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122 pages, Paperback
First published January 1, 1933
No los lee ni la familia (...) Son señores de cuello palomita, voz gruesa, que esgrimen la gramática como un bastón y su erudición como un escudo contra las bellezas que adornan la tierra.
No conozco un solo hombre feliz que lea. Y tengo amigos de todas las edades. Todos los individuos de existencia más o menos complicada que he conocido habían leído. Leído, desgraciadamente, mucho (...) Si la gente lee, es porque espera encontrar la verdad en los libros. Y lo más que puede encontrarse en un libro es la verdad del autor, no la verdad de todos los hombres. Y esa verdad es relativa... esa verdad es tan chiquita... que es necesario leer muchos libros para aprender a despreciarlos.
- Los chicos que nacieron viejosLa mayor parte de los retratos miniaturistas de planchadoras, hijas en edad de casamiento, dueños y dependientes de pequeños negocios y sobre todo sus depredadores, los vagos, maleantes, sinvergüezas, parásitos, aprovechados, perezosos, envidiosos, improvisados, ilusos y seductores de poca monta que desfilan por los cafés, boliches y calles del antaño porteño son vívidos e inolvidables.
- Taller de composturas de muñecas
- El hombre de la camiseta calada
- Causa y sinrazón de los celos
- Don Juan Tenorio y los diez centavos
- Filosofía del hombre que necesita ladrillos
- El "furbo"
- Divertido origen de la palabra "squenan"
- Apuntes filosóficos acerca del hombre que "se tira a muerto"
- Sillas en la vereda
- El placer de vagabundear
- Padres negreros
- El parásito jovial
- "Laburo" nocturno"
- Fauna tribunalesca
- El relojero
- La decadencia de la receta médica
- El hermanito coimero
- Conversaciones de ladrones
- Psicología simple del latero
- Mala junta
- La tragedia del hombre que busca empleo
- El enfermo profesional