«Los labios de él recorrían el cuello de ella, con suavidad, notando cómo la piel se erizaba. Pronto, el contacto de la boca de él alcanzó su oreja y le susurró: —Buenos días, Valeria. ¿Qué era lo que acababa de escuchar? Por un instante, se quedó paralizada. Intentó reaccionar rápido y lo empujó con la intención de salir corriendo, pero fue inútil. Él lo tenía todo preparado y la contuvo».
Valeria es una periodista que recibe, de manos de su mejor amiga, unos expedientes que demuestran cómo se utiliza la residencia de salud mental, Santa María de la Almudena, en Madrid, para esconder a gente inocente. Pero, si algo llama más aún la atención de nuestra protagonista es que, entre esos expedientes, se encuentra a Julia Ayala amiga y mentora de Valeria.
¿Qué sabía Julia para acabar allí? ¿Qué se esconde detrás de esa siniestra residencia de salud mental? ¿Dónde terminan realmente las personas desaparecidas?
Estas preguntas y el deseo de hacer justicia llevarán a Valeria a buscar el origen de tanta maldad.
Esta es la segunda parte de la trilogía "El Jefe".
En esta segunda parte, Valeria es la protagonista. Una mujer independiente, una periodista valiente, impulsiva y demasiado curiosa. No sé si esto último sea tan bueno, ya que su afán de encontrar la verdad la lleva a un camino sin retorno. Así, lo que empezó como una simple investigación se convierte en una pesadilla llena de secretos, corrupción y gente dispuesta a todo por mantener el silencio.
La intriga se va tejiendo poco a poco, igual como sucedió con la primera parte. Aquí no hay prisas; sin embargo, la sensación de ahogo la viví en cada página. Me encontré con una necesidad imperante de seguir leyendo. Oírme decir: “Solo un capítulo más” cuando ya era medianoche y no podía detenerme.
Valeria no es una heroína perfecta: se equivoca, duda, pero no se rinde. Es un personaje fuerte, que intenta poder lograr llegar a la verdad. Una que parece rehuirle a la luz pública. Una que da miedo y que se esconde entre el dinero y el poder. Muchas de las escenas me pusieron los pelos de punta, obligándome a parar un segundo para procesarlas. El final es de locos... y no diré más.