«La lista era parte de un plan: Lola sospechaba que su vida había sido demasiado larga, tan simple y liviana que ahora carecía del peso suficiente para desaparecer. Había concluido, al analizar la experiencia de algunos conocidos, que incluso en la vejez la muerte necesitaba de un golpe final. Un empujón emocional, o físico. Y ella no podía darle a su cuerpo nada de eso. Quería morirse, pero todas las mañanas, inevitablemente, volvía a despertarse».
Así comienza La respiración cavernaria, uno de los más intensos y celebrados relatos de Samanta Schweblin —una apasionante historia sobre la pérdida, el desconcierto, la obsesión y los recuerdos—, que cobra nueva vida y lecturas gracias a las impresionantes pinturas de Duna Rolando.
Samanta Schweblin was chosen as one of the 22 best writers in Spanish under the age of 35 by Granta. She is the author of three story collections that have won numerous awards, including the prestigious Juan Rulfo Story Prize, and been translated into 20 languages. Fever Dream is her first novel and is longlisted for the Man Booker International Prize. Originally from Buenos Aires, she lives in Berlin.
Definitivamente me encanta esta autora, todo lo que he leído de ella hasta ahora me fascina.
La forma en la que nos va introduciendo en una mente distorsionada y en la vida de la protagonista me ha maravillado. Una historia que transmite tantos sentimientos y que deja pensando a medida que lo vas leyendo, es triste, es oscuro, es desesperante la muestra que nos da de esas realidades, y el cómo quiebra con elementos fantásticos la realidad, aquí y en sus otras historias, es una característica que tiene la autora y que es notable. Seguiré leyendo todo lo que se me cruce de esta autora.
Ya había leído de Schweblin Distancia de rescate y aunque no me fascinó, me pareció una autora a la que no se le debe perder la pista. Y terminé devastada, angustiada, nerviosa y triste tras este relato. Una gran joya se esconde en él.
Pero ¿de qué va el libro? Lola es una mujer muy anciana, que vive recluida en su casa junto a un esposo que, tras 57 años de matrimonio, apenas soporta. Ella tiene una lista, para mantener su mente concentrada en su gran objetivo: “Clasificarlo todo. Donar lo prescindible. Embalar lo importante. Concentrarse en la muerte. Si él se entromete, ignorarlo”. Básicamente, se prepara para morir que no debe ser confundido con suicidarse: para ella, esperar sentadamente la muerte es el único paso que le queda.
En un principio, la historia es bastante sencilla, incluso anodina: una mujer anciana lleno de prejuicios, que sólo se dedica a ver la televisión, que juzga severamente a las personas y a cada cosa que no conoce o que no es exactamente como ella espera. Básicamente, una narradora mezquina y odiosa, lo cual a mí me encanta, pero comprendo que a otros les fastidie. Personalmente, creo que aporta mayor profundidad a la historia.
Y aunque la mitad del libro es así, cotidiano, sutilmente Schweblin inserta elementos que catalizan la trama: y a medio camino, es una sucesión inesperada de acontecimientos que te desorientan, que te inquietan, y poco a poco te revela el horror de la trama principal. No quiero abordar abiertamente los tópicos que maneja, porque es una historia corta y siento que sería spoiler porque gran parte del encanto del libro es lentamente ir conectando las piezas. A través de la evolución y desarrollo de acontecimientos entender el tema en el que se centra y ver lo terrible, lo devastador e inquietante que es. Porque Samanta no necesita recrear un mundo lleno de monstruos y maldad para aterrarnos: hay problemas cotidianos y tan comunes que probablemente a alguno de nosotros nos llegue a pasar. Es que de verdad, me acuerdo y me angustio -por la protagonista, por miles de personas en el mundo, por mí.
Es una historia tremenda que aborda la percepción de uno mismo, la identidad, la pérdida, el egoísmo, envejecer y la soledad. Utiliza imágenes muy poderosas de lo que significa perder el control. Es un retrato inquietante y fascinante de la vejez: un tema poco abordado pero magistralmente tratado. Porque Schweblin no lo idealiza, lo retrata en toda su crudeza, en sus momentos más bajos y terribles. El final es sublime: la forma en que juega con la narración y recrea escenarios le da todavía más fuerza a la novela y te deja terriblemente angustiado.
Me ha pasado de encontrarme un poco desconcertado al momento de calificar esta historia pero a medida que pasan las horas y me van cayendo las fichas es muy probable que vuelva y le agregue una nueva estrella. Dicho en otras palabras: hay que escribir una historia así y salir airosa al momento de ponerle el punto final. Sólo Samanta Schweblin, en este caso, podría tener ese don que es, además, su sello particular al momento de crear breves historias.
Aprovechando que me encantó Distancia de Rescate, encontré que teníamos este libro en casa, y lo devoré hoy mismo, sentado en la cama tratando de no morir de calor. La Respiración Cavernaria es un libro escrito por Samanta Schweblin e ilustrado por Duna Rolando, edutado por páginas de espuma. Trata sobre una anciana que está esperando la muerte. Una mujer con demencia senil, que poco a poco va perdiendo su lazo con la realidad, encerrandose en sus obsesiones alimentadas por su miedo a lo nuevo, miedo a las demás personas. Es una lectura atrapante, que capta muy bien esa atmósfera depresiva y decrepita que nos sugiere la decadencia de la vejez, perturbante e inquietante con ese misterio que plantea alrededor de la trama y su desarrollo. Estamos parados en la perspectiva de esta señora, que no entiende el mundo en el que se mueve del todo, pero que le cuesta admitirlo,y eso se traduce en como nosotros, al leer, no podremos adivinar del todo que sucederá. Es una lectura corta, con unas ilustraciones que logran evocar ese ambiente de forma perfecta.
Decidí releer este relato para ver si le daba una segunda oportunidad a “Siete casas vacías”, porque cuando lo leí fue de mis primeros acercamientos a este estilo de narrativa. Habiendo leído más desde entonces, pensé que podría disfrutarlo hoy en día. Sin embargo, no sé qué pasó, Schweblin se lesionó la rodilla o algo así porque sigo manteniendo la misma opinión que tuve la primera vez.
Empieza muy bien, incluso me puse a subrayar algunas partes, pero luego va perdiendo el ritmo, y la trama se desborda en detalles que terminaron por hacerme perder el interés. El último 30% lo leí arrastrándome solo para acabarlo porque estaba aburridísimo, luego en las últimas 5 páginas retoma y saca tremendo final, pero meh... También pensé que al ser la edición ilustrada podría aportar algo extra, pero ni fu ni fa, sé que la banca tiene relevancia en el relato, pero de ahí a incluir una ilustración de ella como cuatro veces... pfff. En fin, no le añadió mucho a la experiencia. Sigo amando a Schweblin, pero con estos cuentos no sé qué le pasó.
Me hubiera gustado leerlo de un tirón y no tan dispersamente para disfrutar más de la atmósfera que se genera y de como se va esclareciendo (o enturbiando?) el relato. Voy a buscar más de la autora.
Leer a Samanta siempre es un gran placer. Este libro es un claro ejemplo de ello. De prosa clara, un ritmo constante y beligerante, confrontativo con la calma y sensatez del lector, nos va llevando por laberintos donde, cuando nos percatamos, ya estamos perdidos, inmersos en las sombras y el desconcierto de su trama. De sus personajes. Se sale exhausto pero satisfecho al leerlo. Como quien toca la orilla después de luchar contra corriente.
Sinceramente está autora no deja de sorprenderme. Este es uno de sus mejores relatos sin dudas, no es el que más me ha causado temor o malestar pero si muchísima angustia y en cierto punto me estrujó el pecho.
En este relato de unas 90 páginas aprox, nos cuenta sobre Lola, una mujer ya anciana y sus ganas desesperantes de querer morirse y su manía de hacer listas. Nunca me detengo a pensar si llegaré a la vejez y que será de mí, probablemente si llego me la pasaré leyendo, tejiendo, rodeada de gatos y plantas jaja pero a lo que no espero llegar es a una vejez enfermiza, estoy a favor de la eutanasia, ya lo dejo por sentado, estar vieja y sufriendo no me va.
Me desesperó y entristeció leer esta etapa de la vida de Lola a partes iguales. En un momento se me cayeron un par de lágrimas y hasta el momento lo pienso y eso me molesta en el pecho.
Esta autora, en un principio incomprendida por mí, tiene la facilidad de agarrar lo rutinario, lo normal y mostrar los matices oscuros de ciertas realidades, mostrar escenarios de la vida cotidiana de una manera que generan esa llamada a la atención, escenarios que uno quiere meterse y chusmear sin importar cómo se salga de ellos.
Por otra parte, las ilustraciones de Duna Rolando me parecieron preciosas y sus tonos le dan ese toque magnífico al relato.
Me ha parecido un relato increíble. La prosa es fluida, precisa y logra crear tensión en cada frase. Los personajes son dos personas mayores, especialmente la mujer, quien va desarrollando demencia progresivamente. Está atada a una lista en la que se ha propuesto ordenar todas sus cosas. Es una mujer rígida e inflexible y a través de esta narradora vemos el mundo, aunque intuimos que la realidad no es cómo ella percibe. Creo que la magia de esta autora es que no es explícita. El lector intuye más de lo que el narrador dice, pero tampoco está seguro, con lo que queda enganchado a la historia y al deseo de descifrar el sentido.
Otro libro de Samantha que me gustó mucho. Es la historia de fantasmas que nos llegan desde nuestro interior, no entender lo que pasa. Los protagonistas son dos ancianos, que llegado a ese momento ella tiene que hacerse sus propios recordatorios para no olvidarse de nada. El miedo a la verguenza de los demás por las cosas que hace, el creer que escucha ruidos, el miedo de saber qie tiene que hacer algo pero que no se recuerda. Aunque está tratada como historia de terror, para en varias ocaciones me dió lástima y pena, ya que todos en la vejez llegaremos a tener estos episodios de demencia senil, en que nos iremos de este mundo y lo veremos como un enemigo.
Está muy fuerte. Veo aquí la historia debí abuela, de mi madre y mía. Me dejo de una sola pieza patidifusa, porque proyecta todos esos miedos que no me atrevo a compartir. Léelo de día, porque te deja mucho pensando, más como en mi caso; que es hecho que la muerte nadie la puede determinar cómo será.
La respiración cavernaria como de un monstruo que te respira la nuca y que hace eco en toda la habitación, para después darte cuenta que es cómo resuena tu corazón ante la vida.
"La lista era parte de un plan: Lola sospechaba que su vida había sido demasiado larga, tan simple y liviana que ahora carecía del peso suficiente para desaparecer. Había concluiso, al analizar la experiencia de algunos conocidos, que incluso en la vejez la muerte necesitaba de un golpe final. Un empujón emocional, o físico. Y ella no podía darle a su cuerpo nada de eso." ___________________________ Leí este cuento por primera vez hace varios años y me dejó pasmada. Lo leí como parte de la colección de cuentos de Samanta Schweblin "Siete casas vacías". Volví a leerlo hace un año y medio porque lo elegimos con mi amiga @flor como material de un taller de lectura sobre la vejez. Lo leí por tercera vez este fin de semana para debatirlo en un encuentro; esta vez en inglés, una traducción que me pareció muy buena. Quedé más pasmada aún. A quienes no leyeron este cuento, quiero recomendárselos con mucho énfasis y contarles que está disponible esta hermosísima edición ilustrada.
Lola se prepara para morir. Su cuerpo parece haberla abandonado; el que tiene se siente foráneo, la avergüenza su incompetencia, su torpeza. La respiración, una que parece surgir de las profundidades de un cuerpo que se deteriora, ha tomado un lugar central; su "sonido le parecía el de un ser ancestral respirándole en la nuca". Y él, quien la irrita, gestiona la mayor parte de las rutinas diarias, a pesar de, a su criterio, nunca hacerlo como ella seguramente lo hubiese hecho. El mundo de Lola se ha reducido a mirar televisión, a sus vecinos y a ordenar absolutamente todo en cajas. El mundo de Lola se ha reducido a una planificación minusiosa con la muerte como fin último, tan deseada a diario. Y el incidente. Y la chocolata. Esa para su hijo que ya no está. Cuando terminen de leerlo, seguramente digan, "¡Claro! ¿Cómo no la vi venir?". Les recomiendo que lo vuelvan a leer, para que vean como Samanta Schweblin se los dijo todo el tiempo.
ME LO LEÍ DE UN TIRÓN no sabía que era tan corto no sabía que iba a ser TAN BUENO pero que escritura maravillosa la de schweblin asegurado que me voy a leer sus otros libros 👇 he aquí una nueva fan? me parece q sí
Excelente historia. Las ilustraciones le suman al relato, que tiene distintos niveles de lectura. El personaje central, Lola, despierta cariño y por momentos enojo. Muy bueno!
Ya conocía este cuento de uno de los libros, no me acuerdo cuál, pero cuando mi amiga Adri recomendó esta edición en el Instagram lo conocí. Lo tenían en la biblioteca, lo saqué, y es una muy linda edición, con ilustraciones sugerentes, pero lo que sobresale una vez más es la prosa de Schweblin, que no defrauda.
Había escuchado varias recomendaciones de esta autora, así que quise probar si me gustaba leyendo este libro. Al principio había muchas cosas de la actitud de la protagonista que me molestaban, pero después cuando entendí qué estaba pasando, quedé sorprendida. Es un muy buen relato, creo que vale la pena leerlo.
Lo que me gustó: La autora tiene una gran maestría para generar sensaciones en el lector y llevarlo por distintos caminos. Me pareció muy bien escrito.
Lo que no me gustó: En un inicio no me pareció una historia muy interesante porque me resultaba demasiado repetitiva para un libro tan corto, pero vale la pena porque todo va tomando sentido después.
Lo empecé cuatro veces, la cuarta fue la vencida. Ya que lo logré terminar, veo que ese estilo confuso es parte del propósito global del relato. Trata del tema de la vejez, la enfermedad y la muerte; hay una enorme crueldad, no en el tratamiento, el texto no es crudo, pero sí los temas por sí mismos. ¿Qué pasa cuando el cuerpo sigue caminando a pesar de que la mente ya no le siga el paso? Hay una crueldad enorme cuando la vida continua, aun a pesar de la propia voluntad. Es un gran relato, solo no mi favorito de la autora y se une bien al tema de relatos que suceden en casas, como apunta el título de la colección a la que pertenece.
Un relato que mantiene la tensión y logra crear un clima en donde lo extraño, lo anormal y lo siniestro se sienten como algo cotidiano que nos rodea y que solo hemos dejado por fuera de nuestro mundo sensorial.
Las ilustraciones de esta bellísima edición acompañan magistralmente el recorrido emocional y misterioso sobre la angustia de una vejez solitaria, carente de conciencia y de memoria, dentro de un cuerpo que no puede recordar y que no se reconoce.
La autora pone el foco en la dificultad de morir cuando la vida deja de ser plena; en los objetos que nos recuerdan quiénes somos y quiénes hemos sido; en las pérdidas y cómo nos afectan.
Maravillosa historia corta situada en un barrio cualquiera, narra a través de los ojos de una anciana una realidad que podría fácilmente ser la nuestra. La tensión que se incrementa hasta un contundente final, que me recordó extrañamente a Cien Años de Soledad.
Al principio solo podemos ver la superficie de la vida de una anciana obsesionada con listas, cajas embaladas, una dieta basada en yogures, comida saludable y tareas diarias en su casa. Vive acompañada de su marido, que es su único compañero y quien la cuida durante su enfermedad y paulatina pérdida de memoria.
A menudo ella parece que disgusta a él y lo desprecia. Ella se refiere a él solo, como ÉL, sin mencionar su nombre, sin darle el afecto de agradecerle por ayudarla. Incluso empaca cosas de su marido en cajas vacías para que él no tenga sus cosas personales, y muchos de los estantes de su casa se están quedando vacíos. Casi como si la vida fuera saliendo poco a poco de la casa. Al mismo tiempo está celosa de las actividades de su marido fuera de casa, de su voluntad por ayudar al vecino y por alguna razón odiaba al chico de los vecinos y lo espía, odiaba que ÉL hablara con chico y le da angustia verlos juntos pasar un buen rato.
La enfermedad de Lola progresa gradualmente, pierde su identidad y sus recuerdos, escribe la etiqueta en la nevera: ...Esta es la casa de Lola, se olvida de la comida y de comer. Lo que queda es odio, por su vecina y por su hijo. Y lo que queda es una lista, con el elemento más importante, que tiene se preparar para la muerte.
Más tarde supimos que ella había abandonado la vida activa hace mucho tiempo - su propio hijo murió - cuando era joven. Desde entonces, la vida había cambiado para ella, la única idea era la espera de su propia muerte. No podía perdonar a su marido, que se llamaba igual que su hijo, y no podía perdonar a otras personas que son los padres más felices.
El único espacio que le queda a LOLA es su casa, un espacio que ella intenta controlar. Pero su lugar también se cierra y disminuye. Todos los días ella cierra una caja con sus cosas, y finalmente solo hay estantes vacíos, esto puede significar la conclusión de un camino.
Lo que queda al final es solo la basura cerca de la casa que ella no puede llevar a la papelera en la calle, y el odio a su vecino. En un momento Lola vio cómo alguien golpeaba al chico en la calle, pero no llamó por ayuda ni llamó a la policía.
Un ciclo se repite cuando otra madre pierde su hijo, pero Lola ya no tiene más simpatía por otros. Le falta sentimiento de perdón. No puede perdonar la pérdida de su hijo hasta los últimos minutos de su vida.
Las cajas llenas del pasado están guardadas en el garaje, no queda nada en su casa, ni él, ni sus memorias, solo está su respiración y la sensación de su asfixia. A su alrededor todo se deforma, se destruye. Su locura se apodera de ella por completo ... y ahora ella es capaz de dejarlo ir ...
Esta es la historia de Lola, una mujer mayor que tiene como prioridad seguir una lista que ha hecho sobre las cosas importantes en las que debe pensar al ver la muerte a la vuelta de la esquina. De hecho, constantemente sabemos de su deseo por morir de una vez. A lo largo de las páginas, nos acompaña su respiración cavernaria, pues tiene dificultades respiratorias unidas a otros problemas físicos a consecuencia de su edad.
Su esposo, quien se encarga de hacer todo lo que Lola ya no puede hacer, parece querer cuidarla, pero no sabemos de qué. Conforme va avanzando la trama, como lectores, nos preguntamos qué le pasa a Lola, qué le pasa a su esposo, preguntas cuyas respuestas necesitamos y, al no tenerlas, nos van generando mayor tensión.
Tener a personajes ancianos como protagonistas y sentirlos tan cerca nos puede generar distintas emociones. Lo que queda claro es que Schweblin tiene una sensibilidad impresionante para ponernos en sus zapatos e incomodarnos mucho, muchísimo, por razones distintas.
Una excelente nouvelle de Samanta Schweblin, autora que siempre ha logrado cautivarme con sus obras.
El relato aborda el proceso de deterioro propio de la vejez, mostrando cómo este se infiltra lentamente en la vida cotidiana de una pareja de ancianos. A través de su historia, la autora también reflexiona sobre la forma en que la sociedad, en su indiferencia, termina marginando a quienes envejecen, apartándolos de la realidad que alguna vez conocieron.
A lo largo del relato, se deja entrever una tragedia que se va construyendo de manera sutil, pero muy efectiva. Sin duda, una obra que no solo cautiva, sino que invita a reflexionar sobre temas profundos y universales. Totalmente recomendada.
Primero. QUE EXCELENTE TÍTULO. Al igual que "Distancia de rescate". Que maravilla cuando una historia esta acompañada por un título bien colocado. Increíble. Me lo lei en dos sentadas.
Es mi tercer libro de Samanta en el lapso de tres meses y cada vez me gusta mas. La diversidad de temas que toca, y la manera tan única que tiene para tratarlos y desarrollarlos. Una joya.
En este relato, el horror está en lo inevitable y en lo cotidiano. En la vejez. Es lo único que quiero decirles antes de recomendarles leerlo.
Me encantó. El final. Si Samanta, SI. Mi pais, mi paiiiisss 😗🇦🇷
A, y casi me olvido. LAS ILUSTRACIONES. LA PORTADA. Impecable. IM-PE-CABLE.
Lo leí hace unos meses y quise darle otra oportunidad. Iba a decir que Schweblin en forma larga no funcionaba, salvo Distancia de etc, hasta que llegué a la mitad del relato y se pone bueno. Pero toda esa primera parte,,, rara, hace todo lo que evita con éxito en sus cuentos; redunda, media precoz, desborda de sentido, mucha repetición de palabras y construcciones. Siento que la escribió de una y no la revisó😭😭. LA HUBIESE SACADO. La amo igual, pone más adverbios terminados en mente que moi. El final también fue una,,, decisión, aunque la última oración es muy cute.
Hasta el momento es mi cuento favorito de Samanta Schweblin. Fueron tantas las emociones que me hizo atravesar a lo largo del desarrollo que me resultó difícil dejar de pensar en ellas cuando leía el resto de cuentos de "Siete casas vacías". Sin dudas que se merece una relectura tiempo después para resignificar todo lo que transmite.
Si leíste algo de la autora y no te convenció, dale una oportunidad a esta montaña rusa de emociones llamada "La respiración cavernaria".
pues me encantó. qué horror. buenísimo. pero creo que ya lo había leído y lo había olvidado. eso no es bueno. por lo que no le doy las 5 estrellas. por ser tan absolutamente olvidable. o sea, lo olvidé COMPLETAMENTE. solo recordé haberlo leído en el último capítulo, cuando toca a la puerta. entonces dije, "pérate, esto yo lo leí... con razón me sonaba..." that must mean something negative, right?