“La humanidad que impregna todo el relato nos recuerda además que en un país tan convulsionado como este, una mirada a la vida cotidiana puede ser reveladora.” –Marta Ruiz
Hace siete años el escritor Andrés Felipe Solano viajó a la comuna 13 de Medellín, fingió ser otra persona y durante seis meses vivió con el salario mínimo. En el texto nos muestra cómo tantos colombianos subsisten con las condiciones económicas más ajustadas para cubrir las necesidades del día a día: una vivienda en la que Solano solo puede invertir 250,000 pesos para garantizar que podrá comer tres veces, pagar el transporte público y algún gusto menos en bares de aquí y allá.
La crónica fue reconocida con un Premio Simón Bolívar y ahora que decidimos rescatarla para convertirla en libro incluirá cincuenta fotos de aquellos meses, un texto introductorio de Leila Guerriero y un epílogo donde el autor explica qué significó convertirse en otra persona y engañar a aquellos que lo quisieron durante ese tiempo.
Andrés Felipe Solano es novelista y periodista. Autor de la novelas Sálvame, Joe Louis (Alfaguara, 2007) y Los hermanos Cuervo (Alfaguara, 2012). Sus artículos han aparecido en diversas publicaciones como SoHo, Arcadia, Gatopardo (México), La Tercera (Chile), Babelia-El País (España), Granta (España, Reino Unido), The New York Times Magazine y Words Without Borders (Estados Unidos).
En 2008 fue finalista del Premio Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano, institución presidida por Gabriel García Márquez, por su crónica Seis meses con el salario mínimo, que fue incluida en Lo mejor del periodismo en América Latina (FNPI-FCE, 2009) y en Antología de crónica latinoamericana actual (Alfaguara, 2012). En 2016, gana el premio Biblioteca de Narrativa Colombiana por su obra Corea: apuntes desde la cuerda floja (Ediciones Universidad Diego Portales, 2015).
Andrés Felipe Solano es uno de los mejores narradores jóvenes en español según la revista GRANTA.
Elegido como uno de los Nuevos Cronistas de Indias por la Fundación Nuevo Periodismo, presidida por Gabriel García Márquez.
Imagina que lo dejas todo: la ciudad en la que siempre has vivido, comodidades, familia y trabajo. Te vas durante seis meses a un lugar distante donde no conoces a nadie, solo llevas los productos de aseo básico y poca ropa. El único dinero que tendrás disponible será el que ganes como obrero de una fábrica textil, es decir, el salario mínimo. Vivirás en un barrio popular marcado por un pasado violento. Nada de contacto con tu anterior vida, quedas de tu cuenta.
Esa es la aventura que emprende Andrés Felipe por encargo de la revista Soho, con el propósito de que sus apuntes se vuelvan crónica, se conviertan en libro. Tenemos que ubicarnos en el 2007, año en el que salario mínimo equivalía a 423.000 pesos. Ese mínimo vital siempre ha sido un peor es na en un país como Colombia, el sustento de vidas precarias que colindan con la miseria.
El tema resulta interesante y la idea prometedora, de hecho, fue lo que acabó de convencerme para empezar la lectura. Lamentablemente, lo que pudo ser fuente de una narración reveladora e íntima, quedó a medio a camino. Es cierto que por momentos consigue que empaticemos y que nos duela, pero son solo ráfagas. Se queda en la superficie y en anécdotas sin mucha fuerza. Además, la crónica permite licencias literarias y estas no se ven, el estilo es tan austero como el título del libro.
No fue una tortura leer Salario mínimo, porque no resulta aburrido, pero sí una lectura decepcionante y sosa. Habría que ver las novelas del autor, por lo pronto queda descartado.
Una crónica compuesta por la aventura de descubrirse viviendo la experiencia de sobrevivir como miles de colombianos lo hacen a diario, y es con el salario mínimo. Una crónica que sirve para ponernos en los zapatos de todo un país que sufre, que aguanta, pero que indudablemente sobrevive.
Creo que refleja una realidad importante del país, y aunque fue hace algunos años, aun sigue vigentes la mayoría de la cosas que el toca en esta crónica. Acá se ve como una persona vive con el salario mínimo, en un barrio marginado de Medellín y trabajando todos los días hasta mas de diez horas para no poder tomarse mas de una cerveza cada quince días. Es algo que relata muy bien como se vive, pero creo que se quedo corto. Creo que falto expresar mas ese sufrimiento, porque se nota que es algo encargado, no su vida verdadera y sabe que en 6 meses vuelve a Bogota a vivir bueno. Le falta mas explicación de la verdadera vida día a día de cada persona que esta en esa situación. Igualmente, muy recomendada.
El periodismo es una rama del turismo. Sí, ya sé que nuestro gremio tumbó a Nixon y a Duhalde; pero fíjense bien en los diarios. Verán que salvo honrosas excepciones, la mayoría de las notas trata sobre alguien que va a algún lado - un estreno teatral, una guerra, un congreso de cardiólogos - y nos lo cuenta. Eso sí, solemos ser unos turistas muy molestos, de esos que se la pasan quejándose por todo y tienen la secreta esperanza de provocar un efecto mariposa.
Aquí estamos en el terreno de la crónica. Lejos ya del modelo de Gay Talese o la propia Leila Guerriero que dirige esta colección en la que el periodista se pone afuera de la historia, en papel de testigo omnisciente, revelando su papel solo en la inevitable elección de las palabras. Esto es periodismo moderno, de ombligo, donde el periodista es convocado a experimentar cierta circunstancia en su propia carne. En este caso, la experiencia de la pobreza.
Me compré "Salario mínimo" porque trata sobre el mayor miedo que tenemos los de clase media después de la salud de nuestros hijos: el de caer en la pobreza. Aquí tenemos a un periodista que es enviado a otra ciudad a vivir con el salario mínimo, el último escalón antes de la marginalidad. Y la verdad es que el texto que dio por resultado me pareció un tanto pobre.
Por empezar hay algo inevitable: esta experiencia de la pobreza nunca será completa, porque el escritor sabe muy bien que en caso de emergencia, rápidamente podrá volver a su vida de vinos caros y además trae un background (cultural/educativo) que sus nuevos pares no tienen. Esto queda expresado en la crónica, pero no me pareció suficiente.
Todo el tiempo veía vetas en las que me hubiera gustado que se ahondara. La acción transcurre en una Medellín recientemente pacificada, con las heridas abiertas y las paredes aun baleadas de los tiempos en los que reinaban los narcos y en un barrio podían haber "3 mil sicarios". Pero ese es mi problema, el tema del libro es otro.
La verdad que es lo más flojito que leí de esta colección ("El partido" y "Carlitos Way" están muy buenos). Tal vez "una estrella" sea muy injusto y el problema sea mío. Que, al tener lugar en Colombia, muchas cosas se me pierdan en la traslación, todo lo no dicho que un colombiano sobreentiende. Casi que lo más interesante está en el epílogo, con una consecuencia juidicial de la publicación de la crónica en una revista local.
En fin, como decía el gran aforista Ernesto Esteban Echenique: "Me recordaste a las mujeres más bellas y me fui con ellas". Aprovecho este posteíto para recomendarles la experiencia de mi excompañero de taller literario adolescente, Alejandro Seselovsky, sobre su vida en un call center o cuando se hizo deportar desde España para la revista Orsai.
Esta crónica la leí cuando salió en Soho, hace como 12 años. Y el libro, que conseguí en estos días, lo comencé en esta semana. Lo primero que hice fue comparar ambas versiones. Ahora, con como 12 años más, me doy cuenta que la versión de Soho es un poco genérica, en cuanto tiene que ser un poco más efectiva a la hora de enganchar a los lectores. ¿Será que toca recordar que Soho es una revista en la que, aparte de la publicidad en cada página, hay también modelos mujeres posando sin ropa?
Bueno, la versión de este libro no es la misma de la revista, lo que me da para pensar o recordar que la mayoría de crónicas ahí sufrían de lo mismo, lo que ahora en retrospectiva pueda ser el resultado de cierta política a la hora de editar las historias. La crónica, en forma de libro, es un poco más suelta, menos efectista. Ahora viene el segundo pero que le encuentro a la crónica: en esa época leía más que nada crónicas "gonzo", en la que los periodistas se metían un poco en un papel. Es decir, no es tanto mostrar una situación sino la situación por la que pasa cierto personaje, lo que viene siendo otra forma de entretenimiento, y no tanto de exposición de una realidad.
El libro me deja un poco eso. La sensación, acompañada por las observaciones del autor, de que es muy difícil estar en la situación de la mayoría de un país en la que la única ley cierta es la inequidad cuando se realiza un experimento por seis meses. A mi modo de ver faltó un poco más de observación en el entorno, contar historias de la demás gente como protagonista, y no como apenas ciertos accidentes en un paisaje. En últimas, son las reflexiones de un "gomelo" ante lo terrible que es la vida fuera de la regular y normal vida en cualquier capital en cualquier país de latinoamérica: ser de clase media, por decir algo, no lo prepara a uno lo suficiente para imaginar qué es vivir en ese otro país oscuro, que los medios olvidan.
Igual es un material necesario para evidenciar lo terrible que es ser latinoamericano. Esa realidad que muestra ahí (a pesar de ser con anécdotas) se ve matizada por el país en el que nos encontremos. En el epílogo el autor habla de algo que le puso el mundo de pies a cabeza, y creo que ese ejemplo de cómo lo que uno (o el autor) escribe sobre los demás puede afectarlos sin que uno tenga esa intención, es bastante conmovedor. Da mucho para pensar.
Espléndida crónica de Andrés Felipe Solano sobre como es vivir y trabajar con un salario mínimo. Un texto personal, en un tono seco y mirada distante que que le da un gran vigor al texto.
Tiendo a desconfiar del periodismo de inmersión, y adicionalmente la premisa de esta crónica me generó (me genera todavía) una sensación muy incómoda. La idea de que un periodista viva como "encubierto" por seis meses ganando el salario mínimo en una fábrica de un barrio popular da cuenta de lo arraigada que está la estratificación de la sociedad en Colombia. Me parece que la revista le plantea a Solano que haga eso con la misma intención porno-turística con que le propondría que se fuera a vivir seis meses desnudo en una isla.
Sin embargo, teniendo en cuenta lo peligroso y vano de la propuesta —que, subrayo de nuevo, no es idea del autor sino de la revista que contrata la crónica—, el resultado es notable. A mi juicio, Solano es un narrador nato, un observador agudo y un tipo honesto y sensible, y todas esas características se combinan en este breve libro con excelentes resultados. El epílogo me pareció particularmente emotivo e inquietante.
Con honestidad y sensatez impresionante, Solano vive la vida de millones de colombianos que hasta el momento de ponerse la meta, fue un mundo desconocido para el. Se da cuenta de la importancia de las relaciones con los del barrio, del trabajo, los desconocidos que en algún momento le ayudan a uno sin otro motivo sin la sincera bondad humana. Me parece un trabajo sensacional, que muestra lo que es caminar en los zapatos de otro. También en el epílogo Solano cuenta lo que pasó después de haber publicado el artículo que anticipó este libro, y muestra las consecuencias inesperadas que puede tener el hecho de haber compartido la vida de uno con un una persona pública. Las imágenes y las palabras no me dejaron en paz por días enteros después de leer el libro, se lo voy a recomendar a muchos amigos tantos colombianos como de otros países.
Solano siempre me encapsula con su forma de acercarse (o aferrarse, como me lo acaba de sugerir el autocorrector) al texto y a cada palabra con sensibilidad, humor y crudeza. Esta crónica, sencilla y tan completa como corta, me encantó. La crónica como anécdota en sí misma, así como la anécdota que cuenta la crónica, tiene todo el poder que se quiere y más.
Salario mínimo El mundo está experimentando una suerte de agotamiento por el desmedido crecimiento del capitalismo y sus consecuencias negativas como la más que evidente inequidad en la distribución del ingreso.
Los ultra ricos se han convertido no solo en los principales explotadores del mercado del trabajo, sino que los medios de comunicación de masas, en particular las redes sociales, se han encargado de transformarlos en una especie de figura de culto, ignorando que se han enriquecido gracias a subsidios y contratos cuestionables con los gobiernos, todo ello en el marco de una sociedad que cada día tiene menos tiempo para estudiar o cultivarse intelectualmente por la presión de la supervivencia en entornos laborales cada vez más precarizados y más invadidos por la tecnología.
No obstante, la inequidad no es algo de los últimos años, es más bien el ADN del capitalismo. La idea de Marx de que la fuerza laboral enriquece a los dueños de los medios de producción más allá de los salarios que recibe, está más vigente que nunca. Los gobiernos del mundo están dispuestos a acceder a las peticiones de las grandes corporaciones para disminuir sus cargas impositivas a cambio de generar empleo, sin que importe el lado humano de la gente y la presión y angustia de trabajar cada vez más tiempo por menos dinero.
Las consecuencias de esto son nefastas y se resumen fácilmente en aquella frase de cajón que dice que los ricos son cada vez más ricos y los pobres, cada vez más pobres. Porque así es.
Pero nadie podría entender esta realidad sin estar en los zapatos, por ejemplo, de alguien que esté obligado a vivir con el salario mínimo en un país como Colombia.
En 2007 el periodista Andrés Felipe Solano recibió el encargo de la revista Soho, para vivir por seis meses en una ciudad diferente a la suya, trabajando como obrero en una fábrica de ropa. Una especie de vida franciscana en pleno siglo XXI. Los resultados de esta experiencia se leen en este corto libro, que no es más que la recopilación de lo publicado en la revista y un inesperado epílogo.
No obstante, el libro tiene una valía enorme. Solano explica la dificultad de encontrar una vivienda asequible sin sacrificar más de un tercio del salario; cómo llegar a tiempo al trabajo teniendo que tomar dos buses, despertándose a las 5:00 am diariamente; cómo tomar sus alimentos en un tiempo récord de quince minutos; cómo estar de pie todo el día y cómo tener que reducir su vida social a los límites del salario mínimo, que para la época no superaba los $500.000 mensuales.
El autor descubre una nueva dimensión de la vida, una en la que debe escoger entre tomarse dos cervezas o pagar el transporte, entre comprarse una pastilla para la gripa o una cuchilla de afeitar. Se ve de frente, expuesto, desnudo ante una situación de vulnerabilidad generada por un sistema socio económico que cada vez exige más de la gente y menos de los dueños del capital. Un mundo cruel, deshumanizado, abrumador, donde los ricos pueden sobrevivir por sí mismos, pero los pobres sólo pueden sobrevivir si se unen. Solano descubre que la solidaridad abunda en un contexto de escasez.
El documento, a pesar de su brevedad es un testimonio poderoso que a ratos me trajo los recuerdos de Hambre de Knut Hamsun, un libro publicado en 1890 que describe una realidad similar, aunque un poco más oprobiosa.
Pues bien, como dice la canción de Julio Sossa de 1934, Cambalache:
el mundo fue y será una porquería ya lo sé en el 510 y en el 2000 también
El mundo cambia, es cierto, pero la situación de la clase trabajadora no ha variado mucho en trescientos años.
El mismo autor es columnista en Soho. Acepta vivir en Medellín para trabajar en una fábrica de mamelucos infantiles Tutto Color, donde se gana el miserable salario mínimo. De suerte encuentra una habitación separada por una cortina en la familia Villa, quien por una suma de $250.000 le ofrece comida, alojamiento, lavado y planchado de ropa, en el barrio Santa Inés de Medellín, cuenta la historia de esta santa martir, que a pesar de ser condenada a estar en un prostíbulo, siempre fue virgen, quien trato de tomarla y quitarle su virtud fue enceguecido por Dios. Pudo morir consagrado su virgüito al sagrado corazón de Jesús. Todas las peripecias del autor por tratar de vivir con ese exiguo salario. Tratar de que le sobre para una gaseosa, tomarse unas cervecitas, comerse los churros que tanto le encantan. El libro es bueno, pero no era lo que esparaba porque trataba de encontrar que se narrara por lo menos o más profundidad la magia que tiene que hacer un hogar colombiano para vivir con ese salario, o que narrara mejor las privaciones a que se ven sometido la mayoría de familias colombianas. Tiene al final un registro fotográfico de su vida por Medellín. En general es una buena crónica, entretenida
Re edición de una crónica publicada en 2007. Un tema interesante sobre una situación que puede ser observada y con la que se puede empatizar no solo desde Colombia, uno de los países más desiguales del hemisferio occidental, sino desde cualquier parte de Latinoamérica. Más allá de la idiosincrasia hay vivencias, sentimientos, experiencias e inquietudes similares para todos los latinos. Nuestras luchas, sobre todo las de los menos favorecidos, las de la clase media, son las mismas. Este es un ejemplo de aquello. El texto está ampliado y mejorado respecto al original. Se nota que los años le dieron al autor perspectiva y tiempo para ajustar lo que faltaba y desarrollar mejor ciertas ideas. El final de esta versión es más contundente. Siento que vale la pena leerse porque es fuerte el argumento que narra, la escritura original la siento bastante regular en muchas partes, y esta del libro mejor aunque no brillante. De todos modos, como pieza periodística me gustó mucho.
Leí partes de esta crónica en Soho, hace ya un buen tiempo. En ese entonces, recordaba que la escritura de Andrés Felipe Solano me parecía ágil, rápida, a la vez que emotiva y honesta. En su testimonio, dejaba verse aquel muchacho de clase media-alta que, a sabiendas de que siempre podría huir de la trampa de pobreza, haría un trabajo loable, honesto y afín al vulnerable y magullado por la opresión estructural. Años después, corroboro esta impresión; sin desconocer que un par de apartes de la crónica me resultan un tanto empalagosos (en especial, aquel en el que se menciona la imposibilidad de comprar churros por falta de plata) y lastimeros. Más allá de esto, el relato de Solano es sensible y permite a otros, ojalá aquellos que más distantes se sienten de la pobreza, acercarse empáticamente a ella.
Crónica hecha en un principio para la revista SoHo, quienes no deben saber ni por sospecha que es vivir con el salario mínimo en Colombia. La crónica estaba sujeta a algunas reglas inmodificables: 1. El periodista no podía develar a nadie su identidad. 2. No podía en momentos de dificultad económica acudir a su cuenta bancaria personal. ¿Por qué la ciudad de Medellín como laboratorio? El escritor lo explica diciendo que era una ciudad donde no conocía a nadie, donde no tenía a nadie donde pudiera acudir en momentos de desesperación. Medellín se mostraba entonces como una ciudad imparcial, donde podía pasar desapercibido y así poder realizar la inmersión necesaria para la tarea encomendada: vivir con nada, contar las monedas diariamente.
Antes de leerlo seduce el título. El ser humano gusta de imaginar cómo sería la vida en otras circunstancias. Quien no vive con lo justo, o incluso menos de ello, se plantea en ocasiones cómo sería su vida si aún tuviera más estrecheces o cómo mejoraría su vida superando los umbrales vitales actuales (si ingresara más, ganara una lotería o heredará de un tio lejano). El escritor decide ir más allá de imaginarlo y se traslada a un barrio obrero y humilde para vivir con lo un salario mínimo que apenas llega para vivir una vida digna. Una vez leído parece que paso de puntillas por la experiencia. El relato se me hizo superficial, no vi descripción de sentimientos, reflexiones sobre el hecho vital que está experimentando. Parece una simple descripción de algunos momentos vividos
Como crónica periodística de la pobreza, el libro es, en el mejor de los casos, ingenuo; en el peor, morboso. Como narración ensayística de la impostura, la estratificación y la culpa del sobreviviente, es fascinante. Me pone a pensar que el encargo de la revista fue siempre una mala idea, una idea que con el puritanismo de hoy a lo mejor ni sale (literalmente a lo mejor, porque con un tris de mala suerte el experimento habría podido haber salido muy mal, como el mismo Solano sugiere en el epílogo, que, sí, es lo mejor de la crónica), pero no deja de ser una idea que nos permite descubrir cosas.
Si pudiera adaptar para un producto audiovisual, pensaria en este libro. Esta perfectamente narrado con las situaciones que vive un colombiano con su salario minimo, sólo que en esta situacion el protagonista interpreta un personaje por cierto tiempo. En la realidad, muchos colombianos no interpretan este papel, lo viven y Solano se mete temporalmente en la piel de estas personas y explora la vida cotidiana de sacrificar gustos tan triviales como comer una fritura callejera para no descompletar el valor de un tiquete de regreso a casa después de un día de trabajo, solo por citar algunos de los pasajes que nos ponen a reflexionar en esta obra.
Éste libro lo leí por el colegio me pareció Super interesarte todo lo de cómo es vivir con el salario mínimo. De este libro que tenía muchas expectativas, al inicio me pareció muy bueno pues porque iba contando cosas interesantes que uno como colombiano entiende,pero al final se me hizo cómo que no era tan chévere excepto el epílogo que me gustó mucho.
no me parece que sea un libro mal libro pero no que me gusto mucho, lo que sí es muy interesante de lo que habla del salario mínimo en Colombia.
Libro decepcionante salvo el final, que está bellamente escrito. Aporta pocas escenas que tienen que ver realmente con el tema de la crónica: vivir en la pobreza. A veces el autor evoca cosas que vio, que hizo, pero no nos lo cuenta sino en vagos recuerdos a modo de flashbacks en medio de otras escenas; el clásico recurso para rellenar espacio.
3 estrellas y media porque tiene buenas fotos y un epílogo interesante, mejor escrito que el resto del libro.
Este libro te trata de mostrar cómo es la vida de alguien que gana el sueldo mínimo en Colombia.
Se lee muy fácil y tiene datos interesantes, sin embargo siento que fue muy superficial. Pudo destacar más hechos importantes, tal vez un poco más de historia y no centrarse en qué va a pensar la gente con la que convive cuando se enteren que es un infiltrado...
Tengo hambre y quisiera comprar una bolsa de churros recubiertos de azúcar de los que vende el señor que está a mi lado, pero no me alcanza el dinero. Tengo lo justo para regresar a casa, aunque la paga ya se normalizó después de varios días de incertidumbre y mañana vuelven a consignar a tiempo, o eso espero. Página 37
Una crónica muy bien lograda. Sincera. Deja mucho para reflexionar sobre el valor del dinero, de la vida y de cómo en la vida cotidiana pasamos por alto las pequeñas cosas. Un libro para desarrollar la empatía y para detenerse a reflexionar el privilegio, siempre inmerecido, que tenemos.
EL periodista nos lea a través de lo que significa tener afugias por falta de unos pesos para ajustar para esto o aquello, como en medio de los dias duros conoces gente que te cambia la vida o te conoces a ti mismo en otras circunstancias.
Una crónica espectacular, no tengo palabras para describir esta maravillosa obra, creo que Editorial Planeta se lució, si tienen que sacar más revistas como la de Jaramillo (el youtuber) para publicar libros como este por favor háganlo, espectacular, maravilloso, una pena que sea tan corto.
Excelente crónica periodística, sin embargo debo decir que una investigación de 6 meses podía producir mucho mas que un libro de 140 paginas en una letra gigante. El acercamiento a la realidad de millones de personas en Colombia es hecho con magistral narrativa