Una reflexión sobre la madurez, el paso del tiempo y la búsqueda de la identidad
Con una prosa y un estilo crudos, Íñigo Sota aborda en 'Luces cegadoras' el paso del tiempo y la búsqueda de las identidades a través de una estructura innovadora que recuerda al teatro de Mart Crowley, 'Los chicos de la banda'.
Octubre de 2019 en la ciudad de las luces cegadoras. Hernán acude al tanatorio de la capital de provincias en la que vive para encontrarse con Leo, su primer gran amor, cuyo padre acaba de fallecer. Mantuvieron una relación breve en 2002, poco antes de que Leo se marchara, y no se han visto desde entonces. El reencuentro les sabe a poco, y ambos se citan unos días más tarde para tomar un café, recordar quiénes fueron y entender quiénes son.
Lo que al principio comienza como una conversación banal, pronto se convierte en un viaje al pasado cargado de reproches. Ambos se miran por fin a los ojos como adultos: Leo, un padre de familia que no ha sabido ser quien realmente es; Hernán, un hombre que sigue arrastrando los efectos de un trauma previo a su relación con Leo. Ninguno de ellos sabe hasta qué punto esa cita va a suponer un antes y un después en sus vidas.
«Yo te abrazo, cierro los ojos y nos veo a los dos desde fuera, desde la ventanilla de ese avión, con una canción de U2 sonando a todo volumen, de fondo».
Íñigo Sota (Pamplona, 1983) es periodista y sociólogo. Ha publicado las novelas 'Las distancias cortas' (Cocó, 2008) y 'El sueño más profundo' (Niña Loba, 2019). Dos de sus cuentos resultaron finalistas en el II Concurso de Relato Negro Fiat Lux y en el I Certamen de Relato GrupLobher. En 2010 fue galardonado con el XXIV Premio Francisco Ynduráin para Escritores Jóvenes. También es autor de teatro y guiones cinematográficos. En 2015 se doctoró con una investigación sobre la cineasta estadounidense Sofia Coppola.
Una novela que juega con la nostalgia de una relación pasada. Juventud vs madurez. Las segundas oportunidades y el “y si” de las decisiones que nunca se tomaron. Es una historia dura que representa perfectamente el amor gay en un tiempo en el que no todo era tan fácil. Me tuvo tan enganchado que la devoré.
Luces Cegadoras me atrapó desde las primeras páginas. Es una lectura rápida pero profundamente emocional, que me hizo revivir sensaciones muy personales. La historia de Hernán y su reencuentro con Leo, un viejo amor que dejó heridas profundas, me tocó en lo más íntimo. Sentí el dolor de Hernán como propio, ese que aparece cuando recordamos relaciones que nos marcaron, especialmente en momentos de la vida en los que no sabíamos cómo manejar tanta emoción.
Íñigo Sota logra retratar con mucha sensibilidad lo complejo del amor, de los recuerdos que pesan, de los vínculos desiguales. Leo, con su narcisismo y falta de empatía, representa a esa persona que muchos hemos tenido cerca alguna vez. Pero el libro no se queda en el dolor: habla también de la posibilidad de sanar, de mirarse de frente, de entender que a veces hay que volver al pasado para poder soltarlo.
Me gustó especialmente cómo se abordan temas como la memoria, la construcción de la identidad, la diferencia de clases y la madurez emocional. El diálogo final entre ellos es tan honesto como necesario. Una historia que deja marcas, pero también luz.
Es el segundo libro de Iñigo Sota y -como de costumbre recién establecida- no defrauda. La escritura es -como habitual- pulcra; las situaciones que están comentadas y descritas en el libre pertenecen a la vida de cada uno de los potenciales lectores, tocando las cuerdas del corazón. Siempre echo en falta la presencia del escritor en la historia. Me gustaría que al pintar las situaciones, el autor diera aquella pincelada necesaria para permitirnos entender más la realidad, pero igual eso es ya lo que me gusta a mi más que lo que es una reseña. Recomendable.
Este libro me ha dejado esa sensación de vacío donde necesitas que pasen unos días para asimilar lo que has leído. Un simple encuentro y una conversación puede albergar tantas emociones y recuerdos… sin palabras.