El verano de Cervantes surge de toda una vida leyendo Don Quijote de la Mancha. Durante el proceso de escritura de este libro, Antonio Muñoz Molina va entreverando recuerdos de su infancia y de sus primeras lecturas con la revelación del lugar que Don Quijote ha ocupado en su vocación literaria, mostrando además su influencia en otros autores, como Melville, Balzac, Joyce, Thomas Mann o Mark Twain, que han consolidado la novela como la forma narrativa suprema siguiendo la estela de Cervantes.
Una lectura apasionante y apasionada de Don Quijote que mezcla de forma extraordinaria investigación literaria y memoria personal, y que contextualiza la genialidad de la obra maestra de Cervantes, lectura inagotable para entender el arte de la novela.
En palabras del propio Muñoz Molina, «un tema central en la novela es el modo en que las ficciones afectan a la mente humana, la nutren, la entretienen y pueden trastornarla cuando no sabe distinguirlas de la realidad. Esta inquietud me parece más pertinente aún en estos tiempos en que tecnologías mucho más poderosas que la imprenta tienen el poder de hipnotizar nuestras mentes hasta un grado de delirio. Después de toda una vida leyendo Don Quijote, me gustaría que este libro pueda acompañar a otros en sus propias lecturas».
«Muñoz Molina no defrauda, la suya es una escritura cautivadora que aboca a quien lee a zambullirse en las páginas, a apropiárselas en cierta manera. El alma humana tiene quien le escriba.» Mey Zamora, Cultura/s, La Vanguardia
«Un narrador poderoso que echa luz sobre los entresijos morales de nuestra sociedad.» Santos Sanz Villanueva, El Cultural
«Una enorme sensibilidad, una prosa hermosísima y una elegancia que solo está al alcance de los grandes narradores.» Eva Cosculluela, Heraldo de Aragón
Antonio Muñoz Molina is a Spanish writer and, since 8 June 1995, a full member of the Royal Spanish Academy. He currently resides in New York City, United States. In 2004-2005 he served as the director of the Instituto Cervantes of New York. He was born in the town of Úbeda in Jaén province. He studied art history at the University of Granada and journalism in Madrid. He began writing in the 1980s and his first published book, El Robinsón urbano, a collection of his journalistic work, was published in 1984. His columns have regularly appeared in El País and Die Welt. His first novel, Beatus ille, appeared in 1986. It features the imaginary city of Mágina — a re-creation of his Andalusian birthplace — which would reappear in some his later works. In 1987 Muñoz Molina was awarded Spain's National Narrative Prize for El invierno en Lisboa (translated as Winter in Lisbon), a homage to the genres of film noir and jazz music. His El jinete polaco received the Planeta Prize in 1991 and, again, the National Narrative Prize in 1992. His other novels include Beltenebros (1989), a story of love and political intrigue in post-Civil War Madrid, Los misterios de Madrid (1992), and El dueño del secreto (1994). Margaret Sayers Peden's English-language translation of Muñoz Molina's novel Sepharad won the PEN/Book-of-the-Month Club Translation Prize in 2004. He won the Jerusalem Prize in 2013. He is married to Spanish author and journalist, Elvira Lindo.
“(…) lector carísimo, desocupado lector, lector suave, yo soy aficionado a leer, aunque sean los papeles rotos de las calles” (Cerv.) “Es la voz de Cervantes que salta a la primera persona y habla de frente al lector en el prólogo, con la misma naturalidad cordial, confesando una pasión lectora tan vehemente que al cabo de cuatro siglos nos conmueve como recién escrita”(MM).
Cervantes y Muñoz Molina, al alimón nos confiesan su pasión lectora; muchos de los que andamos por aquí podríamos suscribir estas palabras o las siguientes:
“salgo de casa con fastidio, y estoy impaciente por volver para encontrarme de nuevo con mis libros (…) y poder dedicarme sin culpa a la vagancia y a la lectura”.
Este es el mejor Muñoz Molina de los últimos años. He leído toda su obra menos sus dos o tres últimos libros. De aquí sale reforzado y parece que está en forma. Tiene más valor mi puntuación si cabe, ya que como decía antes conozco bien al autor, y siempre le exijo más que el resto, así que se trata de un cuatro muy alto.
En sus últimas publicaciones se repetía un poco en su método de escritura, y no aportaba mucho, pero sobre eso no entraré aquí. En este Verano de Cervantes, toca uno de sus temas fetiche y que ya le había oído comentar de pasada en otras publicaciones suyas, y que coincide con otra de mis manías lectoras: El Quijote…ohhh.. Entro en materia.
Le ha dedicado muchos años el autor a esta obra, veranos por mejor decir. Aquí cambia y no se trata de una novela, sino de una especie de ensayo, ligerito eso sí, cuyo tema central es la publicación literaria más importante, bajo mi humilde punto de vista, de la primera novela contemporánea como tal, y que marca las pautas de la narrativa moderna hace ya más de cuatro siglos. La enorme influencia sobre prácticamente la totalidad de los autores posteriores, sobre los más grandes: Melville, Conrad, Mann, Dickens, etc etc.. Su contrapunto con Shakespeare:
“Uno lee a Shakespeare y piensa que supo imaginarlo todo: Cervantes parece que lo ha visto todo, haberlo atesorado todo a lo largo de su vida, tan incesante de peripecias como de lecturas y proyectos literarios, y que ha prestado atención a cada historia escuchada o leída. (…) Cervantes identifica las hablas específicas de los oficios y las de las clases sociales, las jergas de los delincuentes, y las de los leguleyos y los defensores del orden, las de los soldados, los pastores o los clérigos, los venteros, la gente del hampa, los presos. Su agudeza en la observación es tan excepcional como la amplitud de sus lecturas y su experiencia directa del mundo”
Me alegró las muchas referencias que se hace a un mini relato que comentaba hace poco por aquí de forma breve “El curioso impertinente”, así como la estupenda valoración que hace de esa maravilla:
“El curioso impertinente es una obra maestra escondida en el interior de otra obra maestra, y por tanto menos visible y celebrada de lo que merece por sí misma”
Otros temas que trata el libro: la pasión lectora, los límites de la cordura, las infinidad de interpretaciones de lo que nos transmite Cervantes, las mil cuestiones que se nos escapan de esta lectura mastodóntica por más veces que se haya leído, y en fin, la particular visión del autor de este superclásico. ¿Es preciso haber leído El Quijote antes de este libro? Quizá sí, pero no lo considero necesario. A mi me ha resultado útil por ser un territorio muy cercano y querido el que pisaba durante la lectura ya que he leído un par de veces este clásico de clásicos, y además lo tengo en un pedestal. A todo el que me pregunta la opinión sobre una lectura recomendable, en este grupo u otros, siempre le digo lo mismo: El Quijote.
No haberlo leído previamente no creo que sea un obstáculo para acometer este libro. Diría que tras su lectura, tal vez debieran entrar ganas de leer El Quijote para aquel que esté pendiente, y de releerlo de nuevo para que lo hubiera leído con anterioridad. Algo así me ocurrió con La Odisea, leí un libro estupendo de verdad, cuyo tema central era precisamente el libro de Homero, y que me abrió unas ganas locas de leer a posteriori La Odisea y las puertas de ese gran clásico.
“Don Quijote es brillante y ridículo, culto y disparatado: él <>. Nadie es algo del todo, de una pieza, invariablemente. <>. Cuanta más atención se presta a otro ser humano más motivos hay para el desconcierto”.
⭐⭐⭐✨ Antonio Muñoz Molina recupera su estilo brillante, elegante y muy cuidado, lleno de sensibilidad literaria, aunque centrado no en su narrativa propia sino en Don Quijote, y pese a la belleza de su lenguaje la lectura me ha decepcionado un poco. Admiro su capacidad para reflexionar con profundidad y para trazar conexiones culturales maravillosas, pero se me ha hecho pesado. El Quijote me fascina y me gusta leerlo y disfrutarlo directamente, sin filtros ni mediaciones, no a través de la interpretación, por muy sobria que se exprese, de otro autor. Aún así, ha estado bien recordar sus pasajes desde la perspectiva fascinante de Muñoz Molina
Ensayo literario brillante sobre «Don Quijote de la Mancha» y sobre la influencia de Cervantes en el «arte de la novela» a través de una prosa sofisticada. Muñoz Molina enhebra su experiencia vital con una honda reflexión sobre la literatura, poniendo a Don Quijote y a Sancho a dialogar con el hoy.
El libro alumbra una serie de definiciones sobre la novela tan sensibles y acertadas que le hacen aún más especial:
«La novela es la conciencia de que no hay pureza química ni espiritual en nada, que nada es firme ni del todo noble ni duradero ni incondicionalmente dañino o benéfico, que cada persona es un mundo, incluso varios mundos. Nadie sabe cómo es el alma de nadie, dice Sancho, con esa solemnidad con que formula un campesino los lugares comunes»
Sublime acercamiento por parte del maravilloso Muñoz Molina a la obra maestra de Cervantes y sobre todo para comprenderla mucho mejor pues en unos meses me dispondré a leer El Quijote, totalmente recomendable, además nos acerca a anécdotas de su infancia que no conocíamos de su vida en Úbeda.
Últimamente los libros que publica Muñoz Molina se mueven más alrededor del ensayo que de la novela, pero es algo que da igual porque escribe y reflexiona como pocos intelectuales y escritores a día de hoy: con lucidez, claridad y estilo propio. Esta el autor ubetense nos deleita con una maravillosa reflexión sobre Cervantes, El Quijote y el resto de su obra poniéndola en el contexto de la influencia que generó sobre otros grandísimos escritores y sobre su propia vida como lector.
Con pasión y erudición controlada para no hacer de este libro un tratado cervantino sino una larga y cuidada reflexión sobre la inmensa influencia que Cervantes ha tenido, tiene y, probablemente seguirá teniendo con el paso de los años, en la literatura y en los escritores, Muñoz Molina nos habla de pasajes conocidos que le marcaron, de un viaje interior a la memoria de su primera lectura de El Quijote, de cómo las trazas de Cervantes se notan en decenas de autores (desde Melville a Faulkner o Mann). Sin ser una obra académica, este libro puede servir perfectamente de punto de partida y ánimo para leer el propio Quijote que, de hecho, es lo que me ha pasado a mi, que gracias a este libro me he animado a leer y acabar la novela de novelas, la novela de la que ha surgido todo, el big bang de la literatura.
Descubrí Antonio Muñoz Molina en los 90 con El Jinete Polaco y fue uno de mis autores de referencia durante muchos años, leyendo absolutamente todo lo que publicaba . Sin embargo tras la publicación de Ventanas a Manhattan y los siguientes títulos, le dejé bastante de lado.
El verano de Cervantes me ha reconciliado con el autor. Es un ensayo de más de 400 paginas, organizado en 156 pequeños (entre 2 y 6-8 páginas) artículos de reflexión, prácticamente independientes unos de otros, tratando distintos temas del Quijote a partir de las lecturas y relecturas veraniegas del escritor a lo largo de 60 décadas ya.
El libro explora los personajes de la novela, las posibles pistas biográficas y psicológicas de Cervantes deducidas de los textos, la influencia de la obra en otros muchos autores (Mark Twain, Thomas Mann, Herman Melville...), o los paisajes y las experiencias de las visitas del propio Muñoz Molina a lugares claves del Quijote como la cueva de Montesinos o El Toboso, etc.
Este es un libro de leer de un tirón o de abrir aleatoriamente de vez en cuando para leer alguno(s) de sus capítulos. Y es, ante todo, un buen compañero para las lecturas propias del Ingenioso Hidalgo. Una maravilla que espero me acompañe muchos años.
Exhaustiva y emocional recopilación de memorias y reflexiones del autor sobre la obra maestra de Cervantes. Cada escena, cada recuerdo de su vida, cada influencia en escritores posteriores arman un libro larguísimo formado por cortos capítulos que le dan ritmo.
"he tardado toda la vida en aprender a sumergirme en lo real y lo concreto de las cosas tan hondamente como me he sumergido siempre en los libros. Esa doble y simultánea inmersión es otra enseñanza que le debo a Cervantes"
Muñoz Molina el mejor pero es que Cervantes EL MEJOR.
400 páginas entendiendo el Quijote, aunque un máquina que salió en la tele entrevistado lo resumió en unas palabras: "pues es un jambo que está fumao y ve movidas raras"
Pues a ver... ¿Me ha gustado? Sí. Obviamente. El tipo se ha tirado 400 páginas deshilachando y analizando en detalle el Quijote. De hecho, esto es un ensayo, no entiendo muy bien por qué ha querido disfrazarlo con cierta autobiografía, cuando esto son pinceladas que apenas ocupan sitio en el libro y son, sobre todo, contexto de sus lecturas y de su punto de vista lector, más que otra cosa (aunque sí me ha parecido muy tierna su visita al Toboso como fanboy del Quijote. Y claro, me pones a un tío que se ha leído 50 veces el Quijote a hablar en detalle de él, a fanboyear de sus personajes, de las escenas, del análisis sociopolítico que se puede hacer, de la clase social, etecé, y me tienes dentrísimo. Pega un par de patinadas que encima no son por no haber entendido bien el Quijote, al contrario, sino por ser incapaz de romper la disonancia entre su privilegio y lo que sabe que pone en el libro para llamar a las cosas por su nombre. Parece que le preocupa ser tildado de woke. Lo siento, Antonio Muñoz Molina: ERES WOKE. Y es mejor abrazarlo sin tapujos a andarse con paños calientes (sólo tienes que ver las reseñas que han ido dejando por aquí al respecto de Gaza y el estado genocida de Israhell quienes no entendieron el Quijote. Van a ir por ti aunque digas "siglas de moda" en lugar de LGTBIQA+). ¿Y por qué le pongo sólo esa puntuación y no la máxima? Pues porque dudo que jamás vaya a releerlo. De hecho, muchos ratos era conversar conmigo mismo o repetir conversaciones que he tenido con otras personas mientras leía El Quijote. La lectura que hace Molina es tan similar a la que hice yo hace unos meses, que prefiero releer El Quijote que a él (y me parece que esa es una decisión que él aprobaría, la verdad). También que creo que le sobran unas cien o cientocincuenta páginas. Redunda en varias ocasiones, vuelve hacia atrás para resaltar lo que ya ha dicho o profundizar un par de párrafos en algo que ya estaba analizado. En fin, que este es un libro si el Quijote te flipa y quieres escuchar a alguien hablar de él con mucha pasión durante 11 horas con la magnífica voz de Clavijo. Pero si lo que quieres es un debate o charla sobre el Quijote, resultará un pelín frustrante.
En este libro Muñoz Molina juega entre el ensayo y una especie de autoficción quijotesca. Nos acerca desde una experiencia vital a ese libro que, en palabras del autor, nunca termina, nunca se acaba. Porque leer el Quijote se transforma y transforma al lector, tal como los encantamientos que mudaban las cosas de su lugar.
Creo que lo que más me ha gustado de este libro es que no está lleno de erudiciones, es decir, no se vuelve pesado explicándonos términos y tecnicismos sobre la novela; y cuando lo hace, lo hace de una manera desenvuelta y desenfadada. Pero sobre todo, nos acerca a una lectura, si se quiere, contemporánea de este maravilloso libro.
El libro está dividido por capítulos que parecieran no tener relación entre sí. Parecen más bien notas. Vuelve una y otra vez a pasajes y reflexiona sobre ellos de una manera lúcida que, en lo particular, me ha fascinado.
Para quien quiera leerlo, no se trata de un ensayo riguroso. Más bien se trata de un lector hablando de su libro favorito y de cómo ha influido, además, en su escritura. Es sí, al igual que Don Quijote, El verano de Cervantes hay leerlo con calma y disfrutarlo.
Me ha gustado. No os toméis a mal las tres estrellitas, es que no cuenta una historia, son los apuntes y reflexiones de una vida de una mente inquieta que ha vuelto a leer una y otra vez al don Quijote y saca sus conclusiones. No creo que le daría más de un 3.5. Pero. Me ha parecido poco pretencioso, agudo y fluido. Aunque. Si no se conoce la obra de Cervantes y un mínimo de literatura canónicas europea del siglo XX creo que podría resultar un poco pesado… no cuesta mucho seguir sus razonamiento pero perderse las citas es perderse gran parte del libro.
Me he apuntado un par de cosas: que el hilo conductor del Quijote no es la locura sino la teatralidad; que —como afirma Borges— el caballero errante nunca mata a nadie; el “no puedo más” como mantra del protagonista en la segunda entrega, en fin, muy útil para las opos y para dar un giro más a la obra más importante de la literatura. Eso sí, Muñoz Molina ha podido hablar del libro más hablado de todos los tiempos sin caer nunca en el cliché, chapó. Olé.
No solo te transmite el amor a Cervantes y su Quijote sino el amor a la literatura arraigada en la vida. Da alegría leer algo tan bien escrito. Eso sí, es un libro de lectura reposada, denso, con el que no valen las prisas.
Cada tarde, cuando cerraba los tecnicismos y rigurosidades de los libros de Medicina, abría este libro lleno de literatura tanto por la exquisitez lingüística con la que está escrito como por la profundidad con la que ahonda en uno de los libros más importantes de nuestra prosa: El Quijote (que aún no he leído entero pero prometo hacer después de acabar el MIR).
Un libro muy personal. Muñoz Molina rememora sus múltiples lecturas del Quijote compartiendo sus descubrimientos y placeres.
Me gustó recordar muchos pasajes revisados por el escritor y conocer lo que sintió y entendió.
Lo que no me pareció tan atractivo son las asociaciones que Muñoz Molina va haciendo con su propia experiencia como español (al no conocer la geografía y cultura de España). Este terreno fue un tanto árido para mí.
He leído una vez el Quijote, pero estoy convencido que lo leeré varias veces más. Es un libro enorme. Solo releyendo se puede disfrutar y entender totalmente. Lo mismo haré con el Ulises de James Joyce. Lo leeré varias veces más.
Para mí, la clave de este libro de Muñoz Molina está en el siguiente párrafo: "Una de las variantes cervantinas de la ficción es justamente el embuste improvisado, la trola enorme que se alimenta de su propio disparate, la fantasía verbal que está naciendo en el mismo momento en que se la formula, sin mesura, con un descaro que parece calculado para abrumar la incredulidad".
Eso es precisamente lo que parece que le ocurre a un sinfín de escritores en algún momento de su vida, que deciden inventarse (o exagerar) una relación estrechísima y constante con Cervantes y, más exactamente, con el Quijote. Muñoz Molina cuenta la relación casi mística que tienen con dicho libro autores como Stendhal, Thomas Mann, Mark Twain, Faulkner... o él mismo.
En este libro, Muñoz Molina se inventa y se reinventa, o quizás nos narra por primera vez la realidad, con lo cual todo lo que nos había contado antes eran los embustes, las trolas enormes, la ficción. Según "El verano de Cervantes", el autor, de pequeño, fingía haber encontrado una caja en casa de un tío donde había libros sin fin para convocar a sus vecinos y contarles historias. Ahora, ya de mayor, cerca a los setenta años e inmerso en una depresión profunda, aparece en su pasado otra caja, donde hay tres libros quemados, salvados valientemente por su abuelo de una pira durante la guerra civil, y uno de ellos es un Don Quijote algo chamuscado al que vivirá pegado desde entonces.
Esa infancia leyendo vorazmente el Quijote de manera continua no se corresponde en absoluto con lo que nos contó en "El viento de la Luna", donde lo que tenía Antonio entre manos no era precisamente el Quijote, sino más bien lo que cualquier chaval onanista podía tener. Más sorprende todavía que cuenta en "El verano de Cervantes" que durante toda la mili leía sin parar tanto Don Quijote como "Las mil y una noches", algo que no aparece ni por asomo en "Ardor guerrero", ese detalladísimo paso por su mili que nos contó a finales de los noventa. Es cierto que allí, en la biblioteca del Hogar del Soldado recordaba coger libros como "El tercer hombre", y que cuando paseaba por las calles se fascinaba al ver lo nuevo de Onetti en un escaparate, pero de la pasión desatada por Cervantes no habíamos sabido nada hasta ahora, o al menos yo no lo recuerdo y quizás me confundo.
A partir de esa memoria inventada, exagerada, quizás olvidada hasta ahora, o reservada para él solo y que por algún razón no había querido compartir con los lectores hasta este libro, Muñoz Molina hace un análisis pormenorizado del Quijote, lo intercala con algunas (demasiado pocas para mi gusto) reflexiones sobre el acto de escribir y busca referencias quijotescas en todos aquellos autores que admira como Montaigne, Proust o Faulkner. Al final es todo una excusa para elogiar, de manera exacerbada pero con su calidad literaria incuestionable, uno de sus libros preferidos, alargando la loa durante más de 400 páginas, lo que a mí me parecen muchas alforjas para tan corto viaje.
No tenía muchas expectativas al empezar a leer este libro, más cuando mi mujer que lo estaba leyendo, lápiz en mano, me advertía que seguramente no me gustaría: si no has leído El Quijote no te vas a enterar. Es verdad que de el Quijote solo tenía en mente algunas escenas, la de los molinos de viento y poco más y el castellano antiguo que me echaba para atrás (algo así como cuando doblan las películas en el español de centroamérica).
Pero nada de eso. Ya desde el principio me enganchó la pasión de Antonio Muñoz Molina por la obra, una lectura del Libro que hace por costumbre todos los veranos, disfrutando y anotando ideas y cosas que había pasado por alto en lecturas anteriores. Y eso, como le ocurre últimamente, echando la vista atrás a los años 60, a su Úbeda natal (como si algunas de las cosas que lee funcionaran como la magdalena de Proust), al recuerdo de ese niño lector compulsivo de todo lo que cayera en sus manos. Un relato pormenorizado y atractivo del Quijote
A pesar de mi total ignorancia del libro y de casi todo lo que en él se cuenta, incluidos los relatos intercalados, me interesé desde el principio por todo lo que leía y por fin empecé la lectura del que llaman la obra cumbre de la literatura española. Más que leerlo empecé a devorarlo a pesar de las ediciones en letras minúsculas, de haber caído al principio en una edición francesa con un Quijote resumido como los Reader’s Digest de nuestra infancia.
El verano de Cervantes solo por haber conseguido hacerme leer el Quijote con el entusiasmo con el que lo estoy leyendo bien merece todas las estrellas del mundo.
Antonio Muñoz Molina es un maestro, igual que Emmanuel Carrère, para descubrirme lecturas y nuevos mundos.
“Don Quijote de la Mancha es un largo relato de ficción y un tratado crítico sobre todas las artes de la literatura y todas las formas de contar; y también es un libro cómico que contiene una reflexión profunda sobre la risa y la comedia. La risa está sonando a cada momento en la novela; es la risa que provocan en el lector los episodios humorísticos y la que estalla dentro de la misma historia”
Me lo compré en la feria del libro, junto con "Moderaditos", y he podido leérmelo en cuatro largas sentadas. Este curso me leí, por fin, El Quijote y ahora, de alguna manera, he vuelo a releerlo desde los ojos y la prosa, magnifica, de Muñoz Molina. Son capítulos cortos en los que el autor habla de la vida de Cervantes, el impacto de su obra en distintos autores a lo largo de la historia, algo de teoría literaria, la naturaleza de la novela, sucesos de su vida en el pueblo de Jaén que le recuerda a episodios de El Quijote, lecturas posibles de la obra, interpretaciones,... Es muy interesante y los capítulos son cortos e independientes, se puede salta de uno a otro sin problemas. Es increíble todo lo que se puede sacar de un libro. Tiene 300 páginas pero podía haber escrito 500 tranquilamente. Merece la pena leerlo solo si has leído El Quijote, claro. Me encanta cómo escribe Muñoz Molina. Creo que es mejor escritor que J. Marías.
Creo que es un gran ensayo si ya has leído a Cervantes y en especial has estudiado en profundidad la historia del ingenioso hidalgo. Pero para aquellos que aún tienen que repasar a este clásico de la literatura española, dudo que anime en algo su descubrimiento –que aviso, para nada es una guía ni nada parecido, solo son las memorias de un autor que creció en una Castilla que se respiraba diferente porque se convertía en el escenario infantil de su mundo ya entonces literario–. En lo personal me ha resultado una lectura pesada o exclusiva para eruditos, no para el público general o estudiante.
A very dense and verbose book…interesting how the double standards of the writer managed to make an appearance towards the end. When it comes to talking about Gaza, it seems that any subject, including this book about Cervantes and Don Quijote, seizes the opportunity to bring up the false accusation of Genocide and ethnic cleansing. Cervantes, himself of suspected Jewish descent, would have been appalled by Molina’s inflammatory words.
Cómo nos transmite Antonio Muñoz Molina su amor por el Quijote, mostrándonos sus secretos de lecturas juveniles ya olvidadas.
Peca sólo de cierto desorden con idas y venidas constantes hacia adelante y atrás a las aventuras del Quijote, lo que extiende el libro un poco de más.
El mejor elogio que se le puede dar es que te pasas toda la lectura consultando el Quijote y al finalizarlo no tienes más remedio que recuperar la lectura olvidada, con una mirada más sabia.
Un repaso precioso al Quijote de la mano de un autor que lo conoce muy bien, intercalado con episodios de la vida de Cervantes que podrían explicar sus personajes, así como con retazos de la niñez y la juventud del autor e incluso de la dura etapa que atravesaba en su vida madura mientras lo escribía. Ha sido también muy enriquecedor y un disfrute la relación de las obras y de los autores en los que influyó, como Balzac, Flaubert, George Eliot, Sterne, Melville, Mark Twain, Faulkner o Thomas Mann (solo por citar los que más me han interesado).
He descubierto a Antonio Muñoz Molina a través de este libro. Su forma de escribir, la delicadeza de sus palabras y el recuerdo de su infancia rememorando al Quijote, hace que conectes y te sientas atrapado página tras página. Sin duda, uno de los mejores libros que me he leído en los últimos años.
En lo público, Muñoz Molina tiene opiniones y posicionamientos ideológicos contundentes, cuando no rotundos, y a menudo contradictorios entre lo que predica y lo que se le conoce. Por higiene intelectual, siempre intento que el autor no me contamine la obra y, a pesar de mis desencuentros con el ubetense, le sigo leyendo con atención porque no dejo de reconocer que es uno de los mejores escritores españoles de los últimos tiempos, en los que no abundan tantos como pudiera parecer.
· Dicho esto, hay que decir de inmediato que en El verano de Cervantes ha encajado unos textos, interesantes y bien elaborados, en los que amalgama asuntos rememorativos y autobiográficos, literarios y metaliterarios, ensayísticos y reflexivos para ofrecer un trabajo muy interesante, muy atractivo, sobre todo para aquellos que echamos los dientes lectores a bocados con El Quijote y tantos otros libros que van saliendo al paso de esta redacción.
· En el debe: Hay un cierto desorden acumulativo, hay repeticiones e insistencias sin podar; de ahí quizá eso de "escritura desatada". Vale.
· En el haber: Me ha mandado directamente al Libro. Toca relectura de El Quijote, y con esta irán... pues unas cuantas.
Un libro más que recomendado para tener un buen mapa mental de la obra maestra de Miguel de Cervantes. Un poco lento en los pasajes que habla de su adolescencia en Jaén pero muy importantes para el autor por los relaciona con el Quijote.
Un libro de memorias y recuerdos en torno a la experiencia cervantina, desde la lejana infancia en que el autor conoció el Quijote. Abundan las citas de aquel libro, que es repasado y comentado de arriba abajo, y las anécdotas de otros escritores que también se acercaron a él con admiración.