Arreola, uno de los mejores escritores de ficción breve de México, nos ofrece en La feria, un texto fenomenal que pertenece al género de los apocalipsis de bolsillo. Sus páginas recogen fragmentos, textuales o deformados, de la más variada tradición oral y escrita, procedente sobre todo de Ezequiel y de Isaías, de los Apócrifos, del cartulario colonial y de los anales de un pueblo imaginado al sur de Jalisco. Se trata en realidad de puros recuerdos de infancia, de cosas leídas, vistas y oídas, puestas una tras otra, al azar. La fidelidad a los giros populares y el realismo mágico de ciertos personajes son tal vez las mejores cualidades de este libro desordenado, múltiple y singular, breve y abundante.
Juan José Arreola fue el cuarto hijo del matrimonio formado por Felipe Arreola y Victoria Zúñiga. Nació en México en 1918. Entre 1926 y 1929 desarrolló sus estudios básicos en su ciudad natal.
En 1930 empezó a trabajar como encuadernador, e inició una larga serie de oficios. En 1934 escribió sus tres primeros textos literarios. Después de tres años, en 1937, se instaló en México, D.F., y se inscribió en la Escuela Teatral de Bellas Artes.
En 1941, mientras trabajaba como maestro, publicó su primera obra, Sueño de Navidad. Posteriormente trabajó como periodista. En 1945 colaboró con Juan Rulfo y Antonio Alatorre en la publicación de la revista Pan, de Guadalajara. Viajó a París bajo la protección del actor Louis Jouvet. Allí conoció a J. L. Barrault y Pierre Renoir. Un año después regresó a México.
En 1948, gracias a Antonio Alatorre, encontró trabajo en el Fondo de Cultura Económica como corrector y autor de solapas. Obtuvo una beca en El Colegio de México gracias a la intervención de Alfonso Reyes. Su primer libro de cuentos Varia invención, apareció en 1949, editado por el FCE. Para 1950, comenzó a colaborar en la colección "Los Presentes", y recibió una beca de la Fundación Rockefeller.
En 1952 apareció la que muchos consideran su primera gran obra Confabulario, gracias a la cual recibió en 1953 el Premio Jalisco en Literatura. En 1955 fue galardonado con el Premio del Festival Dramático del Instituto Nacional de Bellas Artes. En 1963, año en que recibió el Premio Xavier Villaurrutia, salió a la luz pública otra de sus grandes obras, la novela La feria. En 1964 dirigió la colección "El Unicornio", y se inició como profesor en la Universidad Nacional Autónoma de México.
En 1969, recibió Presea de Reconocimiento de parte del Grupo Cultural "José Clemente Orozco", de Ciudad Guzmán. En 1972 se publicó la edición de Bestiario, que completaba la serie iniciada en 1958, con Punta de plata.
En 1979 recibió el Premio Nacional en Letras, en la Ciudad de México. Diez años más tarde, se hizo acreedor al Premio Jalisco en Letras (1989). En 1992, recibió el Premio de Literatura Latinoamericana y del Caribe Juan Rulfo, que se concede al conjunto de una producción literaria, y se entrega en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara. En 1997, recibió el Premio Alfonso Reyes; y en 1998, el Premio Ramón López Velarde. En 1999, con motivo de su ochenta aniversario, el Ayuntamiento de Guadalajara, le entregó reconocimiento y lo nombró hijo preclaro y predilecto, durante una ceremonia protocolar efectuada en el Hospicio Cabañas en Guadalajara.
En 1992 participó como comentarista de Televisa para los Juegos Olímpicos de Barcelona.su corriente literaria fue el realismo
En 1995 recibe el Premio Internacional Alfonso Reyes.
Víctima de una megacefalia, que lo aquejó durante sus últimos 3 años, muere a los 83 años en su casa en Jalisco, dejando a su viuda, tres hijos y seis nietos.
Reseña de “La feria” de Juan José Arreola o “Otra vez no nos invitaron a la fiesta patronal por que el compadre Juan dice que somos unos pinches comunistas” Lista de novelas que se supone ya debería haber leído #3
Previa experiencia con el mismo autor: mi conocimiento sobre la obra de Juan José Arreola estaba limitada al hecho de que existía.
Antes me preguntaba mucho de cuáles eran las novelas mexicanas clásicas. Entendiéndose por clásico una novela súper importante y bien hecha de la que todo mundo ha llegado a escuchar hablar pero la cual casi nadie que conozcas fuera de un contexto académico ha leído. Siempre que preguntaba (o buscaba en Google para no tener que preguntarle a alguien, ¡que va!) me decían una lista que parecía completamente arbitraria más las obligatorias de Rulfo y Fuentes. Yo me esperaba mientras tanto algo como en Estados Unidos, donde parece haber un consenso casi universal de qué novelas son las clásicas de cada década y que deben ser metidas en la garganta de todo buen lector hasta que las odie por obligación. Una de las novelas –o en este caso relatos, vuelvo aquí en unos momentos –que de una forma o de otra siempre aparecía mencionada en algún punto era “La Feria” de Juan José Arreola. En eso entonces no tenía idea yo ni siquiera de que era una novela. Pensaba que era una especie de compilación de cuentos y suponía que iba sobre una celebración de algún tipo. Casi se podría decir que de alguna “feria”. Me sonaba muy folclórica y como buen malinchista no pensé demasiado al respecto y la relegué al fondo de mi lista de libros por leerse. Esos libros que “a ver si un día” lees, si los astros se acomodan, si el clima es bueno.
Leyéndola esperaba color (alguna historia tipo Eraclio Zepeda sobre la vida en el monte) pero no esperaba mordacidad. Después de leerla me pareció que había llenado un vacío de entendimiento que tenía antes de leerla. Es un texto muy corto y es una novela experimental sin ser pretenciosa. En si cuenta de los eventos que se sucedieron a lo largo de varios meses en la población de Zapotlán El Grande, Veracruz (hoy en día Ciudad Guzmán) en un año no especificado pero en el cual la Revolución Mexicana y la repartición de las tierras es todavía un hecho reciente. Inicia con el comienzo de la época de siembra y termina con la Función de Señor San José, una gran fiesta patronal en honor al padre de Jesucristo, que es el patrono adorado del pueblo. Zapotlán es un pueblo agrario y muy religioso y la población entera se prepara de una forma o de otra para las fiestas. En el fondo de las muchas tramas que se suceden a lo largo de las estaciones los miembros de la comunidad indígena de la localidad tratan de llevar a cabo una lucha legal para ser propietarios de las tierras “según lo prometido” mientras que los actuales lugartenientes del lugar buscan formas de evitarlo. En todo esto los miembros del clero juegan un papel neutral: el padre local apoya a los indígenas pero sus superiores en la Arquidiócesis quieren mantener el orden de las cosas.
Este gran marco social se nos presenta sobretodo a través de historias pequeñas. Primero se nos cuenta la historia de un zapatero que decide convertirse en agricultor. Nos cuenta rápidamente sobre los dos terrenos que consiguió y los peligros que ha tomado en su apuesta y uno que otro detalle de las técnicas de agricultura que se utilizan (un muy buen detalle –debo añadir –para los lectores que somos ignorantes del tema siendo lo importante que es la agricultura para la historia). Pronto el hilo narrativo lo abandona y empezamos a conocer al resto del pueblo. Algunos son sólo comentarios que aparecerán en el fondo por el resto del texto pero otros tendrán historias que irán evolucionando mientras la fecha de la feria se acerca. La historia está hecha de viñetas de tamaños muy diferentes que pueden ser diálogos, narraciones, páginas de diario, notas de periódico o textos históricos. Saltamos fácilmente de un recuento de como un vecino asesinó a su esposa a como los miembros del Ateneo local organizan reuniones para conocer a artistas de otros estados. Aunque la vertebra de todo es el paso del tiempo hacia la feria en muchas ocasiones un segmento viaja en el pasado para enseñarnos alguna cita de los documentos con los que se firmó la ciudad u otros sucesos históricos relevantes para el presente. El orden es caprichoso pero siempre hay un sentido de ir avanzando aunque sea sólo en el tiempo. Esto me gustó muchísimo. Siento que un escritor menor hubiera hecho algo muy cansado. Arreola hace que una historia que es sólo el colectivo de muchas historias pequeñas retenga unidad y corazón. Hay detalles mínimos de lo que vendría a ser el realismo mágico (un tipo que habla con “las ánimas del purgatorio”, una sequía que afecta únicamente una huerta y nada más) pero en general la historia se mantiene en la realidad. El texto muestra muy vivamente la injusticia vivida por este tipo de pueblos y la belleza de sus tradiciones pero tampoco los convierte en un Edén y nos muestra las actitudes machistas y homofóbicas así como la ignorancia que muchos de sus habitantes tienen.
Como dije antes, esta novela me gustó mucho más de lo que pensé que me gustaría. Creo que lo más importante es que es una novela muy medida. Sabe cuando ser chistosa y cuando ser más cruda. Lo que más me sorprendió es que lograra llegarme, sobretodo porque yo no soy nada afecto al costumbrismo. (Bien, la gente no sabe si es una novela costumbrista o de realismo mágico pero creo que todo mundo puede ver que hay “algo” de costumbrismo por lo menos.) Cuando pasa el complot para asegurarse que los campesinos no tengan sus tierras realmente me enojé. Muchos de los detalles mas ocurrentes del pueblo realmente se me hicieron chistosos (ESA cancioncilla de “Déjala güebón” fue genial, y mi parte favorita que son los fragmentos donde San José mismo habla y comenta que el culto del pueblo le parece un poco excesivo). Cuando llegó el momento de la Función de Señor San José una parte de mí sentía –quizás como los del pueblo –que “algo” pasaría, que llegaría un clímax real y que eso significaría un cambio real. De alguna forma los campesinos ganarían contra el complot de los lugartenientes y habría un final feliz de una forma de otra. Por supuesto que nada de esto sucede. Son simplemente algunas escenas lindas, con una melancolía muy sugerida, de un festival que sucede y termina y de una vida que pronto vuelve a su curso natural. ¡Como en todas las fiestas! Esa sensación de fiesta y decepción me pareció lo más genial de toda la novela. En si la cantidad de historias te deja un sentimiento de conocer este lugar, de haber vivido un tiempo congelado de su surreal día-a-día. Es un pueblo donde en una fiesta cualquiera un baile involucra amenazar a la gente con machetes. Al mismo tiempo que te cuentan esto, algo que para uno es bastante increíble, se nos cuentan historias de los enamoramientos y las muertes y los supuestos milagros. A pesar de su estructura inusual, es una historia con una cierta dulzura, la de un tiempo muy único que con el tiempo se irá. Para un citadino que en su vida ha pisado un pueblo por más de unas horas, es una sensación muy interesante de conocer.
Recomiendo esta novela a cualquier persona que quiera leer una buena novela mexicana. No es de mis novelas favoritas (quizás el tema simplemente es algo alejado a mi) pero siento que fue una lectura agradable con muchas recompensas.
Es realmente magnífica la manera en que Arreola retrata la realidad de las comunidades mexicanas. En la novela se abordan toda clase de temas, el amor juvenil, la relación clero-sociedad, las costumbres, fiestas, los tabúes sexuales, pero lo que a mí consideración realmente enriquece a la obra, es la descripción y narración de la marginación indígena y agrícola. Desgraciadamente en todo el país, estos grupos han sido relegados de todo tipo de derechos, entre ellos la propiedad de la tierra, ésto por parte de caciques en contubernio con las autoridades estatales a través de engaños, amenazas y asesinatos. Todo lo anterior es plasmado de una manera agradable y con el lenguaje característico que solo un mexicano podrá identificar y asimilar. Con temor a equivocarme, encuentro mucho de Kafka en la obra, sin embargo, considero que al ser traducida a otras lenguas, la misma se pueda disfrutar y apreciar de manera plena, ya que lo rico precisamente es esa identificación del mexicano hacia todo lo contenido en la novela.
7 días y 180 páginas después. Un libro que tenía pendiente desde hace muchos años atrás. Sin embargo, aún no estaba listo, amerita una buena relectura en el futuro. Me he percatado que me cuesta seguir la ilación de historias tan breves o que son de fragmentos o que agolpan varias historias. Mi mente está programada para tener una estructura más líneal y se me complica bastante más.
La historia nos narra el antes, y durante de lo que se debe hace en un pueblo para traer la feria anual. Desde las cuestiones que giran alrededor, como las injusticias agrarias hasta las cuestiones religiosas, pasando –evidentemente– por las costumbres del pueblo.
Me gustó que se tocaran los temas de los indígenas, del agrarismo, las cuestiones religiosas y las costumbres, pero en formato no está hecho para mí. Necesito un poco más de línea para poder digerir todo.
Creo que serviría mucho como guía para explicar a extranjeros algo del pasado (y no tan pasado) de México.
Es un libro breve, pero que me alargó por leer otros a la par. Me voy decepcionado conmigo mismo, por no darle el tiempo ni el espacio merecido, pero sé que habrá una relectura más adelante.
A medio camino entre la prosa mas poética de Faulkner en 'As I Lay Dying', y la potencia del 'Pedro Páramo' de Rulfo, 'La feria' recoge el gusto de Juan José Arreola por lo breve, transformando un cúmulo de 288 pequeños fragmentos literarios en una novela de ambiciones desmedidas (y cumplidas).
En su primera y última novela, Arreola narra la historia de su natal Zapotlán a través de las voces fragmentadas de un grupo de habitantes que se prepara para la gran festividad de San José: el santo patrono del pueblo. Sin embargo, esas voces que Arreola reproduce en pequeños párrafos inicialmente inconexos, quedan hiladas a través de un delicado y complejo entramado narrativo que al mismo tiempo maravilla por su estructura de perfecto caleidoscopio, y por el virtuosismo del autor para construir párrafos que son tributo a las más refinadas y variopintas posibilidades del idioma español.
Poco más se debe decir de este libro de libros. Quedé, como pocas veces, maravillado.
Singular novela narrada a modo de testimonios de habitantes de Zapotlan Jalisco, retrata la sociedad mexicana después de la revolución, esta serie de narraciones breves van construyendo la esencia de un típico pueblo mexicano lleno de desigualdad, injusticias, la ferviente fe manifestada en la feria patronal que es el acontecimiento más importante de dicho lugar.
Un libro muy divertido y auténtico en el que se relata la preparación de la fiesta del pueblo a través de los relatos, anécdotas y chismes de los habitantes. Verdaderamente en la prosa se siente el toque de lugar mexicano en el que como saben ocurre de todo y como dicen “pueblo chico ...infierno grande “
A pesar de que a ratos me desesperó que fuera tan fragmentaria la narración, y de que también a ratos me aburrió un poco porque se trata mucho de costumbres antiguas, me gustó y se me hizo memorable. Sé, por lo que escuchado de Arreola y por El Guardagujas, que está lejos de ser su obra más genial, pero creo que aun así se alcanza a ver su genialidad en algunos fragmentos muy divertidos, con jiribilla.
Se trata de una novela contada a cachos por muchas personas de un pueblo, mientras se acercan a la fiesta de su santo patrono San José y la consagración de un templo en su honor; y son víctimas de un terremoto. Se me hace muy valioso para asomarse a las costumbres religiosas y sociales, así como el pensamiento y habla típica mexicana; pero también, y sobre todo, para hablar de la guerra que hemos dirigido por siglos los mexicanos criollos, blancos o blanqueados contra las naciones indígenas. Aquí se puede ver cómo los señores abusan, muchas veces por la via legal o bajo una falsa legalidad, de los señores indígenas para quitarles la tierra. Lo peor es que es una guerra oculta, soterrada, no frontal: los blancos sobornan autoridades, falsean documentos, inventan testigos, se valen de sus contactos para entorpecer hasta el límite los recursos legales que los indígenas han interpuesto para protegerse. Rechazan a los blancos que les ayudan a los indígenas o que defienden un reparto justo. Me gusta ese aspecto testimonial en la novela. También me llamó la atención el retrato de la homofobia (en un fragmento un pueblerino opina que "le parecen chistosas" las mujeres que se gustan entre ellas, y lo que es más, que no lo cree del todo, le parecen "cuentos de la gente", y también opinan que es mejor que sean "maricas con ganas y de a de a deveras, [..] con la boca pintada y con la ceja sacada", no como esos disimulados que "se reconocen sin hablarse y quedan de verse quién sabe dónde." Me encantó ver que mis papás usan palabras y dichos tan antiguos como los que aquí se ponen, del México semirural apenas posterior a la Revolución.
Mis partes favoritas fueron las confesiones, pues tras el terremoto, que es especialmente destructivo, todos los pueblerinos se sienten inclinados a confesarse, y hay algunas confesiones muy chistosas. Alguien, por ejemplo, se confiesa de haber leído "Conocimientos útiles de la vida privada" e "Historia de la prostitución" ("Tienen dibujos", el padre le encarga cinco rosarios y entregarlos en la sacristía). Un empleado de la imprenta tiene las confesiones más chistosas, me hizo el libro. Se confiesa por ejemplo, de publicar unos versos come-curas en la imprenta en la que trabaja: "Vade retro, bandidos de sotana, engendros de Satanás..." "-Y cuando iban a meter a la prensa ese pliego, vi que decía enjendros con j y yo le puse la ge. ¿Es pecado? -No... no es pecado..."
Mi favorito fue este, que me enseñó la palabra "menosorquia": "-Padre, también quería preguntarle, ¿menosorquia es mala palabra? -¿Menosorquia? No, no la conozco, ¿dónde la oíste? ¿Por qué no has venido a confestarte?" (procede a contar un sueño bien loco en el cual el diablo como de carnaval le dice: "Cuánta menosorquia os da, cuánta menosorquia os da..." y tenía la cara de un compañero que le enseñaba cosas malas en la escuela) "-¿Y qué crees tú que sea la menosorquia? -Es como las ganas de hacer el pecado. Siempre que lo hago me da después mucho arrepentimiento, me acuerdo del diablo y cuando salgo de la imprenta, después que dan los clamores, entro de rodillas a la iglesia y le juro a Dios que no lo vuelvo a hacer..." Buenísima palabra. Gran libro, a pesar de sus momentos lentos. Definitivamente voy a leer más de Arreola.
Arreola consiguió transportarme a la vida en el pueblo de Zapotlán y pude constatar cómo han cambiado las cosas y al mismo tiempo no, aún nos podemos encontrar con personas que son como lo eran las de antes 😁❤️📚
Novela corta y fragmentada que nos narra la historia del poblado de Zapotlán el Grande de una forma en donde el tiempo esta mezclado y no tiene un orden lineal, el pasado y el presente se mezclan para dar la impresión de un lugar que quedó atrapado en el tiempo, donde las historias del pasado bien pueden suceder en el presente y salvo algunos sucesos, primordialmente de desgracias, dan una especie de temporalidad, tlmenos uno de relativa alegría. La feria anual.
Desentrañar todas las historias que se entrelazan está novela es un ejercicio algo complejo, pues por momentos se borra e intencionalmente (creo) se nombra a los personajes de manera vaga. Un zapatero que emprende un negocio de siembra y acaba embaucado, un cerero que elabora una vela de 200 pesos y su familia, una apicultura que acaba de madrota, todas las historias están entrelazadas en este lugar atemporal. La historia esta contada en párrafos breves que parecen estampas y uno tiene que ir llenando los huecos, un ejercicio que me parece interesante pero que para algunos puede resultar confuso.
Es un poco extraño leer una novela en la que el tiempo no avanza, a mi por momentos me lleno de una desesperación por qué sentía que no avanzaba con la historia, así que si prentender leerlo tengan paciencia. El estilo de escritura es florido y los diálogos están llenos de una mezcla entre humor sutil y desesperanza, además de ser vividas y realistas. El único problema que le veo es que es muy vago en algunas cosas y deja varias cosas inconclusas, pero creo que ese es el chiste, si te gustan las cosas concretas con finales redondos o novelas que estén muy bien estructuradas definitivamente vas a encontrar este libro frustrante, pero creo que es una de las novelas más diferentes que e leído en un buen tiempo y si buscas algo diferente, creo que este es un buen punto por dónde empezar.
Solo unos pocos pueden concretar en un caldero una receta con la brujería más efectiva para capturar el alma de un momento... o más bien, de miles de ellos. Arreola lo logra a la perfección en "La Feria". Tomando como excusa la feria patronal de un poblado imaginario (y vaya que la fiesta patronal hasta la fecha sigue siendo el evento más grande del año en muchos poblados del México más tradicional), Arreola nos lleva de la mano con una fluidez fuera de este mundo a través de todo un entresijo de historias, poblando la mente del lector de una cacofonía de voces qué, a pesar de su diversidad, consiguen ser plenamente discernibles entre el amasijo que nos hes presentado. Para lograr eso, caray, no muchos lo pueden hacer.
En suma, es un retrato, fantástico si quieren en parte, de la vida que se vivía en el México más tradicional hasta hace poco, y que sigue perdurando de alguna manera, ahí donde es la fe la que sigue siendo el principal sustento de la vida.
En realidad no sé si he leído este libro de pies a cabeza, lo comencé como un libro normal, lo terminé leyendo de la misma forma en que está escrito, agarrando donde cayera, creo que es la mejor forma de leerlo, aunque lo único malo es que no se sabe si se ha terminado... eso quizá sea de alguna forma bueno... se me quedaban mucho las partes del confesionario... jajaja... eran las partes más graciosas...
Juan José Arreola creates a unique work with The Fair, a fragmented novel that immerses you in the chaotic and colorful life of a Mexican town. Instead of following a linear plot, the book is composed of small scenes and different voices that, together, build a vibrant vision of the town. A priest struggles with the hypocrisy of his community, peasants suffer under an oppressive system, and the annual fair serves as a backdrop for social and economic conflicts.
Arreola's style is poetic and experimental, with short, sharp sentences that capture the essence of each character. For example, when he describes the peasants' struggle against drought, his prose feels almost desperate, reflecting the characters' suffering. Although the lack of a central story may be challenging for some readers, the structure gives authenticity and depth to the fictional town.
I recommend this book to those who enjoy innovative literature and are not afraid to confront a fragmented text. It is a work that must be read with patience, but it rewards the reader with a rich and evocative vision of rural Mexican life.
La estructura fragmentada de la prosa permiten conocer a Zapotlán por completo: indígenas tlayacanques, sacerdotes, usureros y gente del gobierno pueden presentarse al mismo tiempo en que el pueblo avanza lentamente hasta acercarse a la culminación de lo más anhelado por este mismo, es decir, la feria anual en honor al santo local: Señor San José. Como pasando a caballo por sus calles, las breves narraciones de cada ciudadano nos enriquece del estilo tan variado del autor: narraciones sobre ánimas, diarios de un poeta enamorado y un zapatero frustrado al puro estilo del refrán "el que mucho abarca poco aprieta", se nos presentan tan cercanos sus personajes palpables y realistas, manifiestos de un tramo de tierra llena de degradación humana: tramo vivo lleno de coyones y traidores, de vicio y degradación.
Maravillosa obra de principio a fin, nos muestra la realidad de nuestro México rural y sus problemas suscitados desde la Reforma hasta por la misma devoción católica de nuestro pueblo aplastado por los santos.
En fragmentos, los habitantes de Zapotlán El Grande relatan sus visión de una fiesta patronal a su adorado señor San José: pasado y presente se mezclan en las narraciones orales o las memorias de los personajes de Juan José Arreola que se emparentan con las líneas argumentales de otro escritor jalisciense, Juan Rulfo. Una visión del México de antes, de poblados fantasmales, de tradiciones olvidadas, de realismo mágico y de pasiones humanas que se escapan a las conveciones de provincia mexicana.
Debo de confesar, que al principio me costó trabajo seguir la trama (si es que se le puede llamar trama), pues “la feria” de nuestro muy querido Juan José de Zapotlán el grande, ahora ciudad Guzmán, te muestra todo un collage de la forma de vivir, de todo un pueblo en torno a los significados de una fiesta patronal.
Pasado y presente o a veces ambos, conviven en estos “ecos”cargados de recuerdos tratando de sobrevivir al olvido.
Un libro que destaca la cultura y religión en particular que se tornaba en un México no muy lejano, sin embargo al contener diversos relatos de los habitantes, se perdía un poco la trama y me costaba pasar a otra historia, porque podía ser muy diferente a la anterior. El enfoque de este libro va más allá de mostrar la percepción religiosa. Ya que plasma el pensamiento distinto de cada persona, y lo dice muy bien el libro "cada quien habla como le va en la feria".
Tuve este libro retenido un año en mi librero, pero sabía que era cuestión de tiempo para disfrutar, apreciar y valorar las voces de quienes cuenta la historia cotidiana de Jalisco.
La feria es una novela fragmentaria compuesta por 288 fragmentos, aparentemente inconexos, que encajan y configuran la historia de Zapotlán el Grande, hoy Ciudad Guzmán y cuna de Juan José Arreola. Se considera a esta obra, junto a “Pedro Páramo” de Juan Rulfo y “Los recuerdos del porvenir” de Elena Garro como los “epitafios de la novela de la revolución”. Es decir, plantean sucesos y problemas que la revolución trajo consigo: conflictos agrarios interminables, pueblos arrasados, masacre a los partidarios de los derrotados, caudillismo, confusión y esperanzas depositadas en ídolos religiosos. El argumento va contando la historia del pueblo desde sus pobladores nativos los tlayacanques, sus desastres naturales, la vida privada de sus habitantes, los litigios por el control de la tierra, el ciclo y las formas del cultivo, los intereses religiosos, el ateneo con su club de poesía, y el priostazgo (mayorazgo) y la celebración de “la Feria” a su patrono San José.
Cada fragmento se construye a través de la oralidad, con los personajes conversando entre sí, en bullicio pueblerino o contándole al lector sus desventuras. Además, aparecen crónicas de los “conquistadores”, textos periodísticos, versículos bíblicos y fragmentos de diarios personales. Arreola consigue retratar su pueblo con la universalidad características de los autores latinoamericanos a través de un léxico florido, las costumbres arraigadas de su gente y el clima templado de la narración, que nos sitúan en Jalisco. Desde la época novohispana, la época de las Leyes de Reforma, el reparto de 1902 y la Revolución Mexicana; siendo los ejes comunes de la historia de Zapotlán, y tal vez de la humanidad, el predominio del fuerte sobre el débil, del acaudalado que busca tener más tierras y más dinero, en detrimento de los que tienen muy poco o nada, y la celebración religiosa en torno al Patrono del lugar. Se encasilló esta novela como “Realismo Mágico”, denominación rechazada por el autor debido a que carece de elementos mágicos, puesto que se basa en historias verídicas asociando la obra al costumbrismo.
En efecto, se prepara la fiesta como en todo pueblo se hace: durante todo el año, con plata y persona, con apasionada fe religiosa, con los ricos sacando provecho de los pobres. Un castillo apoteósico y una vela (cirio) gigante de 200 pesos, serán los estandartes para este trágico año que vio la muerte del mayordomo y la tacañería de su hermano, el heredero. Sin prioste mayor y sin dinero, serán los indígenas encabezados por el cura los encargados de la feria; dejando para después los pleitos legales por sus tierras y enfocándose en la coronación de sus imágenes sagradas, a la que no podrán entrar, porque están invitados únicamente los Señores. Esta y otras historias van hilando una trenza, que es la vida comunitaria que se teje con las vidas de cada persona: por tanto, ninguna voz posee la verdad, más cada quien da un punto de vista que se refuta, se complementa o se contradice. Las voces son polifónicas, desde el mismo San José, los indígenas, los agricultores, los dueños de las tierras, los confesores, el cerero, el cura, los poetas, el cohetero, el chulquero, el joven enamorado, los vecinos y vecinas. Porque en Zapotlán, como en todo pueblo, todos critican la vida ajena sin fijarse en la suya.
No es el primer libro que leo en el año, pero si el que escribo algo en goodreads, pero bueno ese no es el caso, ¿como podría describir este libro ? Mi primera impresión fue que está escrito como a forma de comentarios, y es algo que no me gusta mucho y no me llama mucho la atención, me aburren y he tenido malas experiencias con ellos, con con Pedro páramo, la noche de Tlatelolco, son libros que me costaron, el seguirle el paso y tratar de ver cómo llevaban el hilo, creo que es lo que más me cuesta de este tipo de libros, de echo suspendí el retrato de Dorian gray por concentrarme completamente en este libro, bueno no me parece un mal libro a pesar de como lo estoy pintando, de echo se me facilitó un seguirle el hilo a este libro, si bien no me atrapaba completamente la historia, si le iba entendiendo, y como ya es bien aviso no soy muy fan de la religión y que tuviera muchos aspectos de que tuviera que coronar a las estatuas de una iglesia era la parte por la que menos quería leer el libro, aún así hay partes que me gustaban.
Esta obra es muy diferente a los cuatros títulos anteriores de Arreola. En la feria vemos que su prosa, algo tan característico de él ya no esta presente, ni sus rebuscadas metáforas u otras figuras retoricas, sin embargo el lenguaje coloquial es muy presente y tiene sentido dado que toda la historia sucede un pueblo. Me causo curiosidad ver como se relataba esta historia porque no te presenta a personajes principales como tal, no hay un crecimiento de ellos, de hecho es mas como varios relatos que forman un día, la perspectiva de la población ante un acontecimiento como La feria del lugar y sus días posteriores o anteriores a estos, como vive cada lugareño su día a día.
En general la historia se me hizo muy "equis" pero me causa cierta problemática porque bien habla de un México con mucha religiosidad tirando un poco a fanatismo, con machismo, con prejuicios, con muchas injusticias, clases sociales, racismo, claro que un lenguaje muy liviano, no es pesado, ni violento mas de sí mismo y solo me da un espejo de lo que sigue pasando en las ciudades, en muchos de los pueblos que por desgracia viven en el medievo y eso me entristece porque la gente deja que todo por encima de ellas y bueno... básicamente de eso trata, de un pueblecito y su gente.
Excellent book. The way Arreola writes is perfect to let the imagination flies. The different stories on the book are described with the idiosyncratic thought of the people from the rural population. You discover the characters by their actions; they showed themselves to other people but we can spy on their thoughts and discover their real intentions. It’s so fun to read this prose, it have the language and the timing that get you pleased and wishing it last longer.
Siempre he escuchado con cierto desdén cuando me recomiendan obras de Juan José Arreola. Alguna parte de mi cerebro ya lo ubicó irremediablemente como un escritor menor, indigno de los innumerables elogios que parece recibir, afrenta tan irracional como imperdonable a los ojos de un servidor, y quizá eso tenga que ver más con su relevancia que con su talento. No subestimemos el trono en el que lo tiene la cultura nacional: es un autor mastodóntico de México, con lecturas obligadas en muchas partes del país y con reconocimiento universal. No en balde la biblioteca pública más grande de su estado lleva su nombre (mismo estado y misma zona geográfica que nos dio a Juan Rulfo y a Jorge Ibargüengoitia, superiores ambos en mi humilde opinión).
De cualquier manera, afronté 'La feria' del mismo modo que lo hago con prácticamente cualquier libro, sin tener apenas información al respecto y preparado para ventilarlo en un par de noches. Imaginen mi sorpresa al encontrarme con un trabajo modernista a la manera de Faulkner o Woolf. Y eso es excelente, me encantan esos escritores. Especialmente Faulkner, al que lo tengo en un pedestal poco menos que divino. En fin, sucesos en 'La feria' son narrados en un orden arbitrario (al menos hasta donde pude percibir) en donde el tema central son todos los que pueblan Zapotlán y a la vez nadie. Pequeñas viñetas pasan inadvertidamente sin que su importancia sea plenamente comprendida por el lector, indiferentes a su situación, ajenas al arco mayor que las justifica. Rasgos de irónica crítica social se interponen con el machismo imperante en el México de la época. Es en cierta forma un producto de su tiempo, ansioso por denunciar la injusticia de la repartición agraria o de la intromisión religiosa en asuntos fundamentalmente estatales.
Es bueno, y en algunos pasajes concretos, mejor que bueno. Es un libro fácil pero inaccesible, listo para ser descifrado y estudiado por alguien más interesado que yo. Mi principal problema, y últimadamente el motivo de mi desinterés, es que no logro disfrutar del todo la caótica estructura. 'El ruido y la furia' está escrito así porque tiene un comentario profundo que hacer sobre el tiempo, y porque no había otra manera de plasmar en papel los intensos transtornos mentales que sus protagonistas sufrían. 'Mrs. Dalloway' tiene en mente un estilo "jazzístico" en donde intercalar diferentes personajes con diferentes problemas hace el producto final más que la suma de sus partes, elevándola a una obra de culto, recalcando que cada capítulo tuviera el balance ideal entre brevedad y complejidad. Incluso en 'Pedro Páramo', la calidad inconexa que presenta obedece a la atemporalidad del limbo que es Comala. No hay tales maquinaciones detrás de 'La feria', algo sucede a otra cosa y así hasta el final, que es determinante y conclusivo, pero no enteramente satisfactorio. Me queda la impresión de que con una estructura ligeramente más pragmática y ordinaria hubiéramos tenido una mejor novela.
*Resulta pertinente mencionar que Faulkner además de plantear mejor sus libros, también tenía una pluma infinitamente más virtuosa. Era un poeta escribiendo novelas.
Acabo esta travesía en el mundo arreolano con su libro más famoso y aclamado, "La feria" (1963). De esta obra se dice: “resume temáticamente y estilísticamente la obra completa de Juan José Arreola”.
Se trata de la única novela en la breve producción literaria del escritor tapatío y sin embargo, su estructura (comparada con la de "cartucho" de Nellie Campobello) permite que se lea como si se tratara de pequeños fragmentos (288 en suma) independientes uno de otro que sin embargo pertenecen a la totalidad. A pesar de ser una obra realista, por momentos se adentra al realismo mágico propio de la época y esto se nota, por ejemplo, en la minificción de la prostituta virgen "Concha de Fierro".
La voz del narrador por momentos se hace ausente y son los personajes quienes guían al lector por la trama con sus diálogos, cartas, diarios, etc.
En ella Arreola muestra literatura de compromiso y denuncia social al tratar tema principal que es la lucha por la tierra y los derechos de los indígenas (victimas del despojo de sus tierras y de esclavitud). La ambienta en su natal Zapotlán el Grande, durante los primeros años del siglo pasado (con algunos saltos temporales).
Zapotlán se convierte en un personaje más de la novela (posiblemente el personaje central), como sucediera antes con Comala en la mítica "Pedro Páramo". El autor logra plasmar no sólo la fiesta anual conocida como la feria, sino que además traza la fundación de Zapotlán con la llegada del conquistador Alonso de Ávalos y del primer fraile, Juan de Padilla; pasando por la colonia, la revolución y el movimiento cristero.
Para recrear la vida (agricultura, ganadería, comercio, agrarismo, religión, socialización, litigios) de algunos de los 30,000 habitantes del pueblo Arreola se valió realmente de sus paisanos, quienes accedieron a mandarle cartas, documentos antiguos y trozos de periódico local con lo que se consigue una novela costumbrista; Juan José agregó pasajes de la biblia y de los evangelios apócrifos y listo, una gema de la letras mexicanas. 9.1/10
El autor acomete la ardua tarea de examinar las diferentes relaciones que se entretejen en un pueblo de Jalisco, al cederles la palabra a sus habitantes, que narran escenas de la vida cotidiana en la que ellos son protagonistas o bien testigos. Durante toda la novela, que salta a través de zapateros convertidos en labradores, vendedores de velas, curas de iglesia, aprendices de imprenta, prostitutas, entusiastas literarios, encantadores de serpientes y otros decenas de personajes, asistimos a un carrusel de historias, ensambladas con la maestría de un juguetero como lo era Juan José Arreola. Y "La feria" termina siendo eso, un juego donde el lenguaje asoma con vitalidad y alegría, mostrando los diferentes registros de la comedia humana. Y aunque en primera instancia parece un artefacto costumbrista, el autor, con la pericia que caracterizaba su obra, sabe dar la vuelta para pasar del tono irónico al fantástico, del fantástico a la denuncia, de la denuncia a la fábula, todo en pequeñas narraciones que se alternan y parecen cortarse abruptamente, pero que en realidad están planeadas meticulosamente a la manera de quien va construyendo un mosaico de flores de distintos tamaños, formas y colores cuya figura final se percibe conforme se avanza en la lectura de la novela.
Me da vergüenza admitir que casi no he leído a estos autores mexicanos de antes, antes.
Y con la Feria me queda claro que me estoy perdiendo de mucho.
Un librazo con un gran sentido del humor y un formato muy original. Y un referente obligado para el que quiera conocer las raíces profundas tanto de Jalisco como de México en general.
Y a esto agrego una duda: ¿se podría hablar de que existe un sentido del humor jalisciense? Lo digo porque esa manera tan ácida de Arreola me recuerda mucho a Juan Pablo Villalobos, Antonio Ortuño e incluso a Trino monero.
Si ubican más autores de ese tipo, por favor recomienden.
Y ya por último comentar que es una lastima que el señor resultó ser un acosador y posible violador. Características que se ven reflejadas en el personaje del morro que trabaja en una imprenta y que va a seguido a confesarse. El mismo que le comparte al padre del pueblo un cuento de su autoría y que resulta ser una fantasía pedófila.
Bastante inquietante esa parte sobre todo porque me parece que es el personaje que más se parece al autor.
Como Zapotlénce, tengo que decir que estoy muy feliz de haber leído este libro. Siento que muy pocas personas en Ciudad Guzmán han leído algo de Arreola, y de cierta forma, pienso que su nombre poco a poco se está olvidando, así que quise remediar mi ignorancia sobre los libros de Arreola.
En muchas partes del libro me sentí identificado. Muchos de los lugares mencionados son lugares que conozco, y también conozco muchas de las leyendas que se plasman en el libro. Leyendas que he escuchado de mis abuelos, padres, tíos, tías, y demás personas de Guzmán.
El estilo de escritura es muy singular, ya que no sigue a un personaje o a un grupo de personajes en concreto, sino que son relatos cortos de las personas que vivían en el pueblo, aunque en algunas partes, esos relatos se hilaban todos para formar una historia.
Este es un libro que, aunque no me haya encantado, me gustó mucho y me hizo sentirme orgulloso de ser paisano de Arreola.
Cuando lo encontré entre el montoncito de libros se me iluminaron los ojos. La encuadernación es preciosa a pesar de las llagas que el tiempo le hizo. El olor de sus hojas, la suave asperesa que inunda los dedos al pasarlos. Gozar de un pequeño montoncito de 40 años es hermoso. Justo como los siglos acumulados en sus 183 páginas. De principio a fin, se sigue un hilo prendido de varias puertas. De varios libros y herramientas rotas. De varios nombres que nos dirigen a lápidas, surcos vacíos y muertos en la tierra. Es ir escalando sobre la maldad, la codicia, la injusticia, sumergiendo las manos en esa plasta de realidad incómoda que se extiende lentamente hasta llenarnos los hombros de un peso común y compartido. De atrocidades y violencias, de fé y desesperanza, de alegrías y tristezas, de amores e impurezas. Una verdadera Feria del ser y sus componentes, acomodados, arrejuntados en un pueblito de 30,000 granos de maíz, tiernito.