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Cuaderno azul

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A veces escribe su doppelgänger, otras la propia mano de Vutimski, en su Cuaderno azul: páginas del work in progress de su autorretrato palpitante, alentando, de joven poeta, que, como Casandra, anticipa su temprano fin. Urgido se retuerce en la pulsante herida abierta del vivir, y por la del crear, acuciado ¿Una sanará a la otra? ¿O se percata Александър Вутимски Aleksándar Vutimski, Sasha, de que son la misma?

Texto donde se despliega onírico el delirio, los reflejos, el desdoblamiento de Vutimski… o del muchacho azul, en cada personaje, cada lugar, en la música, la oscuridad, amores de alcohol y madrugadas, muchachos luminosos, poemas… de un: desesperado grácil baile de funambulista en la línea tensada desde la miseria, sobre la Segunda Guerra Mundial, a través de la enfermedad.

Sasha, y el muchacho azul, nos deja aquí su quiebro a la muerte, su luz azul.

132 pages, Paperback

Published January 11, 2025

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Profile Image for Francisca.
567 reviews151 followers
June 18, 2025
¿Qué es este libro? Me pregunto y os pregunto... Es la libertad andando, me digo. Es trasladar nuestros sentimientos a un lugar, un punto, un color. Aleksándar Vutimski fue un poeta búlgaro de principios del S.XX que moriría en plena II Guerra Mundial. No por batallar en esta, sino por enfermedad. Sin haberse visto casi nada suyo publicado en vida, es ahora y desde hace más de 60 años que su prosa y su poesía empieza a verse publicada, que empieza a ser trasladada a unos medios que nos son más afines, pero aún así es un autor que se halla en los márgenes, como bien dice Petar Mihailov en el epílogo.

Aquí nos hallamos ante el reflejo de su aura, su color azul y color dorado. Como vistiendo santos, Vutimski halla la manera más certera de traernos a la vida lo más abstracto, lo más proclive a no entender, pero su lirismo... ¡Qué lirismo! ¡Qué belleza! El ángel pasa azul como azul se convierte el muchacho solitario, como Sasha, como las prostitutas o los borrachos o el tabernero que van formando cuentitos, pequeños promontorios en estas cumbres en las que se halla la escritura. Vutimski quiere saberse hombre y quiere saberse poeta, y desde luego que lo hace. Con una prosa poética deslumbrante que va sinusuosamente paseando por las estrellas calles, por los ventanales que recubren los crepúsculos, atendemos a unas historias que nos son dadas para sentir en su profundo esteticismo. Hay toda una estética del color aquí, de lo sagrado y lo homoerótico y la amistad. Se busca en este libro y se encuentra en él un profundo aroma a lirios. El muchacho solitario quiere nombrar las cosas, y las nombra y las dice y no nos nombra a nosotros porque nosotros solo podemos, o intentamos, verlo. Qué es el mundo aquí sino ecos fragmentarios de una vida que se ve fragmentada entre el delirio, entre lo que queremos contar y no terminamos diciendo. Quiero pensar que Vutimski escribió este Cuaderno azul para hallarse a sí mismo, para protegerse de ese malestar que se infundía en las calles durante la guerra. Es, este cuaderno: un cuaderno sentido y para sentirlo. Además esos cianotipos de Beatriz Sánchez que recorren estas páginas. Sin duda hay azules que nacieron para ser azules. En la Wikipedia, la palabra azul quizás derive del árabe hispánico lazawárd, este del árabe lāzaward, ‘lapislázuli’, este del persa laǧvard o lažvard, y este del sánscrito rājāvarta, ‘rizo del rey’.

Estamos ante un libro que es fácil de digerir pese a que nombra los márgenes, la gente que vive en ellos, la gente que vive en las diferencias, en las cosas que se escapan de lo más normal. Cuaderno azul es un cuaderno bitácora. Una serie de fragmentos literarios que se entrecruzan por los sentires de Vutimski. Es, sin duda, todo un cielo, un crepúsculo al que miramos muy adormecidos y el cual no queremos que nunca acabe. Pero todo crepúsculo tiene su fin. Sin embargo, estas historias no lo tienen. Tienen el fin que nosotros mismos le queramos dar con nuestra interpretación. Son los intersticios hallados entre azules, entre personas, entre vestigios de aquello que miramos y no queremos mirar. Siempre, hay, un profundo hueco en el que nace todo lo deseable y lo no deseable, saber verlo como miramos el crepúsculo es saberse poeta y desde luego que el autor lo era.
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