Amiguis, si sois lectores estacionales, no dejes que termine este verano sin leer ‘Moreno paleta’. Si naciste como yo a principios de los 90s, vas a sentir este libro como una máquina del tiempo a ese momento donde tocaba decir adiós a la infancia y hola a todo lo que viene después.
Un libro que huele a crema Nivea, sabe a Frigopie y suena a Melendi.
Es verano del 2004 y lo vas a pasar con Chava, que, hasta hace unos días, se llamaba Alberto Chavarría, pero ahora necesita un nombre mejor, más guay, más de mayor. Sin ser muy consciente, se ve por primera vez arrastrado por la presión social para ser algo que no es e iniciar una transformación forzosa a la adolescencia.
Lo que parece una historia de crecimiento divertida (de verdad, me reí mucho al principio), llena de ternura (ay, los abuelos) y nostálgica para ti que ves la infancia ya lejos, poco a poco se va tornando gris. Si bien no pierde la ligereza y frescura en el estilo, la cosa se pone chunga y te das cuenta que la novela esconde un retrato de las partes más feas de nuestra realidad (corrupción, marginalidad, clasismo, precariedad, violencia y otros temas que me impactaron mucho de los que me gustaría avisar, pero son grandes spoilers).
Me escamó leer ciertas escenas y me generó conflicto, pero que, reflexionando sobre ello, creo que es fantástico, todas las cosas terribles que ocurren retratan extremadamente bien a nuestra sociedad en esos años que se sienten tan lejos y tan cerca al mismo tiempo.
Una lectura que te lleva de la risa a la tensión, de la ternura a la crudeza, constantemente. Te mueve como quiere de aquí para allá, con esa magia especial que tienen las historias con protagonistas que tienen aún la inocencia intacta y que te implican emocionalmente porque quieres protegerles, porque tú, lector adulto, si sabes lo que se les viene encima.
Acompañar a Chava y su familia en ese último verano en los bungalós del camping que van a demoler para construir una urbanización de lujo, gemela a la que ahora les da sombra, esos últimos meses antes de que otro espacio sea arrebatado, es solo una puerta a todo el tiempo que vas a pasarte después de acabar el libro pensando: “Chava, ¿qué vas a hacer ahora con todo lo que ha pasado?”. Porque sí, yo también creo que vas a quedarte con eso dentro.
Si te gustaron novelas como ‘Malaherba’ de Manuel Jabois o ‘Vozdevieja’ de Elisa Victoria, aquí puedes encontrar una historia que te va a remover.
Estamos en 2004, él tiene once años, corre por el camping La Salud, prepara listas para “ser mayor”, se pinta la piel de moreno paleta y escucha Melendi a todo volumen. Yo, en esos años, ya estaba entrando en la adultez, pero al leerlo, reconocí con claridad cada sonido, cada olor y cada gesto de aquel tiempo: la televisión del Grand Prix, los helados que se derretían demasiado rápido y las urbanizaciones que se alzaban orgullosas sobre zonas más humildes. Chava me atrapó con su mirada clara, su inocencia que no entiende del todo el mundo de los mayores, pero que nos deja ver todo lo que se esconde detrás. Lo que comienza como un verano ligero, divertido, lleno de juegos y risas, poco a poco se oscurece: la crueldad, la desigualdad, la precariedad, el clasismo y la violencia emergen de manera sutil, como sombras que se alargan al final de la tarde. Leerlo fue sentir esa transición sin estar en ella, acompañar a un niño que descubre que crecer significa perder la protección de la inocencia y enfrentarse a un mundo que no siempre es amable. Lo que más disfruté fueron las frases, los pequeños destellos de poesía que atraviesan la novela y que me hicieron detenerme a subrayar: “Un amigo es como la luna, te ilumina cuando todo está oscuro”, “Que no estuviera era como mirar por un telescopio y no encontrar una estrella que siempre había brillado en el cielo”. Son palabras sencillas, pero llenas de verdad, que resuenan más allá de la infancia de Chava y se quedan flotando en la memoria de quien lee, recordando que todas las etapas de la vida llevan consigo descubrimientos, pérdidas y aprendizajes. Los personajes secundarios también me conquistaron. Selva, con su ternura y su rabia contenida, ilumina cada página; el abuelo brilla con dignidad en medio de la miseria; la madre de Chava remueve el agua de su vida con paciencia y coraje, incluso cuando todo parece perdido. Jodar no los dibuja solo como acompañantes de la historia, sino como seres vivos que respiran, que sienten, que dejan su huella en quien lee. A lo largo de la novela, la mezcla de humor y ternura con la crudeza de la realidad crea una experiencia lectora completa: ríes con las ocurrencias infantiles, te conmueves con los gestos de cariño y protección, y casi sin darte cuenta, sientes el peso de lo que está por llegar, de lo que significa crecer. Es una montaña rusa de emociones que no te suelta hasta la última página, donde todo se condensa en una tormenta final que deja huella. Moreno paleta es un verano encapsulado en páginas, que no termina cuando cierras el libro, porque Chava no desaparece: se queda contigo, como un recuerdo que sigue latiendo, recordándote que crecer es inevitable.
Aunque tiene situaciones entrañables y otras en las que te ríes mucho, en general el libro nos quiere transmitir las luces y sombras de la pre-adolescencia y adolescencia cuando hay una barrera "monetaria" por medio. Y también la cara y cruz de que aunque seas pobre, los malos también pueden ser los "pijoricos". Me ha gustado mucho.
en su último verano antes de pasar al instituto, chava se va a pasar las vacaciones junto a su familia, como siempre, a la salud, un camping de la costa daurada. pero este verano va a ser distinto de los demás: por primera vez, su mejor amigo rorro no lo va a pasar a su lado si no en la fama, la lujosa urbanización cuya sombra deja a la playa de la salud en la penumbra. y en este verano lleno de churretes de calippo, pintadas de color violeta y riñoneras rellenas de corrupción, chava va a saborear lo agridulce de hacerse mayor de una forma inesperada.
hacer una novela para adultos con una narración centrada en la infancia no es tarea fácil, pero sergio v. jodar combina a la perfección la candidez de la mirada infantil —para que sea el lector adulto quien termine de descifrar lo que chava no puede ver todavía— con la sordidez de la vida adulta —para que sea chava quien nos recuerde a los adultos que el apoyo de una amistad es un escudo de superhéroe—. "moreno paleta" es un cuento de verano que entre frases descacharrantes que merecen ser subrayadas —la pulla a cierta cadena televisiva, los efectos de la multiplicación por cero o el concurso comunista— ternura desorbitada —el yayo— y apología charneguil —"enchegar", "plegar" y "barrechar" son verbos que me dan calorcito en el pecho— va construyendo a su vez un amargo relato sobre el clasismo, la crueldad y la violencia infantil en esos difusos años en que el traje de niños empieza a ser demasiado pequeño y el de mayores demasiado grande.
Si tu infancia fue en los noventa, tendrás nostalgia millenial con este libro. Me gusta como está escrito pero es verdad que pensaba que sería un libro amable y no esperaba que el final fuera tan chungo por lo que deja intuir.
Un llibre divertit de l'estiu d'un preadolescent a la costa de Tarragona on se'ns mostra el pas dur de la infància a l'adolescència i de la diferència de classes. Tot explicat des de la innocència del Chava, amb la companyia del Roro, la Selva, el Lobo i tota la colla. Entranyable i ben escrit.
Premisa: Chava, como se quiere hacer llamar, tiene todo el verano por delante para convertirse en adulto. Lo pasará de vacaciones con su familia en un camping de bungalós que está al lado de la urbanización más envidiada de todas: La Fama. Eso provocará que pueda hacer nuevos amigos y comparar su realidad con otra muy difícil de alcanzar.
Opinión: Me encanta contrastar mis lecturas y generar diversidad, por lo que adentrarme en una novela veraniega cuando toca comer turrón y mazapán me pareció una idea fabulosa. Leer una novela así es emular la brisa del mar en la cara y la sensación de la arena bajo los pies, aunque te estés muriendo de frío y necesites un té caliente para templar el organismo: una combinación que encaja mucho más de lo que parece a simple vista.
El autor nos lleva al verano de 2004 con un montón de referentes, lo que me ha hecho conectar al máximo con mi adolescencia, con banda sonora y todo. A través de una mezcla de situaciones tragicómicas nos hace experimentar un viaje emocional ligero y dinámico, en el que el protagonista transita un montón de cambios en su organismo y también en su forma de relacionarse con el mundo. Una historia de búsqueda de identidad y descubrimiento que todos hemos vivido de forma similar, en mayor o menor medida.
Querer y no poder, esa es la tónica que domina el relato. Ese ansia por pertenecer a una clase social aventajada que parece actuar por encima del bien y del mal. Simular que eres diferente, supuestamente mejor. Aspirar a lo que siempre tuviste vetado y soñar cada noche con que, finalmente, al día siguiente se hará realidad: que serás uno más. Una realidad que Jodar plasma sin ningún tipo de reparo, sincera pero esquiva, fiel a su identidad.
Pero el dinero no garantiza ni la honestidad ni la integridad; puede que incluso ayude a esquivarlas. El exceso de posibilidades puede generar cierto grado de narcisismo, y eso engendra crudeza y frialdad emotiva. Un caldo de cultivo que puede provocar situaciones extremas, y más si los protagonistas se piensan intocables, impunes, vencedores por derecho.
Todo esto en pocas páginas y con guiños continuos a una época que recuerdo como si fuera ayer. Quizá me habría gustado ahondar más en ciertas situaciones o personajes secundarios, también en el antes y el después. Buena señal: quedarse con ganas de más.
Un coming of age del despertar de la conciencia con bso a cargo de "Sin noticias de Holanda" de Melendi. El verano capturado en unas cien páginas. El golpe de realidad que supone "hacerse mayor" y empezar a perder: seres queridos, amistades, inocencia...
Lo que parecía un libro sobre el cambio de niño a mayor de Chava, contada de forma muy divertida y nostálgica, ha terminado siendo una gran crítica social (a la pobreza, las desigualdades que ésta genera, el clasismo, la corrupción…). Sencillamente maravilloso a la par que duro al final.
Me da la sensación de que termina de forma algo abrupta, tal como el propio verano, por eso creo que se debe únicamente a lo bien que me lo pasé con él.
La Selva y el Yayo son todo aquello que nos habría gustado tener mientras crecíamos.
“Chucla el fum y sopla lento. Más lento. Buena esa. Vale, paio, tampoco te vicies. Qué asco. Pos de eso va ser mayor. Disimular que te gusta lo que es una putamierda. Toma, dos chiclets. No, gracias. Pal aliento, borderlain. Mira, otra Perseida.”
Sergio V. Jodar ha escrito una novela breve, tierna, divertida y pegajosa como un flash derritiéndose al sol. Pero también punzante, porque crece con su protagonista y te recuerda que hacerse mayor no es tachar cosas de una lista, sino enfrentarse a emociones y situaciones muy complejas: que no todos parten del mismo sitio, que a veces los amigos no lo son tanto, que nuestros seres queridos no estarán para siempre, que el deseo de encajar puede empujarte donde no querías ir.
Una lectura ideal para estas fechas veraniegas, y estos tiempos inciertos que nos ha tocado vivir.
Me apena decir que es un libro flojísimo, porque la premisa de describir los distintos niveles de veraneo según las clases sociales es buena e interesante, pero está plagado de obviedades y banalidades, personajes muy tópicos y frases sonrojantes y falsamente profundas del estilo "ser adulto es que de niño conozcas todas las respuestas y de repente cambian todas las preguntas"... En fin, frasecitas de ésas que se leen en todas partes... Para lectores poco exigentes.
Un viaje entrañable a la infancia, lleno de reflexiones muy profundas hechas por un niño, con lenguaje de niño y además charnego. El libro tiene todo lo que tiene que tener un buen libro, está bien escrito, entretiene y cuando lo acabas te deja un regusto en la boca que no se marcha en días.
‘Moreno paleta' es nostalgia pura para los que nacimos a finales de los 80 y principios de los 90. Aunque a primera vista parece una novela cómica… ¡Cuidado! Esta historia guarda oscuridad, al igual que la esconden tanto adultos como niños. Chava se mueve en una edad en la que es difícil distinguir el bien del mal, sobre todo porque ha crecido en un ambiente en el que el dinero no ha sobrado en casa.
Esa edad en la que casi nada te marca mucho hasta que algo te marca para siempre"
Moreno paleta nos traslada al último verano de la niñez. Ese en el que todo lo que sucede parece ser la marca del cambio hacia "ser mayor". Esa pequeña persona que quiere demostrar que ya no es un niño, que se le puede tener en cuenta como adulto. El personaje principal, Chava, va marcando en su libreta todas las tareas o "misiones" que debe superar para ser mayor y llegar al próximo curso sin ser un niño. No obstante, lo que parece un relato lleno de ternura y mucho humor se va tiñendo cada vez más de un tono crítico hacia la sociedad y de un fondo bastante oscuro marcado por la crueldad de ciertos personajes. El trasfondo violento, que aparece en ciertas pinceladas a través de la mirada del niño, se acaba desvelando al final de la obra y te hace chocar de frente con la realidad, con ese mundo cruel del que parece protegernos la infancia. La obra muestra la contraposición entre distintos mundo: La Salud y La Fama, la riqueza y la pobreza, la bondad y la maldad. Me ha gustado mucho la mezcla de distintos tonos en la narración: humorístico, tierno, crudo, etc. Hace que tus emociones al leer vaya variando al igual que las del personaje principal. A lo largo de la lectura, vas encontrando pequeñas poesías que hacen que la lectura sea mucho más agradable. Quizá el final sea algo abrupto, pero puede que así sea el final del verano... O el de la niñez.