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192 pages, Paperback
First published January 1, 2002
“Qué manía tan mezquina ésta de los mortales de aferrarse como garrapatas a la vida, a contracorriente de nuestra profunda esencia.”¿Se imaginan a un Thomas Bernhard en cuyo vocabulario abundaran los hijueputas, pendejos, carajos o dizques? Pues aquí lo tienen, se llama Fernando Vallejo.
“La vida es un sida. Si no miren a los viejos: débiles, enclenques, inmunosuprimidos, con manchas por todo el cuerpo y pelos en las orejas que les crecen y les crecen mientras se les encoge el pipí. Si eso no es sida entonces yo no sé qué es.”Fernando vuelve a Medellín para acompañar a su hermano Darío que malvive sus últimos días víctima del sida (son los dos niños angelicales que aparecen en la portada del libro).
“Así, libre de sí mismo, al borde del desbarrancadero de la muerte por el que no mucho después se habría de despeñar, pasó los que fueron sus únicos días de paz desde su lejana infancia.”Afronta la muerte de su hermano recordando otras anteriores en un ejercicio conscientemente inútil de exorcizarla, LA MUERTE, “extinguidora de odios y de amores”.
“¡Al diablo con los muertos queridos, no dejan vivir! Me llaman sin parar desde la tumba.”Un exabrupto entre la contradicción que supone su anhelo de descargar recuerdos, “una carga necia… un fardo estúpido”, y el homenaje a unas vidas queridas, a la lucha contra su olvido, en el pensamiento de que “Si los ríos pasan la palabra queda”.
“—¿Qué habrá después de la muerte, m’hijo? —me preguntó. —Nada, papi —le contesté—. Uno no es más que unos recuerdos que se comen los gusanos. Cuando vos te murás seguirás viviendo en mí que te quiero, en mi recuerdo doloroso, y después cuando yo a mi vez me muera, desaparecerás para siempre. —¿Y Dios? —No existe. Y si no, mira en torno, por todas partes el dolor, el horror, el hombre y los animales matándose unos a otros. ¡Qué va a existir ese asqueroso!”Un lamento lleno de rabia que se burla de esa misma rabia baldía. En esta lucha entre lo trágico y lo patético, en esa lucha entre la vida y la muerte, el autor parece irse quedando sin fuerzas y la novela flojea en el último tercio, o yo me sacio de tanto gruñido. Tentado estuve por ello de quitarle una estrellita, pero entre el entusiasmo inicial y que la novela remonta en el tramo final decidí que bien merecía todo mi apoyo.
“La vida es así, no nos deja sino cicatrices.”