El descubrimiento de una nueva voz narradora en la primera novela de la poeta Olalla Castro, una historia emocionante sobre el dolor, la pérdida y la redención.
«La afasia como dolor y los lenguajes, verbales y eróticos, como maneras de salir de la negrura. Hermoso». Marta Sanz
No supe que era arder hasta que el incendio estuvo dentro de mí.
Virginia es profesora universitaria en Barcelona y ha construido un universo lleno de luz y de amor junto a su hija pequeña. Nada más cabe en esa vida perfecta hasta que irrumpe de repente la tragedia. Ante la imposibilidad de encontrar palabras para hablar de lo innombrable, decide romper con todo y renunciar a expresar lo que siente en un lugar remoto, ajeno a todo lo hasta ahora conocido.
En China, Suyin está casada con un hombre al que no quiere. Frente a la violencia en casa, su pasión por la caligrafía y el trabajo en los campos de arroz junto a sus amigas se presentan como un refugio.
Un encuentro entre estas dos mujeres pertenecientes a mundos diferentes marca para ellas el inicio de la reparación de sus heridas, la promesa de un mañana en el que aprender a convivir con la pérdida sin dolor.
La crítica ha
«Esta interesantísima novela plantea la posibilidad de superar el duelo y la brutalidad a través de la escritura y de esa expresión especialmente física de la escritura que es la caligrafía. Todo ello se vincula con la idea del cuerpo y del amor entre dos mujeres tan diferentes y a la vez tan iguales. La afasia como dolor y los lenguajes, verbales y eróticos, como maneras de salir de la negrura. Hermoso».
Marta Sanz
«Olalla Castro escribe sobre la pérdida y la convierte en una caligrafía donde el daño y el deseo se entrelazan. Con la precisión de quien entiende la potencia poética de la escritura, revela las heridas y las luchas que atraviesan generaciones de mujeres».
Natalia Litvinova, Premio Lumen de novela
«Una obra "singularísima" donde el descreimiento, la historia, el nihilismo, el descrédito de la civilización y el feminismo se dan la mano».
Del jurado del Premio de Poesía Ciudad de Estepona
«Su obra hace del dolor, de la herida, algo bello a la vez que analiza las fisuras del capitalismo y sus consecuencias en las mujeres».
Isabel Vargas, El Español
«[Una obra que destaca por] la búsqueda de un yo capaz de construir una genealogía nueva a través de lo poético».
Jurado del Premio Unicaja de Poesía
«Olalla Castro encarna, hasta llegar a trasparecer su latido más invisible de soledad, libertad o trato con la muerte, a autoras como Emily Dickinson y Virginia Woolf».
Javier Lostalé, Mercurio
«En la Plaza Invisible somos muy lectores de Olalla Castro, y cada vez va a ser más difícil no serlo, dado lo pujante de su poesía, lo imponente de su voz, la fuerza de sus proyectos».
LALLA CASTRO (Granada, 1979) es doctora por la Universidad de Granada y licenciada en Periodismo y Teoría de la Literatura. Premio Extraordinario de Tesis Doctoral con su investigación sobre la narrativa de Enrique Vila-Matas, ha escrito los poemarios La vida en los ramajes (Devenir, 2013), Los sonidos del barro (Aguaclara, 2016) y Bajo la luz, el cepo (Hiperión, 2018), el libro de narrativa infantil Un visitante salido de la nada (Dauro, 2016) y el ensayo Entre-lugares de la Modernidad: filosofía, literatura y Terceros Espacios (Siglo XXI, 2017), además de editar y prologar las antologías Ocho paisajes, nueve poetas (Dauro, 2009) y Juan de Loxa: resistir en el margen (Diputación de Granada, 2018). Ganadora del Premio Nacional de Poesía Miguel Hernández, del Premi Tardor de Poesía, del Premio Internacional Antonio Machado en Baeza y del Premio Unicaja de Poesía, entre otros, sus poemas y relatos breves han sido recogidos en una veintena de antologías y traducidos a varias lenguas. Fue columnista del diario La Opinión de Granada durante sus nueve años de existencia y actualmente es columnista de El Salto Diario. Ha sido cantante y letrista de diversos proyectos musicales, como Rebelmadiaq, Sister Castro o Nour, formaciones con las que ha firmado una decena de discos y ofrecido conciertos por países como Argentina, México, Costa Rica, Jordania, Marruecos, Argelia, Francia, Holanda o Alemania.
la poesía de Olalla Castro llegó a mí por casualidad. gracias a Nati y posteriormente a Erika en sus respectivos talleres, conocí a esta mujer increíble. fui leyéndola poco a poco, todavía sigo, pero podéis ver algunas reseñitas por aquí abajo de algunos poemarios. un día en el taller nos contó que iba a publicar su primera novela, cuando salió anunciada me encantó la casualidad: la publicaba Lumen y con unas palabras de Nati en la contra. mis poetas y profes favoritas unidas en un mismo libro, increíble. evidentemente no tardé nada en reservar el libro y el mismo día del lanzamiento ya estaba en mis manos. ni me había molestado en leer la sinopsis, solo sabía lo que Olalla nos había dicho: un libro sobre perder el lenguaje.
me llevé el libro a la playa, aunque ni pisé la playa ni leí prácticamente nada, eso sí, al volver a casa lo devoré. me obligué a ir parando un poco, aprovechar las pausas entre escenas (ya que el libro no tiene capítulos) para no beberlo de una sentada. me costó mucho, tengo que confesar que la segunda parte la leí del tirón y solo me obligué a parar al llegar a la tercera.
«Mañana» es la historia del duelo, del dolor, de la incapacidad de comunicación entre lo oscuro que por momentos nos absorbe. dos mujeres, dos historias, dos vidas, una unión: china. otra unión: la falta de palabras. otra unión: la herida.
esta novela es terriblemente poética, terriblemente Olalla, terriblemente «Inventar el hueso», «Las escritas», «Todas las veces que el mundo se acabó»… terriblemente para bien, por supuesto. cuánta delicadeza, cuánta poesía, cuánto amor, dedicación, frescura, cariño… cuántas virtudes. cuántos aciertos. cuántos hallazgos en tan poquitas (no tan pocas) palabras.
no sabía que esperar de este libro porque no necesitaba saber nada, espera muchas cosas y me las ha dado todas. irónicamente me ha dado palabras, voces, lenguaje. ideas. paisajes. me ha dado paz, porque a pesar de lo oscuro que gotea por los costados de esta historia, hay mucha paz en su geografía, en las voces pagadas de Virginia y Sùyīn, los lenguajes paralelos que somos capaces de crear ante el dolor.
Incontables personas me han visto llorar estos días en el metro.
Cuanto dolor, pero cuantísima luz.
«Vivir es dejar que la luz irrumpa en una estancia hasta inundarlo todo, que su resplandor nos ciegue. Dejar entrar la luz hasta que el brillo se vuelva insoportable. Ahogarse en claridad. Morir de luz, si que es preciso»
Me ha encantado esta historia que entrelaza las vidas de Virginia y Suyin. Entre Barcelona y una aldea China, dos mujeres valientes afrontan el duelo, una por la muerte de su hija, otra por convivir con un marido no elegido que le maltrata. La autora escribe sobre el dolor más absoluto, pero también sobre autodescubrimiento, sanación, la importancia de las segundas oportunidades (también hacia una misma), y sobre la importancia de los vínculos significativos que dejan huella para siempre Sensorial, poética y preciosa la primera novela de Olalla Castro
Estoy segura de que los caminos de Virginia y Sùyīn estaban predestinados a encontrarse. Caminos pedregosos, que parecían interminables hasta que se hallaron.
Virginia está envuelta en la ausencia de su hija Moira. Ha huido porque el duelo por una hija resulta atroz, pesa toneladas, no deja respirar. En su escondrijo, decide abandonar el lenguaje, no expresarse, erradicar cualquier comunicación, no nombrar, porque nombrar significa realidad, y ésta es demasiada dura y pesada.
Sùyīn vive atrapada en un matrimonio no deseado, tormentoso. Comparte su vida con un hombre horrible, violento. Parece que la crueldad se ceba con ella desde la infancia. Afortunadamente tiene la amistad como refugio. Lo que la ata a todo son sus padres ya mayores. Ama la caligrafía y juega con las palabras. Las nombra, las encadena, con ellas entona una melodía. Otra vez el lenguaje, las palabras, su simbología atravesando las vidas de las protagonistas.
Hallarse mutuamente es paz, es la tregua, la calma que necesitan. Es el alivio, la fuerza y las agallas de enfrentarse a eso que las quiere derruir. Virginia nombra a Sùyīn, le da sentido a eso que venía experimentando cuando la miraba equidistante. Sùyīn hace que Virginia se reencuentre con las palabras, esas a las que le ha dedicado gran parte de su vida. De las que ha intentado darle esquinazo, pero ha sido imposible. La parte más dulce de este libro comienza cuando ambas comparten espacio e intimidad. Antes todo era cavernoso y su mismísima existencia les dolía. Hasta que sus manos se encuentran en la tierra donde recolectan arroz, para ver que la vida sigue y crece en torno al duelo y el dolor.
Las palabras, la escritura, no solo nombran. También pueden sanar, dar sentido a lo que se creía perdido.
A pesar de la dureza, es un libro bello, poético, es un libro que proyecta luz.
Cuando iba por la mitad de este libro pensé que la calificación que daría sería de dos estrellas. La historia de Virginia y Sùyīn no terminaba de cuajar en mi cabeza, hasta que se trazó su historia como un camino hacia el lenguaje.
Esta novela no puede mirarse con los mismos ojos con los que se miraría a una novela. Es una poesía que se alarga. Es la voz de la autora dividida en dos, dialogando con formas distintas del daño y la posibilidad de curarlo con el lenguaje. El lenguaje nos sostiene, sea cual sea ese lenguaje. Como la escritura, que puede ser terapéutica.
Por otra parte, la figura de la mujer es principal en la novela, ya que casi todos los personajes son femeninos. El compañerismo que surge entre todas ellas, la comprensión... Tiene tintes realmente feministas.
Mañana encierra una promesa. Mañana habrá más. Mañana será mejor.
“Cierto que la herida es un imán, un campo de fuerza del que no escapa nada, que arrastra cada parte de tu historia hasta que no queda un fragmento despegado del dolor” ~ Mañana de Olalla Castro.
Mañana es una historia de dolor pero también de esperanza. Es una historia de pérdida y de recuperación. Es una historia de odio pero también de amor. Es un canto a la vida, esa luminosidad que se esconde detrás de los momentos más oscuros, un resurgir.
Dividida en tres partes, la autora narra cómo Victoria enfrenta la muerte de su hija Moira, su bajada a los infiernos, el dolor, el duelo que no puede superar y la ausencia constante de la niña en su vida.
En la segunda parte, viajamos a China, donde una mujer narra cómo se enfrenta a los malos tratos de su marido, sus sueños rotos, cómo se vio abocada a un matrimonio que no le aporta más que dolor y cómo encuentra refugio en la escritura.
Ambas historias se entrelazan en la tercera parte, donde Virginia y Sùyin destilan su dolor a partir de palabras, las no dichas y las escritas.
La escritura de Olalla me ha encantado. Con un toque poético, una voz que fluye sola, que es capaz de abordar la pérdida con sensibilidad y con toda su crudeza. Hay párrafos que duelen, que atraviesan el alma, puñetazos de sentimientos que te trasladan a la piel de esas protagonistas. Doloroso y maravilloso.
El llenguatge i l'absència d'ell és l'eix vertebrador d'aquesta història. Com el dol obliga a una de les protagonistes a allunyar-se d'ell i com l'altra l'utilitza com a canalitzador del dolor. Un llibre dur i molt intens, on a vegades he hagut de pausar la lectura. La ploma de l'autora és meravellosa i es nota que escriu poesia. Un gran descobriment.
Un libro que es más susurro que grito. Olalla Castro escribe con una delicadeza que a veces duele, porque ilumina lo que solemos dejar en penumbra. No es una lectura para devorar, sino para habitar ❤️🩹
Precioso, poético y escrito con una sensibilidad increible. He conectado tanto con las historias propias y conjuntas de las dos protagonistas, como sus vidas estaban predestinadas a cruzarse y sanar. teneis que leerlo, lo amareis! <3
Al inicio me costó entrar en en libro. Me costaba conectar con la protagonista. Me resultaba un tanto superficial esa intensidad en su dolor. Un poco desesperante a partes iguales. A mitad de libro puedes imaginar a donde para la historia de las dos. Y el final, sin muchas vueltas, acaba siendo un poco sin terminar pero con un final feliz. Algo quizás poco creíble en muchos contextos reales, pero que para la trama la hace esperanzadora.
El inicio me parecía sentir que era una y otra y otra vez lo mismo en otras palabras. Después reflexioné y creo que eso es el duelo: vivir constantemente a un personaje desde tanto ángulos. Nombrarse y regodearse en la ausencia.
A pesar de ese inicio lento, le di la oportunidad, sin llegar a creerme del todo las razones de Virginia ni sus formas de desaparecer. Cuando la leía sentía de soslayo ese mismo relato de "ir a otro país para encontrarme a mi misma". Algo que solo ciertas personas de status económico se puede permitir, y Virginia lo puede hacer. El final del libro me confirmó los sentimientos que tenía. Igualmente, a medida que ella sentía el deseo de volver a ser ella me fue interesando mas su personaje. Con la historia de Suyīn conecté mucho más, con sus deseos de libertad y de amar y ser amada, con su anhelo a la voz y a la palabra.
Sentí que libro podría haber sido sostenido solo por Suyīn sin la imagen de Virginia. Creo que la subhistoria realmente nunca fue Suyīn sino todo lo contrario, el dolor de Virginia y su pérdida.
Eso sí, la forma de escribirte de Olalla es preciosa y hay frases que me han calado muy profundamente. Hay reflexiones interesantes sobre el dolor y la muerte; el deseo y la necesidad de vivir. Es justamente esto que rescato de la novela.
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Cuando empecé a leer 'Mañana' iba un poco a ciegas. Sabía que Olalla Castro es una poeta reconocida con distintos premios, además de compositora de letras de canciones; pero no había leído nada de ella y arranqué con su primera novela. Todo un acierto. Está cargada de lirismo, se nota que se dedica a la poesía y ofrece unas imágenes verdaderamente poderosas y atractivas. La novela tiene tres partes claramente diferenciadas. En las dos primeras conocemos alternativamente a sus dos grandes protagonistas y en la tercera, como broche final, vemos como estas dos personas llegan a unirse. Por un lado tenemos a Virginia, una profesora universitaria en Barcelona, que trata de escapar de todo después de caer en un pozo de tristeza y depresión tras la muerte de su única hija y decide viajar a China. Por el otro lado está Sùyîn, una mujer china que sufre el maltrato de su marido y que trabaja duramente en los arrozales. Sùyîn únicamente encuentra algo de consuelo, alegría y esperanza en sus amigas. Las vidas de Virginia y Sùyîn se cruzan cuando la barcelonesa viaja a una aldea de China para escapar del recuerdo de su hija y de sí misma y coincide en los arrozales trabajando con Sùyîn y el resto de mujeres que cultivan arroz. De esta manera, la autora presenta con 'Mañana' una historia que tiene como base el duelo y el dolor, pero también se centra en la incapacidad de comunicación desde una doble vertiente. La huida del idioma y las palabras por parte de Virgina por el dolor tras la pérdida de su hija decide dejar de hablar y abandonar el lenguaje a la vez que se abandona a sí misma. Por otro lado la imposibilidad de comunicarse entre las dos protagonistas al hablar idiomas completamente diferentes y el poder de las miradas, gestos y acciones para lograr hacerse entender entre ellas y hacer frente a sus respectivas heridas. También me ha gustado mucho el hecho de que la mujer sea la figura principal, casi única, de toda la novela. Más allá de las dos protagonistas, casi todos los personajes son mujeres y destaca el compañerismo, la unión y la comprensión que se produce entre todas ellas. El final me ha encantado, sin hacer ningún tipo de spoiler ni desvelar nada, solo decir que 'Mañana' encierra una promesa. El título no podría estar mejor elegido al mandar un mensaje de esperanza y optimismo: mañana habrá más y será mejor.
“Vivir es dejar que la luz irrumpa en una estancia hasta inundarlo todo, que su resplandor nos ciegue. Dejar entrar la luz hasta que el brillo se vuelva insoportable. Ahogarse entrar claridad. Morir de luz, si es que es preciso”
Simplemente MARAVILLOSO. Historia bonita a la vez que dura. Dos personajes muy bien construidos. Leer como virginia transita por el dolor y la perdida, como Suyin se refugia en las personas que son SU HOGAR fuera de las cuatro paredes en las que vive con el… desgraciado de su marido… La importancia del lenguaje, sea se la manera que sea en la que lo utilizamos… La ternura que destila cuando ambas de unen… El lenguaje y todas sus vertientes… Como una sola palabra puede marcar nuestra vida y puede hacer que seamos valientes para ir a recorrer el camino que nos puede llevar a la felicidad y, a la vez, evocarnos a la persona que nos cambió la vida.
La historia de un vínculo que nace sin lenguaje común, de un cuerpo herido que flota a la deriva y llega a la orilla de otro cuerpo, que también naufraga en el daño. Virginia, que ha renunciado al habla después de un duelo (decía Olalla en la presentación en Madrid, que "renunciar al lenguaje es renunciar a la vida"), llega a las manos de Sùyīn por la melodía de las palabras que ésta entona en el bancal donde trabajan día tras día recogiendo arroz. Dos mundos improbables los de Sùyīn y la misteriosa extranjera que confluyen en la piel y la caricia, para descubrir desde el deseo un nuevo lenguaje juntas a base de palabras sueltas del chino y el castellano, pero que empieza en sus manos. Cada una se vuelve un destello de esperanza en el camino de la otra, la chispa necesaria para propagar ese incendio que es la vida, a la que ambas necesitan regresar.
🌾Solas y luminosas. Sin la compañía siquiera del lenguaje. Entramos y dejamos afuera las palabras porque en ellas siempre habita una turba, una multitud que cabalga los nombres y solo levanta polvo tras de sí.🌾
La primera novela de Olalla está envuelta en el lirismo y las imágenes tan poderosas que caracterizan su poesía. Si ya la amabais como poeta, esta obra seguro que os gustará y, si aún no la conocíais, este libro es un gran punto de partida.
🌾Nos decimos míngtiān porque en el adiós siempre hay una muerte pequeña, un duelo diminuto que no queremos hacer. (...) Algo brilla en la palabra míngtiān. Hay una flor de cerezo dentro de ella, un ganso salvaje, un grano de arroz.🌾
Hoy termino esta delicia de lectura. Pero seguiré un tiempo en este Mañana de @olalla.castro, como quien se aferra a una promesa de lo que está por venir.
🖋️ Destaco la estructura de la novela: tres partes bien diferenciadas, con voces perfectamente moduladas. Un ejercicio literario que, intuyo, no ha sido sencillo de construir.
📖 Me quedo con la sensación de que es un libro al que volveré, como si se tratase de un texto sagrado, de esos que invitan a la relectura. Uno de sus mayores logros, creo, es la elección del lenguaje. La lectura fluye como un río, deslizándose entre campos semánticos elegidos con una exquisitez poco común.
🪶 Durante gran parte del libro temí que el final cayera en lo obvio, pero incluso en eso se nota la delicadeza de la autora. Solo unos trazos, como de caligrafía china, que nos sueltan la mano en el momento justo.
“Entender que la vida es un incendio que solo se puede propagar”.
Una novela que conecta los duelos de dos mujeres, una mujer china sufriendo por el maltrato de su marido en casa, y una mujer española superando el duelo de la muerte de su hija. Olalla nos enseña, desde una escritura muy poética y sensible, el dolor de ambos duelos, el poder de la sanacion y de la reconciliación con la vida y con una misma. Precioso🫶🏼
Mañana explora cómo la conexión entre dos mujeres (a pesar del lenguaje, o mejor dicho más allá de este) da fuerzas a ambas para afrontar sus demonios personales: el duelo, el miedo, la violencia...
Esta es la primera novela de la poeta Olalla Castro, y como suele ocurrir en casos así, hay algo en la voz narrativa de la autora que revela su particular sensibilidad y atención al lenguaje. A nivel de argumento, sin embargo, la historia no alberga grandes sorpresas. Me temo además que Castro no puede evitar una mirada un poco "exotizante", y las partes de la trama ambientadas en China rozan peligrosamente el costumbrismo.
Eso sí, el duro reflejo de la pérdida que ofrece, cómo retrata el deseo femenino y, sobre todo, sus reflexiones sobre el poder de las palabras (para nombrar, para silenciar, para crear) son conmovedoras. Es una lectura bonita en su forma, pero dolorosa en su fondo.
"He amado lo torcido que me habita y he tratado de acunarlo. No he dejado que el odio de los demás me atrapara como arenas movedizas hasta cubrir mi cuerpo, que el daño me volviese ponzoña. He vivido con miedo, sí, y he cargado con sus piedras, pero nunca he renunciado a la belleza. No he permitido jamás que se impusiera lo áspero, la zarza bajo la piel, lo perezoso. He peleado por el amor, por la risa. Esa ha sido todo el tiempo mi batalla. Y ahora, por fin, estoy venciendo"
Virginia trata de escapar de todo lo que conoce, de todo lo que le recuerda a su hija, de su familia e incluso de sí misma. Mientras tanto, Suyin, presa del maltrato y de su dura infancia, encuentra su único consuelo en sus amigas y en la nostalgia de lo que sus padres fueron. Cada una, de la manera más inesperada, encontrará su salvavidas, aquello que les recordará que existe un mañana.
En el estilo de Olalla Castro se identifica una lírica delicada y sensible a los detalles. Volvería a leerlo de nuevo.
Virginia y Suyin, dos mujeres que proceden de mundos totalmente diferentes, aprenden a construir un lenguaje propio en común para ayudarse a sanar. en este libro se habla de la pérdida, el dolor e incluso la violencia, pero también de encuentros inesperados que nos salvan la vida, de la esperanza del mañana y de la fuerza arrolladora que puede llegar a tener la ternura.
Una novela para curar heridas, trazada con las palabras justas y evocadoras de emociones difíciles de verbalizar, y que Olalla Castro, con su sensibilidad, encuentra, trenza y propulsa como los incendios que solo se pueden propagar.
«Mañana», de Olalla Castro, es una novela en tres actos con dos protagonistas femeninas llenas de cicatrices, externas e internas: Virginia y Sūyin. En la primera parte conocemos el dolor y el duelo de Virginia, una barcelonesa que se traslada a una aldea de China para vivir con su pérdida trabajando en los bancales de arroz. La segunda parte se centra en una vecina de esta aldea, Sūyin, y en su vida subyugada al peso de ser mujer, hija y esposa, roles que la marcan y la hunden en un vacío en el que ella parece no existir. La última de estas tres partes entrelaza la vida de ambas y forja una historia de sanación y descubrimiento.
Entré al libro por la autora, al ver que era profesora de Literatura Comparada en la Universidad de Granada, ya que tengo un vínculo especial tanto con su profesión como con la ciudad. La narración de Castro es fluida, construye con aplomo los pensamientos de sus personajes y aporta un realismo que endurece la historia. Sin embargo, en ocasiones cae en la reiteración de conceptos, lo que por momentos produce el efecto de que la trama no avanza.
Lo que me mantuvo firme hasta finalizar la novela fue la vinculación tan importante que hay con el lenguaje, el cual es vehicular en toda la narración. Ambas protagonistas tienen una relación personal con la palabra o la escritura; ambas manifiestan una pasión y ambas acaban, como efecto colateral de sus heridas, perdiéndola. Pasan del lenguaje a lo físico, de la escritura al dolor del cuerpo. Pero es en la última parte donde hay una conversión de lo físico hacia el lenguaje, llegando la sanación también a través de los puentes que la palabra tiende entre Virginia y Sūyin, y su promesa de que en una despedida no hay un adiós, sino un Míngtiān, un «Mañana».
Un libro en el que cuesta entrar por lo enrevesado del lenguaje y las múltiples metáforas (que son más abundantes en las partes narradas desde el punto de vista de Virginia), pero de una belleza narrativa que hace que merezca la pena leerlo. A través de la relación entre las dos protagonistas se plantean reflexiones muy interesantes sobre el lenguaje, en las que me he quedado rumiando y seguiré rumiando un tiempo... Lo que me ha pasado con este libro es que me prima demasiado la forma sobre el contenido, llegando al punto que me estaban resultando indiferente los sucesos de la historia y me he quedado más en la forma, sintiendo que ambas están mal equilibradas. Con ganas de leer poesía de Olalla porque eso tiene que ser una pasada.