La crisis de los medios es un certero aviso de la amenaza ya no inminente, sino omnipresente, del totalitarismo audiovisual, de la implacable y empobrecedora homogenización del lenguaje bajo un mismo paradigma narrativo, que margina toda propuesta que no se adapte a él y neutraliza todo desafío por medio de su infiltración formal en cualquier obra que se pretenda ingenuamente contestataria. Pero no es este un texto exclusivamente dirigido para las gentes de los medios, si no una lúcida disección —para uso y disfrute de todos los públicos— sobre el modo en que se fabrica la omnipresente papilla mediática que ya adquiere tintes de tomadura de pelo universal.
Vaya por delante que el autor me parece un conspiranoico antisistema que lleva décadas estampándose contra los molinos de la industria cinematográfica y mediática. Pero a base de golpes y mucha lucha, ha conseguido hilar una serie de magníficas reflexiones sobre el funcionamiento del mundo. ¿Contradictorio contra sí mismo? Sí, me lo parece. Pero es precisamente gracias a personas con las que no estamos de acuerdo como podemos ampliar nuestro campo de visión. Para otros este libro puede ser un bodrio o una hoja de ruta, depende. A mí, que formo parte del sistema, también me ha abierto los ojos y me ha afianzado en mis creencias críticas.
Hace falta sentarse y analizar con pinzas el propio posicionamiento de Watkins y cuánto de su juicio deriva de su propia experiencia personal y no de una crítica objetiva del sistema en que vivimos. Aún así, muchos de sus planteamientos desarrollan nociones que cualquier persona en el campo de contar historias habrá apreciado ya: cómo siempre siguen una estructura, y cómo mucha de la cultura actual gira en torno al consumismo y el impacto del consumidor y la rapidez.
No tanto una hoja de ruta como el inicio de un hilo del que tirar. Me hubiese gustado una bibliografía de referencia.