En el continente Virtuoso la naturaleza habla a través de los chamanes y los espíritus enseñan su sabiduría ancestral. Pero la nación Generosa, guiada por la fe en El Esplendor, quiere silenciar estas voces. La Caridad, un país que ama la selva, la montaña y el río, se resiste a la imposición religiosa. Allí, niños víctimas del reclutamiento forzado, encuentran una oportunidad para sanar, pero su pasado los persigue; mientras tanto, los jefes ocupados en sus propias batallas descubren que la confrontación no es contra enemigos externos sino contra sus propias cicatrices. Con el tiempo, los protagonistas se unen en un mismo viaje para resistir desde lo invisible: los guardianes de la naturaleza, las voces de los muertos y los lazos de sangre.
Entre ruanas, machetes, chamanes, brujas, espíritus y seres de la mitología suramericana, Kapak Raymi teje una historia épica sobre la familia, la pérdida y la esperanza de encontrar un hogar.
Generosa es la nación de la Buena Fe, una religión monoteísta que busca expandir El Esplendor en todas las tierras que haya bajo la creencia de que este es el único dios. Caridad, por el contrario, es una nación politeísta que vive en estrecha armonía con la madre naturaleza y en conexión con el mundo espiritual, con el Eterno Flujo, que conecta todos los mundos. En medio de este conflicto, que parece pronto a terminar, nos encontramos con Guayacán, Guadua, Aliso, Tomagata, Gloxiana, Glicinio y Arrayán, algunos de los personajes principales de la historia y sobre los que conoceremos su vida y motivaciones en Kapak Raymi.
Lo primero que debo decir es que esta novela es muy diferente a lo que por años hemos visto dentro del género del fantasy. Sé que lo que acabo de escribir lo han escuchado más de una vez y al final, ese “muy diferente” resulta ser lo mismo de siempre: espadas, dragones, magia desbordada y un mundo imaginario que entendemos, pero con el que no nos sentimos del todo identificados. Sin embargo, este esquema se rompe en el Continente Virtuoso, un lugar más cercano al nuevo mundo y a la selva tropical, su idiosincrasia y su folklor.
Con esto aflorar temas como las atrocidades de la guerra, lo que significa existir en un territorio por el que aún corre la sangre de los que la guerra se ha llevado, el poder de las decisiones y el precio de la libertad. No solo el de la libertad física, sino de la libertad del pensamiento y de la toma de decisiones. Esto va de la mano con personajes a los que quizás uno tampoco esté muy acostumbrado, porque nosotros, lectores de vieja data del género, hemos navegado muchos mundos catalogando muy prontamente a los personajes entre buenos y malos de la forma más maniqueista posible. Acá todo eso pierde poder, pues nos encontramos con personajes que guían sus actos en función no solo de sus deseos, sino de sus principios y del entorno en el que han crecido. Obviamente hay decisiones en el actuar de cada personaje que uno como lector juzga como buenas o malas, pero que cobran mucho sentido a la luz del contexto de cada uno.
Hace algunos años escuché a Paula Rivera hablar sobre las limitaciones del género dentro de nuestro continente. Era algo en lo que no me había detenido a pensar nunca pues ya había naturalizado el género como algo que exclusivamente respondía a los conocimientos míticos de Europa y a sus problemáticas. Pero grave error, el pensar que un continente como el nuestro en el que aún coexisten pueblos originarios y en los que las criaturas míticas propias siguen andando el monte de noche cuando las últimas lámparas se ahogan no tenga nada por darle al género más que simples copias de lo que crecimos leyendo. Kapak Raymi está justo en esta orilla del mundo primario y del imaginario, pues por todo lado esas figuras propias de nuestro folklor de las que alguna vez escuchar hablar a los abuelos o en los libros de historia —la poca que ha llegado hasta nuestros días— salen para contarnos sus historias y mostrarnos su conexión con el mundo.
Todo esto también lleva implícito el hecho de que el género de lo fantástico —en cualquiera de sus vertientes principales— es un reflejo con ciertas claves y con ciertos filtros de la realidad. Que más allá de la magia y de lo “bien construido que esté su sistema de magia” —no sé desde cuándo se inventaron ese argumento tan superfluo para sostener una obra del género— hay problemáticas y reflexiones sobre la naturaleza humana que se encarnan en uno u otro personaje.
Este libro no debe pasar desapercibido para los lectores colombianos pues tiene una carga importante del conflicto que parece seguirnos a lo largo de toda nuestra historia republicana y los despojos que ha dejado acá y allá en todo el territorio. Para alguien que no sea del país, también tiene muchas cosas por decir y que le permitirán conocer este contexto tan agreste que se construye entre las montañas y llanuras de un territorio con tantos contrastes como lo es Colombia y en donde en medio de la violencia, el desplazamiento, la desaparición y el miedo, todavía queda tiempo para la ternura, el cariño, los amigos, las juntanzas y los sueños. ¡Por una larga vida al género en todas sus expresiones!
Kapak Raymi es un universo donde la cultura colombiana se entrelaza con el género fantástico para narrar, entre otras cosas, lo que significa existir en un territorio de guerra. En estas páginas hay un amor profundo hacia los otros y hacia la tierra, hacia esa naturaleza que es capaz de hablar con sus sonidos, con el color de sus cielos y sus aguas, pero también hay un poco de eso que opaca la vida: hay guerra y egoísmo.
En ese encuentro entre dos fuerzas surge un camino que cruza la vida de varios personajes, quienes, a su manera, persiguen un mismo objetivo: la libertad. Libertad para ser quienes son (brujas, chamanes, mohanes, niños, hombres o mujeres), libertad para amar al otro, libertad para cuidar de la tierra y de su comunidad, para creer en lo que su corazón quiera creer.
Es justo ahí, en esa incansable y triste búsqueda en donde aparecen los sacrificios, pero también algunos descubrimientos hermosos. No puedo olvidarme aún de una de mis escenas favoritas, cuando Guadua y toda la gente de su comunidad disfrutan de la música y del baile en el Festival de la Paraulata: “si le pusieran a elegir entre todos los ritmos del continente, el merengue campesino sería el ejemplo más claro de lo que significaba bailar con el corazón. Guadua grabó en su espíritu todo lo que veía: personas y razas ancestrales riendo y compartiendo, libres”. Qué bonito es ser conscientes de aquello que nos hace únicos, de lo que nos da felicidad y vida, a pesar de que nos atraviesen tantos dolores personales y colectivos.
Sin duda, en esa búsqueda de la libertad aparece un planteamiento muy bello sobre la identidad que recoge, con mucha fuerza, lo que implica vivir en medio de un conflicto:
“¿Para qué venimos al mundo? ¿Para ser usados por otros? ¿Para que otros decidan por mí sin dejar espacio para el amor, para ser yo mismo? Me asusta que esa sea la verdad. Me gustaría ver qué camino habría recorrido solo. Pero ya es demasiado tarde”.
Léanlo y bailen al ritmo de la carranga. Léanlo para que ante ustedes se abran las puertas del Eterno Flujo. Léanlo para asombrarse con la riqueza que nos rodea. Léanlo y descubran el inmenso poder que tiene nuestra historia.
Me gustó la onda chamánica, y como se mezcla cosas de colombia con las leyendas y seres mitológicos de los indígenas. Me sentí identificado con los llaneros, porque yo soy de Villavicencio, y pues me los imaginé tal cual como se ven en el llano arriando, persiguiendo el ganado, se nota el respeto y el cariño que le puso en cada detalle.
La historia nos sitúa en una nación, pueblo, que lucha por mantener sus creencias místicas sobre la naturaleza y sus dioses. Del otro lado se encuentra uno con la nación que más que invadir lo que quiere es inculcar su nueva religión haciendo alusión al catolicismo con américa. Con ese conflicto de fondo es el que tienen que vivir los protagonistas de la historia y esa es una de las cosas que me gusta de la novela que no es el héroe que tiene que salvar al continente o el elegido que va a evitar la invasión. Son protagonistas que sobreviven en un mundo en conflicto, que sus decisiones las tienen que basar en el contexto en el que viven y vivir con las consecuencias.
El autor nos muestra desde los protagonistas, como las personas y los seres fantásticos de suramérica conviven entre sí. Tenemos magía con los chamanes, magia en los seres que nos presenta, magia en la naturaleza, magia en el más allá, hay magia en todo lado y uno no para de descubrir cosas nuevas.
Si pudiera ponerle un pero es que me hubiera gustado un glosario con las criaturas que aparecen, sé que son seres de suramérica pero muchos de esos no los conozco y hubiera sido una buena introducción para todos los que están en la misma situación.
Nunca había leído un libro de fantasía con mitología de Colombia y me gustó el resultado.
Me gusta que sentí muy cercana su historia, con su forma de hablar y sus costumbres o por supuesto con los seres como la madremonte y el mohán, y muchos otros que no conocía pero que me hicieron buscar en internet porque quería saber más de ellos.
Con detalles así se emociona uno al leer un libro tan local.
La verdad, este libro me sorprendió muchísimo. Lo sentí vivo, me gustó leer algo nuevo sobre mitología suramericana. Me encantó cómo mezcla leyendas andinas y amazónicas con la fantasía, sobre todo los dialectos hace que diferencies mejor a los personajes.
Se nota mucho el cariño que le tiene el autor a la cultura colombiana. Es de esos libros que te dejan pensando en lo nuestro, en lo que nos contaron los abuelos, pero con un toque fantástico que se siente hermoso y cercano. De verdad, muy recomendado.
Uf, qué libro tan bacano. Desde que lo compré la portada ya me mostraba eso mágico y lo cotidiano que solo tenemos en Suramérica. Las criaturas y mitos las sentía súper bien metidas en la historia, no lo vi forzado. Y los detallitos de las costumbres… mejor dicho, me gustó eso de encontrar frases. Había un montón de referencias sobre el conflicto en colombia que también me gustó, pero si había muchos personajes y dioses que no conocía, me hubiera gustado algo así al final para poder entender todas las referencias.