Un libro que quiere que te preguntes por qué lo estás leyendo. Qué te interesa de esto. Qué haces tú aquí, revolviendo una historia que no te pertenece pero tampoco puedes soltar.
Las tentaciones no es un thriller ni una novela de crímenes: es una lupa sobre lo que nos fascina del morbo, sobre la parte de nosotros que no quiere justicia, sino relato. Que no busca verdad, sino versión. Que quiere oír la historia sucia y quedarse un rato dentro.
No es fácil entrar. La narración es contenida, como si te dejaran fuera a propósito. Hay algo de instalación artística: te colocan delante de una escena y nadie te explica nada. Y tú, que pensabas que venías a leer, acabas preguntándote qué parte de ti también disfruta mirando.
No es un libro sobre el crimen. Es un libro sobre cómo lo observamos. Sobre el placer incómodo de mirar de reojo lo prohibido. Sobre el deseo de saber más, incluso cuando no hay nada más que decir.
un libro con alma, con personajes imperfectos a los que no puedes evitar entender. no quieres soltarlo, no puedes parar y te pones el uniforme de biógrafo y de repente lo entiendes todo. hay cosas en esta vida que nunca sabremos… y tampoco pasa nada.
«Aquello que intenta ser moderno por el hecho de ser moderno está abocado al sinsentido y al absurdo, pues algún día se convertirá irremediablemente en viejo».
Candela leyó mucho antes que yo el libro de Alfredo Peña Castaño. Vi en Goodreads que lo había hecho y le pregunté. Me dijo: «Pues, mira, empieza un poco raro, y hay que tener un poco de paciencia. Pero, superado ese tramo inicial, la historia atrapa muchísimo». Lo cierto es que no se equivocó, si bien yo tengo algunos apuntes que hacer.
Escrito como un diario, este libro lleno de misterios empieza, efectivamente, de forma un tanto extraña. El protagonista nos adentra en su mundo, en la razón de que escriba esas líneas, pero también en la figura de Diego Justa Sánchez, un pintor olvidado, el causante de las obsesiones del narrador; una figura ciertamente abstracta, cuya presencia cubre todas las páginas con un halo de intriga y oscuridad. Una vez superado este tramo, como ya me adelantó Candela, la historia mejora de forma considerable.
El contenido de «Las tentaciones» es bueno. Si bien hay subtramas que yo habría evitado, como la relación del protagonista con su novia, que considero un lastre para el relato, la mayor parte de lo que se cuenta resulta muy interesante. Porque el autor construye una historia de misterio, sí, tan llena de misterio que son muchas las incógnitas que deja en el aire, y es ahí, precisamente ahí, donde se eleva la propuesta. Porque nos descubrimos cayendo rendidos ante el morbo de la tragedia, ante nuestras ganas de conocer los secretos más sucios. Sin embargo, Alfredo Peña Castaño nos obliga a comportarnos. Nos pone frente al libro, cara a cara, y nos dice: «Ésa no es la historia que importa».
Y es verdad lo que dice el autor: la historia que importa no es la que no se cuenta; si lo fuese, estaría escrita. La que importa es la que habla de las expectativas que tenemos en la vida, que no se siempre se cumplen; la que nos dice que sentir un amor profundo, uno que lo cambia todo, es una de las mayores suertes; la que nos cuenta que el duelo puede durar toda una vida, aunque se transforme, aunque nos cambie, aunque lo creamos superado; la que nos grita que nuestra historia es nuestra, de nadie más, nuestra, y hacemos con ella lo que queremos, lo que podemos.
Si sólo pienso en la historia, este libro es casi impecable, sobre todo en el clímax, donde unx llega a sentir la adrenalina y el ritmo que impregnan el texto. Pero, si voy más allá, si analizo la obra con diferentes ojos, barajando todas las opciones posibles, veo que hay una cara oculta, la otra, la que no me ha convencido: la forma de narrar. ¿Y por qué no me ha enamorado? Porque siento que, en muchas ocasiones, se podría haber contado lo mismo de una forma más sencilla, pero también más cuidada.
La tendencia del autor a contar cada hecho, incluso cuando no aporta, me ha sacado de la lectura más de lo que me habría gustado, especialmente en momentos en los que narra todo cuanto sucede (por ejemplo, «Luego le pregunté qué tal estaba ella, hablamos un poco y colgamos»). Por eso, aunque sé que me ha gustado «Las tentaciones», aunque soy consciente de que me ha atrapado, llego a la conclusión de que me habría gustado leer esta gran historia de otra forma.