Desde sus primeros trabajos, Watkins no ha dejado de romper con la idea de la transparencia de la representación y con la figura del observador invisible para acercarse a los métodos propios de los reportajes televisivos [...] para crear, desde una marcada autoconciencia, un tejido reflexivo sobre las formas de escritura de la realidad y sobre sus diferentes discursos.
La lectura de las reflexiones contenidas en La crisis de los medios puede parecer, a más de un lector, el resultado de una cierta paranoia frente al sistema con que los medios de comunicación han ido tratando el propio cine de Watkins.
En 1963, después de renunciar al cine, Rossellini escribió: "Ninguna cinta ni obra literaria aborda los temas concretos que preocupan a la humanidad actual, ya que no se ha encontrado un sentido dramático nuevo". Un año después de que el maestro italiano hiciera esta declaración, en 1964, Watkins filmaba para la televisión estatal Culloden, la película con la que empezaba a buscar ese "sentido dramático nuevo" y a reflexionar sobre su propio presente. La utopía de Rossellini fracasó cuando los medios de comunicación prefirieron privilegiar el espectáculo en vez del conocimiento, y convirtieron la televisión en una fiesta continua de gusto más bien dudoso. Rossellini murió en 1977 y no pudo llevar hasta el límite su sueño. La utopía del inglés, en cambio, continua viva en el tejido audiovisual actual como testimonio de otra forma posible de narrar.
Vaya por delante que el autor me parece un conspiranoico antisistema que lleva décadas estampándose contra los molinos de la industria cinematográfica y mediática. Pero a base de golpes y mucha lucha, ha conseguido hilar una serie de magníficas reflexiones sobre el funcionamiento del mundo. ¿Contradictorio contra sí mismo? Sí, me lo parece. Pero es precisamente gracias a personas con las que no estamos de acuerdo como podemos ampliar nuestro campo de visión. Para otros este libro puede ser un bodrio o una hoja de ruta, depende. A mí, que formo parte del sistema, también me ha abierto los ojos y me ha afianzado en mis creencias críticas.
Hace falta sentarse y analizar con pinzas el propio posicionamiento de Watkins y cuánto de su juicio deriva de su propia experiencia personal y no de una crítica objetiva del sistema en que vivimos. Aún así, muchos de sus planteamientos desarrollan nociones que cualquier persona en el campo de contar historias habrá apreciado ya: cómo siempre siguen una estructura, y cómo mucha de la cultura actual gira en torno al consumismo y el impacto del consumidor y la rapidez.
No tanto una hoja de ruta como el inicio de un hilo del que tirar. Me hubiese gustado una bibliografía de referencia.