Todos deseamos disfrutar de un excelente sistema sanitario y educativo; todos aspiramos a que las pensiones y los salarios sean lo más elevados posible; todos queremos vivir en una comunidad innovadora, culturalmente vanguardista, respetuosa con el medio ambiente y solidaria con los más necesitados. La mayoría de ciudadanos cree que la manera de alcanzar todos estos loables objetivos pasa por aumentar el tamaño del Estado a pesar de que éste ya se halla en máximos históricos. El conocido economista Juan Ramón Rallo ofrece en este libro una propuesta radicalmente distinta a la habitual: el camino a la prosperidad colectiva no pasa por incrementar todavía más el intervencionismo estatal, sino por reducirlo a su mínima expresión; es decir, su propuesta pasa por que sea la propia sociedad, y no los políticos y los burócratas, la que se haga cargo de servicios tan esenciales como la educación, la sanidad, las pensiones o la protección del medio ambiente. Eso es justamente lo que encontrará en esta obra: una rigurosa y documentada explicación de por qué el bienestar de todos los ciudadanos mejoraría muy notablemente con menos impuestos, menos gasto público y menos regulaciones.
Juan Ramón Rallo es doctor en Economía, habiendo concluido la licenciatura con Premio Extraordinario de fin de carrera y licenciado en Derecho con Premio Extraordinario de fin de carrera por la Universidad de Valencia, así como master en economía de la Escuela Austriaca por la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid. Actualmente es profesor en el centro de estudios OMMA y en el centro de estudios ISEAD. Ha recibido el «Premio Julián Marías» 2011 a la trayectoria científica en el ámbito de las ciencias sociales para menores de 40 años. Asimismo es analista económico de esRadio y director del Instituto Juan de Mariana.
Con toda seguridad el libro del año. Imprescindible lectura tanto para liberales que quieran profundizar sobre la transición del Estado actual a un Estado mínimo, como para los críticos que quieran enriquecer (y poner a prueba) sus posturas.
Algunas ideas interesantes pero se lleva uno la impresión de que hay un sesgo ideológico considerable. No es que ello en sí mismo tenga que ser necesariamente negativo, pero le pone a uno en guardia cuando el discurso se viste de "objetivo" y "científico" al tiempo que muchas de las conclusiones no se deducen, desde mi punto de vista, de las premisas. Eso no impide al autor hacer uso extensivo de expresiones como "sin duda", claramente", "obviamente", etc... en contextos que para mí no tienen nada de obvio o claro.
En cualquier caso me pareció una lectura interesante como introducción al pensamiento neoliberal. La mayor parte de esta obra consiste en una exposición de la base teórica que justifique un Estado Mínimo, en términos generales, y también los detalles de su aplicación en áreas concretas como el mercado laboral, educación, sanidad o justicia). La última parte se dedica a analizar cómo podría llevarse a cabo una transición hacia ese modelo. Que todo ello sea deseable o posible queda a juicio del lector.
El gran mérito que hay que alabar de este libro es que sus páginas están llenas de ejemplos reales de cómo funcionan distintos aspectos de la sociedad en el mundo sin la “ayuda” del gobierno de turno, sin la burocracia oficial de unos señores que alegan conocer lo que es mejor para nosotros. El movimiento se demuestra andando, y la viabilidad de la propuesta liberal para España no es ninguna utopía. Leyendo este libro adquirirá el lector la seguridad de que ya no se puede decir más tiempo que es de noche cuando el sol brilla en lo alto, porque este libro nos hace abrir los ojos y ver la realidad. Nos hace enfrentarnos a nuestros prejuicios adquiridos hace tiempo e inculcados por políticos paternalistas que han robado nuestra libertad y nuestra voluntad. Creemos a los políticos “buenistas” como cree el niño de teta a su papá y mamá. Pues bien, déjese abrir los ojos. Aquí tendrá realidades, datos que hablan por sí solos, y no hallará filosofía ni demagogia. Si España tiene esperanza es porque hay gente que leerá este libro y porque estamos tan mal, el mal llamado Estado del Bienestar es tal fraude que los mismos ciegos empiezan a verlo.
Actualmente España tiene 3 millones de empleados públicos (y casi 3 millones de parados). Un Estado mínimo, que es lo que propone este libro, debería dejarlo reducido a 400.000. Como bien dice su autor, “la justificación de la existencia de un empleo público nunca puede ser la de ofrecerle una ocupación al trabajador: el empleo público solo debería justificarse por el valor que es capaz de generar para los ciudadanos y no por el valor que es capaz de extraer de los ciudadanos.”
Es revelador y alucinante que en España todavía se piense con el corazón cuando se tratan temas tan importantes como la economía, la educación o la sanidad de un país, y que la gente se crea los postulados oficiales como si fueran dogma de fe. Si usáramos la razón no habría tanto miedo a reclamar el desmantelamiento del mal llamado Estado del Bienestar, puesto que antes de su nacimiento, tras la 2ª Guerra Mundial, tampoco es que estuviéramos los ciudadanos totalmente indefensos y desprotegidos. Al contrario, el libro muestra cómo existían desde Sociedades de Ayuda o Mutuas, organizaciones de diverso tipo que se encargaban de hacer lo que ahora hacen, y mal, las burocracias modernas. A veces parece que pensamos que antes del Estado del Bienestar la vida no era posible, o estuviera tan llena de miseria y pobreza que poco la diferenciaría del hombre de las cavernas. Esta imagen es la que la propaganda interesada de políticos y demás demagogos han conseguido implantar en las mentes de la mayoría de ciudadanos actuales. La frase del diputado británico Lord Douglas Jay, uno de los intelectuales que inspiró el sistema de salud público inglés, lo pone en evidencia, “En general no se puede confiar en que las amas de casa adquieran los productos adecuados en materia de sanidad y nutrición […] al igual que en educación, los parlamentarios saben mejor lo que le conviene a la gente que la propia gente en sí misma.” Que semejante arrogancia siga a fecha de hoy siendo premiada con la adhesión de millones de ciudadanos a dicha política habla a las claras del estado borreguil de la población.
Otra cita digna del panteón de citas ignominiosas es del historiador, defensor del Estado de Bienestar, crítico de las sociedades de ayuda mutua, William Harbutt Dawson, quien llegó a confesar que Bismarck, el creador del primer sistema de Estado del Bienestar, personalmente le había dicho que justificaba la imposición del Estado sobre la asistencia social privada con las siguientes palabras: “[Mi propósito] es engañar a las clases trabajadoras o, si lo prefieres, persuadirlas de que el Estado es una institución social que existe para preocuparse por sus intereses y por su bienestar.”
“Se ha incentivado a una porción importante de la población a que no se aleje de esos umbrales de renta que lo califican a uno como pobre”. Esta cita tan cierta me recordó a la película de Clint Eastwood Million Dollar Baby, pero muchos de nosotros debemos tener constancia directa de que hay casos así.
El sabor que deja el libro es agridulce. Por un lado uno se inclina a pensar como el autor, que todavía hay esperanza, que podemos enderezar el rumbo de nuestra sociedad, que llevará tiempo, que la transición no será un camino de rosas... que la sociedad puede retomar las riendas de su destino, ese destino que cedió en manos de burócratas y vendedores de crecepelo. Pero es necesario que la gente haga uso de su razón, y que sean muchos los que quieran ver la verdad. Pero todavía hay mucho ciego que no quiere ver, muchos a los que les va bien tal como está todo montado, y hay muchos fanáticos que viven en sueños de ideologías, gente enferma de la cabeza, en cierto sentido. El autor nos pone delante de los ojos las soluciones, que no utopías, soluciones que ya se han implantado en distintos lugares del planeta y que afectan a distintos ámbitos sociales. El conocimiento lo tenemos, ya no hay excusa para seguir diciendo la misma cantinela de siempre, que hay que salvar a la educación pública, a la sanidad pública, a cualquier cosa pública. No, lo que hay que salvar es a la gente. Da igual que el gato sea blanco que negro. ¿Caza ratones?
Un pensamiento final que me plantea el libro es el pronóstico de que en España habrá en 2050 1 persona mayor de 65 años por cada 1,5 entre 15 y 65 años. Dicho así, fríamente, con números, parece que no tuviera importancia, un simple -aunque lúgubre- dato más. Pero bien pensado, el cambio con respecto a la España de hoy, y más aún con respecto a la España de hace 20 años, tiene que ser tan grande en todos los aspectos de la vida a lo largo y ancho de esta piel de toro ibérica, que realmente es legítimo preguntarse si Esto podrá seguir llamándose España, o incluso, si esto será realmente un país, una sociedad viva, o quizás más bien será una residencia de ancianos con horarios y régimen de actividades estrictamente delimitados.
Este libro trata de hacer ver por qué es posible que ciertos servicios prestados hoy día por el Estado con la aprobación general sean gestionados de manera privada sin merma para el bienestar común. Para ello hay que partir de la evidencia de que el Estado en sí no dispone de recursos, sino que los extrae coactivamente de la sociedad ¿Es la sociedad capaz de administrar dichos recursos igualando o ampliando el bienestar? J.R.R así lo cree y por ello defiende la vuelta a un Estado mínimo que absorba menos del 10% del PIB (del 50% en que se encuentra a día de hoy) y cuyo presupuesto se limite a las siguientes partidas: 2% en justicia, seguridad y defensa, 0,3% en infraestructuras y I+D, 0,5% en burocracia estatal, 1-4% en asistencia social básica y subsidiaria. En definitiva, propone la reducción del tamaño del Estado en un 90%, lo que implicaría una reducción en la carga impositiva de la misma proporción. En cuanto a la fiscalidad del Estado mínimo, esta tendría que ser finalista, es decir, que cada euro recaudado vaya destinado a sufragar el servicio por el cual se recaudó ( para lo cual primará el uso de tasas gestionadas por las administraciones más próximas al ciudadano). Deberá ser, además, una fiscalidad sencilla y transparente, que acabe con la actual doble imposición, que grava tanto la obtención de la renta (IRPF, IS) como su uso (IVA), y que cumpla con rigurosidad el principio de simetría, lo cual significa acabar con la progresividad impositiva tan defendida en nuestros tiempos, pero que Rallo califica de “explotación fiscal unilateral”. El Estado que Rallo plantea habría de estar profundamente descentralizado en entes públicos de carácter local o municipal para, a partir de ahí, escalar en tamaño sólo cuando fuera necesario (cuando la adopción de proyectos de gran envergadura requiera de economías de escala y promueva el aprovechamiento de externalidades positivas). Las administraciones descentralizadas atenderán mejor a las preferencias de los ciudadanos, quienes podrán fiscalizarlas más de cerca, retirarles su apoyo o, en última instancia, trasladarse a otra jurisdicción más ventajosa. La cuestión es que exista competencia entre las distintas administraciones de manera que si alguna no funciona sus ciudadanos puedan buscar mejores oportunidades en otra. Un Estado grande y centralizado no permite escapar a sus ciudadanos, y si éste se equivoca (lo cual es más probable a medida que aumenta el tamaño) pagan todos. Por ello, Rallo defiende el derecho de secesión de cualquier comunidad humana que decida autogestionarse. Es fundamental, en cualquier caso, que la descentralización alcance tanto al gasto público como a los ingresos (actualmente solo alcanza el gasto pues los ingresos los sigue recaudando en buena medida la administración central ) para que el político local gaste en función del ingreso local, y no en función del ingreso recibido desde un ente público superior (lo que ha llevado a muchos municipios a acometer proyectos por encima de sus posibilidades y en muchos casos inútiles). Siguiendo esta lógica fragmentadora, España habría de abandonar la UE ( que va camino de convertirse en un mega Estado hipertrofiado) sin renunciar, claro está, al Espacio Económico Europeo ni a las libertades económicas logradas. En cuanto al empleo público, la privatización de los servicios que puedan prestarse por la sociedad sin la intervención estatal limitará su número al 2% de la población ocupada, frente al 20 % actual. Además, dichos puestos de trabajo estarán sometidos a un principio de flexibilidad administrativa que impida otorgar trabajos de por vida, algo que ya ocurre en países como Suecia, donde a penas el 1 % de los trabajadores públicos son funcionarios con plaza vitalicia. En la segunda parte del libro (la más importante) Rallo expone detalladamente por qué es pertinente reducir la intervención estatal en los servicios que a continuación se mencionarán y cómo hacerlo de manera progresiva y lo menos traumática posible. Estos servicios o campos de actuación del sector publico son: el aparato del Estado de Derecho, los servicios municipales, la legislación medioambiental, las infraestructuras, la moneda y la banca central, las ayudas públicas, el mercado de trabajo, la inmigración, el mercado eléctrico, la Invención y el desarrollo, la educación, la cultura y el arte, las pensiones, la sanidad y la asistencia social. De todas estas propuestas puede extraerse la siguiente máxima fundamental: la intervención del Estado ha de someterse al principio de subsidiariedad: sólo cuando la sociedad, articulada a través del sector privado, fracase en proporcionar el servicio de manera satisfactoria ha de intervenir el Estado, y siempre limitando su acción a lo estrictamente esencial. A su vez, esto ocurrirá en pocas ocasiones puesto que el sector privado cuenta con una infinidad de información acerca de cuáles son las necesidades a cubrir que el Estado simplemente no puede recabar. Del mismo modo, el sector privado hallará la solución óptima a cada problema a través de la prueba y el error, que llevarán a cabo los distintos agentes empresariales en competición. El Estado, en cambio, con su información limitada tomará una sola decisión que, equivocada o no, afectará a toda la colectividad. Lo que demuestra la realidad, los ejemplos concretos, es que el Estado tiende a no dar con la solución adecuada, y que en muchos casos ni siquiera tiene los incentivos para hacerlo, sino todo lo contrario (basta con citar la línea de alta velocidad española para intuir hasta donde puede alcanzar el despropósito). Por lo tanto, el resultado final de la intervención es la destrucción de riqueza o la no generación de esta hasta su nivel potencial. En cualquier caso Rallo previene de que el tratado no es un programa político que pueda llevarse a cabo de arriba a bajo sin el consentimiento de la gente, pues la transición al nuevo modelo ( esbozada en la parte final) será traumática (como traumático va a ser el momento en que la hipertrofia del aparato burocrático enquiste los resortes del sistema. V.g: el sombrío devenir del sistema de pensiones) , por lo que ha de venir de la mano de una concienciación general de la población, que hoy en día se encuentra aún muy vinculada emocionalmente a la figura del Estado proveedor, sin contar con la resistencia de aquellos ciudadanos y lobbies empresariales cuyo sustento es la obtención de rentas que el Estado extrae del resto de la sociedad. El libro, por tanto, pretende desmontar ciertos mitos acerca de la necesidad ineludible de la acción estatal para abrir un horizonte de nuevas posibilidades en las que la prosperidad y la libertad individual se impongan a la coacción del Estado. En definitiva, el trasfondo ético que promueven estas ideas va dirigido a aumentar la esfera de autonomía de la persona y a deslegitimar ciertas formas de imposición por parte del poder político. Se trata por tanto de uno de los libros más novedosos de nuestro tiempo , tanto en el planteamiento general como en la argumentación detallada, que es tan controvertida como convincente,
Una propuesta de cómo se articularía un estado mínimo, en qué ámbitos de la vida entraría y estimaciones de qué % del PIB estaría sustentado por el sector público. También está lleno de ejemplos anteriores a la primera guerra mundial sobre cómo funcionaban las sociedades en ausencia de un estado que las controlase tanto como lo hace hoy en día. Coincido con la reflexión de que, hoy en día, la mayoría de la gente vive en un permanente síndrome de Estocolmo en relación al estado, asumiendo como cierta la frase de "o Estado o caos ".
Coincido con Jesús Huerta de Soto, todo español responsable debe leer este libro. Baja a la realidad y expone como sería un estado mínimo en España, describe la transición y expone los efectos sumamente nocivos del hiper-estado actual. Me sorprendió mucho cuando aún siendo partidas de gasto relativamente pequeñas, los efectos negativos son mucho más grandes de lo que parecen. Lleno de datos y evidencia histórica para defender su postura. Opino que subestima el gasto en defensa y que los primeros capítulos son poco cautivadores, recomiendo leerlo entero.
JUAN RAMÓN RALLO es un maestro! Tiene una gran capacidad didáctica. Este libro, como no podía ser de otra manera, es un aprendizaje constante. Me ha ilusionado leerlo. Recomendable por supuesto. Y como Rallo dice <>
Es un error asumir que el Estado durará para siempre. Es una institución que marca una fase de la civilización consustancial a una fase de desarrollo humano. No es esencial, sino incidental. Todos rechazamos el robo, secuestro o la esclavitud como formas de interacción social y nos opondríamos a padecerlas e incluso a que otros semejantes las padecieran. Maximicemos las esferas de libertad y minimicemos las de coacción.
Antes de comenzar el libro, tenía ganas de conocer cómo un liberal pura cepa como Juan Ramón Rallo transformaría España aplicando las ideas de libre mercado, respeto por la propiedad privada y los contratos voluntarios propias del liberalismo.
Tras su finalización, la impresión ha sido muy buena. El libro no solo explica por qué las soluciones liberales son mejores que las intervencionistas sino que también rebate los típicos argumentos en contra de estas ideas.
La parte más interesante del libro me ha parecido aquella en la que explica cómo liberalizaría todos los ámbitos de la sociedad. Desde el estado de derecho hasta la educación pasando por la sanidad o las pensiones. Precisamente, los capítulos más interesantes me han parecido aquellos donde se explica la privatización de la sanidad, la educación y las pensiones. Quizás porque pueden ser los sectores más asumibles a privatizar en el corto-medio plazo. Otras áreas como el estado de derecho o el medio ambiente son más utópicas.
Finalmente, un libro que recomendaría a todo el mundo interesado ligeramente tanto en la política como en la economía independientemente de que sus ideas sean liberal, socialistas o comunistas.
Juan Ramón Rallo presenta, de una forma convincente, la posibilidad de la existencia de un Estado mínimo que devuelva la libertad a sus ciudadanos, arrebatada en las últimas décadas de manera coactiva y con violencia por Estados cada vez más hipertrofiados y por sus élites cada vez más extractivas.
Sin lugar a dudas, este libro es un referente del ideario liberal que, cómo mínimo, invita a la reflexión sobre la situación actual de los Estados occidentales.
En la línea de "Hacia una nueva libertad" de Murray N. Rothbard, en este libro se detalla argumentadamente cómo sería España con un Estado que representase el 5% de su PIB, lejos del 50% que hoy representa. Extraordinaria lectura.
Este libro de Juan Ramón Rallo ofrece una propuesta radical y provocadora para transformar España. Rallo defiende una reducción drástica del Estado y una mayor libertad económica como claves para la prosperidad. Lo que más me ha gustado: * Una perspectiva diferente: El libro te invita a salir de tu zona de confort y considerar una visión ideológica distinta a la que estamos acostumbrados. * Ampliación de conocimientos: Aporta datos y argumentos sólidos para respaldar sus tesis, lo que enriquece tu comprensión de la economía y la política. * Provocación al pensamiento crítico: Te anima a cuestionar el statu quo y a formar tu propia opinión sobre los retos que enfrenta nuestro país. Lo que menos me ha gustado: * Visión idealizada: En ocasiones, el autor presenta una visión demasiado idealizada de los mercados y del papel del Estado, sin considerar todas las complejidades y desafíos que esto implica. * Tono polémico: El tono del libro puede resultar demasiado confrontativo para algunos lectores. En resumen, "Una revolución liberal para España" es un libro imprescindible para aquellos interesados en la economía y la política. Te hará reflexionar sobre el papel del Estado en la sociedad y te proporcionará herramientas para analizar críticamente las propuestas de reforma. Lo recomiendo especialmente a: * Quienes buscan ampliar su visión sobre la economía y la política. * A aquellos interesados en propuestas alternativas para mejorar la situación de España. * A quienes disfrutan de debates intelectualmente estimulantes. En definitiva, es un libro que te hará pensar y que te dará una nueva perspectiva sobre los desafíos que enfrenta nuestro país.
Existe una alternativa liberal para España. Es factible. Es deseable.
Juan Ramon Rallo ejecita una perfecta y estructurada argumentación sobre la factibilidad y la superior eficiencia de un modelo minarquico de estado.
El libro es una obra de arte argumentativa. No solo desarolla con datos y ejemplos históricos por que y como cada uno de los sectores publicos actuales se beneficiarian de una liberalización. Sino que además desarolla extensamente los principales argumentos en contra de cada una de estas liberalizaciones desmontandolos cuando están infundados o cediendo ante demostraciones que justifican la existencia del estado. Además basado en un riguroso análisis economico cuenta y con una rica bibliografía que sustenta la premisa. - Un estado liberal es posible y deseable.
El modelo minarquico de esta expuesto exentensamente en el libro y la refutación ante el modelo socialdemocrata impuesto es clara. Sin embargo, el libro carece de una justificación de este modelo contra una alternativa anarcocapitalista. El autor es claro y en la introducción enuncia que este no es su objetivo. En un futuro, me gustaría poder disfrutar del análisis homologo que comparase anarcocapitalismo - minarquismo.
Todo economista debe leer este libro para conocer cual es la solución liberal al estado ya quiera refutarla o defenderla.
Hemos crecido rodeados de dogmas donde el Estado se arroga imprescindible en facetas esenciales de nuestras vidas: sin el Estado no tendríamos sanidad, ni educación, ni pensiones, ni infraestructuras de transporte... Esto nos ha llevado a un Estado hiperdimensionado y disfuncional generando una serie de incentivos perversos que empeoran cada día más los servicios públicos. Rallo se encarga de desmontar todos estos dogmas no haciendo política ficción, sino poniendo números sobre la mesa y fijándose en ejemplos exitosos de países (más prósperos que España) donde en un Estado mucho más pequeño y menos intervencionista paradójicamente (o de hecho, no paradójicamente) los ciudadanos disfrutan (y disfrutaríamos en España) de mejores servicios públicos y de una sociedad más rica en todos los sentidos.
En este libro Juan Ramón Rallo describe como sería un Estado mínimo que ocupara el 5% del PIB vs. el 50% actual. Me han gustado las evidencias y argumentos por lo que respecta a la educación y la sanidad privadas. Y puede que el mejor argumento y que a más gente oueda convencer es cuando Rallo desgrana los impuestos y cotizaciones que pagamos y demuestra como la gente podría pagarse igualnente educación, sanidad y tener mejores pensiones en un Estado mucho más reducido. De la misma forma que vemos normal que los supermercados sean privados, de algún modo el Estado y su propaganda han lavado el cerebro de la mayoría de ciudadanos para que crean que en otras áreas como sanidad, educación o pensiones el Estado es imprescindible. En este libro JRR demuestra que no.
Excelente libro, se puede decir que ahora me siento más liberal que antes. Al principio me asusto un poco ver como mi país, Cuba, era ejemplo de manual de los prejuicios que acarrea la presencia coactiva del estado en muchos ámbitos de la sociedad, sobre todo en sanidad y educación... Al final me pareció una utopía conseguir que un estado como España o cualquier otro estado occidental puedan transitar hacia un escenario de estado mínimo, pero es bueno por lo menos saber que teóricamente podría llegar a ocurrir.
El libro proporciona una explicación detallada y sistemática de cómo funcionaría una sociedad en la que el tamaño del estado se redujera a un 5% del PIB, una cifra considerablemente menor al aproximado 50% actual. Aunque el título sugiere una aplicación específica a España, el contenido es relevante más allá de las fronteras nacionales. El autor utiliza una variedad de ejemplos de diferentes países y períodos históricos para ilustrar cómo podrían operar ciertos sectores, como la educación, la sanidad y la asistencia social, en este tipo de sociedad.
Puedo dudar en ciertos casos de las afirmaciones que hace el profesor Rallo en ciertas partes del libro (más que nada por el espíritu crítico de querer corroborar lo que se afirma), pero de lo que no dudo es de que el contenido de este libro trasciende más allá del posible análisis técnico para llegar a la más pura de las verdades: es necesario reducir al máximo la extensión de los tentáculos del omnipresente Estado para vivir en una sociedad feliz, próspera y sobre todo, libre.
Algo pesado en algunas partes, pero imprescindible para cualquiera que le interese saber como funcionaría un país en ausencia o con una presencia mínima de estado y las ventajas que esto tendría. Increíblemente bien documentado y apoyado en datos, lo que lo eleva frente a la alternativa de arrojar simple ideología.
Libertad, ¿realmente existe cuando el estado se apropia de parte de tus ganancias y salarios y tienes que confiar ciegamente que ese mismo estado los administrará de manera eficiente? . Es la pregunta que queda después de leer este libro, BRILLANTEMENTE argumentado y muy seriamente construido sobre las bases de la lógica y la matemática.
Un buen libro, demuestra bien las cosas, no se queda en pura palabrería, aunque a veces te pierdes un poco debido a cierta terminología. Personalmente estoy prácticamente de acuerdo con casi lo que se establece en el libro. Otra cosa que me encanta son las citas que se incluyen de otros autores.
An interesting book advocating for a much smaller state and the transition to it. It proves that it is feasible and it would free a lot of resources in the hands of the citizens.
Must read, even if you don't agree with some arguments from the book it is a great opportunity to challenge preconceived notions and think about what could be possible.
Estado mínimo q represente un 5% del PIB vs el 50% de la actualidad. Muy ilustrativo para los q tengamos un sentimiento liberlista del funcionamiento de la sociedad. Utopía? El tiempo la dirá