Una mujer se sienta en el terreno en el que construirá, con sus propias manos, una casa. Su mirada viaja por cada uno de los elementos que hay a su alrededor. Observa el lugar y los mínimos cambios que se producen durante las horas de esta meditación contemplativa. Es el paso del tiempo el que empieza a darle forma a su sueño.
En esa acción de Sara, la protagonista de uno de los cuentos de este libro, podría sintetizarse también cierta metáfora de la escritura de Kamiya: la del tiempo como una suerte de catalizador que posibilita o modifica las reacciones o los cambios de las personas y las cosas. La escritora, como Sara, contempla. En algunos relatos, con filosofía casi objetivista, parecería que las cosas fueran los verdaderos sujetos de la historia: una quinta de fin de semana es inmutable testigo de la vida de otra mujer, una flor es el destino que nombra a una niña; en otros, es el tiempo mismo el que parece asumir el rol central, haciendo una pirueta para narrar varias situaciones de muerte simultáneas, en la aporía de un koan zen, o estirándose mansamente en una conversación de dos amigas durante una espera en la vereda.
Para quienes hayan leído "Los árboles caídos también son el bosque" (bajolaluna, 2015), este libro será, para apelar a una definición en desuso, la confirmación de un estilo: "El sol mueve la sombra de las cosas quietas" nos vuelve a introducir en la prosa lírica voluntariamente despojada y sutil de una autora inconfundible.
Alejandra Kamiya (Buenos Aires, 13 de febrero de 1966) es una escritora argentina. De ascendencia japonesa, su obra, compuesta por tres libros de cuentos, aúna las culturas argentina y japonesa, y aborda las temáticas de los vínculos afectivos, la vida cotidiana y la muerte.
Recibió, entre otros, los premios Universidad Católica Argentina-SUTERH (2007), Feria del Libro de Buenos Aires (2008), Max Aub (2010), Horacio Quiroga (2012) y Unicaja (2014). En 2024, recibió un Premio Konex por su labor como cuentista.
Mientras lo leía pensaba una estupidez: no hay que leer libros de cuentos. Digo, hay que leer cuentos, pero una colección completa siempre tiene algo de frustrante. No pueden estar buenos todos los cuentos de un libro de un mismo autor. Hay que temas que tal vez se repiten, el estilo termina cubriendo como una sombra a todos los relatos. Tal vez lo mejor sea tener unos diez libros de cuentos en la mesa de luz e ir tomándolos en modo random para leerlos de a uno cuando tenés un breve lapso de tiempo para sentarte a leerlos.
En este caso es una colección de cuentos bellamente escritos, lo que no siempre es bueno, para mí. Tiene oraciones inspiradas, lindas ideas pero eso a veces me impone una distancia entre lo que leo y me quieren contar. A veces siento como un exceso un estilo tan pulido que termina poniendo una barrera a la emoción y al interés por una historia. Como si fijarse mucho en la forma te haga olvidar el fondo. Hitchcock decía que la mejor puesta de cámaras es la que no se nota; si vos en una escena te sale comentar "mirá que bien/mal donde puso la cámara", está mal. La cámara tiene que ser funcional a lo que se quiere contar. Bueno, en estos cuentos me daba cuenta dónde estaba puesta la cámara. El título de esta reseña es un ejemplo de esto: dos señoras están hablando y de pronto, una oración suelta dice "Se hizo evidente la noche". Me pareció un exceso que me sacó de la historia y rompió el clima.
Ahora sí, el primer cuento que abre el libro, "Separados", me pareció extraordinario. Una historia de amor contada a través de un divorcio. Es genial y conmovedor. También me gustaron "El último paseo" - un tanto más convencional - "Elefantes" y el último "Veré árboles" que, lamentablemente, me recordó a "Hoy temprano", la genialidad de Pedro Mairal.
En definitiva, es un lindo libro de cuentos para tener en la mesa de luz y disponer de una buena lectura cuando tenés un tiempito libre.
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Disfruté mucho de cada uno de los relatos. El paso del tiempo es un tema que atraviesa el libro y es mostrado en diferentes tonalidades. Alejandra Kamiya te cuenta una vida entera en 10 páginas y te deja con una sonrisa.
*Separados *Los gestos de la sal *La casa *Antes de la helada *Veré árboles
Leo como escribe y me maravillo. Pienso ¿cómo se fijó en eso? ¿Cómo pensó eso? Me respondo que tienen que ser sus genes japoneses. Ese ojo por el detalle, esa capacidad de ver lo bello en todas partes, de lo más grande a los más chico. Luego me lo afeo. Juegas con cartas marcadas, tramposa. ¿Afirmarías lo mismo si no supieras que su padre es/era japonés? Una delicia de libro en cualquier caso.
#ElSolMueveLaSombraDeLasCosasQuietas de #AlejandraKamiya . Si no han leído a Alejandra Kamiya los invito a que lo hagan de forma urgente. Sus cuentos son poéticos, tienen una cadencia particular. En ellos está muy presente siempre la naturaleza. . De los 13 cuentos, 7 son excelentes, el resto muy buenos o buenos. . Cuentos como #Separados, #LosGestosDeLaSal, #LaCasa, #Elefantes o #VeréÁrboles son tremendamente buenos. . "Son rosas. Tienen espinas y hojas verdes con forma de ojo y diminutas puntas, como pestañas, alrededor del borde. Las rosas parecen la envoltura de un corazón. Una envoltura paciente y delicada, como las capas de ropa de una reina. Los pétalos exteriores son más oscuros y los de adentro apenas más claros, como si del centro de la rosa emanara luz." Del cuento #LosGestosDeLaSal
Borré la reseña sin querer, pero recuerdo la puntuación que le puse. Pensando retrospectivamente, apenas recuerdo un par de relatos y vagamente, por lo que quizás no es tan memorable como creí en su momento.
Creo que ya soy fan de Kamiya y se merece un cinco.
Los cuentos de este libro son hermosos, generan muchas cosas aún en sólo uno. Certeza, terror, amor, desdén. Más de una vez tuve que parar a tomar aliento y más de una vez me hicieron sonreír. Como transitan entre la placidez y la angustia es increíble.
Pensé que la vida, después de todo, se trata en parte de ir acumulando cosas, y luego, ir deshaciéndose de ellas.
(sin darme cuenta si me los estaba leyendo en orden jeje)
Como podrán ver este me gustó menos, no significa que sea malo sencillamente conecté muy poco con él, no me picaban las manos por continuarlo de inmediato.
Alejandra toca un tema que me encanta: los nombres. Lo hizo en el anterior que leí de ella y acá otras dos veces más, con unas líneas bastante cortas pero con mucho peso. Habla de los padres, del pertenecer, de encontrar quienes somos y qué haremos. En el otro libro hablaba de la muerte en sus diferentes formas, siento que acá habla de la pérdida de momentos y emociones, de tener que atesorar cada segundo porque no son para siempre, de encontrar paz en lo ordinario y común.
La sigo recomendando a ciegas, creo que uno de sus libros te gustará más y los otros solo serán buenos pero es una escritora exquisita😙🤌
Es un buen libro pero muy desparejo. De los 13 cuentos 5 me gustaron mucho, algunos nada y el resto están bien. Destaco el tono de su escritura: melancólico, intimista, que gira en torno a la cotidianidad con trazos poéticos en muchos casos y siempre rondando situaciones algo extrañas. 3.5
Alejandra Kamiya me gusta desde su primer libro. Hay una delicadeza y una emocionalidad en su escritura que me encanta. Los cuentos que más me gustaron: Los gestos de la sal, Elefantes, Un círculo pequeño y Veré árboles. Me gustaron otros también, pero estos son mis favoritos.
Este libro lo encontré en un viaje a Valdivia, en un lugar medio oculto y me llamó la atención de inmediato. No conocía a la autora y creo que tengo ganas de leer más de ella ya que hay cierta atracción en sus relatos, que son muy cotidianos pero que pesan en cierta melancolía y profundidad.
Quedaba a veces dándole vuelta al sentido del relato, a veces en que me hacía sentir a mi. Aún no concluyó precisamente si me gustaron todos, algunos, un par; pero me marcó en un punto donde ya entré en el interés.
Sigo dando vueltas a las sensaciones, y tendré que volver a leerlo.
Estoy convencida de que Kamiya tiene un superpoder y de que sus cinco sentidos funcionan mucho, mucho mejor que los nuestros. Tiene que ser así, sino no podría explicarse cómo hace para percibir el mundo de la manera en que lo hace, ni cómo logra narrarlo y describirlo para que nosotrxs, lxs mortales, podamos ponernos, aunque sea sólo por un ratito, en sus zapatos. Demás está decir que lloré con varios cuentos.
Lo que hace Kamiya con las palabras es alucinante! es como si inventara una nueva lengua. La dulzura de sus escritos siempre se contrasta con lo siniestro que se esconde detrás. Es maravilloso.
Ya reseñé previamente Los árboles caídos también son el bosque, ese otro título que parece un haiku, ese otro libro de cuentos impecables, donde no sobra ninguno. Todo eso se repite en este libro, pero quizás con un agravante: El sol mueve la sombra de las cosas quietas (¡qué belleza de imagen, qué ojo mágico que tiene esta escritora!) contiene el que está destinado a convertirse en uno de los mejores cuentos de toda la literatura argentina, quizás universal. Con una simpleza desgarradora, un sentido del humor cálido y nostálgico, y una estructura narrativa absolutamente perfecta, el cuento Separados, con el que se abre el volumen, es un ejemplo digno de maestría narrativa, debería enseñarse en cada taller literario y debería recomendarse su lectura a todo el mundo. El resto de los cuentos del volumen no se quedan atrás: La casa es maravilloso, y Los gestos de la sal se construye como una fábula mágica en medio del trabajo en los rincones más áridos y desérticos de las regiones del Norte (cuento que podría leerse en consonancia con la novela El salar, de Fausto Burgos).
Placer. No tengo la capacidad de Alejandra de escribir esas frases definitorias y demoledoras, que en cualquier otro parecerian aforismos de Narosky, por lo tanto elijo esa sola palabra para describir lo que siento cuando la leo.
Sus cuentos son despojados. Algunos hablan de la circularidad de la vida, otros de la importancia de las perdidas (sin caer en lo barato y facil que es decir "soltar"). Su vision esta enfocada en lo cotidiano, pero no cae en la repetición. Su forma de relatar en primera persona es mágica.
Siento que todavía no se le esta dando la relevancia o reconocimiento popular que ya poseen otras autoras contemporaneas, aunque si veo que ya ha recibido varios e importantes premios y becas.
Acaso, para hacer un telar (no de la abundancia) de la literatura argentina actual, pondría a este libro en un combo junto a "Estas muy callada hoy" de Ana Navajas porque en ambos vemos a mujeres en sus diferentes roles en la vida, contado con una sensacion de franqueza e intimidad reconfortante.
Kamiya tiene la particularidad de inducir la releectura, de manera minuciosa; cuando no te das cuenta, estas relojeando las primeras hojas.
"Eloísa había pensado que la soledad era la primera forma de la muerte, esa mañana lo supo: la muerte es concreta o no es, la muerte son gusanos entrando y saliendo de la carne. Se enroscaban y desnroscaban desperezándose. La muerte duerme y un día despierta en la piel de lo que amamos. La poesía no sirve."
Releí por segunda vez algunos de los cuentos de este libro porque amo como escribe esta autora. Cada imagen, cada diálogo vuelve a cobrar vida de una forma que solo Alejandra Kamiya logra con sus palabras. Es una belleza este libro.
Del cuento 'Sin luna': " 'Me arrancó el nombre', dice mi madre, y yo imagino esas ceremonias militares en las que alguien es degradado y le arrancan las insignias o algo del pecho. Dónde lleva uno el nombre sino es en el pecho."
'Me sentía sola', dice mi madre, y me da ganas de abrazarla, pero no puedo. Entre el cuerpo de mi madre y el mío ha habido siempre una distancia que casi nunca rompimos. No es una distancia fría porque tenemos otras formas de contacto. La mirada, por ejemplo. La mirada firme con la que siempre me sostuvo. 'Vos andá que yo te miro', me decía cuando yo era niña, y yo ya no tenía miedo, podía atravesar lo que fuera. Algo así se sentiría ella en la casa de esa abuela siempre vestida de negro y tan mala. Vos andá que yo te miro.
Del cuento 'Elefantes': "Había una pequeña caja de plata, un elefante de piedra, dos copas de cognac, libretas a medio escribir. Me di cuenta de que los recuerdos son el alma de las cosas. Sin mi padre todo aquello no era más que basura."
Esta es la segunda colección de cuentos que leo de Kamiya, y sigo descubriendo cosas nuevas. La primer colección la encontré más tajante, dulce, pero también cruel por momentos. Esta segunda la leí después de haberla escuchado hablar y recitar en vivo, por lo que siento que la leí con otra voz interior, una más dulce, más pausada y similar a la suya, como si fuera un audiolibro dentro de mi cabeza.
Me gusta mucho la manera que tiene Alejandra de ver las cosas, de posar el ojo en una situación y ver las cosas con más amor, con más dulzura. El lenguaje que usa es super simple, pero esto no lo hace menos poético.
Las colecciones de cuentos me suelen costar un poco, pero las de Kamiya no son el caso. Súper recomendada.
Las preguntas y las respuestas se buscan como amantes, y algunas vidas tienen la forma perfecta de una pregunta que invita y una respuesta que llega. Pero si una respuesta no tiene pregunta ¿sigue siendo una respuesta? Lo que Eloisa tenía para responder fue de a poco transformándose en pregunta Tomando esta cita como intención, no sé si la obra nos da respuestas a preguntas que aún no nos formulamos o preguntas a respuestas que están anhelantes de interrogantes. Me inclino más por lo segundo. Lo cotidiano emerge, sin mayor parafernalia que su misma condición. El vínculo con otr@s y el cómo lo pensamos parece ser el elemento transversal de una serie de cuentos cuya simpleza no menoscaba su ambición. De pluma estilizadísima, la autora es capaz de superar el cliché de dar belleza a lo mundano para desde allí dar un giro y centrarse en lo melancólico o sórdido. Obviamente ello nos lleva al campo de la reflexión y al interrogarnos o darnos cuenta, según sea el caso, que la vida nos puede emboscar en cualquier instante con pensares que remuevan lo más profundo de nosotr@s mism@s.
Kamiya escribe con una dulzura y un ritmo que sólo encuentro en su forma de narrar las cosas cotidianas. La magia de una rutina, de los detalles del día a día que, descritos de forma correcta, parecen sucesos extraordinarios. La simpleza de la angustia, las sombras, las familias y los relatos; es un libro para contemplar la nada y pensar, sin pretender respuestas, sin pensar en el bien y el mal, pensar, sin rumbo, mientras la vida transcurre.
Kamiya nos invita a observar los cambios, a detenernos en el instante y registrar lo que resulta imprevisible, súbito. Nos propone hacer un viaje para entender las fuerzas que movilizan a las personas, los objetos y la naturaleza.
En mi opinión, está un pasito por detrás de El árbol caído también es el bosque, pero se disfrutė tanto su manera de escribir que si tiene algún cuento que parece de más o con altibajos, vale la pena leer porque lo vas a disfrutar igual. No se lo pierdan.