Retomamos la aventura exactamente donde terminó el tomo anterior -El Planeta de Viernes- pero aquí toma el asunto un ritmo, un sabor distinto: Viernes, la pequeña bolita peluda, se transforma en el MacGuffin de la saga ya que tanto para unos (nuestros protagonistas: Max, Cassandra, Omar y 2 Thor) que quieren llevarlo a su planeta de origen, como para otros (una larga lista de pintorescos cazarrecompensas, cada uno de ellos un verdadero hallazgo en lo visual) que quieren secuestrarlo, será el motor impulsor. Quizá al estar ya no restringido a un sólo espacio físico como era el planeta del tomo uno, Höhn se permite desarrollar numerosos escenarios donde ambientar su trama y así hace de Nueva Cártago un universo en sí mismo, una estación espacial a la usanza de las de Valerian, una donde hay de todo, pasa de todo y no parece haber límite a las posibilidades. Todo lo anterior lo logra no sólo por un gran guión que no se detiene nunca, sino por el inmenso trabajo de Tambuscio, que está verdaderamente prendido fuego en cada página, cada viñeta, cada diseño de personaje, secuencia de acción o de humor. Lo del bonaerense son palabras mayores, simplemente. Un segundo libro que potencia y desarrolla lo mejor del primero y pone muy alta la vara para lo que serán los dos tomos restantes en la saga de Max Hell.