Sevilla, barrio de San Julián, verano de 1982. aterrizamos en Sevilla. la Sofía y yo. alquilamos una buhardilla en el barrio de San Julián, en el 6 de la plaza de la Moravia. vivíamos en la azotea de aquel edificio de tres pisos, blanco y vetusto, castigado por el sol. Yo recuerdo con agrado aquella solana maldita, las macetas de geranios, las duchas con manguera en el terrado, las tumbonas donde nos derretíamos al sol, las tetas de Sofía. en aquella buhardilla me pegué yo buenos atracones de esperarte, me cago en mí, Sofía, porque mira que he pasado yo ratos esperándote. esperar mujeres. esperar hombres. esperar cosas.
Fernando, eres un fresco. ¿Cómo puedes meterte en esa historia? En la de los pobres, la que no se escribe. La historia de los desgraciados, de las minorías sociales, la historia de los gitanos y de los drogatas. Señor, es usted un auténtico descarado, ojalá más descarados como usted que sean capaces de poner en marcha de nuevo el pasado, el del lector, el de mis padres, el de los 80s en Sevilla. Mi abuela me dijo una vez que fue a recoger a su padre a la Alameda, ‘a la puerta de un bar de putas’. Qué jodido que estas palabras salgan de tu abuela cuando le dices que tú te tomas las cervezas en el Central, allí donde algún día recogió a su padre, borracho y ‘jarto’ coca y poseído por el espíritu...
Comienzas en las famosas 3000 de Sevilla y más tarde haces un recorrido desde el barrio de la Macarena hasta la Alameda, sumergiéndote en el corazón de la ciudad. Lo primero que quiero decir es que mientras leía este libro lo único que me apetecía era visitar Sevilla y recorrer cada calle, cada plaza, cada esquina que Fernando Mansilla iba mencionando con tanto detalle. La historia me ha enganchado tal y como cada uno de sus personajes terminan estándolo a la heroína. Es un viaje que comienza a principios de los años 80 cuando la heroína y la cocaína irrumpen en Sevilla sin que aún se conociesen sus desoladores efectos y termina al final de la década cuando el sida se ha convertido en una pandemia devastadora. Te muestra sin juzgar, como sobreviven “los que quedan” y sientes con ellos la inquietud, el desasosiego y la angustia que viven en su día a día marcado por “el mono”. Un libro con un fuerte aspecto autobiográfico, el cual está narrado de una forma dura, aunque a veces también de forma irónica incluso poética que me ha parecido una auténtica obra de arte.
Me hubiera encantado conocer a Fernando Mansilla y recorrer las calles de Sevilla mientras escuchaba de su propia voz, sus vivencias y su historia.
—¿Enganchado? Yo no estoy enganchado chaval. Yo estoy poseído. Y creo que tú también. —Me miro con largueza. Me miró con sorna—. Sí. Tú también tienes el espíritu metido en el cuerpo».
La fiereza del cine más quinqui plasmadas en 430 páginas de pura miseria humana. Una historia de los bajos fondos del barrio de la Macarena en los años gloriosos de la heroína, narrada de forma cinematográfica en varias historias que desembocan en un final coral. Es un libro que, en mi caso, me generó expectativas de encontrarme quizás con un Trainspotting a la andaluza, que luego se dieron de bruces un con lenguaje castizo que roza a veces lo chabacano. Sin embargo, las páginas pasan y la historia comienza a coger ritmo a la misma velocidad que sus protagonistas cogen el mono hasta desembocar en un final perfecto. Canijo es una novela que puede leerse en los mismos términos de irónico romance en los que se ve Scarface: sus personajes se vuelven caricaturas esperpénticas del costumbrismo callejero de una ciudad y época decadentes como lo fue la Sevilla de entre el Mundial del 82 y la Expo del 92. Porque al final, en la vida sólo importa meterse un chute. De lo que sea.
En el centro de Sevilla, a diez minutos de La Campana y de El Corte Inglés. Nunca habían estado tan cerca del corazón de la ciudad, del latido original, de la riqueza, del comercio, de la repetabilidad. Vecinos respetados, tratantes de heroína al por menor, gente legal. Los Molina.
Lo que no es normal es que una grandeza como esta pase desapercibida, que se muera el autor, que ni dios conozca esta maravilla y que de mientras nos estén vendiendo en prensa, tv, voceros y podcast novelas de aluvión de segunda categoría como si fueran nuevos clásicos. Para clásico, Mansilla.
Impresionante historia y mejor contada de un autor que desconocía y que me dió a conocer mi librero de Pequeños seres...Cómo no haber conocido antes este autor Fernando Mansilla. Ya soy mansillista!!!!
Es un libro entretenido. Describe una realidad que no puede sorprender a quien creciera, como yo, en un barrio de extrarradio de gran capital en los 80. Yonkis, tirones, palos, monos...
Estilísticamente es indudable que Mansilla sabía crear personajes y ambientes, y tenía cierta habilidad con la narración, pero el libro es un poco errático -como los yonkis de los que habla- y no queda claro que quiere contarnos. No le hubiera venido mal una mano editora que le recomendara un poco de concreción, y sobre todo, relajar los folclorismos en la parte del habla de los gitanos, que suena muy falsa y acartonada. Tambien acortar algunos episodios -la pelea entre los gitanos- y justificar mejor toda la primera parte, que parece un poco metida con calzador y de relleno, y que lleva a pensar que el libro va de algo que no va. Mucho -mucho- mejor la segunda mitad.
En resumen, no cuenta nada que no sepas, hay algunos fragmentos de monólogo interior muy conseguidos y se lee con (des)agrado.
Cruda lectura de la Sevilla yonki intramuros. Grupo 7 pero hiperrealista y profundo. Apena pensar que su autor ya no esté con nosotros. Me gustaría haberle dicho cómo me he bebido su libro. Gracias Mansilla.
me ha encantado recorrer las calles del barrio de San Julián y la Alameda con Canijo y su pandilla. Mansilla describe perfectamente la decadencia y los problemas de la década de los 80 en Sevilla.
Espectacular relato sobre la Sevilla yonqui de los 80, una pequeña montaña rusa que comienza con una lenta subida... y su inevitable y estrepitosa caída. Todo lo hace bien: personajes bien construidos y carismáticos, ambientación auténtica, crudeza pero sin revolcarse en la miseria, enseñanza pero sin moralina... y todo ello con un estilo ligero y en ocasiones hasta cinematográfico (¡la escena de la pelea de los gitanos en la escalera!). Vaya, una gozadita.
"nunca habían estado tan cerca del corazón de la ciudad, del latido original, de la riqueza, del comercio, de la respetabilidad. Vecinos respetados, tratantes de heroína al por menor, gente legal. Los Molina". La Mari y sus hijos expulsados de las tres mil se hacen un clan respetado, ganan billete. La única pena de la Mari es que su marido no lo pueda ver. Pero la heroína tiene una "categoría de ser, de ente y sus propios planes"
Canijo de Fernando Mansilla, que personaje de bien tuvo que ser Mansilla de esos con los que tomarse una caña en la plaza y escucharlo charlar. Metido de lleno en el underground sevillano ,músico callejero y escritor de poesía, teatro y de relatos. Este canijo nos trae la llegada de la heroína a Sevilla desde los Molina y otros dealers a los yonquis todos "capaces de darlo todo, la vida, el amor, la amistad, el prestigio, el orgullo, la honradez y la hacienda entera. Todo. Por un buen chupe de heroína y coca".
Y que bien lo cuenta todo el Mansilla, enganche desde el principio, sin artificios
Absolutamente maravillosa la maestría de Mansilla dando voz a una realidad tan sórdida, tan ajena y a la vez tan cercana. Obligada lectura para cualquiera que haya habitado en el barrio de San Julian / Alameda.
Dice Kiko Amat, en ese odioso revestimiento de los libros que es la faja promocional, que Canijo es la mejor obra nacional sobre el submundo yonqui, que de ser de un autor norteamericano tendría película, serie de TV y cómic. Pocas veces ese fastidioso recubrimiento podría estar más acertado. Pero añadiría más. Canijo es la obra paradójica que demuestra la decadencia de un sistema. Sin entrar en valoraciones subjetivas, pues se trata de una obra que refleja una realidad social cruda y que por tanto puede que no sea del gusto de todo lector, Canijo es por muchos motivos, que vamos a desgranar a lo largo de este texto, una obra con calidad literaria para que la crítica encumbrara por encima de otros libros mediocres, carentes de riesgo, cómodos a la dictadura impuesta de lo políticamente correcto que copan las listas de libros que tenemos que leer. Lamentablemente, los lectores sabemos de qué va esto. Lejos del amparo del paraguas de las grandes editoriales, los medios y la crítica guardan silencio, un silencio culpable. Solo los lectores, como a veces sucede, podemos revertir esta situación.
Canijo fue publicado en 2013 por El Rancho editorial. Alcanzó el reconocimiento de obra underground. En 2019 Fernando Mansilla, su autor fallece. En 2020 la editorial Barrett vuelve a publicarla.
Canijo profundiza en la historia de la introducción de la heroína en un barrio decadente de Sevilla en el inicio de los años 80, hasta alcanzar su máxima decadencia con los sinsabores del día a día de los yonquis para obtener un chute, con la sombra de la pandemia del SIDA rondando sus cabezas. La historia mil veces contadas, más veces aún sufridas.
De ser así, ¿qué hace que Canijo destaque sobre otras obras de una temática similar? Aviso que vienen curvas. Canijo es redonda. Abandona cualquier pretensión moralista o panfletaria. No hay más dolor en las sobredosis, en los atracos o los cuerpos que el SIDA devora, que en el que sufren los propios personajes. No existe ningún ánimo de compartir su tragedia con el lector. No hay superioridad moral ni aprendizaje colectivo como caracteriza a la literatura rusa. No se encuentra en sus páginas afán alguno de encontrar las causas sociales o estructurales que dieron a la expansión del caballo. Sus consumidores son adultos, como los lectores de la obra. Toman decisiones o le vienen impuestas, pero no hay exculpación posible. Es por lo tanto, Canijo, una obra de un perfil muy maduro, necesario, quizá producto de que su escritura se produce años después de los hechos que narra.
Quizá éste sea el gran baluarte de Canijo. Pero sin sus apoyos formales, posiblemente no se hubiese convertido en una obra tan rotunda. Canijo está construido dulcemente mediante frases cortas. Un recurso formal que, unido a su temática cruda, conlleva que autores como Carver o Pedro Juan Gutiérrez se nos venga inevitablemente a la cabeza. Realismo sucio a la andaluza. Canijo está repleta de poesía. En un submundo de sufrimiento, de tropelías y de desesperación, Mansilla insufla de su poesía suave sus páginas. De la misma manera, que emplea un lenguaje coloquial realista. Los yonquis de Canijo hablan, insultan y piensan del modo en que lo harían los yonquis de esa zona de Sevilla. ¿Es en ese caso una obra localista? No lo considero ni mucho menos así. Habitualmente vemos series de TV o películas donde los personajes hablan y viven en un idioma que nos hacen pasar por neutro, pero que tiene aproximaciones al lugar de producción. Debemos quitarnos complejos. Que los hechos no tengan lugar en Madrid no afecta a su generalidad. La decadencia del barrio de La Macarena en Sevilla en los años 80 lamentablemente debe tener su reflejo en barrios de Valencia, Cádiz o Lugo.
Aun a riesgo de alargar demasiado el texto, no puedo dejar de mencionar la verosimilitud de sus personajes. Queda manifiesto que los hechos que Mansilla trata en Canijo tienen mucho de autobiográfico. Quizá sea éste un factor influyente, pero sería injusto pasar por alto su su maestría a la hora de construir los personajes. Sus personajes secundarios cuentan con tanta fuerza que podrían haber dado para diversos spin-off.
Y por último, la nota política: Canijo es un libro que debería de leerse de forma obligatoria en los institutos de Andalucía. En sus páginas hay un trato digno al andalucismo, al gitanismo y a los marginados sociales como poca veces se ha visto en los medios. Se aleja de estereotipos, construidos para contentar para mostrar toda la dureza de una realidad. Canjio es un canto oscuro al habla de las calles de Andalucía, el horror de una crisis social que afectó a la juventud de inicio de los 80, uno de los mejores libros que he leído a lo largo de este año.
Llegué a Canijo, de Fernando Mansilla, por los libros de @_juarma_, con los que comparte temática, por decirlo de alguna manera.
Canijo es una novela ambientada en Sevilla durante los años 80 en la que los personajes que aquí se nos presentan estarán, de algún modo, relacionados con el mundo de la droga. Aunque lo que da título a la historia es el apodo del protagonista, podríamos decir que no tiene un protagonismo total en ella, ya que se tira probablemente más de la mitad de la historia sin aparecer. Pero sí que lo hacen todos sus conocidos, amigos, *familias* cercanas...
Canijo es una historia dura, en la que se cuenta todo sin pelos en la lengua, con un lenguaje apropiado al tipo de historia que nos encontramos, y con un ritmo muy adecuado también. Veremos aquí, además de las tristes vidas marcadas por la adicción de casi todos los paisanos que van apareciendo, un buen puñado de reflexiones, que el lector se encargará de poner en su sitio.
Quizás no es "justo" compararla con las historias de Juarma, que me fliparon, pero me quedo con las de este, sin desmerecer la obra que hoy reseño, que me ha parecido muy notable; quizás si no hubiera leído las otras antes, probablemente sería un sobresaliente.
De cualquier modo, es una novela que recomiendo y voy a recomendar, sin duda. Ha sido un placer leer al autor y trasladarme a esos años 80. Al terminarla es sentido ese vacío de saber que nunca más sabré de esos personajes y esa historia, que me pasa con pocos libros.
Un retrato de la droga de los 80 en Sevilla muy visceral, auténtico y que realmente asusta.
Ha sido todo un descubrimiento este autor. Recomendable.
Si encima eres un enamorado de Sevilla, el libro hace que te pierdas en sus calles, mientras las aventuras por conseguir paquetillos de sus personajes no cesan.
"Capaces de darlo todo, la vida, el amor, la amistad, el prestigio, el orgullo, la honradez y la hacienda entera. Todo. Por un chute de heroína y coca"
"Y digo que se abre porque eso es lo que hacen tantas plazas en Sevilla, abrirse. Uno va por un callejón con las paredes que te rozan los hombros y una visión del mundo más bien limitada, cuando de pronto, ¡flump!, al final de la calleja se abre el mundo en una magnífica plaza con fuente en el centro, rumor de agua, bancos de cerámica con naranjos a los lados y edificios al fondo que proponen otros callejones donde el mundo tornará a estrecharse y tú seguirás camino y escucharás a lo lejos la melodía de algún músico callejero"
-Este puto mono que te bloquea cuerpo y alma, que no te deja hacer otra cosa que prestarle atención, que te impide funcionar con normalidad, que te reduce, eso sí, todos los problema a uno solo: una dosis-.
Que realidad tan dura y no tan lejana pero qué bonito leerlo así, escrito de esa manera que hace que lo malo parezca menos malo.
Literatura quinqui de la buena. Me ha encantado como va creando la historia. Llevo muchos años viviendo en Sevilla, e imaginarme como sería en aquel momento cada rincón que conozco hoy día, me ha puesto los pelos de punta.
El autor realiza de una manera muy aguda una descripción minuciosa de las fases que tienen los personajes cuando se chutan y eso me ha producido muchas sensaciones curiosas.
Muy heavy como plasma el impacto que tuvo la heroína en los 80 y como desarrolla tanto los personajes de un colectivo tan marginado y vulnerable, como el imaginario de los barrios que antes habitaban putas, yonkis y tascas, y ahora están llenos de guiris y airbnb. Mis dieces.
Ya no podré volver a ver una plaza igual, este libro me desbloqueó a esos personajes que las viven como el lugar perfecto para transar con droga y ahora sé que la heroína tiene sus propios ojos, esos de pupilas contraídas que delatan al espíritu, al ente que fue devastando vidas sin piedad en esta historia. Me encantó.
Me lo leí hace ya varios meses, y aún con varios libros leídos después me acuerdo casi todos los días de la gente que habita estas páginas. Qué brutalidad de libro