Vivimos en la era de la velocidad, hasta el punto de que el autor afirma en el arranque de este lúcido ensayo: «Si me viera obligado a señalar un rasgo que describiera la época actual en su totalidad, no lo dudaría un segundo: elegiría la aceleración. Este fenómeno explica en buena medida cómo funcionan hoy en día la economía, la política, las relaciones sociales, nuestros cuerpos y nuestra psique. El incremento de la velocidad es una mirilla por la cual, sin tener que recurrir a perspectivas reduccionistas, podemos ver –y acaso entender un poco mejor– el mundo contemporáneo y a quienes lo habitamos».
Luciano Concheiro no se limita a reivindicar la contemplación meditativa y la plácida celebración de lo aparentemente nimio: su mirada analítica va más allá, e indaga en el capitalismo obsesionado por el beneficio permanente, la política marcada por el cortoplacismo y las sociedades contemporáneas que generan individuos estresados y ansiosos.
Muy buena reflexión sobre cómo es que vivimos en un ritmo completamente acelerado, en donde no tenemos tiempo de hacer reflexión, ni memoria, ni nada. Vivimos sumergidos en un mundo capitalista, caótico, en donde hasta la lentitud puede acabar siendo un producto, porque todo lo es. Asi que habla de vivir por instantes, y darles un valor. La verdad el lenguaje es frío, pero tira muy lindos datos, y me conquistó, el que establezca una teoría y una propuesta, está bueno! Después de esto quiero leer poemas, y darles el tiempo que merecen...
Todo el análisis de la aceleración de nuestros tiempos, de su relación con el capitalismo y de cómo nos influye a nivel personal me parece interesantísimo. No dice muchas cosas que no hayas oído antes de una u otra forma, pero me gusta como lo formula. Por otro lado, su defensa del instante como un espacio casi místico desde el cual presentar lo que Concheiro denomina "resistencia tangencial" al estrés de la vida moderna, aunque tiene aspectos que me atraen de forma instintiva (o que practico también de forma intuitiva), me resbala un poco. No es que no crea que no tiene razón en muchas cosas, es que los enfoques cercanos al misticismo me antagonizan y es demasiado insistente para mi. Probablemente sea yo, no él.
Fue en un mercado de libros que di con este libro. Viendo la mesa de Colofón/Anagrama, el librero, después de platicar brevemente sobre unos libros que recomendaba y que ya había leído me dijo, “deberías leerte este”. Bastó ver que Luciano es mucho más joven que yo, qué estudio, y a qué se dedicaba, para que la curiosidad pudiera más. Y, el librero no erró: esta filosofía práctica del instante no pudo llegar en mejor momento.
La lectura de este libro quedó envuelta entre las de Perros de paja, de John Gray, y varios libros de Byung-Chul Han; y debo aceptar que pongo a Concheiro más cercano del altar que le tengo a Gray, que del escepticismo con que sigo leyendo a Han, a quien, por cierto, hace referencia Luciano.
Algo que no le falta a Contra el tiempo es imaginación, y eso siempre lo agradezco. No solo es claro con las ideas que expone, ameno con su estilo, sino que además, cuenta con una estructura que el lector puede ir disfrutando conforme avanza. Luciano se las arregla para no ser condescendiente con el lector, sin caer en pedanterias estéticas: se explica, se explica con claridad y desafía percepciones, que independientemente de su actualidad, en este libro parecieran quedar exhibidas como un fuego de artificio más.
Sí, expone al neoliberalismo y su capitalismo sin sentido, y plantea, propone una respuesta ante él, un “pie de guerra”.
Hace años, JL, Freni y yo, “fundamos” Les Contemplateurs, que se reducía a reunirnos en El depa a beber y vociferar contra el mundo en general. Mi conclusión de aquellos años se redujo a: “hay que mantenerse informados”. Con ello pensaba más bien en leer. Mantenerse actualizado leyendo cuanto tuviera que ver con el mundo. Leer periódicos, revistas, libros; asistir a exposiciones, visitar museos, platicar y discutir con las demás personas. Ver cine: ver mucho cine. Y sobre todo: contemplar. ¿Qué? Todo. Hoy, leyendo sobre el instante, siento que no estábamos tan alejados de ello.
Sin embargo, la era de la velocidad en la que vivimos nos come, nos da vueltas como una ola que rompe contra la playa, pero, ni siquiera estamos cerca del mar, no importa, la ola de la velocidad, del volumen ingente de información con que somos bombardeados cada minuto, cada hora, cada día nos lleva de paso. “La operación nos consume”. Hay que hacer las cosas, no reflexionar sobre ellas. Hay que concretar. Hay que “ponerle fecha” a los proyectos. Hay que darle la vuelta a la página. Hay que ponerle punto final.
Vale madres si está bien. Si está mal. Si vale la pena. Hay que hacer. Producir. Decir. Escribir. Ver todo en positivo, limar las asperezas, ser políticamente correctos, no ser intolerantes.
Es curioso que por más que se hable de los aspectos económicos y cómo estos inciden directamente en la vida de las personas de a pie, no nos interesemos mucho por comprender en qué consiste que vivamos en un determinado modelo económico. No investiguemos más sobre cómo ese modelo se siente atacado a niveles que perdemos de vista: religioso, moral, discursivo. Muchas personas seguimos viendo el mundo como un display de televisión: hay canales, hay problemas, hay programas que no nos gusta y a los que solo les aplicamos zapping, si le cambio al canal no lo veré más, no me afectará a mí, y luego ese programa terminará. Cierto. En parte. Porque alguien más lo ve y sí le afectará. Porque el programa puede ser diario, y no desaparecerá con que cada día cambiemos el canal o porque terminemos por no sintonizar nunca ese canal.
Darle la espalda a entender cómo la velocidad afecta todas las áreas de acción humana es darle la espalda a aquello que un día puede chocar de frente con nosotros. Libros como este de Concheiro son necesarios, porque son vastos, porque proponen una lectura inteligente no solo de aquello que nos rodea inmediatamente, sino que nos despierta a comprender la red del mundo actual en que vivimos.
La primera conclusión a la que llegué antes de terminar el libro, es que Luciano proponía la narrativa como un método de defensa ante la aceleración, la novela como batalla ante la velocidad, aquello que exige una construcción más detenida, una lectura más larga a veces, más pausas; la narrativa como amparo ante los timelines de Facebook y Twitter e Instagrams del mundo actual, sin embargo, este genio va más allá y pone al poema como respuesta última y máxima del instante.
Bravo, Luciano. Que vengan más textos necesarios como este.
Encefaliomelitis miálgica es el nombre elegante que la Organización Mundial de la Salud le ha dado al grupo de consecuencias generadas por el principal rasgo temporal de nuestra época: la aceleración. Ansiedad, estrés, agotamiento, sudoración, son solo algunos de los síntomas que estos tiempos frenéticos generan sobre todos nosotros y, a pesar de evidenciarlos, creemos que son un mal necesario, porque la aceleración ya hace parte de nuestro diario vivir y consideramos que es el precio a pagar por cubrir unas necesidades que ni siquiera son nuestras.
La grandiosa e iluminadora reflexión que hace Luciano Concheiro en “Contra el tiempo. Filosofía práctica del instante” aborda la aceleración como el rasgo distintivo de esta época, mirada desde tres perspectivas: la política, la economía y la psique. Sin embargo, primero hay que advertir lo que el mismo autor señala. No se trata de teorías ni posturas novedosas sobre el asunto de la aceleración; lo que él ha hecho es recoger todas esas inquietudes y razonamientos que seguramente hemos escuchado alguna vez y las ha convertido en un discurso unificado, en un texto fácil, que como él bien dice, está pensado para leerlo en capítulos cortos, casi a nivel aforístico, en los resquicios de tiempo que nos deja la llegada de uno y otro mensaje de whatsapp, correo electrónico o notificación de redes sociales.
No es momento para los voluminosos textos filosóficos, es claro, pero tampoco ésta debe ser una razón para evitar ver lo que sucede a nuestro alrededor de modo crítico. Allí está el enorme valor de este libelo, como lo llamaría Fernando González.
Volvamos entonces al tema. El capitalismo es el gran criticado aquí, pues muchas de las epifanías que en su momento tuviera Marx, se han hecho realidad. Este sistema económico nos tiene a todos corriendo en una gigante rueda de hámster, que no va a ningún lado. Es velocidad sin desplazamiento. Es acumulación con un único fin: acumular más. El autor nunca se pregunta para qué, pero valdría la pena preguntárselo uno mismo. Acumulamos como si la vida o el cuerpo mismo fueran infinitos. El capitalismo actual es una exaltación del crecimiento económico sin desarrollo; aumenta las brechas de pobreza y la desigualdad, es el simple acto de ganar más para ganar más. Es un perro corriendo detrás de un trozo de carne que no alcanzará jamás. Pero el sistema lo obliga a correr más, pareciendo que la felicidad no está en el trozo de carne sino en el correr. Porque los mercados no son mercados de objetos, sino de símbolos. Porque no es importante tener una cartera dónde guardar cosas, sino la marca de esta cartera; y para tenerla hay que ganar más. Engaño. Ansiedad, estrés, agotamiento.
De otro lado está la política. Lo que en la antigua Grecia se concebía como “el arte de vivir en comunidad” hoy ha devenido en una serie de artimañas que buscan aprovechar la “erosión de la memoria” que generan estos tiempos acelerados. La cantidad de información hoy es tal que no se logra entender nada. Cada nueva capa de información, trivializada por supuesto, se superpone sobre otra y como consecuencia no recordaremos nada al día siguiente, ni escándalos, ni tragedias. Nada. Dice el autor que Hitler y Mao pensaban en milenios, sus proyectos políticos se extendían más allá del horizonte de sus vidas finitas, pero hoy no es así. El político no piensa en legados, ni siquiera en antagonismo ideológico. Solo hace gala de estrategias para deslegitimar al contrincante en el terreno del escándalo. Nuestra política es una política de la amnesia.
El político actual sabe que el mundo de la información de hoy vive en medio de Shitstorms, que generan indignación en redes sociales y que no pasa de allí. La indignación digital no es capaz de acción o de narración.
Y finalmente habla un poco de los efectos en la psique, especialmente lo que genera a nivel de relaciones y es que hoy no somos capaces de mantener una relación en el largo plazo. En palabras de Massimo Recaldi: la aceleración maníaca del tiempo hace que la promesa amorosa del “para siempre” se vuelva ridícula, ingenua e incluso estúpidamente supersticiosa. Existe un imperativo social de lo Nuevo.
Pero el libro no se queda en crítica. Tiene una propuesta, si bien el autor la califica como “ingenua”. No se puede ir en contra del tiempo, no es posible proponer una revolución, pues la revolución paulatinamente es absorbida por la lógica del capitalismo. Tampoco se trata de ir lento, si bien es una opción, pues la lentitud se convirtió en otra mercancía.
Se trata de pasos sencillos que buscan particularmente, reivindicar el instante, hacerlo surgir como exaltación contemplativa, como experiencia sagrada. El instante está en cosas sencillas, como la lectura de poesía con la entonación y pausas debidas. Está en un beso, en una carcajada. En una fiesta, en una borrachera. En apreciar la música. Apreciar el instante es todo lo contrario a la filosofía del YOLO, pues ésta obedece a los cánones del capital. El instante está más cercano a lo que Duchamp quiso decir con el concepto de infraleve. Un acto impulsivo y evanescente que nos aparta de la realidad circundante.
Al final, el tono del libro deja de ser tan sociológico para tornarse un poco místico, con tintes de filosofía budista, no obstante esto no le quita el gran valor que tiene como reflexión y rechazo al enfoque homogeneizador y hegemónico del capitalismo. Aplaudo su gran pertinencia y su enorme capacidad de generar inquietud en los lectores, para que nos acerquemos a valorar el instante, como “el momento en que el espíritu finito comprenda que está arraigado en el infinito”, que nos lleva a escapar de la aceleración a través de otra experiencia temporal.
padre libro que --acaso contra sí mismo-- es susceptible de leerse en una sentada. lo mejor: cuando el autor se dedica estrictamente a filosofar, acercándose a benjaminianos terrenos místicos, que abogan por una recuperación de lo indescriptible como una especie de pacífica (y un tanto resignada) resistencia. lo peor: cuando el autor pretende internarse en terrenos de la realidad material --el trabajo, las drogas, la explotación laboral-- y el andamiaje teórico se muestra insuficiente para aferrar la realidad: endeble, pues, como si quien escribe nunca hubiera hablado con un cajero de oxxo o con un consumidor de estimulantes.
Una lectura no sólo recomendable, sino necesaria, ya que aporta una cierta idea para enfrentar los tiempos en los que vivimos. Tiempos breves, escurridizos y acelerados. Tiempos fabricados en pro del sistema de consumo, y en los que cada vez nos queda menos tiempo y espacio para la transformación. Tiempos en los que cualquier revolución puede ser tragada por la vorágine del consumismo y lo inmediato. Todos los fragores (existentes y posibles) se apagan tan pronto como un like en la red social. Ante esta circunstancia (tan terrible como desesperanzadora), Concheiro esboza una filosofía de vida que se aparta de toda confrontación imaginable. No se trata de arremeter contra lo establecido, sino de fluir con ello. O fluir a su par. Juntos, pero no revueltos. Y detenerse de tanto en tanto a la contemplación. Así, entregados a eso que el autor llama "Resistencia Tangencial", buscar lo instantes en los que la vida se detiene y se une con todo. Es allí donde, según esta propuesta, puede gestarse la verdadera transformación. Una transformación individual que, de ser generalizada, podría convertirse en el brote de una forma de vida que rehuya del sistema; la transición a un nuevo orden. Falta mucho, se reconoce en el libro, para lograr semejante utopía. Falta tanto que el libro no consigue ir más allá de un planteamiento previo a la acción. No consigue más que ser una idea. O los argumentos que respaldan la posibilidad de una idea. Pero es, justamente por eso, que hace falta leerlo. Y propagar sus palabras. Tal vez sean la pólvora que el mundo actual ha estado buscando desde hace tiempo. Pero que ha hecho estallar con violencia y acción tan acelerada como el propio tiempo al que habría que combatir. Esta pólvora es de otro costal. Pólvora pausada y tranquila, pero súbita, poderosa y vital.
Un ejemplo ilustra el argumento de Concheiro en tanto el estado de la política acelerada. Durante su mandato en el entonces D.F., Marcelo Ebrard emprendió una cruzada para tapar baches en tres horas. Funcionaba algo así: la gente tuiteaba la ubicación del bache y un equipo de reacción inmediata se dirigía a taparlo. Dos cosas convergían allí: el shitstorm de las redes sociales donde los usuarios, enfurecidos, demandaban una reparación; y la respuesta inmediata de parte del gobierno para solucionar el problema con un recurso precario: el chapopote.
Con estas soluciones, como argumenta Concheiro, los usuarios obtienen su “…calmante eficaz. Y el sistema sigue su curso”. Por su parte, los objetivos políticos cortoplacistas “se restringen a lo que asegura el triunfo electoral: dar respuesta a las necesidades inmediatas de los votantes”, mas nunca una solución que aborde el problema de raíz (en este ejemplo, arreglar los baches a largo plazo).
La primera parte del argumento de Concheiro es lúcida, pulcra en su prosa y al punto. Su diagnostico de la aceleración y cómo está directamente emparentada al capitalismo voraz y la concentración del poder, es quizá su mejor aportación.
Por demás peca un poco de —irónicamente— apresurar su conclusión. Si bien al comienzo del ensayo advierte que “hay que atreverse a dar un paso más allá: arriesgar propuestas”, es difícil relacionarse con el tema de la sublevación, o los experimentos musicales de John Cage, por poner un par de ejemplos que brinda para su “Resistencia tangencial”. Esto, después de afirmar que el instante no es complicado, sino que se encuentra en la más sencilla cotidianidad.
La contemplación indivisa —a la manera del flow de Csíkszentmihályi— la poesía y la risa, son quizá sus mejores ejemplos que sirven como propuestas para hallar “el instante”. Aunque difícilmente originales y aún menos radicales.
Un libro que rompe con la concepción actual del mundo, provocador e incluso en ocaciones negativo y cínico pero a la vez propositivo me encantó, increíble encontrar un libro de un contemporáneo que entienda tan bien tu sentir hacia el tiempo, muy recomendable!
La primera parte es excelente. La segunda parte, sobre la parte cuasi-metafísica del instante, me pareció muy traida de los cabellos. Al final deja la sensación que no podemos hacer nada y no hay solución.
Un ensayo muy interesante que está estructurado en dos partes: teoría y praxis. La primera parte se encarga de hacer un análisis y una crítica hacia la aceleración de los procesos económicos, sociales y políticos. En una segunda parte un acercamiento sobre reflexionar sobre los instantes cómo manera de ir contracorriente dentro de los procesos capitalistas.
Los primeros capítulos sirven para contextualizarlos sobre temas relacionados a la economía, a la política, la sociedad y el poder, va analizando a través de una narrativa crítica el sentido de por que en el tiempo actual se valora más la rapidez con la que se puede realizar una actividad, en ocasiones primando la cantidad sobre la calidad.
La lectura del ensayo es muy rápida y amena cómo lo que se critica dentro de su páginas, en su segunda parte existente una breve aproximación a una propuesta introduciendo el concepto de “instante” y “resistencia tangencial” donde este par de conceptos no se deben confundir cómo una forma de libertinaje, sino que los instantes de los que se habla son fragmentos de tiempo que se prestan a la reflexión introspectiva.
Los instantes están condensados en las revueltas o en las manifestaciones (no en las revoluciones cómo se esperaría), en las poesía y en el acto de escribir, en el baile o en la fiesta, en la música y en el silencio, en el performance y en el simple acto de reírse a carcajadas. Lo que tienen en común cada uno de estos actos es la expresión social e individual, todas nacen de la cotidianidad y su temporalidad tiene un principio y un final.
Últimamente he estado obsesionada con el tiempo, la forma como lo vivimos y percibimos. Este ensayo aborda el fenómeno de la aceleración que experimentamos actualmente como un producto del capitalismo, que se ve reflejado en aspectos como la economía, la política y la forma de relacionarnos. Pero más aún ha llegado a penetrar en nuestra psique, acelerando procesos mentales y estilos de vida, que acaban por enfermarnos. Hacerle frente a este sistema instaurado en nuestras prácticas diarias puede ser contraproducente porque corremos el riesgo de ser absorbidos por el mismo sistema, en especial cuando nos hacemos visibles porque siempre encontrará una oportunidad para comercializar hasta la causa más genuina. De ahí la dificultad para combatir el sistema. Su propuesta es apoyarnos en lo más minúsculo, en el instante, que es incuantificable y es eterno. El instante introduce una ruptura en el tiempo, una experiencia particular pero cotidiana. Su filosofía entonces radica en frenar la aceleración introduciéndose en otro temporalidad, como lo es el instante. El autor recomienda que se haga a la inversa de muchos psicólogos que empiezan por estudiar la psique, estudiando en cambio el sistema que da forma a la subjetividad. No obstante creo que muchos enfoques tienen en mente ese fondo y por eso varios clínicos se han dedicado a estudiar los micromomentos, el presente, el awareness. Esto me recuerda a Daniel Stern cuando habla de un grano en un mar de arena, como metáfora de toda la experiencia contenida en un momento. Es un libro muy agudo, que invita a deconstruirse e incorporar una nueva filosofía del tiempo.
"Hacia tiempo que un joven intelectual mexicano no ocupaba de manera tan veloz (lo cual oscurece un tanto lo postulado en Contra el tiempo) la escena pública como es el caso de Luciano Concheiro San Vicente (1992), egresado de Copilco y Cambridge. Se deja ver tanto en los salones de arte conceptual como en las presentaciones de antiguas revistas del comunismo nacional. Él mismo desciende de un linaje al cual no vacila en calificar compuesto por “comunistas de salón”. Se curtió en esa forma noble de la autopromoción que es el arte de la entrevista (El intelectual mexicano: una especie en extinción, en coautoría con Ana Sofía Rodríguez) y ha resultado finalista, con Contra el tiempo. Filosofía práctica del instante (2016), del Anagrama de Ensayo en Barcelona, un premio preocupado desde hace décadas por el examen del tiempo contemporáneo...
LLegué a este ensayo como recomendación de una buena amiga. Desde que me contó un poco de él no pude evitar asociarlo con Byung-Chul Han y Zygmunt Bauman, y efectivamente Luciano hace referencia al primero explícitamente en al menos dos partes de el libro.
Luciano comienza describiendo las características de la modernidad que están marcadas por la aceleración, desencadenada por el estilo de vida en el capitalismo moderno y el neoliberalismo. Habla sobre la obsolescencia programada, el consumo desmedido y la pérdida de certidumbres respecto al futuro, que han llevado a desastres ecológicos y a crear individuos estresados y con una visión pesimista del futuro. Este problema es principalmente sistémico, y como tal las buenas intenciones individuales no son suficientes para contrarrestar un mal que marca todos los aspectos de nuestras vidas. Para Luciano las grandes revoluciones del siglo pasado no ofrecen un remedio al correr el peligro de caer en la misma lógica de la aceleración y a lo mucho desatar una ola de indignación momentánea en las redes sociales, como solución ofrece una resistencia tangencial que consiste en desarrollar una relación estética con el mundo, vivir de alguna manera fuera de él. Lo definitorio de esta resistencia es desarrollar una relación con el instante, un momento que al contrario a la aceleración permite un desarrollo auténtico de cada uno consigo mismo.
Debo decir que el análisis de Luciano me fascinó en los primeros capítulos. Me pareció que describe perfectamente un malestar actual y sobretodo un sistema económico que acaba siendo insaciable. Sin embargo la solución que propone me parece un poco débil y de cierta manera exclusiva a ciertas clases sociales, sin dejar de mencionar que me parece que hay muchos aspectos que no han sido permeados por la lógica de la aceleración y el consumo, pienso en lugares alejados de las metrópolis o incluso en grupos que se juntan para compartir intereses en común, en comunidades solidarias. Su solución me parece un poco a: "no tendremos un plan de retiro, pero detengámonos un momento a disfrutar el olor a tierra mojada por un instante". Que además sería imposible pensar que sea una solución para personas con desventaja económica. Espero que Luciano siga desarrollando sus ideas y estoy seguro de que la profundidad de sus propuestas aumentara conforme siga escribiendo, creo que vale la pena estar al pendiente de lo que siga publicando.
Este tratado filosófico sobre el tempo moderno es bastante clarificador. En mi opinión, los cuatro primeros capítulos son esenciales, pero la proposición del instante aunque bien explicada queda un tanto abstracta. Este no es un libro de autoayuda ni una propuesta para modificar hábitos. Es un ensayo que propone vivir la vida fuera del tiempo. Una crítica al mundo materialista, a la imposición de la aceleración como modus operandi debido a la app generation. Un libro que te hace mirar el tiempo desde el tuyo. La liberación poética consiste en hacer de nuestro tiempo, del tambor que todos llevamos dentro la cadencia que suspende la velocidad de la realidad. La revolución consiste en sentir el tiempo propio y utilizarlo como ritmo vital.
Urgente lectura para siquiera reflexionar sobre la voracidad de la aceleración y quizá provocar una fisura en el tiempo dónde el instante sea posible.
Con una argumentación sólida y sencilla (al menos así lo parece en su resultado), Luciano nos ayuda enormemente, ¡Gracias querido! 🙏 Ojalá profundizaras en el budismo tibetano y reflexionaras mais uma vez. Te leeré.
Mientras aprendemos, nos deseo, en el tiempo de este sueño, ¡muchos instantes! 🙌
Los primeros capítulos hacen una buena descripción de cómo han influido los avances tecnológicos en el capitalismo, las comunicaciones y la política, pero la exposición en los últimos capítulos sobre la "filosofía práctica" del instante no es tan práctica, y creo que el autor ofrece una descripción vaga sobre la solución que propone a la celeridad con la que vivimos hoy en día.
Al final quizás falta algo de desarrollo de la idea es una aproximación a ideas filosóficas de Byung-Chul Han, Paul Virgilio y otros autores enlazadas de manera muy prosaica con elementos de lamibra de Gabriel Orozco. Sería interesante leer más sobre el
Me parece un análisis de la sociedad actual muy acertado y muy interesante. La parte en la que se explica la filosofía práctica me ha gustado un poco menos, demasiado vaga. Blanquear el alcohol como manera de vivir el instante, pues no me la trago. El resto es genial.
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Me gustó la primera mitad del libro. Lo que resta me pareció una escritura apresurada (algo paradójico, si se considera el tema) repleta de citas sin mucha reflexión. Creo que a los argumentos les falta reposo, digamos, para poder llegar a una reflexión que no caiga en el simplismo.
Una critica a la sociedad acelerada del capitalismo que pretende concienciar y dar una solución a este modelo ya establecido del culto a la aceleración.
Muy interesante y cierto lo que dice el autor, aunque nada más lo leí para una tarea, especialmente el aparatado 3 es el que se me hizo más interesante
Una pausa en el mundo en el que vivimos. Lo he leído por trabajos de la Uni, pero recomiendo encarecidamente su lectura para tomarse aprender sobre el concepto de la velocidad social y que podemos hacer para desacelerar un instante.