Siete contra Georgia quedó finalista en el reñidísimo debate que precedió el fallo de la novena convocatoria del Premio La sonrisa vertical.
Los lectores de esta colección para quienes el oído es una de sus más gratificantes fuentes de placer disfrutarán sin duda leyendo Siete contra Georgia. Leerlo es oírlo. Oír en vivo a esas siete entrañables e inolvidables «locas» contar, con toda la brillantez de su descarada e impúdica manera de hablar, sus fantasías y experiencias eróticas. Hablan sin cesar, como cotorras, comentan, critican, cuentan chismes, historias y anécdotas, pero sobre todo viven de viva voz el sexo, su sexo, a su manera, con su gente, esa gente «rara» por quien siente en el fondo sentimientos encontrados el comisario de policía, oyente privilegiado, junto al lector, de estas siete inconfesables confidencias.
A nadie se le escapará con cuanto rigor han sido en todo momento medidas y controladas la soltura y la invención de este lenguaje oral, hasta el punto de que no nos extrañaría que el lector, algún tiempo después de la lectura de este libro, al recordar o reexperimentar -¿por qué no ?- algún episodio de su predilección, se preguntara si realmente lo ha leído o si, de hecho, se lo ha oído contar a su protagonista. En todo caso, pocas veces el aficionado a esta colección habrá encontrado unas narraciones que tan bien sintonicen con esta tan castiza tradición nuestra del cachondeo, paradójicamente siempre respetuoso de la cachondez.
Eduardo Mendicutti (Sanlúcar de Barrameda, 1948) es autor de más de doce obras, todas ellas publicadas con gran éxito de crítica y público, traducidas a numerosos idiomas y merecedoras de premios como el Café Gijón y el Sésamo. A las tituladas Siete contra Georgia, Una mala noche la tiene cualquiera, Tiempos mejores y Última conversación les siguieron El palomo cojo y Los novios búlgaros, que inspiraron sendas películas homónimas dirigidas por Jaime de Armiñán y Eloy de la Iglesia. Asimismo, ha publicado el libro de relatos Fuego de marzo y las novelas Yo no tengo la culpa de haber nacido tan sexy, El beso del cosaco, El ángel descuidado (Premio Andalucía de la Crítica 2002), California, Ganas de hablar y Mae West y yo. En Otra vida para vivirla contigo, Eduardo Mendicutti ha escrito, sin duda, su mejor historia de amor, una novela cómica y conmovedora, romántica y contemporánea: La ley del deseo de nuestros días.
Ahora entiendo perfectamente la razón por la que Mendicutti tiene tanto renombre. Ahora lo comprendo.
La verdad es que empecé a leer este libro con mucho recelo porque es un libro sobre siete mujeres trans escrito por un hombre cis. Me ha sorprendido mucho la caracterización de los personajes y la forma en la que hablan de sus experiencias. He de decir que no podía creérmelo.
Este libro cuenta la reacción de siete mujeres trans a una ley que se está apoyando en Georgia, en Estados Unidos, que atenta contra la libertad sexual. Como repuesta a este intento de anular ciertas actividades sexuales, vemos cómo este grupo de mujeres cuentan sus propias experiencias sexuales. Lo graban en casettes para enviárselo al gobernador de Georgia para decirle que lo que está intentando aprobar no tiene sentido.
Una cosa que me ha gustado es que cada una de ellas tiene una experiencia diferente. He de admitir que me pensaba que iban a parecerse pero ha sido curioso ver cómo cada una de ellas experimentan el sexo. Además, creo que es importante que en una de las historias se mencione la disforia de una manera bastante natural porque muchas veces eso se da por sentado. No sé, creo que es importante visibilizar esas experiencias.
Está claro que hay cosas que hoy en día podrían considerarse problemáticas porque este libro fue escrito en los ochenta durante la Movida (aunque no se especifique) porque vemos ese aspecto de liberación sexual que hubo después de la dictadura. Se nota que en ese momento no existía el lenguaje que utilizamos ahora, pero tampoco ha habido nada increíblemente malo.
La verdad es que he sentido cierto alivio porque no he tenido nada de suerte con libros escritos por hombres cis gais últimamente. Menos mal que este no me ha decepcionado.
En Siete contra Georgia [Tusquets, 1987] sirve como pretexto la legislación en el estado norteamericano de Georgia 1 contra las prácticas homosexuales para que siete locas se reúnan en un acto que pretende no sólo desagraviar a las de su género sino convencer al jefe de la policía georgiana acerca de las delicias de su sexualidad. Ninguna de ellas pretende una disquisición fundada en normas e igualdades, nada más ajeno; la idea del performance es descoserse sin empacho y hacerle ver al oficial que aquello es disfrutable y que si no lo ha hecho ¡de lo que se ha perdido! Y ahí están ellas para sugerirle, mostrarle e inspirarle a levantar el arma de cargo hacia mejor blanco.
Siete contra Georgia suscitó discusiones entre los jurados del noveno premio de La Sonrisa Vertical, quienes finalmente fallaron por El bajel de las vaginas voraginosas para los palmares de ese lejano 1987, pero mereció su recomendación para edición y hemos de agradecerlo. Siete contra Georgia es un texto irreverente, sugestivo e hilarante.
Eduardo Mendicutti (Cádiz, 1948) hace gala de una habilidad encomiable para llevar a la prosa el lenguaje del día a día de las locas españolas, tan así que los mismos editores atinan al pronosticarle al lector que al final del libro no sabrá si leyó o escuchó las confesiones de viva voz. Mendicutti no sólo recuperó y articuló el cotilleo coloquial de estas mujeres, de apéndices indeseados, con una soltura tan natural que, incluso, nos regaló el sentido de modismos y terminajos del Madrid transexual que pudieran ser desconocidos en México o en el mundo buga; más aún, le abrió compuertas a los significantes de nuestro heterolenguaje al travestir los sentidos, así no sólo encontramos un texto que a veintiséis años de publicado sigue visibilizando el placer homosexual, sino que puede convertirse en evidencia de lo heteronormado del lenguaje y de los sentidos con que cargamos nuestros términos; porque la homosexualidad sigue siendo minusvalorada, aunque las legislaciones describan situaciones de igualdad.
El libro arranca con el improbable diálogo de las grabadoras (magnetófonos) de la Madelón, que nos prepara para el doble sentido, no sólo de la pieza, sino de todo el libro: nada mejor para un magnetófono que la merecida introducción, una a una, de pilas llenas de energía. Y a ese ritmo nos anuncian que se reunirán el grupo para grabar en casetes su sentido ataque por la legislación en Georgia.
En una España a un poco más de diez años de la muerte de Franco y con la movida madrileña ya consolidada, cada una de estas queridas locas confesará la parte de su vida y experiencia que le parezca moverá de sus siete al jefe de la policía de aquel estado de la Unión Americana. Chismes, confesiones, recuerdos de amores gratos o ingratos, deseos y pesares van cosquilleando nuestro oído descubriéndonos no voyeurs sino ecouters (viciosos del placer que brinda escuchar hablar de sexo) cuando nos invitan a ser convidados de piedra a una reunión que irá haciendo que se nos calienten las orejas al conocer de sus coños encharcados de deseo y sus tratos con chaperos que confirman sus feminidades mientras se benefician de ellas; de la seducción que practican con varones ávidos de descargas lo mismo que de amantes consuetudinarios y afectos a sus receptivas oquedades.
Cada una de las chispeantes confesiones nos descubre un tipo de travestí diferente. Lo mismo a la Balcones, arquitecta triunfadora refinada y con dinero, a Colet, la Cocó muchilingüe viajada y dispuesta, como a la Madelón, exitosa estrella de night-club, y a Pamela Caniche, pobre maricuela a la que el infortunio y la calvicie han llevado a la más miserable de las situaciones. Cada una de ellas, exceptuando a la calva, vive y revive su sexualidad con gusto enorme y sin cortapisas -y pese al ánimo festivo del texto Mendicutti se encarga de lanzar un certero pedradón a la cabeza (y las costumbres) de la autoridad, cuando sitúa en la inocente narración de Betty la Miel la perversidad del policía vecino que no sólo la pretende sino que, lascivo, se procura acercamientos con su propia sobrinilla.
También nos enteramos de que algunos "hombres que tienen sexo con otros hombres" (como ha sido acuñado el eufemismo) a mitad de la faena intentan cambiar bandera y probar un llenado de depósito, cosa que -naturalmente- se rechaza… que para eso son mujercitas, para darse su lugar; sabemos de mozos encuadrados en el servicio militar que suelen tener disposición y ánimo de marcha; de familias muy decentes donde pueden ocurrir las mismas veleidades que en el barrio de Chueca. Mendicutti nos ilustra no sólo en los floridos usos de la lengua y otras partes del cuerpo travestido, sino de sus estrategias y arrebatos. Siete contra Georgia puede incluso no ser estimable para el sector gay de la población si no se le toma "con sentido del humor", como el mismo autor quisiera, pero no deja de ser una lectura recomendable para metiches, curiosos y cualquiera que no ponga pegas a reír de los avatares carnales del tercer sexo representado por estas siete "entrañables" locas y que acepte que el desagravio bien pueden tener el tono de la guasa.
Un bel romanzo satirico per questa estate rovente. Le note registrazioni delle nostre chicas hanno un sapore agrodolce sapendo che lo fanno per protestare contro una legge repressiva della Georgia che vieta la sodomia e il sesso orale. I racconti quindi risultano un tentativo provocatorio e irriverente di convincere il capo della polizia dello stato a fermare tutto questo, che potrebbe danneggiare la cultura sessuale e creare una realtà priva di libertà e di diversità. Io oltre a vederci un'aspra critica alla sessuofobia, al puritanesimo che caratterizzano alcune realtà americane, ho percepito un linguaggio sottile e mimetico che prova a celebrare l'amore e il piacere in tutte le sue forme. In questo ricorda tanto la poetica di Pedro Almodòvar.