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120 pages, Paperback
First published September 1, 2009
-Entonces -siguió el sacristán, y ahora sus ojos horadaban al jorobado con su ironía-, imparte usted la Palabra de Dios a las ovejas descarriadas, mediante los Almuerzos.
Lo dijo como si no diera crédito: un jorobado al servicio de Dios.
-¿Descarriadas? -se asombró Tancredo. Y su asombro era sincero. La expectativa de los oyentes lo obligó a explicarse-: Yo diría que a las ovejas que tienen hambre.(28-29)
-Preparen esa comida -repitió-. Yo debo cerrar la iglesia.
-La iglesia -se asustaron las Lilias-, la iglesia de Dios abierta, Dios. ¿Cómo se olvidó usted, Tancredito, de las puertas de la iglesia? Puede entrar un ladrón en cualquier momento, y...
-¿Y robarse a Dios? -se oyó la voz del padre Matamoros. (70)
Entonces tiene un miedo terrible de ser un animal, pero un animal a solas, un animal consigo mismo, devorándose. (17)