De hija a madre, de madre a hija recoge dos de las piezas más logradas y emotivas de la obra de Carmen Martín un sueño con su madre, María Gaite Veloso, y una evocación de su hija, Marta Sánchez Martín. Ambos textos, de difícil clasificación genérica, están datados en fechas muy próximas al fallecimiento de las dos mujeres más importantes en la vida de la escritora. La aleación entre lo personal y el artefacto literario se sostiene con un particular pulso narrativo ante el temblor en estos dos textos dispersos, poco conocidos y que rescatamos en un volumen único, ya que en ellos convive en perfecta sintonía la dimensión de hija y madre, la experiencia del vínculo y la pérdida, el diario íntimo y la ficción, la realidad y el sonambulismo. «De su ventana a la mía» y «El otoño de Poughkeepsie» quizá sean los títulos más relevantes en su producción literaria de cómo la intimidad en bruto no se entiende si no se destila con el filtro del sueño o la fabulació «No se dice lo secreto, se cuenta».
Carmen Martín Gaite (Salamanca 1925-Madrid 2000) se licenció en Filosofía y Letras en la Universidad de Salamanca, donde conoció a Ignacio Aldecoa y a Agustín García Calvo. En esa universidad tuvo además su primer contacto con el teatro participando como actriz en varias obras. Se trasladó a Madrid en 1950 y se doctoró en la Universidad de Madrid con la tesis Usos amorosos del XVIII en España. Ignacio Aldecoa, cuya obra estudiaría posteriormente, la introdujo en su círculo literario, donde conoció a Josefina Aldecoa, Alfonso Sastre, Juan Benet, Medardo Fraile, Jesús Fernández Santos y Rafael Sánchez Ferlosio, con quien se casó en 1954. De esta manera se incluyó en la que sería conocida como la Generación del 55 o Generación de la Posguerra. Escribió su primer cuento, Un día de libertad, en 1953, aunque confiesa escribir desde los 8 años. Comienza su carrera literaria con El balneario obteniendo en 1955 uno de los premios literarios de mayor prestigio en España, el Café Gijón. Tres años después obtiene el Premio Nadal por su obra Entre visillos. Escribe dos obras de teatro, el monólogo A palo seco en 1957, que fue representado en 1987, y La hermana pequeña en 1959, rescatada en 1998 por el director de teatro Ángel García Moreno y estrenada el 19 de enero de 1999 en Madrid. Durante la década de los sesenta continúa cultivando la narrativa, con obras como Las ataduras (1960) o Ritmo lento (1963), pero es en los setenta cuando vemos la versatilidad de Martín Gaite. Publica sus dos ensayos sobre el proceso contra Macanaz además de su tesis, recopila su poesía en A rachas (1976), y la novela Retahílas, sale a la luz en 1974. También a esta década debemos su primera recopilación de relatos, Cuentos completos. Su faceta periodística se caracteriza por su etapa de redactora en los comienzos de Diario 16. Su matrimonio con Rafael Sánchez Ferlosio duró unos años antes de acabar en separación, en los cuales tuvieron una hija, Marta, a quien dedicó el cuento La reina de las nieves. Falleció antes que ella. Entre otros logros, Martín Gaite destaca por haber sido la primera mujer a la que se le concede el Premio Nacional de Literatura con El cuarto de atrás en 1978, y por haber ganado en 1994 el Premio Nacional de las Letras por el conjunto de su obra. Fue una de las personas más y mejor premiadas del mundo de la literatura; obtuvo el Príncipe de Asturias en 1988 compartido con el poeta gallego José Ángel Valente [1929-2000], el Premio Acebo de Honor en 1988 como reconocimiento a toda su obra, el Premio Castilla y León de las Letras en 1992, Medalla de Oro del Círculo de Bellas Artes en 1997, Pluma de Plata del Círculo de la Escritura otorgada en junio de 1999 y cuya ceremonia fue retransmitida por videoconferencia a través de Internet, algo sin precedentes, hasta aquel momento, en el mundo literario. Con su ensayo Usos amorosos de la posguerra española recibió en 1987 el Premio Anagrama de Ensayo y el Libro de Oro de los libreros españoles. Esta obra dispara sus ventas, y desde entonces las obras de Carmen Martín Gaite están siempre entre las más vendidas en España, siendo espectacular su éxito en la Feria del libro de Madrid, donde solía ser su obra de cada temporada la más vendida de la feria. Cultivó también la crítica literaria y la traducción destacando en autores como Gustave Flaubert [1821-1880], Rainer Maria Rilke [1875-1926] y Emily Brönte [1818-1848]; colaboró, asimismo, en los guiones de series para Televisión Española como Santa Teresa de Jesús (1982) y Celia (1989), serie basada en los famosos cuentos de la escritora madrileña Elena Fortún (1886-1952). Publica dos enormes éxitos de crítica y público, Lo raro es vivir en 1997 e Irse de casa en 1998, y en 1999 se publica
“(…) meterse a escribir equivale exactamente a salir a dar un paseo, así cuando esté tumbada en la hierba mirando las nubes y notando que respiro con regularidad y acordándome de los que ya no respiran, sintiéndolos conmigo dentro de mi corazón, estoy escribiendo también, más que nunca, y las nubes recogen lo que escribo.” 💚💚💚
DEP Martín Gaite, te habría encantado el nuevo disco de Amaia
Invierto tanto tiempo revisitando mis relaciones con personas que no son mi madre que tiendo a olvidarme de que es hacia ella donde verdaderamente debería dirigir mis pensamientos.
“Los pasos que nos llevan de la extrañeza a la costumbre son tan leves y furtivos que no solo no dejan huella alguna sino que incluso apagan la curiosidad por mirar hacia atrás para buscarla.”
Gracias a mi amiga Mery por recomendármelo. Qué sensibilidad tan especial y extraordinaria en la manera de percibir y sentirse en el mundo y con los demás.
Recordando a su padre y a su hija, dice: “y ahora los siento juntos, pero también conmigo, presentes en las letras de este texto que evoca su memoria, no solo porque sus caligrafías se parecieran algo entre sí y a la mía, sino por algo mucho más concreto. Estoy escribiendo con la pluma de él en un cuaderno de ella”.
“Meterse a escribir equivale exactamente a salir a dar un paseo, así cuando esté tumbada en la hierba mirando las nubes y notando que respiro con regularidad y acordándome de los que ya no respiran, sintiéndolos conmigo dentro de mi corazón, estoy escribiendo también, más que nunca, y las nubes recogen lo que escribo”.
“La suerte del oficio de escritora. La escritura fue para ella una terapia, una especie de restauración de sí misma. La madre, cuando le notaba que estaba escribiendo o barruntando una novela, le decía con humor: «Dale muchas vueltas, hija, y que te dure».”
Carmen, voy a Ny en tres semanas y solo pensaré en ti al recoger la maleta. Yo también anoto los sueños con mi madre. 💜
“¿Y crees, pobre de ti, que avanzar es seguir con la pluma en la mano?”
Una puerta al interior de la autora que nos permite acompañarla en el duelo. Tras la pérdida de alguien que ocupaba un lugar tan importante solo nos queda escribir todo lo que nos ha quedado sin decir.
"meterse a escribir equivale exactamente a salir a dar un paseo, así cuando esté tumbada en la hierba mirando las nubes y notando que respiro con regularidad y acordándome de los que ya no respiran, sintiéndolos conmigo dentro de mi corazón, estoy escribiendo también, más que nunca, y las nubes recogen lo que escribo"
lo que hacía carmen martín gaite con un papel y un boli era una cosa bárbara
Leer a Martín Gaite en París, en español, con unas ganas locas de volver a casa es como echarte la manta de flores pesada de la abuela antes de irte a dormir a tu camita, levantarte con olor a café que ha hecho mamá en la cocina, que las sábanas huelan a suavizante azul y a geranio y gritarle a tu hermano que se lave la sobaca antes de sentarse a comer a tu lado en la mesa.
"Siempre puede haber algo peor, y lo peor de todo es perder la cabeza, no vivir cada tramo de la vida, hasta los más espantosos, con la mente serena y la mirada alerta, procurando apreciar lo que se tiene, lo poco o mucho que nos queda."
Se me hace muy difícil valorar algo tan íntimo, tan especial, así que sólo enumeraré lo que más me ha resonado. La relación con su madre y las visiones por la ventana, la colección de cuadernos regalados a su hija, sus reflexiones sobre la esclavitud de escribir un diario (y eso que ella no vivió la era TikTok). En general, asomarse con delicadeza a su cotidianidad y pensamientos.
El prefacio de José Teruel también está genial, te introduce diferentes aspectos de la vida de la autora con gran facilidad y te muestra muy bien la influencia de su madre y su hija en estos dos textos. Por un momento me pregunté qué le había pasado a su hija, lo quise buscar en Google; menos mal que no lo hice, me habría perdido la preciosa manera en la que Teruel narra un episodio tan triste.
“me parecía haber entendido una cosa muy importante, que meterse a escribir equivale exactamente a salir a dar un paseo, así cuando esté tumbada en la hierba mirando las nubes y notando que respiro con regularidad y acordándome de los que ya no respiran, sintiéndolos conmigo dentro de mi corazón, estoy escribiendo también, más que nunca, y las nubes recogen lo que escribo.”
¿Qué puedo decir? Cualquier reflexión, relato, anécdota de Carmen Martín Gaite me “saben a gloria”. Además desconocía este libro y ha supuesto un descubrimiento. Lo que siempre me ocurre cuando la leo. Siempre hallo en sus líneas un camino desde su mundo particular a una peculiar cosmovisión universal. Se entremezclan vida, autobiografía, algunas de sus experiencias en América, literatura, citas, chispas de ironía, reflexión metaliteraria… y todo aderezado con su afilada mirada. No dejo de releer determinadas frases o sintagmas repletos de luz y también de mucho dolor, desencanto, amargura y deseo de aislamiento y de soledad. VENTANAS Y MUJERES: (Habla de su madre, cuando la veía mirar por la ventana) “Estaba mucho más allá, en ese más allá ilocalizable adonde precisamente ponen proa los ojos de todas las mujeres del mundo cuando miran por una ventana y la convierten en punto de embarque, en andén, en alfombra mágica desde donde se hacen invisibles para fugarse. Nadie puede enjaular los ojos de una mujer que se acerca a una ventana, ni prohibirles que surquen el mundo hasta con fines ignotos” (…) Mi madre siempre tuvo la costumbre de acercar a la ventana la camilla donde leía o cosía, y aquel punto del cuarto de estar era el ancla, era el centro de la casa. (…) ¿Cómo no iba a llegar mi madre a Nueva York en alguna de aquellas excursiones de joven ventanera, alimentada de novelas exóticas? Claro que llegaría en alguna ocasión; y ese día el que fuera, los pájaros errantes de sus ojos constituirían aquí un nido de cristal… (40 a 43) REFLEXIONES DISPARES, DIVERSAS, EMOTIVAS, PERSONALES… “ No sé para qué escribo, si odio los papeles, si lo que más querría es prenderles fuego a todos, caos proliferando sobre caos, pretensión de escapar de los escombros de la letra muerta por un PUENTE PRECARIO DE PALABRAS igualmente abocadas a morir, a clamar en desierto” (54) “Aquí en Norteamérica es bien sabido que todos LOS DISTURBIOS DEL ALMA transcurren en sordina, son un tema tabú, excepto para tratarlos en los libros o confesárselos al psiquiatra…” (61) …”la curva de mis humores”… (66) “…los americanos siempre preguntan por las tertulias, es una palabra que les fascina porque la leen mucho en los libros sobre la generación del 98 y la del 27, les cuesta entender que ahora Madrid se ha vuelto una ciudad más híbrida y revuelta donde ya no abundan las tertulias sosegadas y que hay mucho paro y mucho atraco y mucho travesti y mucho local nuevo con decoración extravagante, y que la gente de letras se disfraza de posmoderna y corre la heroína y los jóvenes pasan de todo y que ya casi nadie se apunta más que al dólar” (72) “¡Pues anda que no le han dado vueltas los estructuralistas a eso del tiempo del relato y el tiempo de la escritura y el tiempo de la lectura! Tres personas distintas y un solo Dios verdadero. Total, para sacar en consecuencia que nada, que no coinciden, verdad de Perogrullo como pocas” (76) “Mi padre le llamaba a esto “la perversidad de las cosas inanimadas”. Parece, efectivamente, como si esos objetos se escondieran a propósito para lanzarnos un reto desde su condición inanimada; nos desafían, nos quieren arrastrar a su campo mediante el engaño; el objeto contra la persona. Y como entremos en el juego nos agotan de todas todas, nos vencen, porque ni siquiera su reaparición, cuando se produce, es tanto de victoria, ni alumbra en nosotros un entusiasmo nuevo que pudiera redimirnos del tiempo perdido en la búsqueda. Ah bueno, ya ha aparecido lo que buscaba, ¿y ahora qué? ¿Estoy más animada que antes? ¿Soy más persona? Pues no, generalmente no, más bien guiñapo. (79) “Cuando no hay alegría, el alma se retira a un rincón de nuestro cuerpo y hace de él su cubil. De cuando en cuando da un aullido lastimero o enseña los dientes a las cosas que pasan. Y todas las cosas nos parece que hacen camino rendidas bajo el fardo de su destino y que ninguna tiene vigor bastante para danzar con él sobre los hombros. La vida nos ofrece un panorama de universal esclavitud…Nadie manifesta mayor vitalidad que la estrictamente necesaria para alimentar su dolor y sostener en pie su desesperación. Y además cuando no hay alegría, creemos hacer un atroz descubrimiento… Este es el descubrimiento que hacemos por medio de un microscopio: la soledad de cada cosa. Y como la gracia y la alegría y el lujo de las cosas consisten en los reflejos innumerables que las unan lanzan sobre las otras y de ellas reciben…, la sospecha de su soledad radical parece rebajar el pulso del mundo” (95)
Un breve libro que recopila dos textos intensos pero dispersos, con un estilo precioso y emotivo. Combina estilos como el diario intimo, la fabulación, la realidad, así como la experiencia personal de ser hija y madre. Siempre creyó en el fármaco de la palabra para el drama de la existencia; las metáforas y los recuerdos de su infancia son conmovedores y se relacionan con sus posteriores aficiones al collage y la escritura. Una lectura sencilla y fascinante sobre una mujer muy talentosa. "Mirar desde el interior para escaparse será el específico enfoque de la literatura escrita por mujeres." "Nunca ordenaba nada, nunca tiraba nada, nunca acababa nada." "Te iré a buscar al aeropuerto —dice—, nada me puede producir más alegría que, no solo recibirte, sino verte llegar." "Los pasos que nos llevan de la extrañeza a la costumbre son tan leves y furtivos que no solo no dejan huella alguna sino que incluso apagan la curiosidad por mirar hacia atrás para buscarla" "Eso no se puede poner en ningún cuaderno, por muy «de todo» que sea." "Cuando no hay alegría, el alma se retira a un rincón de nuestro cuerpo y hace de él su cubil" "La libertad siempre da algo de miedo cuando se ve de cerca, ¿no lo sabías?"
”(…) sin creerme mucho nada de lo que me pasa ni de lo que veo. tal vez por eso mismo necesite apuntarlo”. qué lectura más cortita, emotiva y sensible. he disfrutado mucho de esta ventana hecha libro que nos conecta con la vulnerabilidad de carmen martín gaite y nos da sabias lecciones vitales; ”siempre puede haber algo peor, y lo peor de todo es perder la cabeza, no vivir cada tramo de la vida (…) procurando apreciar lo que se tiene, lo poco o mucho que nos queda”
vivo por y para el arte de la escritura, un arte y un salvavidas a la vez, capaz de hacerte volar hasta la última página para que después puedas aterrizar siendo una persona nueva, una mejor persona - aunque la señora maria pombo no esté de acuerdo - acompañados para siempre de esos fragmentos del libro que dejan impronta.
“meterse a escribir equivale exactamente a salir a dar un paseo, así cuando esté tumbada en la hierba mirando las nubes y notando que respiro con regularidad y acordándome de los que ya no respiran, sintiéndolos conmigo dentro de mi corazón, estoy escribiendo también, más que nunca, y las nubes recogen lo que escribo”
Otra vez Gaite, otra vez la asombrosa capacidad de encontrar la belleza a través de lo cotidiano y hasta casi sin pretenderlo. La mezcla y difuminación de las diferencias estilísticas y de género presente en las dos obras produce una gran cercanía con ella y su dolor, empatizando lo que tuvo que sufrir por la ausencia de su madre y, sobre todo, de su hija. Pero también en Gaite se encuentra siempre, pese a todo, una luz; un destello de claridad y fuerza que permite reconocer como posible la esperanza:
«...y lo peor de todo es perder la cabeza, no vivir cada tramo de la vida, hasta los más espantosos, con la mente serena y la mirada alerta, procurando apreciar lo que se tiene, lo poco o mucho que nos queda»
«...así cuando esté tumbada en la hierba mirando las nubes y notando que respiro con regularidad y acordándome de los que ya no respiran, sintiéndolos conmigo dentro de mi corazón, estoy escribiendo también, más que nunca, y las nubes recogen lo que escribo»
Carmen Martín Gaite es una autora que quiero y empiezo a descubrir. Leí 'Entre visillos' hace un tiempo y en mi lista de pendientes tengo unos cuantos relatos suyos. Pertenece a una generación llena de autoras, de las que apenas he leído y que creo merecen ser reivindicadas. En este pequeño librito encontramos dos textos poco conocidos de Carmen; 'De su ventana a la mía' y 'El otoño de Poughkeepsie', dedicados a las dos mujeres de su vida, su madre y su hija respectivamente y recientemente fallecidas cuando los escribió. Es un relato íntimo que ahonda en la pérdida y el vínculo con eses dos seres tan queridos. Al mismo tiempo nos da pinceladas de uno de sus viajes a Nueva York, ciudad que visitó en varias ocasiones. Se trata de un relato muy emotivo que merece la pena ser descubierto. «No se dice lo secreto, se cuenta».
Una vez más las recomendaciones de biblio Usera siendo un diez. Que cosa tan bonita, tan frágil y tan dura. Tengo que leer más a Carmen, que manera más sincera de escribir algo tan duro y tan difícil como la muerte.
Son dos relatos breves contextualizados. La hija y la madre viviendo sin una y sin la otra, el apego y la ausencia. El relato a la madre es de una ventana a otra, esperanza, amor, nostalgia. El relato a la hija es la ausencia, pasar del tiempo, supervivencia.
Dos obritas pequeñas pero muy emotivas. La autora nos habla de su madre y de su hija, ambas fallecidas en los momentos en que escribe. Leerlo es un regalo.