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«Soy un gato, aunque todavía no tengo nombre.»
Así comienza la primera y más hilarante novela de Natsume Sōseki, una auténtica obra maestra de la literatura japonesa, que narra las aventuras de un desdeñoso felino que cohabita, de modo accidental, con un grupo de grotescos personajes, miembros todos ellos de la bienpensante clase media tokiota: el dispéptico profesor Kushami y su familia, teóricos dueños de la casa donde vive el gato; el mejor amigo del profesor, el charlatán e irritante Meitei; o el joven estudioso Kangetsu, que día sí, día no, intenta arreglárselas para conquistar a la hija de los vecinos. Escrita justo antes de su aclamada novela Botchan, Soy un gato es una sátira descarnada de la burguesía Meiji. Dotada de un ingenio a prueba de bombas y de un humor sardónico, recorre las peripecias de un voluble filósofo gatuno que no se cansa de hacer los comentarios más incisivos sobre la disparatada tropa de seres humanos con la que le ha tocado convivir.
560 pages, Paperback
First published January 1, 1906
"¿Por qué usan sólo dos piernas para caminar cuando resulta que tienen cuatro extremidades disponibles? ¡Qué enorme desperdicio de recursos naturales! Si utilizasen las cuatro patas podrían andar mucho más aprisa, sin embargo, insisten en seguir usando solo dos y llevar las otras dos colgando de los hombros como si fueran un par de bacalaos secos. De todo esto solo se puede deducir que los seres humanos, con bastante más tiempo para desperdiciar que los gatos, combaten su aburrimiento congénito dedicándose en cuerpo y alma a actividades que les hacen perder el tiempo. Pero lo más curioso del asunto es que cada vez que no de ellos se encuentra con otro no hacen más que hablar de lo tremendamente ocupados que están…En ocasiones, he tenido la fortuna de que se fijen en mí, le he oído hablar de como envidian la vida tranquila y relajada de los gatos. ¡Pero podrían llevar una vida así si quisieran!...Ellos son los que se sobrecargan de tareas que no pueden atender. Si uno prende una hoguera, que luego no se queje del calor que hace. Incluso nosotros, los gatos, si tuviéramos que dedicarle el mismo tiempo que ellos a pensar en las diferentes formas de cortarnos el pelo, no podríamos seguir llevando la despreocupada vida que llevamos”
