Ensayo o diario de observación en el que Mariana Matija cuenta el proceso en el que diferentes manifestaciones de la naturaleza –animales, plantas, territorios– han transformado su experiencia de existir y su manera de ver el mundo, de verse a sí misma y a los seres con los que comparte la vida. En una búsqueda constante de relaciones íntimas con pájaros, montañas y árboles, este libro es una carta de amor a esos otros habitantes de la Tierra; habla de la importancia de nombrarlos y de qué se muere, no solo en el mundo, sino dentro de nosotros, cuando un ave o un glaciar se extingue; habla de las lagunas que existen en el páramo y en la memoria, de las migraciones y sobre la búsqueda del hogar. La autora se convierte en un animal fascinado ante la existencia de otros seres, lleno de preguntas y la certeza de que nuestro cuerpo existe siempre en conversación con los ecosistemas que nos sostienen.
Mariana Matija (Manizales, 1983), escritora y artista interdisciplinaria. Sus líneas de investigación creativa, su escritura y su práctica educativa buscan tejer otras formas de relación con la Tierra y sus seres y sus ciclos a través de procesos de co-aprendizaje y exploración sensible. Su trabajo se ha desarrollado en las intersecciones entre la escritura, el dibujo y la investigación personal, explorando prácticas que conectan lo individual y lo colectivo.
Dirige y cuida una comunidad online, Un jardín, que es un espacio de encuentro y coaprendizaje para cultivar, en buena compañía, la atención, el cuidado y el asombro.
En su escritura explora la relación con la belleza, el dolor, el amor, la extinción, el lenguaje, la memoria, el paisaje como cuerpo y el cuerpo como paisaje en el fin de un mundo (que es también un principio).
Me conmovió mucho. Me pareció un libro poético, sensible, y con un uso del lenguaje muy preciso y bonito. Mariana Matija tiene una forma de ver el mundo que es contagiosa, admirable y que me recuerda el amor que tengo por todas las formas de vida. Me interesó mucho su concepto de los paisajes internos y de los múltiples idiomas en los que habla la naturaleza.
Muy recomendado. Dan ganas de leerlo despacio, masticarlo y que se quede grabado.
A través de un subrayado de sus memorias, Mariana Matija crea un texto plagado de un lenguaje especial que cita a plantas, animales y toda esa naturaleza y territorios que poco a poco se han ido acabando, nos brinda un ensayo precioso donde recopila sus conexiones con los seres vivos y desde su extrañeza con la que ve el mundo nos invita a leerlo así. Añoranza y amor hacia todo lo que habita este planeta, Matija nos recuerda porqué es urgente seguir conversando y mirando a nuestro alrededor y a lo que no está sobreviviendo: esta Tierra que habitamos y a quienes nos acompañan.
Ayer cuando aún me faltaban unas 60 páginas para terminar el libro tuve que escribirle a Mariana para agradecerle por haberlo escrito, por haberme regalado los términos y las reflexiones para entender mi paisaje interno, por permitirnos adentrarnos en su corazón y sus memorias de tal forma. Porque no me equivoqué al elegir leerla y que me acompañara en mi propio proceso de escribir, porque llené de señaladores sus páginas y volveré muchas veces.
Siempre seré amante de los libros que se sienten como una amiga hablando. Mi único "pero" es la edición en papel blanco de Rey Naranjo, espero este libro se imprima mil veces y vaya encontrando papeles y formas más cálidas para el gran paisaje que forma.
Mariana Matija presenta un ensayo profundamente conmovedor. Entrelazando la memoria y una habilidad increíble de contemplación, la autora le escribe una carta de amor a la naturaleza, a lo que deja de existir y los lenguajes sin palabras que nos conectan (aunque a veces no los queramos escuchar).
Hay árboles, glaciares, aves, plantitas diminutas, gatos, volcanes, mariposas... también madres, abuelas y amigas. Todo desde una enorme capacidad de asombro y de amar, retratado con un lenguaje que va tejiendo un imaginario, un paisaje interior, propio. Es como una ventana al corazón de Matija, pero también un espejo que nos muestra pedacitos del nuestro.
Mariana tiene ahora un lugar precioso en las raíces de las palabras dentro de mi paisaje interno. Pura expansión en sus formas para hablar de domesticar al agua de las represas, como a nosotras, las niñascolegiotareas, sentadas en un pupitre quietecitas. Nos deja ver su cuerpo en contacto con los seres que observa con tanto cuidado. Sus manos gigantes y su tristeza glaciar. Gracias a la tierra que nos regala estas palabras a través de una mujer que escribe. Conexiones que resuenan en mi pecho y me acompañan en esos sonidos de pájaro que son nombre y son niña viajera, que se mira desde una isla lejana y helada, donde juntan las palabras para hacerlas volcán. Una mujer con la memoria del Tilacino.
Es hermoso este libro. Fue como si en lugar de leer, estuviera escuchando a Mariana contándome (susurrándome, para ser más precisa) todas estas experiencias que ha adquirido a través de la contemplación de otras formas de vida además de la humana. «No hay malestares ni bienestares, sino solo estares que a veces se sienten bien y a veces no tanto». Yo estoy y quiero seguir estando, ojalá un poco más consciente de la diversidad que nos ofrece nuestro planeta.
Hay libros que se leen y se olvidan, y hay otros que, en silencio, se quedan a vivir dentro de uno. En mi paisaje interno pertenece a esta segunda categoría. Es, sin duda, uno de los libros más bonitos que he leído en el año. Mariana Matija escribe con una sensibilidad que toca más allá de los sentidos. Cada palabra parece brotar de un lugar íntimo, donde la contemplación y la memoria se entrelazan para construir una carta de amor a la naturaleza, a lo que deja de existir y a los lenguajes sin palabras que nos conectan, incluso cuando preferimos no escucharlos. Su mirada, tan lúcida como tierna, logra algo que pocos autores consiguen: hacernos sentir parte de la vida que nos rodea y que tantas veces ignoramos. A través de sus recuerdos, Mariana nos lleva de regreso a la infancia, a las mudanzas, a los silencios que guardan los árboles y al asombro de redescubrir lo cotidiano. Nos recuerda que la forma en que percibimos la naturaleza y lo que nos rodea dice más de nosotros mismos que del mundo. Su escritura nos devuelve a lo esencial, a lo que alguna vez amamos sin darnos cuenta. Lo más valioso de este libro es cómo logra reconectarnos con lo que tenemos a la mano: la vida que palpita alrededor, los pequeños gestos del mundo, lo vivo que aún resiste en medio del ruido. Matija introduce conceptos que solo pueden surgir de una profunda capacidad de sentir, esa forma de inteligencia emocional y espiritual que se expresa en cada página. Entre muchos de mis fragmentos del libro me quedo con este: “Y aunque no lo entendí en ese momento sí lo entiendo ahora: hay gente que piensa que llorar por la muerte de un perro amado es una exageración, pero es porque nunca han amado a un perro, así que en sus vidas no cabe el vacío de esa ausencia.” Niñapajaroglaciar es una lectura poética, sensible y luminosa. Un libro que enseña a amar, no solo la naturaleza, sino también nuestro propio paisaje interior. Se lee despacio, se mastica y se queda grabado.
Este libro, “como todas las cosas bellas, trajo un nuevo vacío”. Lo que hace Mariana acá es UNA BELLEZA. Nos recuerda (a lxs seres humanxs) cuál es nuestra justa medida. Nos recuerda que somos hermanas de pájaros, glaciares, montañas y árboles y que nuestro paisaje interior y exterior se engrandece gracias a su compañía. También nos habla de pérdidas y de ausencias y de lagunas y de deshielos y de extinciones y de todo lo doloroso que convive con todo lo hermoso.
Nos invita a ver las copas de los árboles desde ras de suelo y a detenernos a aprender de los seres más pequeños. Nos hace recordar a las abuelas y a las abuelas de nuestras abuelas y a las palomas que, atrapadas en cajas de cemento, esperan el día en que entendamos que nuestras manos, esas que insistimos en ver como máquinas, retomen su suavidad y su sensibilidad primigenia y sean puente para que ellas puedan volver q volar.
Un libro para quien está buscando un canto de ternura.
Cuando llegas a las últimas páginas de este libro has entendido que gran parte de la vida has estado desconectado de este planeta. Este es un libro que conmueve el corazón, el cuerpo y la mente y te obliga a pensar en el rol que tenemos en este breve espacio de vida mientras pasamos por la tierra. Hubo capítulos especialmente profundos, donde me sentí cerca de cada línea y logré identificarme con muchas anédoctas que sentimos cerca: ver desaparecer las montañas, el agua, los glaciares, conectar esas pérdidas con tus propias pérdidas, medir las distancias con tus seres queridos -que aunque cerca- a veces están más lejos que nunca, o como procesar la tristeza, o mejor, no procesarla. Debo decir a suerte de ser impopular que algunos apartados me resultaron reiterativos y otros que merecen una pizca más de desarrollo de contenido y forma. En esos apartados a veces me rendía o sentía breves desencantos, como el capítulo de los gatitos. Pero luego volví a las líneas que rayé con gracias y ternura y me encontraba de nuevo atrapada. Gracias por devolver un poco de esperanza a estos instantes. En todo caso, éste no es un libro sobre política ecológica o ecología política; es una introspección. No hay más expectativas que una reflexión muy personal.
No fue una lectura que haya disfrutado; no por mala, sino porque está dirigida a otra clase de público, más juvenil, más en formación. El tono de la narración es un poco infantil, acude con frecuencia a la repetición de las mismas figuras: las onomatopeyas del canto de los pájaros, de los zumbidos de las ciudades, del correr de los ríos; una y otra vez repite que no le gustan los nombres de lugares geográficos en honor de una persona; nunca se cansa de volver sobre su desprecio a las rutinas escolares. Seguramente esta sea una obra magnífica para interesar a estudiantes de secundaria en asuntos ecológicos, en un entorno así, la sobresimplificación del lenguaje y las repeticiones narrativas resultan muy provechosas, además de un muy buen contenido en fauna y flora, no solo local sino mundial. Como lectura de entretenimiento para una persona adulta, sin embargo, puede ser terriblemente aburrida.
Este libro es un constante abrazar y sentir apachurrado el corazón. Palabras llenas de ternura y amor a la Tierra, me hizo recordar, apreciar y reencontrarme con mi paisaje interno. Me reconocí niñaperramontaña.
¡Qué hermoso libro!, sencillamente no podía parar de leerlo. Desde la forma hasta el fondo. Una manera narrativa muy diferente, muy orgánica y muy sincera. Me hizo cuestionarme mi relación con el “afuera” y entender que todo está adentro y que soy parte de él. Veo a los árboles desde mi ventana diferentes, escucho a los pájaros diferente, ahora trato de que no se me vuelvan “paisaje”, ni mis gatos ni las personas a las que amo, (no quiero que me pase lo que le pasó a Mariana y que nos pasa a todos), que se vuelven invisibles de tanto verlas, o sea, ya me ha pasado pero quiero ser consciente y no quiero que me siga pasando, no quiero que los árboles, los pájaros, los gatos, el paisaje y las personas que amo, se me vuelvan paisaje.
Creo que eso es lo más importante que rescato de este libro, la consciencia de las cosas, de la vida misma. Saber y ser consciente del mundo que estamos dejando atrás, de la belleza intrínseca de cada ser, sea que lo veamos o no, cada ser existe para sí mismo y no para hacernos más bello o más feo el “paisaje”.
Me encantó la forma en que escribe, me pareció muy original y como dije, sincero y orgánico, está lleno de sentimientos, pensamientos y recuerdos, tal vez unos más distorsionados que otros pero que te hacen viajar con ella a su mundo, al grande y al chiquito.
Este es un libro de ecología, de amor, de ausencias, de dolor y de belleza, es un libro profundo y precioso. Lo amé.
Relectura casi un año después, en una nueva edición, y sostengo que es de mis libros favoritos de la vida. Me conmueve esa conexión que podríamos [y deberíamos] tener con el entorno natural que nos rodea. Me permite poder nombrar a ese ecosistema de estares, a esos amores que se me reflejan en mi paisaje interno. Bellísimo.
honestamente no sabía que era este libro, ví muchísimo su primera edición en mi feed Pero no era muy sencillo de conseguir así que lo deje pasar. Afortunadamente almadía lo trajo a México y lo considero uno de los mejores eventos este año porque encontré uno de mis libros favoritos. Puedo describir este libro como algo suave, algo calientito algo que intenta hacerte notar que la tierra tiene dolores, que no son dolores inventados y que juntas desde la ternura podemos ver que podemos hacer.
Un ensayo literario sobre la atención, la contemplación y la compasión. La mirada de Matija me llevó a conversaciones profundas con la Tierra, a los recuerdos que son las palabras que la memoria escribe y que, en mi caso, también están tejidas por la relación de mi abuela con la naturaleza, por la curiosidad sobre la vida fuera de una misma y por la pregunta sobre el micelio que nos une a los demás seres vivientes. Un libro indispensable para afinar la mirada y repensar la noción de paisaje (interior, exterior). Al libro, sin embargo, le hizo falta una dosis más alta de amor y generosidad editorial (hubiera podido ser un ejercicio editorial mucho más rico y expansivo: tenía todo para serlo).
Este ensayo es un abrazo, un recordatorio de lo importante que es mirar siempre a nuestro alrededor y no creer que el ser humano es el centro del universo. Es una conversación constante con los árboles y animales que la autora ha encontrado en su camino. Cada uno de ellos merece ser recordado y visto. Además, la narración es tremendamente bella, e incluso en las partes más duras, la autora consigue sacar un sentimiento triste y a la vez una sonrisa consciente por hacerte sentir acompañada. Una maravilla entre tanto ruido.
Que mi paisaje interno nunca olvide las palabras de este libro, las historias de Mariana y las que compartimos sin siquiera conocernos, la cercanía de sentir que una amiga era quien me estaba hablando en cada página.
Que belleza es poder mirar hacia afuera y seguirse encontrando allá también.
Es un libro precioso, una parte memorias, otra ensayo. Sin embargo, le hace falta edición, con una manita de edición quedaría de 5 estrellas. Léanlo y compártanlo, creo que es de las cosas más lindas que se han escrito en Colombia en los últimos años.
No sabía que esperar de este libro, primero porque es ensayo, segundo porque habla del planeta que habitamos, el cual estamos llevando a la chingada y tercero porque mi algoritmo no me había hecho saber de su existencia.
Este es uno de esos libros que sé que no hubiera escogido para leer si no fuera por el club de lectura del que formó parte porque casi no leo ensayo y porque la problemática del planeta y las especies me causa impotencia y ansiedad pero por suerte no sentí eso leyendo a Mariana.
Sentí un abrazo a mi tristeza, a mi miedo, y a la tierra. Fue un recordatorio de que los árboles pasan, de que la belleza de la naturaleza sigue a pesar de que el humano se enfoque en destruirla, qué hablar de aquello que nos causa miedo es lo mejor que podemos hacer y de que dentro de nosotros vive un paisaje construido por toda esa belleza que hemos visto y no solo por la belleza sino también por las cucarachas y las ratas.
Me gustaría comentar ese libro como esto un recordatorio de que aún queda tiempo para salvar los paisajes, esta casa que no es solo de los humanos y que cuando perdamos la esperanza es importante dejar entrar esa incertidumbre y aún así actuar, observar y platicar con las diversas especies para aprender a escuchar 💕
Me tardé cuatro meses en terminar este libro porque a pesar de que era para un club de lectura en junio, me di cuenta que necesitaba tomarme más pausas, más tiempo y lentitud para saborearlo. Quizá si me sentí impactada pero en el buen sentido, como si cada capítulo fuera una suave ola que moviera mi interior, mi propio paisaje interno para poder comprenderlo mejor. He leído ya algunos libros que me han encaminado a ser más consciente de mi relación con la Tierra y todos los seres que la habitan y definitivamente aquí Mariana, compartiendo su experiencia y sus sentires de forma tan honesta y tierna, me ha ayudado a redondear este camino.
Por otro lado, no sé si Mariana tenga alguna práctica o creencia espiritual en particular, pero en general sentí un tono muy de budismo zen en varios capítulos. De pronto hasta lo sentí más zen que leer otros maestros zen jejeje, pero es una percepción muy personal nada más.
En conclusión, es un libro que cambia la percepción para bien, a través del amor y de una lectura fácil y totalmente mágica. No hay persona a la que no se lo recomendaría. Y yo le agradezco a Mariana por haberlo escrito y guiarme en este viaje por su paisaje interno y de paso, al mío.
Creo que Mariana tiene una forma muy bella de acercarnos su mirada y su forma de habitar el mundo. La manera en la que se vincula con los animales, los árboles, las montañas, los glaciares es muy hermosa. Hizo que me dieran ganas de estar más atento, más consciente de mi entorno, de sentirlo todo con la misma intensidad que ella.
Las ideas del paisaje interno, de perder el asombro y la manera de vincularnos con nuestro entorno al crecer, de la laguna y del lenguaje de la Tierra me gustaron muchísimo. Mi capítulo favorito fue el de Islandia y alguno de los primeros.
Sin embargo, siento que hay ideas que se repiten bastante lo cual vuelve a ratos la lectura cansadora, da la sensación de que estamos dando vueltas en círculos. También me sentí un poco estafado con que dijeran que el libro es de ensayos. La autora no ensaya ideas, de hecho a ratos es bien categórica con lo que piensa. Pueden ser memorias, diario de viaje, observaciones, pero entré al libro buscando algo más ensayístico.
que decir.... un livre un peu trop pachamama a mon goût j'ai pas hyper méga accroché... à part à quelques moments pépites notamment l'analyse de toutes les émotions terribles que peuvent nous faire ressentir les cafards (j'ai explosé de rire, clairement un des peak moments de ce livre)
un livre à lire si on veut se reconnecter avec la nature et découvrir une nouvelle manière de percevoir c'qui nous entoure, sinon lisez autre chose
Qué bonito es Niñapájaroglaciar, de una manera tímida y suavecita como canto de sastrecillo, como echarse en el pasto y escuchar al viento hablar. Lloré mucho con el capítulo donde Mariana habla de su abuela. La mía también está en todo, en mi paisaje interior, en todo lo que mis sentidos perciben. En este librolagunabichohistoria.