Logrando un profundo equilibrio entre el tono personal y la documentación periodística, Juan David Correa construye un relato entrañable de la catástrofe de Armero: un volcán en erupción, advertencias ignoradas y una avalancha de lodo que sepulta a un pueblo entero. El barro y el silencio nos presenta desde el núcleo de la catástrofe un mosaico estremecedor de las vidas frágiles y efímeras de los que vivieron la tragedia. Con prosa contundente, Correa muestra que aunque todo haya quedado sepultado, no ha quedado en el olvido.
Un duelo que empieza en la avalancha de Armero, atravesado por la historia de Colombia. Somos eso un poco todes les que tenemos este pasaporte vino tinto que nos preguntamos ¿cómo llegamos acá?
¿Cuál fue la primera vez que sentí que mi historia estaba atravesada por la historia de mi país?
El libro discurre entre lo testimonial, lo periodístico - investigativo y un final de novela.
Como testimonio y homenaje a sus familiares perdidos bajo la avalancha de Armero y a los sobrevivientes como su mamá y a otros es un esfuerzo muy bonito.
Se ve que hubo un gran trabajo de investigación y de escritura que transmite en la crudeza de algunos de los relatos de los sobrevivientes de la tragedia. resaltó que lo que más me movió, teniendo familia que falleció y sobrevivió también a Armero, fue volver el tiempo atrás, y remontarme al momento en que yo le preguntaba a mi papá, cuando tenía 15 años, “papi, si era una inundación, porque no nadaban?” para luego ver esas escenas en verdad apocalípticas! Revivir cómo murieron tantos inocentes fue doloroso.
Compré este libro porque ya había leído la novela de Juan David Correa Todo Pasa Pronto, que me encantó. Así que pensé que esta sería un poco una novela del estilo basada en la tragedia de Armero. Habiendo recalcado que no es una novela, debo decir que gracias a él libro conocí muchos aspectos desconocidos de lo que sucedió en Armero, principalmente los argumentos de porqué esta tragedia hubiera podido evitarse con un poco más de honestidad y vocación de servicio de nuestros gobernantes, quienes por desidia hicieron creer a los habitantes de Armero que nada iba a pasar….. y finalmente no hicieron nada para evitar lo que se presumía podía pasar. A 25 mil personas les llegó la muerte con anuncios más que de sobra y se sentaron a esperarla.
Lo más triste fue repetir el convencimiento de la naturaleza de ciertos seres humanos aún en las más terribles circunstancias, su falta de amor al prójimo y de empatía, las leguleyadas de las aseguradoras, la deshonestidad de cierta clase empresarial…. y triste confirmar la frase que leí alguna vez no recuerdo donde ni de quien, “probablemente estamos hechos para hacer lo que hacemos”….
A través de la historia de su madre, el autor hace un recuento de la tragedia de Armero. Interesante ejercicio de memoria y de reconciliación con el pasado. Relato de profundo dolor que deja ver la pesadilla que vivieron miles y que pudo ser prevenida.
Las siguientes notas fueron extraídas de este libro:
•Siempre la literatura es más capaz que la realidad. • Nadie puede advertir ni pronosticar la fuerza inesperada de la naturaleza, y entiendo que los seres humanos preferimos quedarnos en casa así esta se caiga por esos hondos apegos que a lo mejor obedecen a una genética posterior al nomadismo. • A las 2:30 de la mañana de ese viernes sentí un escalofrío. La cama comenzó a temblar como si convulsionara. Me pusieron bolsas de agua caliente y no reaccionaba. Mi tesis es que mis hijas murieron, quién sabe dónde, a esa hora de la mañana. • Las palabras no pueden con un paraje desolado y arrasado. El volcán se había llevado hasta el lenguaje. • Un pueblo que solo merece imágenes de noticiero cada 13 de noviembre, sin que nadie se haya preocupado por saber qué hacen los que quedaron, en dónde están, qué esperan, qué cosas lamentan, cuál ha sido su vida después de la nada. • ─Oiga─me dijo haciendo de ese verbo una interjección para decir que si─. Allá se quedó mi primera familia. Toda. ─¿Y usted se salvó? ─Eso dicen, aunque hubiera preferido quedarme allá. Pero así es la vida. • Un tipo espléndido, de esos a los que el buen humor les hace saludable la vida, de esos que por no tomarse demasiado en serio han podido construir una vida a partir del arrasamiento mismo. De esos que son capaces de decir, cuando se les pregunta por qué pasó lo que pasó, por qué le paso a él algo como eso, “porque si”, porque no hay como explicar lo inexplicable. • Cuando pude respirar oí a mi mamá buscándome: • ─Juancho, Juancho. ─ ¿Qué pasó mami? ─ ¿Y su papá? ─Yo creo que murió ─Juancho, tranquilo, valor que de esta salimos No me dijo ayúdeme, no me dijo sino eso. Pensé: “Esta vieja verraca, en las que estamos y me dice valor, Dios mío.” • ─Soy empleado de don César Castro─dijo─. Y vengo por ese perro que está ahí en ese sofá. Cogió el perro y se fue El ser humano es eso. No el colombiano, como dicen. Todos los seres humanos son capaces de lo peor en situaciones de catástrofe. • Empujé los cadáveres con mis piernas. Me paré sobre ellos. Experimenté la sensación más inmunda que haya podido sentir: el frío de la muerte. • ─¿Usted quién es? ─El doctor Gaitán ─¿Usted que hace aquí? ─No, de paseo guevón, mire cómo estoy. • ─Lávelos, lávelos con manguera─decían ─No sean güevones─les grite─. ¿Acaso somos vacas? • Se avistaban ruinas y paredes pintadas con leyendas. Eran trazos irregulares, muchos de ellos invocaban a Dios y recordaban, de manera exaltada, aquel 13. Me llamó la atención una leyenda de Luz García, la enfermera: “Buscaron Luz debajo de un árbol y descubrieron el esqueleto de un policía metido entre un desteñido uniforme. Tal vez murió custodiando la soledad y el silencio, la luz y la oscuridad.
Es una historia familiar sobre la tragedia de Armero, especialmente de los abuelos del escritor quienes son los protagonistas de la historia. Narra el contexto de la tragedia desde todo el desastre natural así como la negligencia del estado. Nos da la perspectiva de las víctimas.