Poemario donde se reflexiona en torno al espacio que habitamos, la genealogía que nos finca en un sitio, el lenguaje que nos vincula con la naturaleza y el lenguaje de la tecnología que igual nos vincula con otras realidades. Los textos o párrafos en cursivas que aparecen a lo largo del libro son respuestas obtenidas en Gemini, un bot conversacional de inteligencia artificial desarrollado por Google.
Monterrey es una ciudad hostil, violenta y la mirada de Elena la vuelve de pronto tan… ¡tierna! Mis favoritos definitivamente fueron los haikus regios. 💭
Es un libro perfecto para el verano, para leer entre montañas, dejarse rodear por sonidos y por un entorno natural. Se puede interpretar como un tipo manual reflexivo y poético que busca guiarte hacia una contemplación más activa donde todos vivimos con nuestras limitaciones y hay ciertas cosas que no podemos expresar con palabras, la naturaleza tal vez entienda cosas que nosotros desconocemos y eso está bien, nos comunicamos aún sin palabras a veces solo con alientos, acciones, como dice también en una parte del libro. Lo que me lleva a hacerme ciertas preguntas: ¿cuánto no he podido entender? ¿de qué nos perdemos todos los días?.
Estas páginas van de hablar con plantas, con montañas, de convertirse en roca, en río, en viento y nos enseña que hablar con otros no es simple lenguaje, la comunicación (especialmente con la naturaleza) se basa en prestarse a sentir, observar, escuchar... en un deseo que está en todos nosotros y todas las cosas, en "el deseo de encontrar la conexión divina, la presencia misma del mundo". Mis poemas favoritos fueron los de la parte de "familia" y si bien creo que no me alcanzo mi comprensión poética para entender o disfrutar de todos los poemas, coincido en que es un libro muy bonito y que puede disfrutarse mejor si se lee afuera en un jardín o en un bosque donde nadie puede hablarte en tu idioma y lo único que puedes escuchar son los esbozos de las ramas moviéndose.
“A veces, para vivir aquí necesitas encontrar varios refugios, no-lugares en donde te puedas acurrucar y vivir por un momento suspendido en el tiempo y espacio” Cuando era pequeña, estar entre plantas y árboles era mi lugar seguro, siempre acompañada de mis abuelitos me la pasaba horas jugando en su enorme patio. Desde que ellos se fueron, los he encontrado en paisajes preciosos, bugambilias, líquenes o colibríes. Siempre ahí, acompañándome en silencio. En El idioma del azahar se plasma en palabras esas emociones que siempre habían vivido dentro de mí, pero que hasta ahora no lograba nombrar.
Tiene tantas características que lo hacen único, como el uso de Gemini que interactúa en los escritos, las figuras y formas en poemas visuales o sopas de letras, lo hace aún más personal y entretenido.
Este libro donde la naturaleza habla en bits y raíces, en algoritmos y savia, me sorprendió y cautivó en cada página.