Abrir la puerta para salir a jugar. ¿Se acuerdan de cuando éramos chicos? Hacerse amigo de otro pibe podía ser lo más fácil del mundo. Verse por primera vez, presentarse, contar de qué cuadro sos, ponerse a jugar y en algún momento preguntar: ¿no querés ser mi amigo? Todo eso en una tarde. Y que del otro lado te dijeran que sí. Abrazarte con esa otra persona como si no te fueras a separar de ella nunca. Así es cuando uno tiene esa edad. Simple. Intenso. Inofensivo. Sin maldad. Después, la vida dirá si esa amistad va a perdurar o solo fue una de la infancia, de un verano, de una tarde. Pero, ¿qué pasa cuando ese amigo no es otro nene del barrio o de la escuela? Cuando ese amigo es... ¿Qué pasa cuando uno crece y esa persona no acepta salir de nuestras vidas? ¿Qué pasa cuando se abrió otro tipo de puerta y lo que salió no es para nada un amigo? El terror se puede manifestar de varias formas, como así también darse a conocer por muchos nombres inolvidables. ¿Los conocen? Uno es Raúl. El otro, Camilo de Cabo. ¿Se animan a salir a jugar con ellos? - Leo Oyola
Es de esos libros que te sentas un par de veces y lo avanzas a las trompadas de lo entretenido que resulta. La narrativa es amena, pero tiene esta cuestión de la puntuación más frecuente de lo usual que te hace sentir como si el protagonista estuviera desesperado por vomitar su terrible historia de vida. La primera parte es nostálgica y amable: es imposible no pensar en lo más tierno de la infancia (sobre todo para quienes disfrutamos de la niñez en los 90s, época importante en la historia). Se va desarrollando la tensión y el horror parasitario de una entidad que se convierte en sombra, en el día a día del protagonista, en su máxima obsesión. El desenlace es brutal.
No me extiendo mucho más porque dejé una video-reseña en el canal, así que si gustan, pueden pasar a chusmearla. Pero en definitiva es un libro que disfruté muchísimo.
"Raúl" de Camilo de Cabo fue mi primera novela de terror… y me dejó sin aliento. Este libro me encontró a mí, y supe que tenía que leerlo. Desde las primeras páginas me atrapó y, a medida que avanzaba, todo se volvía más turbio, más retorcido, más siniestro. Acompañar a Raúl en cada capítulo fue como subirse a una montaña rusa oscura: imposible soltarlo, imposible no querer saber qué había en la próxima página. Su narrativa, en un argentino bien nuestro, me hizo sentir que estaba leyendo la historia de un vecino, alguien que podría estar a la vuelta de mi casa… y eso lo hizo aún más inquietante. Es una lectura ágil y dinámica, dividida en 34 capítulos que se devoran rápido. Una historia que empieza con la inocencia de la infancia —ese momento simple y mágico de hacerse amigo de alguien en una tarde— pero que pronto abre una puerta hacia algo muy distinto… algo que no quiere salir de tu vida. El terror tiene muchos nombres. En este libro, uno es Raúl. El otro, Camilo de Cabo.
Actos incomprensibles de aparente hermandad, una amistad que parece finalizar en la infancia pero que cruza caminos en la vida posterior, y límites inexistentes describen la vida de nuestro protagonista. Es una lectura adictiva, entretenida, casi que no permite tiempo de sentirse mal por el protagonista, de tan fluida y entretenida que es. Me gustó tanto que lo terminé en cuatro horas.
Fue exactamente todo lo que esperaba que fuera, sin grandes sorpresas ni sobresaltos pero lo disfruté un montón, morboso, ganchero, lo leí de dos sentadas con todo el gusto del mundo.
No creo que se pueda leer esta novela sin terminarla enseguida. Es súper adictiva y oscura en su justo nivel. Otro gran hallazgo de La Crujía. Me encantó.
Intrigante, grotesco y rápido de leer. Por razones personales no me terminó de enganchar, pero no dudo que en las manos correctas podría ser un libro que encante y horrorice al mismo tiempo.
Hermosa historia!! Se lee muy rápido, con un lenguaje tan argentino que no podes soltar. La historia desgarradora. La soledad y tristeza de pasar desapercibido te atraviesa.