PREMI BANCAIXA DE NARRATIVA JUVENIL El pare de Cristina és una calamitat. Qui sinó ell muntaria una orxateria a Londres? Fóra com vendre estufes al Sàhara. Aquesta idea insensata provoca la separació de la seua filla i el seu xicot Ramon, però, gràcies al correu electrònic, el seu contacte és diari. Així ens fan partícips dels seus sentiments, modificats per l'aparició de personatges tronats, com ara Charlie Purdey, el dentista de St. Marylebone, que somia fer contorsions carnals amb la mare de Cris; o els Zanetti, una esbojarrada família calabresa empeltada al cor de Londres. L'habilitat de Pasqual Alapont (Catarroja, 1963) per a crear històries divertides i personatges entranyables, la podem trobar en les nombroses obres de narrativa infantil, juvenil i teatre que ha publicat, com ara ¡No sigues bajoca!, Pipistrellus pipistrellus o Currículum.
Este libro ha sido una mezcla de sentimientos. Primero, empezaron recomendándomelo como si fuese uno de los mejores, por no decir el mejor, de la narrativa juvenil catalana, en especial la humorística, de los últimos quince años. Luego, llegó un débil desengaño.
Bien, el comienzo te hace ver que es un libro 'distinto', gracioso, con trama... Luego hacia el nudo empieza a liarse, la historia se repite con el 'todo va bien' de ella y las recaídas de él y viceversa, como aquel que lanza la pelota al tejado ajeno y luego debe recogerla, mientras se desarrolla la historia paralela de sus padres (los de él no aparecen). Se pueden ver guiños puntuales, o así los he interpretado yo, a otras obras, como Luces de Bohemia, o incluso el paralelismo entre su relación y la de sus padres, que va dando tumbos entre celos, el 'quererse antiguo' o el abrirse hacia nuevos horizontes. Es quizá por este intercambio absurdo durante decenas de páginas que el libro empieza a hacerse previsible y te esperas que vaya a ser el típico con final feliz. Echo en falta más temas, historias nuevas, menos importancia a elementos que no juegan un papel determinante, como los Singleton o la cultura inglesa pasada la página 50-60. Ya sabes que si él está bien, ella lo reclamará en la siguiente carta y viceversa, sin novedad a la vista.
El problema radica en el final, un final poco explotado. Podría alargarse un poco más -el libro son 150 hojas de letra muy amplia y márgenes muy estrechos- y darle el final que merece, ya sea que cada uno haga su vida por su propia cuenta o que se reconcilien, que el paralelismo de sus padres se mantenga... quién sabe, pero no dejarlo tan frío, tan descafeinado. Muy flojo. Muy abierto; no se sabe qué puede haber pasado, o qué pasará, porque la actitud de él es la de escapar y la de ella de escapar queriéndolo a él, como si invirtiesen los papeles de los padres, pero aun así con una actitud contraria. Incluso he pensado, por un momento, que el libro continuaba en una segunda entrega. Se queda muy, por decirlo así, 'a medias'.
Pienso que este libro con cartas nuevas, cambiando un poco su estructura en cuanto al nudo se refiere, y con un final bastante más explosivo hubiese sido una verdadera obra de arte de la literatura juvenil, porque Pasqual Alapont es un humorista literario como él solo, todo hay que decirlo, pero no sé... como muchas veces digo: mucha idea, poco desarrollo, lo cual no quita que fuese el ganador del Premi Bancaixa de literatura juvenil con él bajo el brazo. Quizá lo juzgo con los ojos de alguien que espera una novela más propia de Rodoreda o de Freud, pero podría haber dado más de sí.
¿Por qué tres estrellas y tanta crítica? Ahora bien, cabe remarcar sin extenderse que el humor de Pasqual Alapont es único, la idea de libro muy original, las frases que tiene -aunque más sueltas- muy agudas (como el Fuster de la juvenil moderna) y trajo un nuevo atractivo a la juventud que los autores clásicos no tenían, y que no se vio hasta casi una década después con el intento futurista de despertar la literatura valenciana con libros un poco estrambóticos que, aun así, siguen siendo estudiados por generaciones que nacieron antes que sus títulos.
Tres estrellas, tres y media... quizá ha pesado el desengaño respecto a lo que me hicieron pensar de él.