Publicada por primera vez en 1970, La oscura historia de la prima Montse , ahora revisada y corregida por el autor, constituye el punto culminante de la madurez narrativa de Juan Marsé. La novela arranca con la visita de un hombre, diez años después, al lugar donde se fraguó su tragedia. Condenada al derribo, nada queda del antiguo esplendor de la torre de sus tíos, la adinerada, católica y encopetada familia de los Claramunt. Todo empezó cuando su prima, Montse Claramunt, joven idealista consagrada en la orden seglar de las Visitadoras a la caridad y el proselitismo entre el pueblo llano, conoció a un presidiario -estudiante ateo, atractivo y ambicioso, de clase obrera- y quiso convertirlo en su protegido, entender sus problemas y entregarse a él. De esas buenas y peligrosas intenciones surgirá una historia oscura, cuando se interpongan los estatutos sociales y el culto a la respetabilidad. Reseña: «El mundo de Marsé siempre tiene una rara cualidad de adviento. Como si la búsqueda de ese arte de la evocación, que es para él el arte del novelista, no fuera sino hacer visible a los otros la luz y el brillo del mundo. Señalar, como quería Joyce, el lugar de la epifanía.» Gustavo Martín Garzo
Juan Marsé Carbó nació el 8 de enero de 1933 en Barcelona. Publica su primera novela en 1961. En 1961 se traslada a París y trabaja como ayudante de laboratorio junto a Jacques Monod. En 1965 logra el Premio Biblioteca Breve. En 1978 consiguió el Premio Planeta. Sus novelas también han ganado el premio Ciudad de Barcelona, el premio Ateneo de Sevilla, el Premio de la Crítica y el Premio Europa y Rabos de lagartija. En 1997, recibió el Premio Juan Rulfo, máximo galardón de la letras de México, y en 2008, el Premio Cervantes.
Las obras de Marsé se sitúan en Barcelona, y más en concreto el barrio de El Guinardó, donde pasó su infancia, que coincidió con la posguerra, lo que ha influenciado el modo de escribir del autor a lo largo de toda su vida. Las obras de Marsé están, pues, ambientadas en El Guinardó o en barrios barceloneses próximos a éste, y en época de postguerra o durante el franquismo; en ellas, Marsé analiza la degradación moral y social de la posguerra, las diferencias de clase, la memoria de los vencidos, los enfrentamientos entre trabajadores y burgueses universitarios y la infancia perdida, casi siempre apelando a las técnicas del realismo social, pero experimentando a veces con otros mecanismos narrativos más vanguardistas, siempre con varios grados de ironía.
Que bien trabaja Marsé las grandes historias de amor y lógicamente los grandes desamores. Que pena da leer algunas de sus obras, como logra conmover al lector. He pisado territorio conocido, territorio amigo. Marsé retrata a la perfección a la sociedad catalana, la mojigatería religiosa y clasista de la burguesía y nobleza catalana de mitad del siglo pasado, la hipocresía como bandera. Al tiempo, también conoce perfectamente (y diría que incluso mejor) los barrios periféricos y los inmigrantes y charnegos. Combina siempre muy bien al chico desfavorecido medio delincuente con la niña burguesa, aunque esto no es original y ya lo había explorado el autor, lo cierto es que es bueno... lo hace como nadie. Es un narrador habilidoso y mezcla distintos recursos narrativos de forma magistral: historia fragmentada de pasado y presente, primera persona y tercera como narrador, un poco de surrealismo en algún capítulo inicial, micro relatos de la historia hacia mitad del libro, etc. Lo que mejor describe aquí, es la dificultad de integración de una persona de origen humilde en la sociedad católica y extremadamente conservadora de la época. Lo absurdo de la religión y sus ritos iniciáticos. El título es brillante, permite dejar volar la imaginación al momento, es de los mejores títulos y más evocadores e inciertos de una novela (junto con El crimen del padre Amaro, de Eça de Queiroz). Otra cosa extraordinaria de Marsé, los finales de sus libros, con lo difícil que suele ser cerrar bien un libro, él lo hace como nadie.
¿A quién se le ocurre contar una historia de amor desde el punto de vista del primo?
No del amante, no de la mujer, no del traidor ni del traicionado, sino del que mira. Del testigo incómodo. Del que estuvo allí sin estar nunca del todo. Pues a Juan Marsé, claro. Y es que La oscura historia de la prima Montse no va, en realidad, sobre Montse. Ni siquiera va de amor. Va de cómo recordamos lo que no entendimos, de cómo nos inventamos lo que quisimos ver, y de cómo —en Barcelona, en pleno franquismo— la mugre moral no siempre se pega al que comete los actos, sino al que los contempla en silencio. Y se calla. Y se avergüenza. Y sigue su vida como si nada. Y por si fuera poco, la novela nos devuelve a Manolo, el Pijoaparte, convertido ya no en protagonista, sino en fantasma.
Sí, has leído bien. Esta novela es, en cierto modo, la continuación secreta de Últimas tardes con Teresa. O, mejor dicho, su reverso. Manolo vuelve, recién salido de la cárcel, pero esta vez visto desde fuera, a través de los ojos de Paco Bodegas, primo de Montse y narrador desconcertado de esta historia. Si en Últimas tardes con Teresa tenía voz, cuerpo, deseo, aquí casi es una figura muda, una excusa, un proyectil social. Y eso dice mucho de lo que ha cambiado Marsé, y de lo que nos quiere mostrar ahora.
La historia se sitúa en una Barcelona que ya no es la del Carmel, sino la del Eixample con olor a misa de doce, y juega con dos épocas: 1960, cuando ocurrieran los hechos, y 1970 cuando Paco nos los trata de desentrañar junto a su otra prima —la hermana de Montse—, y ocasional amante, Núria.
Montse, joven de familia bien, los Claramunt, una especie de monja seglar, siente la llamada de lo justo y decide “ayudar” a un ex presidiario —que no es otro que el Pijoaparte— creyendo, en su ingenuidad, que así se redime a sí misma, o a su clase, o a su aburrimiento, vete a saber. Pero lo que empieza como una historia de salvación se convierte en una de amor. Spoiler: no sale bien. Marsé, con su ironía habitual, convierte ese gesto de caridad en el inicio de una cadena de malentendidos, clasismo encubierto y violencia moral.
Y es que Marsé no tiene piedad. Nos presenta a una burguesía catalana tan aferrada a sus privilegios que parece que de tanto agarrarlos se les clavan en las manos. Los Claramunt, esa familia de empresarios textiles de moral tiesa, con más dinero que humanidad, ven el mundo desde su torre de marfil, y se les revuelven las tripas ante la idea de que Montse, su hija perfecta, quiera mezclarse con alguien que no encaja en su rígido molde de clase. Un ex presidiario murciano, “¿pero qué se han creído estos?” Ya vivieron un episodio similar con la madre de Paco, que se fugó con un actor andaluz, pero esto no lo pueden tolerar. Aquí Marsé no escatima en detalles para mostrar hasta qué punto esa endogamia no es solo un asunto social, sino una verdadera cárcel mental.
El narrador, Paco, no entiende del todo lo que ve, y eso es clave. Paco Bodegas se ha pasado la vida mirando desde fuera, entre las sombras, viendo cómo los Claramunt, esos que se empeñan en llamarlo Francesc, se pasean por su mundo de misericordias postconciliares, sin tener ni idea de lo que es la mugre real. Paco es el “medio charnego”, el “perro asalariado”, como se llama él mismo, el hijo de la fuga de su madre, la hermana del patriarca, a un sur de fantasías nazarenas y promesas rotas. Creció como el pariente pobre, ese espectador incómodo que sabe que nunca va a encajar, que siempre estará de más. Y, sin embargo, su mirada afilada, desde ese rincón apartado, es la que tiene la distancia suficiente para ver a los Claramunt como lo que son.
Y eso se ve perfectamente reflejado en la estructura: saltos entre pasado y presente, voces narrativas que se multiplican y se desdoblan —primera persona, tercera omnisciente e incluso una especie de alter-ego del autor colándose en la narración— en un alarde al que algunos podrían achacar cierta oscuridad. Pero la aparente falta de claridad no es un defecto, es una estrategia: Marsé no quiere que lo entendamos todo, solo que sintamos el desbordamiento.
Porque esta es una novela de sombras, de espejos rotos. Paco observa, reconstruye, imagina, pero nunca llega al centro del misterio. ¿Por qué lo hizo Montse? ¿Qué pretendía salvar? ¿A Manolo o a sí misma? Marsé solo nos da indicios, pistas, y a veces ni eso. La estructura es así: un rompecabezas con piezas que no encajan, como los recuerdos de una familia que ha decidido olvidar su propio crimen.
La prosa de Marsé, por supuesto, es tema aparte. Aquí no hay concesiones. Es una prosa densa, rica, pero a veces tan recargada que se te hace difícil seguir el ritmo. No es esta una novela para leer deprisa, ni para aquellos que busquen giros inesperados. La oscura historia de la prima Montse se mueve en otro terreno: en el análisis, en la reflexión constante. Y si no tienes paciencia, la novela te puede resultar un laberinto. Pero si te entregas, y eres capaz de digerir las contradicciones y los excesos, Marsé te ofrece una obra compleja, irónica y desgarradora sobre las máscaras de la bondad y la hipocresía social.
Y luego están esos momentos que no se te olvidan: los ejercicios espirituales a los que envían al Pijoaparte. ¡Madre mía! Unos ejercicios para "curarse" del ateísmo, en un retiro que parece sacado de una secta. Las reacciones de los participantes son tan inquietantes que, más que miedo, te entra una risa nerviosa. Pero, ojo, Marsé no lo hace por simple comicidad. Lo que se juega aquí es el ridículo de unas creencias que, al final, no salvan a nadie. Solo sirven para ocultar lo que realmente se es: un cúmulo de contradicciones.
Y claro, ahora viene lo inevitable: la comparación con Últimas tardes con Teresa. Si aquella era un grito de rabia en el rostro de la burguesía catalana, La oscura historia de la prima Montse es un susurro venenoso que se cuela entre las rendijas de esa misma clase, solo que aquí la denuncia es más sutil, más envenenada. En ambas, Marsé se enfrenta a esa maldita burbuja de pureza social que tanto gusta a los poderosos, pero mientras en Últimas tardes con Teresa tenemos ese choque directo entre el joven Manolo, salido de la periferia, y la Teresa de familia acomodada, en La oscura historia de la prima Montse el conflicto se esconde tras las cortinas de la buena moral y la falsa caridad. Aquí el contraste no es tan salvaje, pero el veneno está en el aire, y lo que parece una historia de amor imposible se convierte en un reflejo de la lucha de clases donde la pureza de Montse se enfrenta, no a un manolo sino a la rigidez de su propio mundo, una prisión de normas y falsedades.
Paco, el narrador, también es un paria, pero lo lleva de otra manera: un poco más desengañado, más consciente de su lugar, atrapado en esa frontera invisible entre el ser y el no ser. En lugar de la juventud ardiente de Manolo, aquí el tiempo ha pasado y lo que se enfrenta no es solo la diferencia de clase, sino la memoria rota, la lucha por comprender lo que un día pareció tener sentido.
Lo que no cambia es el veneno de Marsé, esa mirada ácida sobre una sociedad que prefiere mantener sus prejuicios intactos antes que enfrentarse a la realidad de su propio fracaso moral. Es como si Marsé dijera: “¿Queríais saber qué pasa después del romanticismo de clase? Pues esto. Humillación. Silencio. Desprecio. Tragedia.”
Aquí no hay redención. No hay épica. Lo que hay es desgaste, desencanto, sordidez de alta gama. Y eso es lo que la hace grande. Porque Marsé no busca enseñarte nada: solo quiere que mires de frente esa zona oscura donde las buenas intenciones se pudren.
La oscura historia de la prima Montse no es una novela amable, ni falta que le hace. Es un libro que incomoda, que desmonta esa idea tan falsa de que basta con “tener buen corazón” para cambiar el mundo. Porque a veces, tener buen corazón es la excusa perfecta para ejercer poder sin que lo parezca. Y Marsé lo sabía bien.
para los que no habíamos nacido o eramos pequeños tenemos esta buena novela de juan marsé donde retrata con maestría a la sociedad catalana de hace 40 años.
Escrita inmediatamente tras la fascinante Últimas tardes de Teresa, La oscura historia de la prima Montse es un contratipo de la historia anterior, con muchas situaciones en común. Intenta un dominio mayor de lo narrativo, en cuanto a crear una estructura no lineal, que mezcle épocas y espacios, dejando finalmente una sensación de encierro en el lector, así como la revelación final de algo ya anunciado desde su título y de sus primeras páginas. La imposibilidad de la inocencia en un mundo construido sobre la corrupción, la hipocresía y la cobardía.
Me quedaban unas 100 hojitas para terminar el libro. Mi novio cocinaba y me pidió que le lea en voz alta (sabe que me gusta leer en voz alta). "¿Qué es eso?", me preguntó. Una novela de Juan Marsé. "Es... Oscuro", me dijo.
Una obra magnífica y exigente por la forma en que Marsé juega con el punto de vista del narrador (no sé si llamarlo estilo indirecto): quien cuenta que, en qué momento o a quién lo cuenta... Cuesta entrar, pero una vez dentro, es una novela que te atrapa. Dejando de lado cuestiones estilísticas, destaca el afilado punzón con que se descuartiza la burguesía catalana de principio de los sesenta en Barcelona: hipócrita, impostada, falsa, amoral.
"No es la reciente experiencia de la cárcel (aunque allí dentro también el tiempo establece jerarquías, selecciona, quita o da prestigio, inviste poderes o degrada) sino un superior sentido del que se sabe huésped no grato en la hermosa ciudad apestada, Barcelona, capital del desamparo emigrante, cortesía de archivo y de este sutil refinamiento de preclaros mamarrachos que se ha dado en llamar seny."
Excelente trabajo con los personajes, tanto protagonistas como secundarios. Una novela necesaria para entender el contexto social y político de la época
4,75 porque me sobra el relato sobre Vich, pero qué maravilla, salgo con la sensación de que todos los autores que he leído últimamente ha sido una pérdida de tiempo.
Juan Marsé despliega en esta novela su magnífico conocimiento de la lengua castellana para envolver al lector en una historia de señoritas y chicos de barrio, problemas adolescentes y primeros amores, aventuras y travesuras en la Barcelona de los años 70.
Contada a veces en primera persona, otras en segunda, otras en tercera... pero, cuando le pillé el estilo, la novela me gustó mucho. Crítica mordaz a la burguesía, a la religión y al clero.
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La prosa de Juan Marsé envuelve la historia que cuenta como si fuera una niebla densa, pesada y perversamente hermosa. Es una novela que no he leído ni con facilidad ni con placer, pero que me ha gustado mucho leer. Con el desarrollo de una tragedia ensayada, con el punto inevitable que ya se insinúa en el título y que está presente en todo momento, la novela, para mi, es un escrito de acusación a una sociedad, a una sensibilidad y a una mentira. Una gran historia.
Era el miedo, notaba mis desesperados esfuerzos por transformar el repugnante pasado, por modificarlo de algún modo, por convertirlo en una experiencia distinta a aquella que inevitablemente seguiría siendo si nos resignábamos ... Las reflexiones del perro asalariado, del chico, ya no de provincias, sino de comarca ... Tremenda esta novela.
bueno es que esto es una puñalada a la burguesía catalana jajajaja era golpe tras golpe, me estoy riendo pensando en alguno leyendo esto. pero mi marse favorito siempre será el de ultimas tardes con teresa (que esto es como una continuación, de alguna manera) más cursi menos irónico aunk está claro que esta ironía es la suya. not my thing though. paco me ponía súper nerviosa y como oiga otra vez más cómo se le nota a una mujer que ha “perdido la virginidad” me maaaato
"La memoria lo es todo para mí. Tanto recuerdas, tanto vales"
"Hoy puedo afirmar sin miedo a equivocarme que todo lo que hay de asocial en mí se debe a que vivo en una sociedad asocial: lo poco que hubo de solidario y civilizado en mi primera juventud se lo debo por entero al trato con los cuerpos desnudos y a cuanto hay en ellos de hospitalario, a un poco de alcohol y a cierta natural y obsesiva predisposición a lamentar no sé qué tiempo perdido o no sé qué bello sueño desvanecido"
"La vida tenía una extraña cualidad de adviento- perplejidad peligrosa en el niño, tremendamente catastrófica en el adulto, ahora lo sé"
"Lucha desesperadamente al encuentro de aquellas normas y principios que le han enseñado desde niña, aquellas fórmulas claras, estables, convincentes e irreversibles de ayer, y que hoy, al parecer, todos cuantos están en esa mesa han olvidado: ignora Montse que la palabra viva, como todo lo vivo, traiciona" / “si la educación recibida obedecía a firmes convicciones morales y religiosas o si, por el contrario, todo era una comedia que veía representar en su casa desde niña”
Los protagonistas descarados y sagaces son la especialidad de Marse. Los disfruto en su justa medida. En esta novela muchas veces leía mas por el morbo digno de prensa rosa, que por un interés literario. No he llegado a empatizar con el hilo argumental. Además no jugaba con la dualidad lingüística de Barcelona, sinó mas bien la rehuye. En general diria que el libro entero es una antesala de un desbocado final de diez paginas.
Un libro para deleitarse con el estilo del autor. Marsé fabrica un mundo con palabras, personajes de palabras, paisajes e ideas de palabras que evocan que son por sí mismas portadoras de un mundo aparentemente real pero que no deja de ser ficción, ficción de la buena, de la que está llena de claroscuros reales. Me ha encantado volver a encontrarme con Manuel (El Manolo de últimas tardes con teresa), dibujado aquí aparentemente como secundario, pero volviendo a ser el protagonista de la trama, y ver de nuevo, aunque solamente nombrada, a Teresa Serrat. Compruebo, por tanto, que Marsé tiene intenciones decimonónicas también en esta obra que, en el contenido, sin embargo, vuelve a estar conducida por su contemporaneidad. Si en Teresa la crítica va dirigida a una burguesía políticamente poderosa, aquí, es a una burguesía religiosamente poderosa. Crítica a la pulcra hipocresía y ampara, o mejor dicho, lanza su comprensión hacia la sucia periferia. Por otra parte, la crítica a los grupos religioso y a los cursillos me ha fascinado, si bien también me ha parecido, en ocasiones, exacerbada, pero no por ello desdeñable. A veces, tal vez peca de ser algo "oscuro" y de oscilar demasiado por las ambigüedades del lenguaje.
Hace poco vi Parthenope y pensé que era el segundo coming of age con una protagonista femenina escrita por un hombre en el que ella aparece como una visión desdibujada, caracterizada precisamente por esa ausencia de contornos entre lo surreal y lo tangible, entre el objeto de su deseo y su deseo en sí mismo. La protagonista, que tampoco tiene amigas – la película no aporta ninguna razón aparente para esto, no se cuestiona en ningún momento este vacío letal – está constantemente en estado de búsqueda. Ella quiere una respuesta, la respuesta correcta, como los actores de las películas antiguas. Es una situación angustiosa, una insatisfacción que – para cualquiera que la haya experimentado – veda todo acceso a la dulzura, pues la amargura de los silencios irresolutos no abandona nunca la boca. Con todo, no creo que esto sea fruto de una decisión intencionada de Sorrentino, más bien un bello faux-pas, una dirección inconsciente.
La Montse de Juan Marsé se presenta de alguna forma como un espejo, uno de esos de las casas de feria donde la imagen devuelta está distorsionada. Esta historia también es eso, pero su falta de nitidez es intencionada. Montse existe en sus páginas recortada por el recuerdo. Es y no es, porque se nos presenta ya marcada por todo lo que fue.
Es un poco pretencioso esto, porque supongo que uno debería contemplar al otro admirado desde algún tipo de desigualdad de alturas, pero: Juan Marsé es como yo. Ojalá nos pareciésemos más y fuese yo catalana, que siempre se me ha presentado como una de las mejores formas de ser. De hecho este libro viene a mí, de una manera o de otra, después de leer el prólogo de Últimas tardes con Teresa de Jesús, bastante más interesante que el resto del libro. Que no es que fuese un mal libro, pero había algo en esa nostalgia y esa rabia por la muerte de Marsé en esas primeras breves páginas que me atrajo mucho más que la vida de los santos. Soy demasiado mundana, me parece, para las vidas de los santos. A su vez, este libro puede que me haya llevado a otro, pues la cosa este año parece ir de prólogos. Mi edición del libro – comprada en el mercadillo de libros del centro de Málaga un hermoso día de marzo – viene con un prólogo de Gustavo Martín Garzo que me sorprendió por una cualidad tierna. Dice Martín Garzo que los personajes de Marsé se mueven “por un mundo destruido, enfermo, repleto de podredumbre, pero a los que un aura romántica les hace buscar ese breve gesto luminoso que les permita hacer retroceder el tiempo hacia un nuevo comienzo”.
A lo que iba: Juan Marsé es como yo, o yo soy como Juan Marsé, porque la memoria también lo es todo para mí. El libro no es tanto la historia de Montse (que por supuesto que también) sino la historia de cómo recordamos, de los confines de eso que llamamos memoria y su permanencia envolvente en el presente. En las últimas páginas, se dice de Montse que había en ella “una total imposibilidad de conectar con lo inmediato, una desmesurada capacidad de proyección hacia un futuro mejor, como si la realidad que veían sus ojos fuese igual a la de esas fotos cuyo primer término está desenfocado en favor del último”. Es una extraña forma de vivir esta, muchas veces complicada, pero es que existir es muchas veces complicado también. No siento que haya otra. Me da mucho miedo eso, acercarme de esa forma, pero es que no siento que haya otra.
Es el primer libro que leo de Juan Marsé, recientemente fallecido. Me ha sorprendido la prosa tan rica en las descripciones, pero que al mismo tiempo no se hace empalagosa. Aún así debes prestar más atención en el momento de leer que con otros autores para no perder el hilo. Sacrifica la facilidad y agilidad en la lectura, por ejemplo en Pérez Reverte, a la belleza de la lengua. El libro en sí me ha gustado, mantiene la tensión hasta el final y te hace engancharte progresivamente. No me extraña que no fuera querido por los nacionalistas catalanes, pues pinta una sociedad tremendamente clasista de los años 50 y 60, en la que la burguesía catalana no estaba en absoluto 'oprimida' sino que más bien era la que oprimía a la inmigración recién llegada del resto de España. Especialmente divertidos son los tres capítulos(17 a 19) en los que describe unas convivencias religiosas 'De Colores' de uno de los protagonistas de la novela (Manuel). La absurdidad de la religión como se entendía en ese momento queda totalmente plasmada en estos tres capítulos. El personaje de Manuel está muy poco perfilado, supongo que apropósito, y aparece siempre como una sombra que parece que no es necesario iluminar pues es un arquetipo y lo importante son los otros personajes y la descripción social de la época. Voy a continuar con la obra de Marsé, si es posible en orden cronológico. Lo único que puede hacerme dejarlo es la ya mencionada atención reforzada que necesitas al leer.
No es la primera vez que lo digo ni será la última: Juan Marsé ha sido, para mí, el mejor novelista en español de su generación y parte de las siguientes. Pocos como él han logrado desasosegarme y darme envidia con sus novelas, dejarme hipnotizado y embobado con sus historias llenas de simbolismo en las que narra la vida de los más bajos fondos de una Barcelona tan real y palpable como mítica y legendaria.
Sin embargo, esta no es su mejor novela. No porque no vaya en la línea de toda su obra, tocando temas que aparecen por doquier en sus libros, reflejando la vida hipócrita de la clase burguesa barcelonesa o las existencias miserables de los desarrapados que intentan sobrevivir en una ciudad hostil con más sombras que luces. No es por esto, sino porque ésta es una novela difícil. Quizá la más compleja de todas las que me he leído del autor catalán por estructura y estilo narrativo en el que se pasa de narrar en primera persona desde un presente a hacerlo desde el pasado o a meterse en la piel de algún otro personaje para contar lo que está pasando. Es críptica como corresponde a una época en la narrativa española donde la experimentación formal se imponía a la trama capturándola y eclipsándola casi por completo. Eso sí, la lectura de esta novela es todo un desafío lector.
ще пиша на кирилица, защото така и така никой няма да ме разбере (не намерих книгата с бг превода тук) добра е книжката, бързо се чете и се разказва за поредицата от събития в едно испанско семейство замесена е много сериозно религията и разликата в ценностите на двете поколения, това как не се оценява помощта и в края на краищата се��ейството, в целта си да "помогнат" на дъщеря си (въпросната Монсе), те и буквално, и преносно я погубват. чистотата на момичето, може би най-трудно постижимото качество в човешкия нрав - невинността и искрената доброта, не са оценени и тя страда, мъчи се да се пребори в несправедливото общество и се опитва да се изправи срещу несправедливостта, на която я подлага собственото и семейство, но в последствие се отказва. вина чувства само братовчед ѝ :) хората са ужасни
Me ha gustado mucho el libro. Encuentro muy interesante la forma de narrar la historia, desde el futuro pero sin adelantarte la trama antes de tiempo, midiendo muy bien la dosificación de la información. El lenguaje empleado está muy trabajado, cuando hablan personas relacionadas con la Iglesia es denso, como un sermón; cuando describe una fiesta de la alta sociedad parece que estás leyendo el Hola; la clase social de los personajes queda muy marcada por la forma de hablar sin necesidad de recurrir a vulgarismos. Otra cosa que me ha gustado es la creación de neologismos, en muchas ocasiones aparecen palabras inventadas por el autor que sin embargo se entienden perfectamente. Y por supuesto, la trama, que tiene su dosis de intriga, de descripción social, y que tiene incluso su pequeña sorpresa inesperada que desencadena el final sin que lo veas venir. Un buen libro para disfrutar de la historia en sí, de la evocación de una época desde diferentes puntos de vista y de la maestría del lenguaje empleado por el autor.
Gran novela que critica el beaterio más hipócrita de la época. "Los deseos de Montse por por regenerar a este preso se salían de lo normal, de la justa medida que pedía la prudencia y el decoro, y más con Montse, tan generosa, sacrificada, buena hija, incapaz de engañar a nadie, pero también un poco corta de entendederas, simple, algo tontita, vaya".
Siguiente lectura de Marsé acerca de las relaciones entre charnegos y señoritas bien sorprendentemente localizada allá por los aledaños del monte Carmelo. Una historia que promete pero quizás demasiado lenta e interrumpida por divagaciones o episodios medio desconectados (como el de Vich). Lo siento Montse, me quedo con Teresa.
Escrita de una forma impecable, pero que no consiguió engancharme. Se deleita demasiado en la descripción de ambientes y aspectos, y la historia en sí no merece demasiado la pena en mi opinión. Sí que se retrata de una forma muy exacta y precisa la burguesía catalana de la época.
Yo no sé cómo he acabado leyendo esto. Es confuso todo en el libro, que supongo que será el encanto, pero no queda nunca claro quien es el narrador ni la historia. Asumo que ciertas partes son críticas a la sociedad política social de la época pero aún así, raro no digo diferente digo raro