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El problema de la educación en Chile
Una mirada crítica, rigurosa y accesible al estancamiento de la educación chilena, sus causas estructurales y las rutas posibles hacia una transformación integral.
En El problema de la educación chilena, Cristián Bellei realiza un diagnóstico profundo del sistema escolar en Chile, revelando por qué, a pesar de múltiples reformas y una creciente inversión pública, la calidad educativa se ha estancado. El autor desarma el mito de que "no se ha hecho nada" y muestra que el verdadero problema radica en haber seguido un paradigma uno que prioriza la competencia de mercado, la estandarización y la rendición de cuentas por sobre el aprendizaje significativo y equitativo.
Desde la demolición del Estado Docente durante la dictadura, pasando por la expansión del sistema privado subvencionado, el debilitamiento sostenido de la educación pública, hasta los límites del Simce como herramienta de mejora, Bellei articula una narrativa que combina evidencia empírica, experiencia de terreno y sensibilidad social. El libro identifica causas institucionales, políticas y culturales del problema educacional, discute el rol de los liceos emblemáticos, los profesores, las familias y los rankings, y expone los fracasos del modelo neoliberal.
Pero también hay esperanza. En sus últimos capítulos, el autor muestra casos reales de escuelas que han logrado mejorar y plantea una propuesta reorientar el sistema hacia una educación integral, colaborativa, pertinente al siglo XXI y centrada en el aprendizaje, no en la competencia. Con un estilo claro y sin tecnicismos, Bellei busca aportar a una conversación pública urgente sobre qué tipo de educación necesita y merece Chile.
En El problema de la educación chilena, Cristián Bellei realiza un diagnóstico profundo del sistema escolar en Chile, revelando por qué, a pesar de múltiples reformas y una creciente inversión pública, la calidad educativa se ha estancado. El autor desarma el mito de que "no se ha hecho nada" y muestra que el verdadero problema radica en haber seguido un paradigma uno que prioriza la competencia de mercado, la estandarización y la rendición de cuentas por sobre el aprendizaje significativo y equitativo.
Desde la demolición del Estado Docente durante la dictadura, pasando por la expansión del sistema privado subvencionado, el debilitamiento sostenido de la educación pública, hasta los límites del Simce como herramienta de mejora, Bellei articula una narrativa que combina evidencia empírica, experiencia de terreno y sensibilidad social. El libro identifica causas institucionales, políticas y culturales del problema educacional, discute el rol de los liceos emblemáticos, los profesores, las familias y los rankings, y expone los fracasos del modelo neoliberal.
Pero también hay esperanza. En sus últimos capítulos, el autor muestra casos reales de escuelas que han logrado mejorar y plantea una propuesta reorientar el sistema hacia una educación integral, colaborativa, pertinente al siglo XXI y centrada en el aprendizaje, no en la competencia. Con un estilo claro y sin tecnicismos, Bellei busca aportar a una conversación pública urgente sobre qué tipo de educación necesita y merece Chile.
228 pages, Kindle Edition
Published September 1, 2025
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Displaying 1 - 3 of 3 reviews
October 25, 2025
ESTE HOSPITAL SOLO ATIENDE PACIENTES SANOS
Había una vez un hospital. Habían médicos que la gente respetaba mucho. Convertirse en médico no solo aseguraba tu bolsillo, sino que además te daba prestigio. Habían muchos enfermos, pero la gente no estaba muy acostumbrada a ir al médico. La gente no tenía tiempo. Por eso, muchos de los que llegaban al hospital se iban antes de terminar su tratamiento. Pero había otros que sí lo lograban. Y no eran pocos. No era un hospital perfecto, pero a medida que la gente tenía más tiempo para atenderse, funcionaba cada vez mejor.
Un día cambió el dueño del hospital. Al nuevo dueño no le gustaba administrar el hospital, así que despidió a todos los doctores sin pagarles nada. Como no había nadie más que atendiera enfermos ni que contratara doctores, el dueño repartió los pabellones entre sus amigos y ellos volvieron a contratar a los doctores por un sueldo mucho menor. Además, el dueño permitió que aparecieran nuevas clínicas e incluso se ofreció a financiar algunas, siempre y cuando mostraran que atendían enfermos.
Mientras más gente se atendiera, mejor les pagarían. No importaba si sanaban o no a los enfermos. Se les dijo lo mismo a los dueños de los pabellones del viejo hospital: lo importante es que atiendan a muchos pacientes. Y así lo hicieron. En menos de veinte años, el país atendió a más pacientes que nunca y los nuevos dueños de las nuevas clínicas hicieron mucho dinero ¡Todos ganaron! El sistema funcionaba perfecto.
En los viejos pabellones que habían pertenecido al hospital, se atendían solo a los pacientes más enfermos. Como a sus dueños no les importaba mucho y les salía muy caro mantenerlos, intentaban concentrarse en una única misión: que los enfermos no se les escapasen. Como les pagaban por cada enfermo atendido, no se podían dar el lujo de dejarlos ir. Los tenían a punta de suero y agua con azúcar, mientras los acumulaban en las salas frías diciéndoles que todavía no era momento de terminar el tratamiento. Al principio era muy difícil mantenerlos, hasta que se les ocurrió ofrecer almuerzo gratis. Cuando acababa el tiempo máximo para tenerlo dentro, lo dejaban ir. El enfermo pasaba doce años en el hospital sin haber recibido ningún tratamiento y con los mismos síntomas que tenía cuando entró.
A las nuevas clínicas, en cambio, les fue mucho mejor. Allí llegaban los pacientes que sabían que en los pabellones solo te encerraban sin tratamiento. Algunas clínicas cobraban demasiado, así que no cualquiera podía atenderse en ellas. Pero, para ser justos, habían para todos los bolsillos. A los pacientes ya no solo les importaba ser atendidos, sino también recibir una buena atención médica. Por ello, el Gobierno creó el Índice de Calidad de Atención Médica (ICAM). Como no se podía evaluar a todos los pacientes para saber si estaban sanos después de haber pasado por un centro médico, se decidió pasarles un formulario que permitiría predecir su estado de salud. El problema es que en el formulario se hacían preguntas que no dependían del centro médico, como por ejemplo: ¿comes bien todos los días? ¿tienes tiempo para dedicar a tu ocio? ¿tus papás te leen cuentos antes de dormir? ¿tienes nana? ¿has viajado fuera de Chile? ¿vienes al hospital en micro o te vienen a dejar? ¿tus papás han ido a un hospital alguna vez?, entre otras.
Los dueños de las clínicas con más dinero se dieron cuenta de esto y tuvieron una increíble idea. Cuando un paciente mostrara síntomas de que respondería mal el formulario, lo expulsaban inmediatamente y rellenaban su espacio con un paciente sano. Poco a poco, fueron creciendo las que hasta el día de hoy reconocemos como nuestros mejores centros médicos: los que solo atienden pacientes sanos.
¿Y qué pasó con los doctores? Los buenos doctores se dedicaron por un tiempo solo a atender pacientes sanos, porque les generaba más dinero. Para atender pacientes enfermos quedaron algunos, pero como les pagaban poco y aparte les llegaban casi todos los pacientes terminales, los empezaron a catalogar de malos doctores. Con el tiempo ellos mismos se lo creyeron y empezaron a actuar como tales.
Lamentablemente, hay quienes pretenden destruir nuestro sistema de salud. Nos quieren obligar a atender pacientes enfermos. Quieren que todos estemos en sus pabellones mugrosos. No lo podemos permitir. El futuro de la nación está en juego.
*
Mi primo pequeño no había cumplido los cinco años y ya tenía que realizar una prueba de selección para postular a un colegio del Barrio Alto. Según cuenta mi tía, esperó nerviosa junto a otros padres mientras los niños respondían la prueba. Habían estado practicando semanas junto a sus hijos. Uno de los ejercicios consistía en encerrar en un círculo al animal que correspondiera a la categoría "pájaro". Aparecían dibujos de una ballena, un lobo marino, un pingüino y un oso polar. Mi tía contaba todavía riéndose que mi primito había encerrado al lobo marino y luego le había dibujado alas.
Eso es el sistema de educación chileno: un lobo marino al que hay que dibujarle alas para ver si vuela.
Había una vez un hospital. Habían médicos que la gente respetaba mucho. Convertirse en médico no solo aseguraba tu bolsillo, sino que además te daba prestigio. Habían muchos enfermos, pero la gente no estaba muy acostumbrada a ir al médico. La gente no tenía tiempo. Por eso, muchos de los que llegaban al hospital se iban antes de terminar su tratamiento. Pero había otros que sí lo lograban. Y no eran pocos. No era un hospital perfecto, pero a medida que la gente tenía más tiempo para atenderse, funcionaba cada vez mejor.
Un día cambió el dueño del hospital. Al nuevo dueño no le gustaba administrar el hospital, así que despidió a todos los doctores sin pagarles nada. Como no había nadie más que atendiera enfermos ni que contratara doctores, el dueño repartió los pabellones entre sus amigos y ellos volvieron a contratar a los doctores por un sueldo mucho menor. Además, el dueño permitió que aparecieran nuevas clínicas e incluso se ofreció a financiar algunas, siempre y cuando mostraran que atendían enfermos.
Mientras más gente se atendiera, mejor les pagarían. No importaba si sanaban o no a los enfermos. Se les dijo lo mismo a los dueños de los pabellones del viejo hospital: lo importante es que atiendan a muchos pacientes. Y así lo hicieron. En menos de veinte años, el país atendió a más pacientes que nunca y los nuevos dueños de las nuevas clínicas hicieron mucho dinero ¡Todos ganaron! El sistema funcionaba perfecto.
En los viejos pabellones que habían pertenecido al hospital, se atendían solo a los pacientes más enfermos. Como a sus dueños no les importaba mucho y les salía muy caro mantenerlos, intentaban concentrarse en una única misión: que los enfermos no se les escapasen. Como les pagaban por cada enfermo atendido, no se podían dar el lujo de dejarlos ir. Los tenían a punta de suero y agua con azúcar, mientras los acumulaban en las salas frías diciéndoles que todavía no era momento de terminar el tratamiento. Al principio era muy difícil mantenerlos, hasta que se les ocurrió ofrecer almuerzo gratis. Cuando acababa el tiempo máximo para tenerlo dentro, lo dejaban ir. El enfermo pasaba doce años en el hospital sin haber recibido ningún tratamiento y con los mismos síntomas que tenía cuando entró.
A las nuevas clínicas, en cambio, les fue mucho mejor. Allí llegaban los pacientes que sabían que en los pabellones solo te encerraban sin tratamiento. Algunas clínicas cobraban demasiado, así que no cualquiera podía atenderse en ellas. Pero, para ser justos, habían para todos los bolsillos. A los pacientes ya no solo les importaba ser atendidos, sino también recibir una buena atención médica. Por ello, el Gobierno creó el Índice de Calidad de Atención Médica (ICAM). Como no se podía evaluar a todos los pacientes para saber si estaban sanos después de haber pasado por un centro médico, se decidió pasarles un formulario que permitiría predecir su estado de salud. El problema es que en el formulario se hacían preguntas que no dependían del centro médico, como por ejemplo: ¿comes bien todos los días? ¿tienes tiempo para dedicar a tu ocio? ¿tus papás te leen cuentos antes de dormir? ¿tienes nana? ¿has viajado fuera de Chile? ¿vienes al hospital en micro o te vienen a dejar? ¿tus papás han ido a un hospital alguna vez?, entre otras.
Los dueños de las clínicas con más dinero se dieron cuenta de esto y tuvieron una increíble idea. Cuando un paciente mostrara síntomas de que respondería mal el formulario, lo expulsaban inmediatamente y rellenaban su espacio con un paciente sano. Poco a poco, fueron creciendo las que hasta el día de hoy reconocemos como nuestros mejores centros médicos: los que solo atienden pacientes sanos.
¿Y qué pasó con los doctores? Los buenos doctores se dedicaron por un tiempo solo a atender pacientes sanos, porque les generaba más dinero. Para atender pacientes enfermos quedaron algunos, pero como les pagaban poco y aparte les llegaban casi todos los pacientes terminales, los empezaron a catalogar de malos doctores. Con el tiempo ellos mismos se lo creyeron y empezaron a actuar como tales.
Lamentablemente, hay quienes pretenden destruir nuestro sistema de salud. Nos quieren obligar a atender pacientes enfermos. Quieren que todos estemos en sus pabellones mugrosos. No lo podemos permitir. El futuro de la nación está en juego.
*
Mi primo pequeño no había cumplido los cinco años y ya tenía que realizar una prueba de selección para postular a un colegio del Barrio Alto. Según cuenta mi tía, esperó nerviosa junto a otros padres mientras los niños respondían la prueba. Habían estado practicando semanas junto a sus hijos. Uno de los ejercicios consistía en encerrar en un círculo al animal que correspondiera a la categoría "pájaro". Aparecían dibujos de una ballena, un lobo marino, un pingüino y un oso polar. Mi tía contaba todavía riéndose que mi primito había encerrado al lobo marino y luego le había dibujado alas.
Eso es el sistema de educación chileno: un lobo marino al que hay que dibujarle alas para ver si vuela.
December 2, 2025
Siempre me ha atraído el tema de la educación en Chile. A pesar de no estar asociado a este mundo hoy (no soy profesor, padre o de cargo administrativo de este rubro), puedo simpatizar como el estudiante que alguna vez fui. Los estudiantes de hoy son el reflejo de como será la sociedad mañana y al menos encuentro de gran importancia apostar una gran cantidad de esfuerzo y recursos en ellos.
La lectura fue bastante enriquecedora, me iluminó y aclaro varios temas, tanto del estado actual de le educación chilena y el camino recorrido pre, durante y post dictadura. Este libro lo compré solo leyendo el título y la contraportada, pero hay que apreciar que Cristián Bellei es alguien que tiene cualificaciones de sobra para hablar del tema. Es alguien que ha estado en las trincheras del sistema educacional desde hace mucho tiempo, tanto como investigador como miembro participativo de las instituciones nacionales de educación. Si alguien es apto para hablar de este tema en Chile, es él.
El libro se divide separandolo en capítulos sobre las aristas más relevantes de la educación chilena (sistema privado, políticas públicas, profesores, pruebas estandarizadas, padres, etc.), correlacionadas entre ellos y que suman su parte al alboroto que es hoy la educación chilena. Todos muy interesantes, solo tengo comentarios de los dos últimos. Estos capítulos dan la cuota de positivismo hacia el futuro, siguiendo la lógica de no ser solo negativo y mencionar que es lo que se ha hecho bien, pero no creo que hayan quedado tan bien logrados. No desde el punto de vista de que no aportan nada, sino de la estructura general del libro. El capítulo 9 (¿Qué hacen los colegios que han logrado mejorar la educación en Chile?) es un listado de ideas, que al ser generales (no es que este mal, como Bellei menciona varias veces, este es un breve ensayo del tema) se pierden. Me hubiera gustado mantener el relato que se aplicaba en los capítulos anteriores. El capítulo 10 (Educación para el siglo XXI), también me quedó gusto a poco. Tampoco me convenció como conclusión. A pesar de esto, son problemas minúsculos, el libro me entregó lo que buscaba.
Entre las ideas más interesantes que encontré en este libro son:
- Muchos de nuestros problemas se encuentran en el sistema de privatización de las escuelas implementados por Pinochet y los Chicago Boys. Chile fue un experimento fracasado en este sentido. Bellei menciona que tenemos el sistema de educación más de mercantilizado del mundo, y a pesar de esto, no hemos logrado sobresalir en ningún aspecto positivo.
- Abandono del sistema público. Es impresionante leer el estado en que se dejó la educación pública (que la hicieron competir con la privada) y después ver que los mejores sistemas educativos del mundo (Indonesia, Japón, etc.) tienen una educación primordialmente pública.
- La educación como bien de consumo tiene varias consecuencias negativas: profesores como empleados y padres como clientes (en vez de sistema social compartido), incentivo perverso a priorizar las pruebas estandarizadas sobre los estudiantes y su aprendizaje (la herramienta para el fin se vuelve el fin último), fines de lucro priorizan recursos para priopietarios en vez de estudiantes y segregación social por colegio. Este último me resuena personalmente. Esto puede ser efecto de mi entorno social, pero como alguien de región, me sorprende lo segregado socialmente que son los colegios en Santiago. Los estudiantes del sector oriente viven en burbujas educacionales muy desapegadas del resto de Chile.
- Se han implementado varias políticas educacionales en Chile, a pesar de la persepción negativa de la gente. Uno de mis momentos de mayor sorpresa (grata sorpresa) fue enterarme de que se volvió a implementar el curso de Educación Cívica.
- La decadencia de los colegios emblemáticos tienen su razón de ser: al ser en su mayor parte de la historia colegios de elite (con intensos sistemas de selección), quedan a la deriva cuando las leyes públicas emparejan las reglas para todos (¿Por qué los emblemáticos merecerían más recursos y trato preferencial que el resto de los colegios públicos de Chile?). Se deja la interrogante de que debería hacer Chile con ellos, ¿deberiamos mantener colegios de elite públicos? Si la persepción del público es que se están perdiendo espacios importantes en Chile ¿el Estado debería protegerlos con reglas especiales?
- La carrera docente, requisitos de notas para entrar a pedadogía y mejorar las condiciones de los profesores (como remuneración por horas de planificación de clases), son excelentes medidas. Entre los problemas más apremiantes está la escasez de nuevos profesores y el desprestigio de la carrera docente.
En conclusión, es un libro que considero importante leer, especialmente si te relacionas de cualquier forma con el sistema educativo (como padre, profesor, político, agente del Estado, etc.).
La lectura fue bastante enriquecedora, me iluminó y aclaro varios temas, tanto del estado actual de le educación chilena y el camino recorrido pre, durante y post dictadura. Este libro lo compré solo leyendo el título y la contraportada, pero hay que apreciar que Cristián Bellei es alguien que tiene cualificaciones de sobra para hablar del tema. Es alguien que ha estado en las trincheras del sistema educacional desde hace mucho tiempo, tanto como investigador como miembro participativo de las instituciones nacionales de educación. Si alguien es apto para hablar de este tema en Chile, es él.
El libro se divide separandolo en capítulos sobre las aristas más relevantes de la educación chilena (sistema privado, políticas públicas, profesores, pruebas estandarizadas, padres, etc.), correlacionadas entre ellos y que suman su parte al alboroto que es hoy la educación chilena. Todos muy interesantes, solo tengo comentarios de los dos últimos. Estos capítulos dan la cuota de positivismo hacia el futuro, siguiendo la lógica de no ser solo negativo y mencionar que es lo que se ha hecho bien, pero no creo que hayan quedado tan bien logrados. No desde el punto de vista de que no aportan nada, sino de la estructura general del libro. El capítulo 9 (¿Qué hacen los colegios que han logrado mejorar la educación en Chile?) es un listado de ideas, que al ser generales (no es que este mal, como Bellei menciona varias veces, este es un breve ensayo del tema) se pierden. Me hubiera gustado mantener el relato que se aplicaba en los capítulos anteriores. El capítulo 10 (Educación para el siglo XXI), también me quedó gusto a poco. Tampoco me convenció como conclusión. A pesar de esto, son problemas minúsculos, el libro me entregó lo que buscaba.
Entre las ideas más interesantes que encontré en este libro son:
- Muchos de nuestros problemas se encuentran en el sistema de privatización de las escuelas implementados por Pinochet y los Chicago Boys. Chile fue un experimento fracasado en este sentido. Bellei menciona que tenemos el sistema de educación más de mercantilizado del mundo, y a pesar de esto, no hemos logrado sobresalir en ningún aspecto positivo.
- Abandono del sistema público. Es impresionante leer el estado en que se dejó la educación pública (que la hicieron competir con la privada) y después ver que los mejores sistemas educativos del mundo (Indonesia, Japón, etc.) tienen una educación primordialmente pública.
- La educación como bien de consumo tiene varias consecuencias negativas: profesores como empleados y padres como clientes (en vez de sistema social compartido), incentivo perverso a priorizar las pruebas estandarizadas sobre los estudiantes y su aprendizaje (la herramienta para el fin se vuelve el fin último), fines de lucro priorizan recursos para priopietarios en vez de estudiantes y segregación social por colegio. Este último me resuena personalmente. Esto puede ser efecto de mi entorno social, pero como alguien de región, me sorprende lo segregado socialmente que son los colegios en Santiago. Los estudiantes del sector oriente viven en burbujas educacionales muy desapegadas del resto de Chile.
- Se han implementado varias políticas educacionales en Chile, a pesar de la persepción negativa de la gente. Uno de mis momentos de mayor sorpresa (grata sorpresa) fue enterarme de que se volvió a implementar el curso de Educación Cívica.
- La decadencia de los colegios emblemáticos tienen su razón de ser: al ser en su mayor parte de la historia colegios de elite (con intensos sistemas de selección), quedan a la deriva cuando las leyes públicas emparejan las reglas para todos (¿Por qué los emblemáticos merecerían más recursos y trato preferencial que el resto de los colegios públicos de Chile?). Se deja la interrogante de que debería hacer Chile con ellos, ¿deberiamos mantener colegios de elite públicos? Si la persepción del público es que se están perdiendo espacios importantes en Chile ¿el Estado debería protegerlos con reglas especiales?
- La carrera docente, requisitos de notas para entrar a pedadogía y mejorar las condiciones de los profesores (como remuneración por horas de planificación de clases), son excelentes medidas. Entre los problemas más apremiantes está la escasez de nuevos profesores y el desprestigio de la carrera docente.
En conclusión, es un libro que considero importante leer, especialmente si te relacionas de cualquier forma con el sistema educativo (como padre, profesor, político, agente del Estado, etc.).
October 11, 2025
Recomendadísimo. Una lectura clave para quienes quieren saber cómo llegamos a la educación que tenemos hoy en Chile, qué hemos hecho bien, qué debemos mejorar y lo que debemos proyectar para realmente mejorar el acceso a educación de calidad para todos y todas los niños de Chile.
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