Una carta de amor a la diversidad lingüística de nuestro país.
En los años del franquismo, en una parroquia asturiana, el maestro, castellanohablante, enseña las vocales a sus alumnos. En la pizarra, dibuja al lado de un abanico una a: «es la a de…». Todos gritan al uní «¡a d'abanicu!». Del abanico al abanicu, el pecado parece menor. Al llegar la siguiente vocal, la e emerge junto a un erizo en la pizarra. Y cuando el maestro «es la e de…», todos «¡ye la e de curcuspín!». Y es que los erizos normativos, por mucho que ocupen pizarras y documentos oficiales, son pocos en comparación con los curcuspines y su asamblea de nombres.
Sorprende que las lenguas del Estado despierten interés fuera de sus territorios, más aún desde el mismo centro. Sin embargo, ¿cómo no va a aprender asturianu o català alguien que, como Mario Obrero, pisa a diario las calles cada vez más políglotas de una ciudad como Getafe? Dice el autor que «la herencia de los pobres son las palabras». Reivindiquémoslas, entonces, en todas sus formas; porque frente a unos marcos cada vez más estrechos y limitados necesitamos palabras, entes silábicos que nos hagan algo más sencilla y esperanzada la tarea de pensar el futuro.
Con e de curcuspín es un canto de amor a las lenguas que conforman una realidad plurilingüe y al galego, al aragonés, al català, al aranés, al asturianu, al estremeñu, al euskara…; a todas esas lenguas y literaturas minorizadas que hay que tener en cuenta no solo por las maravillosas obras que han dado y dan, sino por su admirable tenacidad por existir.
Las minorías, en su conjunto, son mayoritarias y universales; y en un mundo erigido sobre un feudo monolingüe, buscar el curcuspín se convierte en una necesidad.
odm un lletradelulu de Getafe de 23 anys ha escrit unes cartes molt boniques a totes les llengües que hi ha a l'estat espanyol!! el que més m'ha frapat és que conegui TAN bé les literatures de tantíssimes llengües minoritzades. mai em pensava que acabaria estanejant un neulet de la comunitat de madrid lol
si ets parlant d'una llengua minoritzada, la gran majoria de reflexions d'aquest llibre no et semblaran cap titular d'última hora del 3/24, però sense ànims de fer un truc a la bella hadid i alimentar-nos de molletes, sí que entendreix que un parlant originalment monolingüe de castellà te deixi amb la boca tan badada que has de trucar el racc perquè te reculli la mandíbula amb tot el que sap i estima de llengües i literatures minoritzades!!!
diré, sense cap flaire oculta de fricandó, que és un llibre que s'hauria de fer llegir al jovent de tot l'estat espanyol i, sobretot, a casa nostra hauríem d'encomanar-lo com una mala cosa.
també he de dir que MOLT bé aquest xaiet per relacionar la intel·ligibilitat entre llengües i la intel·ligibilitat intralingüística: per què un espanyol ha de fer veure que entén que és una prima de riesgo i no un cafè amb llet?
ARA bé!!! hi ha hagut coses del llibre que a mi m'han fet arrufar el trussy. en primer lloc, tot aquest liricisme al voltant de l'etimologia se m'ha acabat fent súper carregós, per molt bona intenció que tingui. tot aquest flâneurisme exaltat dels equívocs etimològics té una lectura força pueril que no em sembla que faci cap favor a una persona tan intel·ligent i sensible com l'autor. és tota l'estona com, nose: «te amo es mas puro que te quiero porque no es posesivo» i altres coses que haurien guanyat accèssits a tumblr al 2014.
tota aquesta carrincloneria digna d'ideari dels comuns també deriva en una certa folclorització (per exemple, quan relaciona estretament l'asturià amb la mineria, com si l'asturià fos una llengua estrictament contemporània) que pffff no sé, fa pensar que a banda de poeta, aquest xiquet faria un molt bon guionista d'el ministerio del tiempo i escriuria un capítol en què l'andrés velencoso hauria anat a buscar van gogh després que se tallés l'orella i el portaria al 2004 a veure l'amaia montero cantant detrás el tiempo me instalé i l'andrés velencoso li dirie: «ho veus?? has guanyat!! tu vas perdre una orella però espanya ha guanyat una veu💌»
d'acord que poesia i llengua guarden un vincle indestriable, però enfrontar-les requereix una habilitat que ha tingut MOLT poca gent, com maria mercè marçal, paul celan o carles riba
i finalment no és per ser la més alçadi de la plaça, però si fas una carta a les llengües minoritzades, les enalteixes i critiques el monolingüisme de l'estat espanyol, cal una crítica molt més forta a nivell polític, econòmic i social, sinó tot plegat queda molt de campanya política de la yolanda diaz dient que vol que la seua filla llegeixi la irene solà en català lol
pd. a la carta al català hi parla no krissejadament de la paraula que comença per X i no em refereixo a la xori de la meushkaa
Estimat Mario, No sé si ets un geni o un miracle, i en el fons m’és igual, perquè el més important és que estàs aquí, escrivint. No escribiendo porque haya que escribir, sino escribiendo como quien se está salvando. Y también, un poco, “como quien quier salvanos a los demás” (como quien quiere salvarnos a los demás).
La paraula “geni” a vegades sona a estàtua freda, a marbre de bust ilustre en una biblioteca municipal, pero contigo no. Contigo, la palabra genio adopta ese otro significado, ese carácter semántico que no necesita gritar para que se le escuche desde la otra punta del país. “Zeren eta izugarrizko izaera eduki behar da zuk bezala idazteko “ (Porque hay que tener mucho, muchísimo carácter para escribir como tú lo haces): sin miedo a decir, sin miedo a desear.
Y sí, desear. Esa palabra que en algunos idiomas lleva un sí escondido dentro. Como si en desear ya estuviera el permiso para hacerlo. Tú lo haces: deseas, escribes, nombras. Y en eso de nombrar está todo. Porque cuando se deja de nombrar algo, ese algo se encoge. Se arruga. Desaparece. Por eso es tan importante tu manera de hablar de la lengua —de las lenguas— como si fueran seres vivos, delicados, preciosos, rotos. “Como se fosen persoas ás que se quere coidar”. (Como si fueran personas a las que se quiere cuidar)
Vivim en un país que prefereix la queixa a l’atenció. Un país donde se pueden hablar siete lenguas pero se decide discutir solo en una. Una que se impone, que coloniza, que arrasa. Y lo peor no es eso. Lo peor es que encima nos creemos que no pasa nada. Que con el castellano basta. Como si tener un idioma fuera suficiente para explicarlo todo. Como si no se nos estuvieran cayendo las palabras por las grietas del olvido.
Però tu, Mario, madrileny que parles com si fossis del món sencer, saps que no. Que cada idioma que aprenem és una manera nova de mirar les flors, “d'entender les aves” (de entender las aves), isiltasunak izendatzeko (para nombrar los silencios). Que cada palabra es una posibilidad. Que cada acento es un refugio. Que no se trata de utilidad ni de mercado, sino de memoria. De dignidad. De resistencia.
El idioma, decías, viene de "lo propio". Pero cuando se habla, ya no es solo tuyo. Se vuelve casa para otros. Se vuelve huésped. Qué bonita esa palabra: huésped. El que aloja y el que es alojado. Como si todos fuéramos, de algún modo, invitados de paso en lenguas que nos preceden. Llengües que són abans que nosaltres i que, si no fem res, deixaran de ser.
Y sí, clar, el de sempre: l’anglès, el que és estranger, el que sona modern. El menú en brunch i el adiós al mosto. Però a tu no et dona vergonya aprendre asturianu. O euskera. O aranés. “Porque sabes que hai xestos que nun se pueden traducir”. (Porque sabes que hay gestos que no se pueden traducir) Que hay “hitzak” (palabras) que solo existen en un rincón del mundo, i que quan aquestes paraules desapareixen, també desapareix aquest racó. Decía Durrell que el idioma crea el carácter nacional. Y qué miedo me da eso. Porque si es verdad, estamos vendiendo nuestro carácter, nuestro genio, barato. Lo estamos cambiando por un algoritmo. Por un “hola” que se diga igual en todos lados. Ni adéu, ni adeus, ni Agur. Lo estamos cambiando por una identidad que no dice nada. Porque el olvido es también una forma de violencia. Porque la globalización, cuando pasa por la lengua, también deja huérfanos.
En un momento en el que el cambio climático, la igualdad y el futuro laboral centran nuestras discusiones y debates políticos, quizá la conversación más urgente sea aquella que apenas hemos empezados: la del idioma. La riquesa del nostre país no resideix únicamente en els seus recursos materials o en el seu poder econòmic, sino también en su capacidad de mantener y proteger su esencia. Y nuestra esencia, en gran medida, está tejida en la diversidad de unas lenguas que hemos dado por sentadas, como si fueran inmutables, creyendo que no necesitarían protección porque “siempre iban a estar ahí”. Pero ahora, mientras esas lenguas se desvanecen bajo el peso de la globalización y uniformidad, ahora que vemos que eso es insuficiente, puede que en un futuro no tan lejano tengamos que lamentar su pérdida, y con ella, la pérdida de nuestra identidad colectiva.
I aleshores apareixes tu, Mario, escrivint com qui tira pedres a les finestres del silenci. Y das en el clavo. Porque no hay tanta diferencia entre pedir limosna, casarse por lo civil o hablar tu lengua si todo te lleva al mismo sitio: el olvido.
Potser no ens salvi un madrileny, dius. Però si aquest madrileny escriu com tu, si es preocupa com tu, si es planta davant el món amb un poema entre les dents, llavors potser, tan sols potser, hi hagi esperança.
Gracias por las cartas. “Amorruagatik” (Por la rabia). Por la ternura. Por no pedir permiso. Eskerrik asko, gràcies, gracias, Mario, per recordar-nos que cada paraula que diem pot ser un petit acte de revolució.
Qué respeto de escritura, qué temperatura tan reconfortante, qué ternura cada una de sus partes y qué recomendación para conocer un poco esta tierra, nuestra tierra, la tierra de todos. Un libro que recomendaría siempre y que he disfrutado como una ducha caliente después de un día de tormenta.
Les que el llegim des d'aquesta banda de l'opressió lingüística potser no hi trobem res de nou, però és d'agrair que algú d'una zona monolingüe de l'Estat (Getafe) s'interesse per la resta de llengües i ho faça amb tanta cura i respecte. També s'agraeix (i això era un temor que tenia abans de llegir-lo) que l'argument de la riquesa de les llengües de l'Estat no s'utilitze per a justificar o engrandir un projecte nacionalista espanyol, sinó que les cartes a cada llengua semblen originar-se en un amor genuí cap a aquestes que no sorgeix de la voluntat de dictar què han de ser ni de cap ànsia impositiva (ans al contrari, l'autor mostra una gran sensibilitat pel que fa a aquestes qüestions).
Es nota que Obrero és poeta, perquè el seu estil és certament ric, i de vegades arriba a ser un poc embafós, especialment quan força etimologies i coincidències entre unes llengües i altres, tot i que queda clar que són llicències que s'agafa i en cap moment ho fa passar per afirmacions rigoroses. La inclusió d'algunes llengües com l'aranés o l'extremeny sembla respondre a una pulsió completista i una voluntat de no voler deixar ningú de banda que entenc i compartisc, però les cartes que dedica a aquestes llengües queden un poc deslluïdes en comparació amb les altres.
I wish I had liked this book more than I did. Perhaps the author’s hype rushed something to the printing press that ought to have been given more time to develop—or at least thought through more carefully. I admit that the challenge of writing this book was no easy task, and the effort deserves recognition. It’s not a book that has failed—at least not entirely—but the story behind the title, that “F from Hedgehoe”, and its beautiful cover, are more promising than the final result.
So the author (as it happens, a friend's friend) is a great guy who, after a series of life events —plus a healthy dose of nerdism— began learning several minoritised languages in Spain. But he seems, I suppose, to feel quite isolated, as he lives in Madrid, where resistance to linguistic diversity is rampant. To make his case —to explain himself to family, friends, and neighbours— and to present his experience as a personal attempt at social reconciliation in a deeply polarised society, he traces his long sentimental journey from language to language, blending poetry, a few charming anecdotes, and some linguistic curiosities.
And yet, the result is somewhat predictable —except, perhaps, for the choice of names given to the poetic voices. Those poetry breaks reminded me of the musical interludes in Marx Brothers films: understandable, but not strictly necessary. As for the names themselves, this was surely one of the most intelligent choices in the book, as they read more like a tribute to dear friendships than any attempt at poetic canon-building —which is quite refreshing.
Regarding the more linguistic aspects of the book, the content may be a little superficial. Perhaps he didn’t consult the right sources, or failed to find the right balance between page count and relevance. In any case, I would have challenged many of his conclusions about the Galician language—the only subject on which I have some knowledge.
As a Galician speaker, I can’t help but applaud the author for his willingness to shed light on a controversial, often hidden reality for an audience that might prefer to ignore it, and for his commitment to a fairer society. However, I believe his view of linguistic diversity remains too closely tied to borders and territories. I understand that certain languages are mainly spoken in specific regions, and that the structure of the book reflects the geography of his travels. Yet again, speakers of Tamazight, Romanian, Wolof, English, Dariya or Italian are left in the shadows. From a writer who identifies with the political left, I would have expected more attention to migrants and their languages —but perhaps that was unfair and too much to ask.
El libro es una oda a las lenguas de la península hecha a partir de anéctodas, tanto personales como de momentos históricos decisivos, y de referencias literarias. La premisa del libro es sencilla, pero a veces pasa desapercibida: abrazar desde la curiosidad aquello que por desconocimiento (y en muchas ocasiones, ignorancia) se tiene por enemigo o por amenaza. Es un canto a la curiosidad de aprender de lo que nos rodea, de interesarse. En ocasiones los recursos que emplea, como, por ejemplo, crear falsas etimologías o coincidencias entre palabras de las lenguas a las que se le escribe, se hace un poco repetitivo y, en ocasiones, excesivamente fantasioso. Ocurre lo mismo cuando estás coincidencias dan lugar a una serie de reflexiones un tanto delussional, por llamarlo de alguna manera, así como excesivamente idílicas. La idealización de las lenguas y de sus hablantes roza casi lo excesivo. Con todo, recomiendo leerlo poco a poco. Sobre todo, me gusta la curiosidad que muestra Mario, la veo tan perdida últimamente.
Un libro que rebosa ternura, curiosidad, asombro y amor a nuestro país a través de su diversidad y sus lenguas. Siempre he pensado que en el colegio deberíamos tener una asignatura que se llamase "lenguas del país", a falta de que esa utopía entre en el sistema educativo, me conformaría con que este libro fuese de lectura casi obligatoria (digo casi, porque Mario no es impositivo, siempre propositivo).
Con excelentes referencias poéticas y etimológicas, el libro de Mario Obrero muestra la belleza de las lenguas del Estado, hace apreciar su diversidad, demuestra su capacidad de resistencia e, incluso, anima a aprender algo de català, euskara, galego, asturianu, aragonés, extremeñu y aranés. Un estupendo ensayo, de lectura muy recomendable en estos días.
increible que un joven de 22 años pueda escribir esto, así y siendo de Madrid. Gracias Mario...
"Agradeces a todas las personas que te han abierto su lengua cuando tú fallabas, los labios que te han enseñado las formas irregulares del discurso. Agradeces a tus padres, monolingües y madrileños, que ahora dan las gràcies o piden un café con leite.
Nos pasamos la vida mirando más lo que tenemos lejos que lo que está al lado. En este libro Mario invita no solo a fijarnos, sino a aprender a amar sin miedo lo que desconocemos.
Es un libro que da mucho gusto leer, plagado de reflexiones, citas y anécdotas enriquecedoras.
Me quedo con varías frases como estas: "Una lengua no muere, se la mata" "El peor enemigo de un idioma es el silencio".
"Con e de curcuspín", de Mario Obrero (22 años), me ha maravillado. Es un homenaje poético a las lenguas que resisten, pero también una crítica mordaz a quienes han querido —y quieren— enterrarlas desde el poder. Con ironía, ternura y lucidez, Obrero escribe con una madurez que desarma.