La trunca historia narra las luchas sindicales en el pueblo de Lares, un paraje costeño rodeado de grandes extensiones de caña en donde se asienta un ingenio azucarero que a grandes rasgos —en la relación entre dominado y dominante— se hace una metáfora histórica de la realidad del Perú de esa época, de sus clases sociales, de la segregación cuatro siglos montada en el anda, de la injusticia y la sempiterna dictadura