Donde el Agua Habla es una obra compuesta por relatos interconectados que exploran la identidad, el dolor, el pasado y la posibilidad de redención. A través de distintos personajes —como Isela, Leonel, Simón o Aiden— el libro teje una narrativa poética y simbólica donde los elementos de la naturaleza, especialmente el agua, actúan como espejos del alma y vehículos de transformación. Cada historia, ambientada en escenarios cargados de memoria y metáfora (una casa nevada, un pueblo inundado, un acantilado frente al mar), aborda conflictos internos el duelo, el amor reprimido, los prejuicios sociales, el miedo a ser uno mismo, y el deseo de sanar. La prosa es íntima y sensorial, con un estilo lírico que evoca paisajes interiores tanto como exteriores. El agua, en todas sus formas (lluvia, río, lágrima, nieve, océano), es la voz que une las historias y que guía a cada personaje hacia su verdad más profunda.
Viste esos libros que arrancás “a ver qué onda” y de repente te encontrás leyendo apoyada en la mesa, con el mate frío, porque te colgaste mal… bueno, Donde el agua habla es exactamente eso.
No es una novela tradicional: son relatos que se van conectando como charquitos después de la lluvia. Cada historia parece tranquila, como un arroyo que apenas murmura, pero de golpe te mete un remolino emocional que te deja mirando la pared pensando “epa, eso dolió”.
Esteban escribe con una sensibilidad muy particular; se nota la mano de actor, esa forma de mirar a los personajes como si estuvieran arriba de un escenario pero sin perder la intimidad. El agua aparece en todas sus formas, lluvia, mar, río, humedad que se te pega en la piel; y funciona como una especie de verdad líquida: siempre encuentra por dónde entrar.
Lo que más me gustó es que cada relato tiene ese saborcito de vida real: silencios incómodos, recuerdos que vuelven sin pedir permiso, culpas que una arrastra aunque ya no tengan sentido. No es dramático porque sí; es sincero, sin vueltas, sin pose. Te deja pensando sin necesidad de gritar nada.
Es un libro para leer tranqui, a tu ritmo, dejándolo hacer lo suyo. Como cuando te sentás a mirar el agua correr y no pasa “nada”, pero igual salís distinta.
Si buscás historias cortas que te peguen con suavidad pero te peguen igual, que tengan paisaje, clima, alma y un poquito de poesía sin ponerse denso… este te va a caer bárbaro.