La protagonista y narradora de esta obra, una chica de treinta y cinco años que acaba de perder a su madre y busca un difícil acuerdo entre las heridas del pasado y la sed de presente, se enfrenta a la extrañeza de seguir viva y manteniendo alerta la curiosidad ante lo inexplicable. Porque, «desde que el mundo es mundo, vivir y morir vienen siendo la cara y la cruz de la misma moneda (...). Para mí, si quieren que les diga la verdad, lo raro es vivir». Tras una etapa en que cultivó el rock y se enfrascó en amores tempestuosos, la chica se entrega ahora a investigar los enigmas de un extravagante aventurero dieciochesco cuyos embustes rozan el patetismo. Esta pesquisa de archivo provoca otra, que se le va imponiendo, lo quiera o no: sobre la propia infancia, las relaciones entre sus padres y los sentimientos que la mantienen cada vez más unida al singular arquitecto con quien convive. Carmen Martín Gaite ofrece una novela magistral, en la que los sueños rotos, la mentira, el dolor de la muerte, la suspicacia ante la maternidad o la búsqueda del amor son el telón de fondo sobre el que se perfilan unos diálogos trepidantes y empapados de actualidad. Pocas veces una meditación tan intensa sobre la aventura existencial ha conseguido despertar en el lector la sed con que se beben las mejores novelas de misterio.
Carmen Martín Gaite (Salamanca 1925-Madrid 2000) se licenció en Filosofía y Letras en la Universidad de Salamanca, donde conoció a Ignacio Aldecoa y a Agustín García Calvo. En esa universidad tuvo además su primer contacto con el teatro participando como actriz en varias obras. Se trasladó a Madrid en 1950 y se doctoró en la Universidad de Madrid con la tesis Usos amorosos del XVIII en España. Ignacio Aldecoa, cuya obra estudiaría posteriormente, la introdujo en su círculo literario, donde conoció a Josefina Aldecoa, Alfonso Sastre, Juan Benet, Medardo Fraile, Jesús Fernández Santos y Rafael Sánchez Ferlosio, con quien se casó en 1954. De esta manera se incluyó en la que sería conocida como la Generación del 55 o Generación de la Posguerra. Escribió su primer cuento, Un día de libertad, en 1953, aunque confiesa escribir desde los 8 años. Comienza su carrera literaria con El balneario obteniendo en 1955 uno de los premios literarios de mayor prestigio en España, el Café Gijón. Tres años después obtiene el Premio Nadal por su obra Entre visillos. Escribe dos obras de teatro, el monólogo A palo seco en 1957, que fue representado en 1987, y La hermana pequeña en 1959, rescatada en 1998 por el director de teatro Ángel García Moreno y estrenada el 19 de enero de 1999 en Madrid. Durante la década de los sesenta continúa cultivando la narrativa, con obras como Las ataduras (1960) o Ritmo lento (1963), pero es en los setenta cuando vemos la versatilidad de Martín Gaite. Publica sus dos ensayos sobre el proceso contra Macanaz además de su tesis, recopila su poesía en A rachas (1976), y la novela Retahílas, sale a la luz en 1974. También a esta década debemos su primera recopilación de relatos, Cuentos completos. Su faceta periodística se caracteriza por su etapa de redactora en los comienzos de Diario 16. Su matrimonio con Rafael Sánchez Ferlosio duró unos años antes de acabar en separación, en los cuales tuvieron una hija, Marta, a quien dedicó el cuento La reina de las nieves. Falleció antes que ella. Entre otros logros, Martín Gaite destaca por haber sido la primera mujer a la que se le concede el Premio Nacional de Literatura con El cuarto de atrás en 1978, y por haber ganado en 1994 el Premio Nacional de las Letras por el conjunto de su obra. Fue una de las personas más y mejor premiadas del mundo de la literatura; obtuvo el Príncipe de Asturias en 1988 compartido con el poeta gallego José Ángel Valente [1929-2000], el Premio Acebo de Honor en 1988 como reconocimiento a toda su obra, el Premio Castilla y León de las Letras en 1992, Medalla de Oro del Círculo de Bellas Artes en 1997, Pluma de Plata del Círculo de la Escritura otorgada en junio de 1999 y cuya ceremonia fue retransmitida por videoconferencia a través de Internet, algo sin precedentes, hasta aquel momento, en el mundo literario. Con su ensayo Usos amorosos de la posguerra española recibió en 1987 el Premio Anagrama de Ensayo y el Libro de Oro de los libreros españoles. Esta obra dispara sus ventas, y desde entonces las obras de Carmen Martín Gaite están siempre entre las más vendidas en España, siendo espectacular su éxito en la Feria del libro de Madrid, donde solía ser su obra de cada temporada la más vendida de la feria. Cultivó también la crítica literaria y la traducción destacando en autores como Gustave Flaubert [1821-1880], Rainer Maria Rilke [1875-1926] y Emily Brönte [1818-1848]; colaboró, asimismo, en los guiones de series para Televisión Española como Santa Teresa de Jesús (1982) y Celia (1989), serie basada en los famosos cuentos de la escritora madrileña Elena Fortún (1886-1952). Publica dos enormes éxitos de crítica y público, Lo raro es vivir en 1997 e Irse de casa en 1998, y en 1999 se publica
“Libros bien escritos en los que no pasa nada (o parece que no pasa nada)” son mi tipo de libros favoritos. Aquí Carmen Martín Gaite me ha ganado. Águeda se deconstruye y tú con ella. Me he reconocido en su sed de respuestas, en su manera insoportable y autodestructiva de buscarlas, en su lucha por reconocerse a sí misma y florecer de una vez, desde sus propias entrañas, que te las abre todas y te sumerge en un bucle de preguntas y anhelos que no sabías ni que tenías. Pero no puedo evitar pensar que en “Lo raro es vivir” Gaite se pasa, a veces parece una muestra a gritos de su talento (que no era poco), vamos, que lo que cuenta podría haberlo contado en menos páginas y, a veces, de una manera más llana y con menos florituras. Admiro mucho a esta mujer, a la escritora y a la protagonista de la historia, porque en la búsqueda de la perfección puedes ver sus defectos (y los tuyos), y aunque a veces me he aburrido leyéndolo, ha sido un placer conocer por fin a esta autora.
Creo que, hasta el momento, es el libro que más me ha gustado de mi Martín Gaite, aunque me han gustado todos los que he leído. Después de haber estudiado muy a fondo toda su obra, he notado en esta novela una síntesis brutal de elementos reiterativos a lo largo de su narrativa: ese existencialismo tan brutal y surrealista que acaba desembocando en finales esperanzadores (¡y qué bella metáfora de la vida constituye todo eso!), la idea de crear palabras, esa sucesión de hechos tan cinematográfica, las constantes referencias artísticas y culturales, la pasión por el mundo, la concepción del artista exaltado... No sé por qué, pero he sentido como si Águeda, la protagonista de esta obra, fuera Sara Allen (la protagonista de "Caperucita en Manhattan") en su versión adulta, e incluso la he visto como la versión femenina de Leonardo Villalba (el existencialista de "La Reina de las Nieves). Qué voy a decir. Si es que esta mujer me deja siempre sin palabras. Termino sus libros y, aunque no tenga motivos de tragedia, siento la necesidad de llorar. Supongo que será por eso que Carmen Martín Gaite es una de mis escritoras preferidas: ella conoce a la perfección la condición humana y cómo retratarla en una novela.
Carmen Martín Gaite es una autora que me gusta mucho, había leído 3 obras suyas y tenía ganas de conocer algo más, así que me decidí por este libro con muchas ganas pensando que sería un acierto. Pero, aunque me da pena decirlo, tengo que confesar que me ha decepcionado bastante... Carmen nos sumerge en los pensamientos de una mujer de 35 años que acaba de perder a su madre, pensamientos que nos van dando a conocer poco a poco detalles y episodios de su vida, relaciones familiares y de pareja y muchas reflexiones. Un viaje a su mundo interior que, como la propia protagonista llama en una de sus muchas metáforas, le hace bajar al bosque de su propia mente y perderse entre una maraña de cavilaciones. La verdad es que tiene frases muy buenas, he subrayado bastantes, pero se me ha quedado en eso. Un conjunto de frases y reflexiones sueltas sin un destino concreto. Un monólogo que va dando tumbos y con un final que no me ha convencido nada. Sé que tiene muy buenas críticas pero lamentablemente no ha sido una lectura con la que haya podido conectar.
Otra vez abofeteada por la inteligencia que la autora imprime a cada frase escrita. De este libro me ha gustado todo: que todas las cosas pasen por dentro, la narrativa ágil, las metáforas tan carnales y terrenales de las que hace continuamente uso, los tintes existencialistas mesurados, que no caiga en el negativismo o la auto-compasión... 100% el tipo de novela que me nutre.
Y, por supuesto, salir del infierno por las mismas escaleras del diablo:
‘¿No les parece a ustedes emocionante salir del mal por las mismas escaleras del mal, lograr cambiar su rumbo sin negar su existencia, aprovechándola?’
Hay un momento en el que te das cuenta de que te has pasado más de media vida diciéndole a tus padres palabras que no tenían nada que ver con las que hubieras querido decirles, educando tu voz y tu discurso para encajar en una historia que ni si quiera es tuya, que se te enreda en tus recuerdos, que amalgama tu memoria y la deja toda hecha una pasta. Densa y seca. Pactada. Llena de medias verdades. Difícil de tragar y de hurgar en ella. Y te encuentras perdida en tu propia espesura. ¿Se puede revivir un recuerdo sin que te atropellen otras vidas?
Este libro es una escalera que sube y que baja. Un paseo visceral por la pérdida, las relaciones y la memoria.
(4.5⭐️ que redondeo a 5 porque se merece mejor nota media)
Nada descubrimos si decimos que Lo raro es vivir es una gran novela, porque no sólo está bien escrita, no sólo tiene un argumento sólido, una evolución de su protagonista clara y perfectamente bien explicada; la novela es grande porque se puede resumir con el propio título. Esas cuatro palabras encierran la esencia pura de la novela, que no deja de ser una sorpresa constante por la vida, por la aparente magia que permite a las personas respirar, caminar, vivir... cuando la propia existencia a veces parece querer lo contrario.
Una exploración profunda del ser interior, una suerte de viaje del héroe bajo la piel, a través de los huesos, los órganos, el cerebro. El peso del pasado como un lastre del que no nos podemos desprender y que nos empuja a devorar el presente con un ansia desmesurada; los errores que no conseguimos olvidar y por los que creemos no tener perdón. El difícil paso de aceptarse a uno mismo.
Lo raro puede parecer que me produzca tantísimas ganas de llorar un libro en el que no pasa gran cosa, aunque se piensan muchas. Luego me salta una vocecilla dentro, la de Águeda o Martín Gaite, que me dice que lo raro es vivir.
Lo leí por el centenario de Martín Gaite con el club de lectura y creo que esta novela ha envejecido mal.
Es una narración en corriente de pensamiento en la que veremos "madurar" al personaje principal, Águeda, que recientemente ha perdido a su madre. Supera el duelo y su adolescencia tardía (o crisis existencial de los 30) en una semana en la que apenas "pasa" nada; la seguimos en sus devaneos por Madrid y por su pasado mientras nos habla con metáforas existencialistas.
Está objetivamente muy bien escrita pero no he podido con la protagonista ni con la resolución de la novela, que me parece muy manida, y me da pena porque pensé que me gustaría más.
Decir que me ha gustado Lo raro es vivir es quedarse corta. Me ha encantado la prosa de la autora, la protagonista me ha conquistado, y su manera de ver e interpretar el mundo me ha enamorado.
Una joyita que encontré en el rastro, libro perfecto para acompañar mi llegada a Madrid y que no se me olvide lo absurdo que es la vida. Tuve un poquito de bloqueo lector estas semanas pero we are so back.
Um primeiro livro de uma das divas da literatura espanhola dos século XX. Um texto reflexivo, sem ação mas tenso no olhar sobre as relações humanas e familiares.
Este libro es para releerlo. Lo sé porque me ha pasado algo muy curioso: lo empecé admirada, lo continué decepcionada y lo he terminado hoy mismo con lágrimas en los ojos. Creo que tengo que releerlo precisamente por esos altibajos, porque hacia la mitad me pareció que su escritura se volvía retorcida, cargada, muy difícil de seguir, al menos para mí. Y no me gustaba nada leer así a Carmen Martín Gaite, cuya manera de contar historias me ha fascinado desde que cogí por primera vez uno de sus libros. También creo que tengo que releerlo porque la complejidad que entraña este libro solo podré entenderla en su totalidad después de leer la mayoría de sus novelas, su poesía, sus collages y hasta su vida. Pensar que Lo raro es vivir es una historia más es quedarse en la superficie. Para mí, es necesario tener presente durante toda la lectura que ella perdió a su hija. Es una especie de reconciliación: leer la historia de una hija que ha perdido a su madre cuando la persona que escribe es una madre que ha perdido a su hija.
Pero, al margen de relecturas y quitando esa parte intermedia que me pareció algo tediosa, tengo que decir que, una vez conectas todos los cables sueltos, es una novela asombrosa que ahonda en la pérdida, en la memoria y en lo caóticas que podemos resultar las personas en determinados momentos de nuestra vida. No hay una historia increíble, no te vas a encontrar con un argumento trepidante. Son más instantáneas, aparentemente inocuas, que construyen un relato real, sencillo, en el que lo que importa verdaderamente son las reflexiones que sacamos de él.
Y no puedo terminar esta “reseña” atropellada sin destacar lo que más me ha gustado de este libro (y en general de todo lo que he leído por ahora de Carmen Martín Gaite): su capacidad para trazar una línea entre la historia que tiene lugar dentro de la novela y la historia que ella vive (y nosotros vivimos, por tanto) mientras escribe la novela misma. Es difícil de explicar. Digamos que hay una historia dentro de otra historia y que cada una es un reflejo de la otra. Si en El cuarto de atrás me maravillaba que la protagonista (ella misma, pues es autoficción) escribiera un libro a medida que transcurría la narración y ese libro fuera el mismo libro que estamos leyendo, que existe de verdad, El cuarto de atrás; en Lo raro es vivir entendí que la obsesión de la protagonista por reconstruir a base de fragmentos dispersos la vida de un aventurero del siglo XVIII para terminar su tesis fluye paralelamente a la obsesión por reconstruir y sanar el recuerdo de su madre, su propio recuerdo y su propia vida. Es algo fascinante. En este caso tiene mucho que ver con lo que mencionaba de las relaciones madre e hija, pero va más allá. Este juego, esta especie de rompecabezas, es lo que ha logrado que incluso cuando menos estaba disfrutando me mantuviera expectante. Darme cuenta de este “entrecruce” de historias hizo que no me despegara ni un momento del libro porque romper la barrera ficción-realidad e involucrarnos así en él es algo que pocos saben hacer con la maestría de Carmen Martín Gaite.
Un libro donde pasa todo y nada a la vez, como la vida misma. Carmen tiene la capacidad de utilizar lo cotidiano para trascender mucho más allá del hecho en sí. Conocer el enredo de sus pensamientos y formar parte de ellos por un momento es todo un placer para cualquiera que la lea.
Es el primer libro que leo de la autora y no he logrado conectar con Águeda ni con la historia contada. Si bien es cierto, hay reflexiones bonitas y “prácticas” pero lo he sentido todo como una historia lineal, la que incluso, ha llegado a aburrirme en ocasiones.
Puede ser, que después del primer capítulo esperase otra cosa de este libro.
« —A veces pienso —reflexioné en voz alta — que se miente por incapacidad de pedir a gritos que los demás te acepten como eres. Cuando te resistes a confesar el desamparo de tu vida, ya te estás disfrazando de otra cosa, le coges el tranquillo al invento y de ahí en adelante es el puro extravío, no paras de dar tumbos con la careta puesta, alejándote del camino que podría llevarte a saber quién eres.»
Empezar un libro de Martín Gaite es adentrarse por caminos inciertos, sin saber adónde te terminarán conduciendo. En este caso, una historia que parece comenzar marcada por el misterio y una posible seducción, nos arrastra por un laberinto de recuerdos, vivencias y personajes variopintos que sirven a la narradora para reflexionar sobre la sorpresa que conlleva la vida.
Una novela bellísima construida a base de metáforas perfectas. El mundo interior de la protagonista, Águeda, se convierte en el eje que vertebra un relato perfectamente sólido sobre la personalidad, los recuerdos y las relaciones familiares. Recomendadísimo.
I know many Martin Gaite fans and I just have to accept I am not one. Her story does not interest me and I don't believe her characters who feel empty, cardboard. Fast, meaningless read.
Da igual el tiempo que pase: las chicas seguiremos teniendo los mismos pensamientos recurrentes, los mismo problemas sociales, inquietudes, inseguridades y miedos. Me he sentido muuuy identificada con muchas partes y me ha hecho reflexionar, gracias a su escritura tan limpia, sencilla y rotunda. Carmen Martín Gaite es y será, sin duda, una de las mejores escritoras de nuestro país. Carmen Martín Gaite es, sencillamente, una chica.
«Cualquier mudanza, aunque no se tenga demasiado apego a los objetos, es dura de por sí, no sólo por lo que hay que tirar, sino por lo que en otras ocasiones parecidas ya se tiró. Lastre inútil. No mires para atrás. Pero tiemblan las manos.»
Mi apreciación de este libro ha sido un viaje que comenzó con una clara calificación de 1, luego subió a un 2 hacia la mitad de la lectura (cuando empecé a vislumbrar algunas reflexiones interesantes), pero finalmente terminó con una única y definitiva estrella. A pesar de los esfuerzos de la autora por abordar temas profundos y existenciales, la novela a menudo se siente confusa y pretenciosa en exceso. Además, el final resulta irritantemente simple, especialmente cuando se compara con la *comillas-comillas* complejidad del mundo interior de la protagonista que se ha desarrollado en las páginas anteriores. Un vivieron felices y comieron perdices que se antoja más falso que un duro sevillano.
“Lo raro es vivir. Que estemos aquí sentados, que hablemos y se nos oiga, poner una frase detrás de otra sin mirar ningún libro, que no nos duela nada, que lo que bebemos entre por el camino que es y sepa cuándo tiene que torcer, que nos alimente el aire y a otros ya no, que según el antojo de las vísceras nos den ganas de hacer una cosa o la contraria y que de esas ganas dependa a lo mejor el destino, es mucho a la vez, tú, no se abarca, y lo más raro es que lo encontramos normal.”
Otro libro que me encontró cuando lo necesitaba. Que me habló directamente. Que me recordó el porqué estudio historia del arte:
[un señor mayor, hablando de una historia de hace siglos, con innumerables incógnitas]:
“—Por si se anima usted a seguirla, niña triste. Hurgar en el pasado remoto puede ser un lenitivo. El cercano hace más daño.”
Andaba merodeando por la librería y de pronto me topé con una preciosa edición de anagrama, lo cogí decidida a llevarmelo y "releerlo" pues estaba convencida de que ya lo tenía y lo había leído pero no importaba, la edición de anagrama c0mpactos 50 es una maravilla.
Ya en casa, comienzo a hojearlo y para mi sorpresa no me sonaba de nada, así me doy cuenta de que NO lo había leído...me ha durado dos suspiritos, que maravilla, leer a Carmen es charlar con ella o más bien, acompañar a su protagonista, tan pronto estás investigando a Vidal y Villalba, que hablando con su marido tumbada en la cama, que en una clase de universidad; porque así relataba Carmiña, haciéndote participe de su escritura en primer plano.
aslında çok sevdiğim bir konu hakkında: anneler ve kızları. üstelik buradaki anne kız pek anlaşamıyor. ama romandan beklediğim tadı alamadım, anneyi tanıyamamamız, derinleşmemesi bence büyük eksiklik. ana karakterin yazmaya çalıştığı doktora tezi bağlantısı iyi fikir ama o da zayıf kalmış sanki. ama kendini bulmaya çalışan bir kadının geçmişi, eski aşkları, ebeveyniyle yüzleşmesi romanın en güçlü yanı.