A Andrea la conocí hace unos años en Barcelona. Viajó con una amiga mía poeta para un recital de poesía. De ella recuerdo su risa fácil y su manera tranquila de hacerte sentir especial. Recuerdo también que era migrante. Vivía en Estados Unidos, como su tía Beth, a quien dedica y para quien escribió este libro que abre con una nota explicativa triste, la de la historia de Beth: emigró a los Estados Unidos con un visado de promesa de matrimonio; permaneció allí cuarenta años viviendo una vida precaria y cuando no encontró más remedio volvió a Colombia con una maleta y la vida partida. Para que la memoria no se perdiera, Andrea Cote recurrió a un collage de retazos y utilizó materiales como cartas, diarios, anuncios, visitas, estudios y noticias que solo sirvieron para constatar una vida de penurias y promesas incumplidas. Un libro muy bonito y muy triste que sentí como un intento de Andrea Cote por devolverle cuarenta años a su tía. Lo leí como un regalo para Beth y para nosotros los lectores que contenía varias intenciones: una disculpa (porque las experiencias fuera de Andrea y la mía han sido distintas), una absolución, un consuelo, un reconocimiento o tal vez la sugerencia de la poesía como una nueva promesa.
Una lectura necesaria y poderosa. Este libro aborda con lucidez temas como el exilio, la migración, el retorno, el trabajo y la precarización. Cada poema deja una marca: desgarra, hiere, pero también libera. Una voz que convierte el tránsito en memoria y el dolor en palabra.
Estuve al borde de la emoción todo el tiempo durante la lectura; una pintura de la soledad del otro lado, un homenaje a una vida silenciosa y olvidada. Precioso.