Repasar la vida de Montes es remover nuestra propia vida, nuestras propias experiencias y vocaciones. Tal como lo hacemos una vez al año al renovar nuestras consagraciones en los Ejercicios Espirituales, de la misma manera ocurre al repasar una biografía, un relato de la vida de Montes. Es como volver a los lugares teológicos, a los lugares espirituales en los cuales conocimos y vivimos; lugares que son fundamentalmente experiencias o vivencias; pero también son emociones que se produjeron en espacios geográficos concretos, en lugares que para nosotros se transforman por ello en sagrados, en santos.
Sin embargo, este repaso constituye especialmente y como ya dijimos, una remoción de nuestras propias vidas. Así que, querido lector, estamos dejando en tus manos no solamente la vida de Montes sino también las nuestras, la de los consagrados en Dalmanutá. Y por la comunidad espiritual que constituimos, esta también el germen de Dalmanutá, que se sigue extendiendo, por gracia de Dios y protección de María Santísima, por muchos espacios y lugares que, te repito, son especialmente interiores, espirituales.
En el epilogo de este libro, Charlie (como llamamos nosotros al P. Carlos de Heado) dice, parafraseando a El Principito de Saint-Exupéry, que “hubiera deseado decir ‘había una vez un Principito’…”, como quien describe algo de manera directa, sin tanta vuelta o explicación. Pues bien, en esta presentación también nosotros diríamos como el Principito que el “dibujo (en este caso, el libro, aun siendo muy bueno) es mucho menos encantador que el modelo” (quien lo inspira, el Padre Montes). Por lo tanto, te advierto también que aunque esta biografía intenta aproximarse al alma del Padre Montes, está siempre se nos escapa, porque pertenece más al misterio de Dios, a la vida de los santos; porque, como dice San Pablo, “vuestra vida esta oculta con Cristo en Dios” (Col 3,3).