Este libro tiene magia. Pero no trucos. Magia verdadera, de la misteriosa, de la que es difícil explicar. En el transcurso de sus páginas, Milo, que empieza siendo un chico, deja la infancia para siempre mientras se apaga la vida de Silvestre, el viejo que lo crió. La historia sucede en un presente absoluto: nada sabemos del pasado de los personajes y sin embargo sabemos todo lo necesario. Como en un juego de tiempos que se entrecruzan a distinta velocidad, los sucesos son muchos y son esenciales y sin embargo el mundo parece quieto, igual a sí mismo: el río inmóvil, la Costanera Sur, la estatua de Viale, la fuente de Lola Mora, el paredón de la usina eléctrica, el puerto, los barcos… Silvestre y Milo trabajan con un par de juegos mecánicos: las hamacas voladoras y los cochecitos que giran. Y así giran sus vidas, siempre alrededor de los mismos lugares, siempre alrededor de la jaula. La relación entre los dos no necesita palabras: el cariño los envuelve en un silencio cálido. Todas las semanas van al zoológico para acompañar a los animales prisioneros, como quien visita a un amigo en la cárcel. Allí conocen a la mangosta que se convertirá en el centro del relato y en el símbolo de la libertad. Los personajes que los rodean, los dueños de los bares, los vecinos, Tita, la amiga de Milo, son como ellos: gente de todos los días, contada con palabras de todos los días. Pero esa simplicidad es engañosa. En realidad, Haroldo Conti construye su historia con una exquisita mezcla de lenguaje clásico y coloquial, con toques de lunfardo leves y precisos como la pincelada de un maestro. Sus personajes tienen una profundidad humana que trasciende los lugares comunes que usan para expresarse. En un escenario de tristeza y deterioro, con una melancolía infinita, Conti se arriesga a jugar con la capacidad de sus personajes para encontrarse a sí mismos. ~Ana María Shua
Haroldo Pedro Conti (Chacabuco, 25 de mayo de 1925 - secuestrado y desaparecido en Buenos Aires el 5 de mayo de 1976) fue un escritor y docente argentino, considerado uno de los más destacados de la generación del sesenta, junto con Rodolfo Walsh, Antonio Di Benedetto, Héctor Tizón y Juan José Saer. En 1975 fue galardonado con el Premio Casa de las Américas por su novela Mascaró el cazador americano.
Conti became a secondary-school teacher of Latin, but his passion was for writing, especially for the cinema, and considered putting aside fiction for this at one stage; South-East was first conceived as a cinematic script, and film directors have brought other of his literary work to the screen, taking advantage of its preference for visual strength in the narrative.
Each of Conti’s four novels was awarded a literary prize, culminating in the prestigious Casa de las Américas prize for his last novel, Mascaró, el cazador americano [Mascaró, the American Hunter] (1975). To date, only South-East appears in English translation. Conti also wrote short stories.
Politics forces its way into the story of Conti’s life, but his political instinct was an expression of his interest in ordinary folk: to men as individuals, not to man in the abstract. Conti’s interest in the lives of others wasn’t merely intellectual: he became a keen fisherman, and decided to build a boat; he spent a lot of time with an otter-hunter at one point – and all of this investigation went into his writing, of which South-East was the first important published expression.
Political repression in Argentina intensified following the military coup of March 1976, and Conti was warned by someone with links to the military that his life was in danger. But he decided against exile, and offered his home in the capital as a place of refuge for others under threat of kidnap and murder. Until he was taken from the streets in the early hours of May 5 1976, and is since then listed amongst the many thousands of the "disappeared".
Definitivamente me gusta la escritura de Haroldo Conti. Siempre hay un deje nostalgico y melancolico, pero a su vez, tiene el ojo afilado para la belleza que hay en lo pequeño. En lo que parece intrascendente. Parece...
La manera en que las descripciones de la ciudad lentamente te van construyendo la gran jaula metropolitana, la manera en que Milo no siente una diferencia sustancial entre la vista que los animales tienen en la jaula de la que él tiene desde su trabajo, desde su casa y lo que le transmite la rutina laboral. Fantástico.
La novela que me faltaba de Conti es tan preciosa como su marca registrada en cada uno de sus textos. Ahora que lo leí entero (tanto sus novelas como sus cuentos) quiero ir para sus pagos y recorrer los lugares por donde escribió y de los que escribió.
Triste y alegórica. Las descripciones pintan una imagen en la mente que acompaña los sentimientos de los personajes. Es una lectura que requiere tiempo y paciencia.
Novela de madurez? De crecimiento a través del dolor? Es el chico un espejo de un animal enjaulado?. La prosa despojada y parca de Conti nos lleva al suburbio portuario porteño y a ser testigos de los vínculos entre milo y su padre adoptivo, pero sobretodo entre Milo y Ajeno. No es como la gran Sudeste, pero está bien. Seis puntitos pa mí.