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268 pages, Paperback
Published January 1, 2015
Antaño nos sabíamos el mundo al dedillo:
-tan pequeño que cabía en un apretón de manos,
tan fácil que se describía con una sonrisa,
tan común como el eco de las viejas verdades en los rezos.
La historia nos saludaba con fanfarrias de gloria:
-echaba arena sucia en nuestros ojos.
Aún nos esperaban rutas lejanas y sin salida,
pozos envenenados, pan agrio.
Nuestro botín de guerra es el saber del mundo:
-tan enorme que cabe en un apretón de manos,
tan difícil que se puede describir con una sonrisa,
raro como el eco de las viejas verdades en los rezos. (21)
No le faltan encantos a este terrible mundo
ni tampoco amaneceres
para los que merece la pena despertar. (198)
LA HABITACIÓN DEL SUICIDA
Seguramente pensáis que la habitación estaba vacía.
Pero había allí tres sillas con un buen respaldo.
Una buena lámpara contra la oscuridad.
Un escritorio, sobre él una cartera, periódicos.
Un Buda alegre, un Jesús pensativo.
Siete elefantes de la buena suerte, en el cajón una agenda.
¿Creéis que no estaban allí nuestras direcciones?
¿Pensáis que faltaban libros, cuadros y discos?
Había allí una vigorosa trompeta en unas manos negras.
Saskia con una cordial flor.
Alegría, la chispa divina.
Ulises en la estantería durmiendo un sueño reconfortante
tras las fatigas del canto quinto.
Moralistas,
nombres escritos con letras doradas,
sobre los lomos bellamente cincelados.
Los políticos la lado se mantenían erguidos.
Tampoco parecía una habitación sin salida,
tenía puerta,
o que no tuviera vistas, al menos desde la ventana.
Las gafas para lejos estaban sobre el alféizar.
Zumbaba una mosca, aún estaba viva.
Pensáis que al menos la carta explicaba algo.
Y si os dijera que no había carta,
y tantos de nosotros, amigos, y todos cupimos
en un sobre vacío apoyado contra el vaso. (154)