Los protagonistas de esta evocadora narración son la memoria y la imaginación, que van urdiendo los recuerdos al cabo del tiempo para dar forma a una profunda realidad íntima hecha de vestigios que aguardan en un recóndito desván. La necesidad de entender quiénes somos a través de quienes nos precedieron da forma a esta envolvente novela, a medio camino entre las memorias y la elegía, que se alza como un canto. Así, la literatura de Fulgencio Argüelles desafía una vez más al silencio y al olvido que amenazan con convertir el mundo en un desierto.
Fulgencio Argüelles (Uriés, Aller, Asturias, 6 de enero de 1955) es un destacado escritor y psicólogo español cuya obra literaria, profundamente enraizada en su Asturias natal, combina una prosa evocadora con un agudo retrato de la psicología humana y la memoria colectiva. Su trayectoria, marcada por una sólida formación académica y un compromiso con la literatura, lo ha consolidado como una voz singular en el panorama literario español, con reconocimientos que incluyen prestigiosos premios como el Azorín, el Café Gijón y el Principado de Asturias.
Nacido en una pequeña aldea asturiana, Argüelles se trasladó en su infancia a Cenera (Mieres), un lugar que impregnaría su obra con su atmósfera rural y su historia minera. Estudió Psicología en las universidades de Comillas y Complutense de Madrid, especializándose en psicología del trabajo y de las organizaciones. Esta formación influye en su literatura, donde los personajes suelen estar delineados con una profundidad psicológica que revela las complejidades de sus motivaciones y conflictos. Tras una larga estancia en Tres Cantos, Madrid, regresó en 1997 a Cenera, un retorno que reforzó su conexión con Asturias y enriqueció su escritura con un sentido de pertenencia y nostalgia.
Antes de debutar como novelista, Argüelles se distinguió en el ámbito de los relatos cortos, ganando diversos premios tanto en castellano (Aller, Guardo, Internacional de Meres) como en asturiano (Carreño, Lena, Bilordios de Pinón). Su primera novela, Letanías de lluvia (1993), le valió el Premio Azorín en 1992, marcando el inicio de una carrera prolífica. A esta le siguieron obras como Los clamores de la tierra (1996), una crónica histórica del reinado de Ramiro I; Recuerdos de algún vivir (2000), galardonada con el Premio Principado de Asturias; y El palacio azul de los ingenieros belgas (2003), que obtuvo el Premio Café Gijón y el Premio de la Crítica de la Asociación de Escritores de Asturias. Esta última novela, ambientada en la Asturias de principios del siglo XX, es especialmente celebrada por su capacidad para entrelazar la historia regional con una narrativa universal sobre el amor, la memoria y la resistencia al rencor.
Argüelles ha explorado también el relato corto en obras como Del color de la nada (1998) y Seronda (2004), este último en asturiano y en colaboración con el pintor Jorge Enrique Maojo. Su contribución a la antología Cuentos de fútbol (1995), con el relato “Cuando los balones se volvieron invisibles”, lo situó junto a autores de renombre como Benedetti, Delibes y Javier Marías. Entre sus novelas más recientes destacan A la sombra de los abedules (2011), No encuentro mi cara en el espejo (2014), El otoño de la casa de los sauces (2015) y Noches de luna rota, todas publicadas por Acantilado, editorial que ha respaldado gran parte de su obra.
Además de su labor como escritor, Argüelles es un activo articulista y crítico literario, colaborando regularmente en el diario El Comercio con su sección “Libros de siempre jamás”, donde reflexiona sobre obras clásicas y contemporáneas. En 2013, recibió el Premio de la Crítica de la AEA por sus artículos literarios. También ha incursionado en la política local, desempeñándose como concejal del Grupo Socialista en el Ayuntamiento de Mieres, lo que refleja su compromiso con la comunidad asturiana.
La literatura de Argüelles se caracteriza por una prosa sensorial y cuidada, que evoca los paisajes y las luchas de Asturias, desde la revolución obrera de 1934 hasta la represión franquista, como se aprecia en Noches de luna rota, donde el pueblo ficticio de Peñafonte se convierte en un microcosmos de la España del siglo XX. Sus historias, comparadas con las de Rulfo, García Márquez o Cela, transforman lo local en universal, abordando temas como la memoria, la identidad y la resiliencia. En palabras del propio autor, la literatura nace de la necesidad humana de contar y
“Le pregunté a mi padre, estás bien, eso le pregunté, era la primera vez que le preguntaba a mi padre si estaba bien, me di cuenta de que nunca antes se lo había preguntado y sentí que con aquella pregunta me despedía definitivamente de la infancia…”
Esta ha sido para mí una novela que me ha mantenido muy interesada en momentos determinados, y en otros he desconectado por la repetición de ciertos temas. Realmente me ha interesado mucho el concepto y como ésta enfocada sobre todo por esa narración en primera persona, la de un niño que evoca su infancia y su entrada en la adolescencia a la sombra de un padre que lo es todo, figura que se yergue como un árbol alto y firme, un padre que es además una enciclopedia andante y que saciará la curiosidad por la vida de su hijo. Lo admirable surge cómo el autor nos narrará esa figura paterna a los ojos de un hijo que va creciendo y construyendo su propia identidad. “Porque él me había hecho creer que era el hombre más sabio de la tierra y ahora se dejaba caer en el andén solo para decirme adiós. Por qué él me alejaba de su lado para enviarme a un lugar en el que me sentía solo y desorientado.” La figura mítica que es como una fortaleza, se irá convirtiendo en una figura vulnerable y frágil cuando este niño va creciendo y entiendo los misterios de la vida. El talento de Fulgencio Argüelles está en, a través de su prosa poética, evocar todos esos recuerdos de infancia pero claro, ¿qué es la memoria sino unos recuerdos que se van modificando cuánto más los evocamos? Lo que recordamos mucho, y recurrentemente a lo largo de una vida porque suponen un referente (la figura de este padre), se acaba distorsionando y va deviniendo en fantasía o imaginación. De la misma forma que cuando imaginamos mucho a lo largo de nuestra vida, esta fantasía imaginaria se metamorfosea en recuerdo, así que esta es una novela en la que la figura central, la del padre, irá cambiando a medida que el niño va entendiendo la vida.
"No sé si es posible distinguir entre imaginación y memoria. La memoria habita en el universo de la fantasía, porque necesita las herramientas de la imaginación para enfrentarse al paso arrollador del tiempo, no quiere quedar disuelta, tampoco convertirse en piedra, y necesita la blandura y la luz de las imágenes creadas para no chocar con la dura y oscura realidad."
La narración de esta novela está presentada en primera persona desde la perspectiva de un niño que se asoma al mundo de la mano de un padre siempre presente, y a través de él, este niño sin nombre, narrará no solo lo que ocurre sino lo que significa para él, desgranando los significados de una vida que se va presentando como misteriosa, pero a medida que se va haciendo adulto, entiende que casi todo tiene una base real. El narrador no solo reconstruye su infancia, sino que le da sentido a través de la figura de su padre y de ese desván dónde una vez descubre que este padre tiene un pasado, treinta y dos matriculas de honor y que sin embargo acabó trabajando en la mina. En esta novela no habrá nombres de personas ni nombres de lugares, ni siquiera fechas, aunque por la información que se nos va proporcionado, sabremos situarla en el tiempo, es una forma de dotar la novela de universalidad: “En la intertidumbre y la duda nacen estas descripciones. Por eso no puede haber nombres de personas ni de lugares. No sería justo que los hubiera. Se trata de una forma de existir tal vez generalizada, una manera de ser en un tiempo que estaba a punto de concluir.” El desván, además, de dónde este niño desentierra la información sobre su padre, es un tema recurrente en literatura como una metáfora de la memoria, de los recuerdos. No sé mucho más sobre Fulgencio Argüelles pero entiendo que hay un mucho de autoficción aquí, autoficción e imaginación, que pueden metamorfosearse en un mismo concepto.
"Mi padre tenía más secretos que mi madre. Había una parte de él que siempre permanecía fuera de nuestro alcance. A veces aparecía demacrado y ojeroso, agotado por tantas horas de simulación, como un actor que que hubiera tenido que representar varias veces seguidas la misma obra. Detrás de su presencia alegre había una reserva infranqueable."
[…]
"Mi padre sufría de vez en cuando problemas de identidad, porque sentía que el azar l o había empujado a una vida equivocada. O tal vez 8intuía que no todo era culpa del azar, ya que él también había tomado decisiones.”
Esta ha sido mi primera aproximación a Fulgencio Argüelles, aunque y sin pensarlo, he optado por leer su última novela, recién editada este año, en vez de comenzar por “El palacio azul de los ingenieros belgas”, que es la que pensaba leer. Este palacio azul de los ingenieros belgas es un lugar recurrente en El desván de las musas dormidas, hay referencias a los ingenieros belgas y a este palacio azul, así que estoy casi segura de que la acabaré leyendo próximamente. Realmente y aunque esta novela me ha gustado mucho y hay momentos en los que no tienes más remedio que sentirte identificada, momentos muy cercanos, también confieso que hay otros momentos que me han hecho dispersarme un poco y justo son los momentos en los que el narrador se aleja de la figura del padre, son estos momentos, entiendo, en que para mí la novela baja un par de niveles. “Para mi padre cada día era como un puñal que alguien le lanzara desde el futuro y que él intentaba esquivar a base de aplazamientos encubiertos y de indulgencias falsas.” Los recuerdos del narrador se convierten llegado un punto en algo repetitivos (la parte del internado) y se alargan demasiado, pero así y todo, el estilo de Argüelles es muy evocador, sobre todo a la hora de dotar de identidad no solo al padre, sino a través de él, al hijo. Cuánto más me gusta esta novela es cuando se convierte en una meditación en torno a la figura del padre, que va desde lo mítico de su primera infancia hasta que es consciente de su fragilidad, y es aquí dónde el paraíso de la infancia se difumina, y solo podremos agarrarnos a los recuerdos. El niño de la portada del libro será Fulgencio y este texto el homenaje a su padre
"Hay una larga distancia entre lo que sucede y el recuerdo que tienes de ello, porque cada vez que ha sido recordado ha sido reconstruido, agrandado o disminuido, fortalecido o empequeñecido, cargado de adornos extraordinarios o desvestido, aunque si, finalmente, queda registrado en la memoria es porque nos pertenece."
Hay historias que contadas de manera precisa calan hondo y El desván de las musas dormidas, es un ejemplo.
A través de sus páginas el protagonista nos lleva en sus recuerdos a conocer cómo fue su niñez, vivida en un pueblo en el cual la minería era la principal actividad económica, un tiempo en el que los niños jugaban en las calles y todos los vecinos con sus más y sus menos se conocían, apoyaban y soportaban.
Todos sus recuerdos estan muy unidos a la admiración que sentía por su padre un hombre muy culto que fomentó en su hijo el estudio de las palabras
Es curioso que en ningún momento sabremos los nombres de los personajes y no por ello perderemos de conocer a todo un pueblo
Un libro lleno de momentos guardados en la memoria que vale la pena descubrir
La protagonista de esta historia es la memoria, aquello que recordamos, incluso aquello que inventamos para rellenar los huecos de aquello que nos falta. Antes de nada, me gustaría advertir que este libro no sigue una historia lineal sobre algunos personajes, con sus nudos y desenlaces de forma ordenada y coherente. Este es un libro que cuenta momentos y relatos de un pueblo y, en especial, de la vida del protagonistas y de su padre. No sigue un orden, a veces cuenta historias de otras personas, incluso de animales y es bastante caótico. Dicho esto:
Puntos fuertes
—Tiene unas frases demoledoras y unas situaciones que llenan muchísimo. —Si te lo tomas con calma, puede llegar a emocionarte.
Puntos débiles
—Aquí hay cientos de personas, sino miles, y ninguna tiene nombre. Así que ármate de paciencia y si no tienes buena memoria, no te lo recomiendo porque te vas a perder muchísimo.
Ambientada en el mundo rural de Asturias en plena posguerra, el autor hará vivir una historia narrada por los recuerdos de un niño. Este, a través de sus recuerdos nos contará su infancia, su adolescencia. Conoceremos cómo era la vida de la gente que vivía en estos pueblos con escasos recursos. El autor hace mucho hincapié en lo importante que es el padre de este niño. Un minero que también ejerce de profesor clandestino en el desván de su casa.
Algo que me ha resultado curioso es la ausencia de nombres, tanto de los personajes como de las ubicaciones. Pero creo que ayuda para centrarse más en la historia, a prestar atención a la importancia que el autor da del conociemiento a lo largo de la historia.
El autor utiliza un vocabulario muy rico y muy cuidado, su pluma es poética y a pesar de no ser ligera no es nada densa. El ritmo de la historia es pausado, es una novela para disfrutar poco a poco y sin prisas.
Quizás el único punto negativo que le pondría (esto es algo personal), es la forma en la que está estructurada. Nos vamos a encontrar una historia dividida en tres partes, hasta ahí todo correcto. El problema, por lo menos para mí, es que en cada una de estas partes no existen ni capítulos ni diálogos, ya que estos están integrados en la narración. Por este motivo se me ha hecho un poco pesada su lectura.
Para mí ha sido un placer enorme leer a Fulgencio, por varias razones, soy Asturiana, así que la mayoría de las cosas que narra las he oído o vivido ya que me crie en un pueblo, con huerta, ganado y leche fresquita.
Narrado en primera persona, es la visión de un niño sobre la guerra en un pueblo cerca de Covadonga, el autor no da nombres de sitios ni lugares ni de personajes, pero como yo ya he dicho para mí ha sido fácil de descifrar, ¿una virgen en una cueva? Aquí pocas…
Un niño curioso sobre el mundo con un padre con trastornos mentales al que tiene idealizado, pues es muy listo, pero acaba de minero, como casi todos aquí es esa época. Porque aquí el que no estudia o “no era válido “o afín al régimen, tenía que sumirse en las profundidades de la tierra y acabar casi siempre sepultado o con la famosa enfermedad del polvo. Y las mujeres, como siempre, ya digo también es cuestión de contexto histórico, infravaloradas y cargadas con el duro trabajo no solo de la casa, los niños y el marido. Sino de la huerta, el ganado, a veces, de traficantes de estraperlo…
Algún “privilegiado”, por llamarlo de alguna forma, si tenia alguna enfermedad como la polio o alguna “tara”, se libraba de ir a la mili, pero luego sus vidas podían ser mejores o peores, acabar mendigando o con un molino y ser de los pocos que podían permitirse leer en la época.
Habla de las costumbres asturianas, de un lugar donde todos se conocen, del miedo, de la soledad, de las figuras de poder de la época y de lealtad al caudillo.
En realidad, es la visión de un niño de la guerra, del hambre, de los roles de mujer y marido, ciertamente es una crítica hacia la injusticia, la pérdida de identidad, la dictadura, la diferencia entre clases y muchas cosas más. Este libro esta plagado de palabras nuevas y desconocidas hasta para mí. De hecho, nuestro protagonista, era introvertido y siempre guardaba un cuaderno donde apuntaba todas las palabras que aprendía, que eran muchas porque su padre tenía 32 matrículas de honor…
En conclusión, podría pasarme la vida hablando de la terrina, de los bailes, de los hórreos, porque toda persona que ama su lugar de nacimiento lo haría, pero me limitare a decir que es una lectura para disfrutarla a fuego lento, como una película de Nolan, que puede resultar algo complicada por vocabulario típico, pero que te hará descubrir nuevos horizontes, de hecho, el autor habla desde el cariño y desde el recuerdo de una infancia perdida con guiños a su anterior libro que prometo leer. El desván de las musas dormidas se refiere por tanto a aquellos recuerdos que añoramos y a veces olvidamos de la niñez, pero luego nos condicionaran toda nuestra existencia.
Espero que todos recordemos a nuestras musas y no las dejemos en el olvido. Y si os pasáis por Asturias aquí tenéis una casa y una persona que os hará un free tour y os llevará a comer cachopo hasta hartaros o tortos si sois veganos jajajaja
Por favor que maravilla de libro. De los que te marcan y dejan huella. Una historia de postguerra contada con amor, mucho amor con un lenguaje exquisito donde nada sobra ni nada falta. Siempre recordaré las 32 matrículas y las ansias de volar con las alas rotas. Sin duda de los mejores del año!
Un hombre rememora su infancia y adolescencia en un pueblo de los valles mineros de Asturias. Escrito con un lenguaje rico y preciosista, transmite ternura, lucidez y agradecimiento a los que le criaron, con su padre como figura central. Muy muy bonito.