Un hombre gordo, sensual, goloso cena una noche con sus amigos y sin la menor queja se derrumba sobre el campo de sus placeres. Su cuerpo es examinado, declarado muerto, incinerado y depositado en una urna. Pero su fantasma permanece. Eso sí, imposibilitado de vagar a voluntad, cautivo de un candil eléctrico. Y entonces su viuda, a quien le había resuelto la vida hasta entonces, se ve obligada a entrar al mundo: aún joven y sumamente atractiva, tiene que enfrentar seductores; inexperta, decide dirigir la mueblería que es su patrimonio, y sin saber cómo debe decidir si conformarse con su soledad.
Éste es el inicio que sirve como excusa para meternos a una vida de pequeña ciudad durante la década de 1890, en pleno Porfiriato. Los adelantos técnicos hacen su aparición junto con nuevas curiosidades científicas y pseudocientíficas: junto a la higiene, el magnetismo; bajo el naciente psicoanálisis, la magia persiste; contra las disciplinas positivistas, los consuelos pobres del pulque. Así, la época surge como un entrecruzamiento entre conservadurismo y aires de libertad, entre conveniencias y deseos que saltan clases sociales y buenas costumbres. Pero más allá de la época están sus personajes únicos. Ésta no es una novela histórica en el sentido habitual de la etiqueta: un decorado de época donde los personajes parecen disfrazados. En Rosas negras la historia y cada una de las historias que se van escapando del cauce principal suenan a verdad. A verdad, a chisme de pueblo, a dimes y gozosos diretes, a enredos y diversión. Aquí están los placeres del folletín y de los cuentos de fantasmas, pero siempre con la capacidad característica de Ana García Bergua para encontrar la profunda sabiduría de los ingenuos, de los mandados, de los buenos.
Ana García Bergua está incluida en la colección llamada Los Mejores Cuentos Mexicanos compilado por Joaquín Motriz. Es considerada “una de las escritoras jóvenes más interesantes de la literatura mexicana” (Gil). Contribuye a revistas y suplementos culturales. Estudia escenografía teatral, lo cual influencia sus novelas también.
En una entrevista con Eve Gil, Ana García Bergua dijo, “Si no sé dónde están los personajes…no me puedo ‘trasladar’ a él y saber qué sucede, pues yo escribo un poco espiando, siguiendo a los personajes” (Gil). Según algunos críticos, su literatura incluye ideologías feministas, pero Ana García Bergua no ve su literatura como feminista. Escribe sobre los conflictos en las vidas de las mujeres.
Ana García Bergua estudió Letras Francesas y teatro en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). En 1992, recibió una beca del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes. Ana García Bergua viene de una familia con experiencia en la literatura. Su padre, Emilio García Riera, era un crítico de cine. Su hermano, Jordi García Bergua, era un escritor halagüeño. Alicia García Bergua, su hermana, es una poeta con varios títulos publicados.
En 1994, ganó “la mención honorifica en el certamen internacional de primera novela ‘Ciudad de Santiago’ celebrado en Chile” (Otamendi). Desde 2001, García Bergua ha sido parte del Sistema Nacional de Creadores de Arte del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes. En 2004, Ana García Bergua escribió su novela, Rosas Negras, después de la muerte de su padre.
No llega a estar entre mis libros favoritos, pero es algo que no me arrepiento de leer, pues me otorgó una nueva perspectiva y la posibilidad de adentrarme en un género que no suelo leer con frecuencia. Obtuve el libro en una tienda de segunda mano, atraída por tres razones : 1. Escrito por una mujer; 2. En la sinopsis se mencionaba a un fantasma como personaje; 3. Protagonista femenina, mexicana y en la época del porfiriato.
Sin duda el libro otorgó todo lo que prometió en la sinopsis, en una mezcla de realismo mágico con perfil histórico y toques cómicos.
Sin embargo, no es un libro que cambie una perspectiva ( y no es su intención), creo que le falto longitud. Y en algunas ocasiones tenemos la perspectiva de algunos personajes o situaciones que no son tan relevantes para la trama, pero están justificados bajo el escenario en el cual se desarrolla la historia. No diría que son tramas entrelazadas en un pequeño pueblo de México, sino solo personajes casuales comentando algunos de los hechos principales de la historia. Algo así como escuchar el chisme de parte de tus vecinas.
Entre los protagonistas puedo destacar a tres: Ambrosio (joven mesero del restaurante donde suceden los acontecimientos desencadenantes de la historia, interesado en las artes espirituales), Bernabé (el fantasma) y Sibila (quien pasa de ser una mujer que siempre dependio de alguien para realizar cosas, a encontrar su propia fuerza e identidad en una época regida por la masculinidad)
Este libro me gustó de una forma que no esperaba. Últimamente he desarrollado un gusto por la lectura paranormal, así que cuando leí la sinopsis me llamó mucho la atención y me puse en ello. La muerte de Bernabé ocurre en las primeras páginas (no es spoiler, lo dice en la sinopsis), así que se pone interesante dese el inicio, sin embargo aunque la historia es paranormal tiene algunos toques cómicos que debo decir me sorprendieron gratamente.
La historia se desarrolla en la época del Porfiriato, en una pequeña ciudad donde los personajes tienen mucho que contar. Fue muy interesante el desarrollo del personaje de Sibila (la viuda), porque ella pasó de ser una persona dependiente de su marido, a tomar las riendas de su vida. Si quieres leer algo paranormal, pero no te gusta el terror, este libro es para ti.
Sorprende la capacidad novelesca de Bergua. Logra crear un mundo que evoca muy bien el México porfirista en una ciudad provinciana, cerrada en sí misma, a través de la muerte de Bernabé quien termina atrapado en un candelabro del restaurante donde murió, quien observa desde ahí que sus amigos no eran tan amigos y quiere evitar que estos embauquen a su viuda, a quien amaba y quien lo amaba. Divertida, se agradece el humor que caracteriza la escritura de Bergua y que en México no se explora tanto.
Hmm... No me encantó, pero tampoco pienso que fuera malo... Simplemente no terminó por atraparme por completo y lo terminé más por obligación que por gusto. Aunque debo aclarar que sí volvería a leer un libro de la autora porque se me hizo innovadora en la temática y porque siempre es lindo encontrar autor@s mexicanos para leer de vez en cuando.
Este es el cuarto libro que leo de la autora y si bien siempre me ha gustado por lo ágil y cómico de su escritura, en esta ocasión le añado lo tierna y profunda que llega a ser utilizando el recurso de lo paranormal. Sus personajes, lejos de ser superficiales por "chistosos", siempre tienen historias por ser escuchadas y trasfondos muy humanos, además de que tejen relaciones profundas a partir de momentos significativos (me refiero sobre todo a Sibila con las Cueto y a Ambrosio con Imógenes; los demás varones de la novela también se relacionan como lo haría verídicamente un varón del porfiriato: con ambiciones escondidas, insinuaciones sexuales, envidias y sentimientos reprimidos). Es impresionante lo que la autora te dice de ellos entre líneas y chistes, yo sentí mucho sus tristezas, nostalgias y esperanzas. Sin que te des cuenta, o sí, te habla de varios temas de la época que repercuten en la vida de hoy, tales como el empoderamiento de la mujer, la inquietud mística y (para)normal sobre la muerte o el positivismo político porfiriano, elementos actualizados y vigentes. Voy a obviar el uso buenísimo de la comedia porque es una característica de su obra por la que es una de mis favoritas. Además de Sibila, Ambrosio 10/10 (más hombres escritos por mujeres, por favor), gran ship. En resumen: Personajes entrañables, apariciones científicas y alto chisme de barrio ✨
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