente ricos que fueron, de lo terrible que fue su infancia migrando continuamente a través de los mejores y más exclusivos lugares, lo triste que fue tener millones de euros y lo peor que fue ir a la mejor universidad del mundo. Y creo que ya me adoctrinó mucho el mercado, porque cuando escucho historias de lloriqueo blanco, I just roll my eyes. Hay buena prosa, algunas frases interesantes, y Xita es lindísima en persona, solo quiero resaltar el doble estándar que tiene el mercado.
Yo también he alucinado con doce años frente a la pantalla de Omegle y sus hombres que desplegaban sus cuerpos asquerosos; también he sentido los hechos de mi vida pasar en un orden superpuesto, en lugares cargados de gente extraña; he observado a esa gente extraña desde mi propio nido que, cuando llevaba de vuelta a casa, se deshacía entre conversaciones como partidos de tenis incansables entre mis padres; he vendido mi ser a adaptarme a ello, he perdido parte de mi ser en ello, he «dejado de ser» en ello. Creo que la autora peca de imprimirse demasiado a sí misma en su literatura —no me importuna. Todo el libro se sintió como un gran déjà vu, y, quizá, es demasiado joven como para tener biografía a la que renunciar a la hora de escribir esa especie de gran recuerdo que es esta novela.
Quizá Herralde/Anagrama querían hacer otro homenaje póstumo a Xavier Rubert de Ventós dando un premio a su hija. Si no, no se entiende que una novela insulsa, apática, de lenguaje apagado, sintaxis dudosa y construcción de personajes nula, gane el Premio Herralde de Novela. Recordemos que este premio lo han ganado Roberto Bolaño, Vila-Matas, Mariana Enríquez, entre otros... Habiéndose presentado 1.149 obras al premio, estoy seguro que seleccionando un par o tres al azar, encontraríamos algo con un poco más de valor literario. Juan Marsé habló una vez de las tuberías demasiado visibles de una novela galardonada con otro premio de renombre. A la novela de Xita Rubert no se le ven las cañerías, hace aguas por todos los lados.
Como dije en tuiter hace unos minutos, este libro es una suprema basura. ¿Cuántas novelas no hemos leído ya sobre el padre narcisista, difícil, y sobre la influencia en el narrador que éste años después intenta entender? Ya saben, a medio camino entre la autoficción y la ficción y la no-ficción (¡qué posmoderna señorita, pase usted a recoger su premio en la Oficina de la Novela Perezosamente Posmoderna!) ¡Hay algunas buenas! Pero es un género tan recorrido ya, y este libro es apenas una compilación de los lugares más comunes de ese género. El señor Herralde y sus epígonos son una gavilla de defraudadores que premian y le hacen a uno pagar $400 pesos por un libro simplemente infame.
"Si cierro los ojos y una voz me pide nombrar, con palabras que troceen y manchen, qué llena a mis días entonces, yo responderé: mi fe. Mi fe en que la imagen del mundo que mi padre describía era equivalente al mundo (...). Una parte de mi añora la mentira. La fe. Lo que creemos nos protege. Lo que sabemos nos deja a la deriva"
"Nada (¿nadie?) me obliga a comprobar si abrazo al cocodrilo equivocado"
Como q está bien escrito pero siento q no me ha interesado nada y el tema no me llegó mucho :( Una niña preadolescente, un padre viejo y fantasma, una madre divorciada y un hermano q se aleja. Igual no he entendido yo pero sin más... Muy bien escrito, repito. Aun sin interesarme nada hizo que lo leyese entero. Pensaba q iba a pasar algo al final y lo que pasaba es q ya estaba pasando, pero no era pa mí.
Xita no puede tener más razón cuando dice que “Lo que creemos nos protege. Lo que sabemos nos deja a la deriva.” No sé si, por mí y por mi yo del pasado, me he protegido tanto durante la lectura, que en algunos momentos llega a ser dolorosa para alguien que ha crecido con padres divorciados como la protagonista, y no he llegado a entender el final. O no he querido entenderlo.
Un relato de maduración en un entorno fantasmal, un umbral entre lo real y lo irreal. Me gusta su lenguaje sencillo y elegante, el tono y que, a pesar de la emocionalidad que debería empapar lo sucedido, la distancia en el tiempo de narración y la liminalidad de Florida la apaguen. Casi como una canción de post-rock que nunca alcanza el cénit pero te mece hasta el final.
“Quizás la pregunta no es si los hijos llegan a conocer, algún día, a sus padres, sino si los padres llegan, algún día, a imaginarse lo que perciben y guardan para siempre sus hijos”