Menos citados y evocados que los hoteles, los edificios, las residencias particulares poseen un encanto y una tradición nada menor en la literatura. El Dakota neoyorkino, la residencia de los Buddenbrook, en Lübeck, por qué no nuestro Palacio de los Gansos cerca del botánico. Está claro que si los hoteles cifran el mundo, los edificios son en cambio tímida y ampulosamente familiares. Porque, sabe Cross, "Las familias se forman, con hijos o sin hijos, entre personas o personas y animales―y a veces entre personas y objetos―, y ya no hay nada que hacer." Excéntrica, anacrónica y elegante novela familiar, Kavanagh es uno de esos libros que se resisten a ser clasificados; que eluden los géneros para olvidar sus aparentes seguridades, ponerlos en jaque y revitalizarlos. Kavanagh es a la vez libro de cuentos novelado, novela en relatos autónomos, su arquitectura narrativa es otro de sus aciertos y originalidades. El Kavanagh, escribe Cross, es una auténtica "máquina para vivir", y agrega, "sin pisar la calle", entonces es una torre de marfil, una celda monástica, un edificio aislado con aislados y misteriosos habitantes. Pero sobre todo, y como su demiurga, el Kavanagh es una pieza única, un ejemplo de estilo. Kavanagh es una novela familiar sí, pero si se admite, sobre todo, que antes sea una extraordinaria novela de fantasmas.
Esther Cross estudió Letras y es licenciada en Psicología. Ha publicado las novelas Crónica de alados y aprendices (1992), considerada una de las revelaciones literarias del año y La inundación (1993), ganadora del Premio Fortabat ; el volumen de relatos La divina proporción y otros cuentos (1994), algunos de los cuales han recibido importantes distinciones en el país y en el extranjero ; y, junto a Félix Della Paolera, Bioy Casares a la hora de escribir (1988, Tusquets, Ensayo 2), libro de entrevistas con el gran narrador argentino. En 1998, obtuvo la Beca Fullbright.