El espíritu viajero de Camba, que ejerció como corresponsal de prensa en Nueva York, Londres, Berlín y París no sólo le permitió conocer de primera mano las comidas y bebidas de los principales países del mundo, sino que también acabó enemistándole con el ajo, lo que prueba su carácter iconoclasta y anarquista. Todo ese saber se condensa en La casa de Lúculo, uno de sus mejores libros, donde plantea una filosofía de la vida a través del paladar, saltándose todas las fronteras conocidas e imponiendo el sentido común y el humor al arte de la gastronomía, que él siempre atribuyó a las clases medias antes que a los estómagos opulentos.
Librito del autor que aunque esta dentro de una colección de humor, es un interesante ensayo sobre el arte de comer y beber. Con buen enfoque, hace el autor un recorrido sobre distintos manjares y bebidas, centrándose en una serie de cualidades de diferentes cocinas, la española, francesa, etc. Ademas hace un recorrido de distintos vinos,fundamentalmente franceses y se ocupa muy poco de los españoles. Bien es verdad que el autor murió en 1.962, el año que yo empece a trabajar de botones en Publicidad Gisbert, y es posible que en aquella fecha la imagen y calidad de los vinos españoles fuera bastante mas reducida y copaban los buenos lugares, los franceses sobre todo. El libro no tiene nada especial, digamos que es curioso, como pequeño ensayo, pero tampoco es para dar saltos mortales. Si es cierto que el autor demuestra un conocimiento sobre comidas y bebidas que claramente esta muy por encima de lo normal en aquel tiempo e incluso ahora mismo.
Se trata de una recopilación de artículos variados sobre cocina, analizada desde muy diferentes puntos de vista. El género, más que humor, es ironía, aunque hay momentos en los que te arranca una sonrisa. Se puede leer entre líneas cómo era la vida en la España de su época, la de los primeros automóviles y los primeros viajeros que traían experiencias, en este caso culinarias, de otros sitios. Y más que entre líneas, en ocasiones llega al relato costumbrista. Lo más interesante para mí ha sido comprobar cómo ha cambiado la percepción que tenemos sobre los alimentos en menos de un siglo. Algunas de sus afirmaciones han quedado completamente desfasadas, aunque otras siguen siendo válidas.
Sorprendido, temía algo totalmente trasnochado. Algunos de sus consejos son certeros, como la forma de asar carne a la parrilla - sin salarla, una vez por cada lado. Y tiene sorna gallega a montones 😉
Puede decirse que este libro minúsculo y delicioso me encontró a mí. Me llamó la atención en un puesto de viejo. He tenido que mirar varias veces la contraportada (con las fechas de Julio Camba) para autoconvencerme que el genio y humor que contiene tiene de verdad casi 90 aňos (la primera versión se publicó en ¡1929!).
De forma absolutamente gozosa Camba me ha contado la historia del origen del buey Durham, la pasión que inspiran las sardinas asadas pescadas con el arte del jeito o el porqué de la gabardina (rebozado de harina o pan) de los pescados fritos.
Relata momentos en restaurantes que son jocosos y además reales. Ese inconfundible "Aquí hay de todo" cuando se pregunta al camarero qué hay de comer. "Pero no vaya a figurarse el lector que hay nidos de salangana o jorobas de bisontes. No. Al decir que hay de todo, lo que realmente quiere significar el camarero es que no hay de nada, y que, como no hay de nada, pueden freirle a usted un par de huevos..."
Destacable (hay muchas para elegir solo una) la divertida anécdota entre comensales espaňoles en París con defensa de la paella mediante, plato anárquico mezcla de lo trágico y lo cómico.
Excelente tratado culinario que va de consuno a curiosas, y no menos graciosas, ilustraciones de Miguel Ángel Martín. El autor noticia y discurre tocante a las particularidades de la cocina mundial de principios del siglo XX. Una maravilla.
El humor de Camba es muy fino: "sabía mucho Dickens", como decía Josep Pla.
'La casa de Lúculo' me satisfizo sobremanera, por manera que recomiendo su lectura.