«El viaje tuvo sus momentos felices, pero no puedo decir que fuera satisfactorio. Sin embargo, tras casi diez días, la isla se me quedó alojada bajo la piel. Ahí sigue desde entonces. Aquel lugar de paisajes cambiantes, playas, montañas, bosques, cerdos salvajes, fortalezas costeras y casas natales de emperadores me obsequió con la prueba más difícil que he tenido que superar en mi vida. No sé si lo logré, pero salí de allí con la idea de que había vivido algo que me había cambiado y que me había dado forma. Si la mayoría de gente piensa que en una situación extrema e hipotética actuaría de una manera y cuando se enfrenta a esa situación, actúa de otra que le abochorna, yo podía decir que había actuado de la mejor forma posible y creo que puedo sentirme orgulloso de ello.»
A caballo entre viajes geográficos, emocionales y formativos, El malo era yo arranca donde lo dejó No es como la esperábamos y recorre un territorio abundante en paisajes humanos tan particulares como universales. Una autoficción en cuyas páginas vemos madurar la voz del narrador a la par que la aventura iniciática coge altura y se transforma en un vuelo sin escalas hasta su próximo destino.